Solange Schiaffino – Chile

Poemas escogidos

Imagen by Enrique López Garre

El muriente

Un vilano atraviesa las ventanas
y se graba un vitral en tu cabeza,
rapada, con su cruz venosa adentro
estalla en haz de fulgores villancicos
como arterias que brotan navidades
en el desierto de tu carne.

Memorias y pensamientos se elevan,
huyes del mundo al vapor de una lágrima,
del sol mecánico que te respira
y oscurece en tus párpados
el pianito de tu hijo:

– no tengo miedo –
hablaste como tres gotas de suero cayendo
hasta abrazar nuestra vigilia de diciembre,
porque la muerte no se posterga
ni aparta al dolor de su precipicio.

Las luces digitales nos confunden,
¡cuánta fe innecesaria es todo esto!
No estaba el celeste en la pared
ni importaban los belenes,
mientras aquella maquinaria
…….. inútil
apagaba las últimas letras
que escribió tu corazón.



Quiero

Quiero una manta de lana suave como tu boca
para entibiar esta pena, que a pesar del invierno,
no combina con el frío
ni con el quiero un chocolate,
abriéndose lentamente al sabor del tacto
que tanto añoro.

Quiero abrir los ojos sin que el sol me duela
y extender mis brazos hasta reconocer idiomas
de las no palabras, no ternuras y no risas,
de cómo, a pesar de todo, arropa aquella frente
sobre la almohada,
de cómo quiero mirar más lejos
o traspasar la neblina en las promesas
que se agrietan como una duda
derramándose a punto de hacernos aguacero.

Que sea posible unos ojos mirándome
mientras desato mi cabello y que se sacuda en la caricia
libremente como el oído
cuando cobija la lágrima o este abrazo
que nos late y me fecunda
porque quiero.



Como quien juega

«Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita.»
(Dante Alighieri, Divina Commedia, Inferno, Canto I)



Se hace tarde.
Los treinta y cinco se tropiezan
con tantas puertas abriendo laberintos.
«Reniñez»* la llamaste, Gonzalo.
Hoy lo saben estos ojos.

Desde las pupilas – dicen –
parten las formas de una huida,
un viaje o un sueño.

A veces, como si descendiera con las calles,
con ésas que tienen su fin
allá adelante frente al mar o las nubes
escucho «que me parezco a todos los caídos»,
mientras regreso de soñar,
latigada de sol, justo abajo,
para dar la espalda a las alturas.

Y no sé decir
cómo hubo paraíso sobre este derrumbe,
sobre la tierra que las horas dejan.

Entonces, mujer o reniña,
«era tu momento» – eco tuyo –
profundo, de barro,
más abajo, más cielo
soy no más,
como quien juega libremente a ser lo que quiera.


* Reniñez: Palabro de Gonzalo Rojas, con la que describía su periodo de vuelta a la infancia en plena vejentud. Un genio poético a quien dedico este poema con el que en el 2001 respondí por primera vez a su eco.

Conversa con nosotros