Así fue
Nací con algo más / de diez y seis mil días
en un día de Enero / del dos mil trece
(“¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos…” )
entre unas hojas amarillas / de Machado
abiertas al azar.
En el espacio entre los versos / un ángel me anunció la nueva:
“Un día llegará con tu momento / sobre su espalda:
inesperada flor / que surge del cemento,
plenitud que el destino te negó,
de tu ocre surgirá la rosa / que ya no esperas.
Yo lo sé, bajo el polvo del vestido,
tras las arrugas de tu piel,
ahí donde no llega tu mirada
hay una intensa luz / pugnando por salir.
Será el día crecido / otoño tras invierno,
aquel que te compense / de primaveras y veranos,
el que surja de todas // las hojas amarillas,
de la semilla entre la nieve.
Ten fe, ese día llegará.
Sangre caliente de cristal,
escudo férreo, luz recóndita,
celoso secreto, alas de águila,
dime qué temes.
¿Sabes la altura de las nubes?
¿Conoces el secreto de las púas”
Reflexioné. ¿Podría yo volar / desde sesenta y tres escasos metros?
Ay, seré necio, son deseos / que me da el diablo.
No los alcanzaré.
Mi padre siempre quiso “una casina
con un pradín y un arbolín”,
un buen sueño.
Tuvo una casa de escaleras
cerca de los barquitos de colores
que alegran a la villa blanca / de la costa más verde.
Ya no la puede disfrutar,
tiene los ojos llenos de neblina.
¿Soñar? Sólo de noche.
Sin embargo…
¡En el azul del pájaro no hay niebla,
hay islotes cercados / por la brumosa mar!
Eran aquellos tiempos / de suave brisa,
tras unos años con arritmia / mi corazón latía rítmico,
las ubres heredadas / se quedaron sin leche,
las telarañas con su red / llena de aburrimiento
oscurecían pegajosas / la luz del día.
Yo encontraba consuelo / en el musgo, en el barro
de mis playeros montaraces.
Fue entonces que nací puro, inocente.
Sólo dos versos, / sólo siete palabras
bastaron, golpeándome / con fuerza de quejido de flamenco.
Y así, completamente inevitables
a los tres meses germinaron / las vacilantes tentativas.
Sin pretensiones:
como el caer de la llovizna, como el llorar de los chiquillos,
tejidas de cometas y mujeres,
de voces de sepulcro / y de algunas de sol,
de ecos de aceras / y frases de periódicos,
de la luz que florece / en un secreto mar,
yo inaprensible,
escritura mecánica / del lúcido inconsciente
que liberto traspasa los cristales / de mi comercio.
Javier Garrido Ramos