
Carnaza
Antes de que las mallas, cibernautas encajes,
pescaran en sus redes de algoritmos binarios
amistades y amores,
mentiras y certezas,
odios e hipocresía,
era fácil leer en las miradas.
Ahora somos peces, carnaza para escualos
privados de conciencia que llenan sus bolsillos
de dinero indecente,
con perversos engaños,
con verdades a medias,
jugando con el miedo y el rencor.
Bajamos el semblante domados por los bytes
que secuestran cerebros e hipnotizan pupilas
que solo ven pantallas.
Ya no hay piel ni caricias,
las manos no estremecen,
los ojos ya no leen a otros ojos.