«Se vende, se permuta», «Una ola de olvido», «La forja», por Ángeles Hernández Cruz

Muchacha by Thuan Vo

Se vende, se permuta

Se vende

Se venden días tristes.
Los entrego encerrados en un baúl de espanto
atestado de cajas con etiquetas blancas
escritas con mi mano temblorosa.

Unas contienen miedos de los que se te anudan
en la garganta fría, que ya sientes tapiada
por viejas soledades.

Las de remordimientos
están acompañadas de desesperación
junto con la amargura
de no tener el brío de parar
el transcurso tirano de los días.

También hay cofrecillos y envoltorios
tan raídos y viejos que no me atrevo a abrir
ya que solo contienen ilusiones caducas.

A mí ya no me sirven
porque los versos piden a mis brazos
que deje de arrastrar este equipaje
que se sigue rompiendo,abriendo las heridas
y que una y otra vez remolco en mis escritos.

Se permuta

He cambiado de idea: ya no quiero vender.
Prefiero permutar el contenido
del pesado baúl
por la bolsa ligera de los grandes poetas
que cantan al amor con arrebato,
con palabras ardientes que enrojecen
los rescoldos helados de mi fuego.


Una ola de olvido

Anoche desperté sin mis recuerdos.
Rebusqué entre las sábanas, a tientas,
y solo encontré frío.
Sobre los almohadones, mi pelo se cubría
de un laberinto húmedo de algas.

Una ola de olvido gigantesca
que venía de lejos elevándose
arrastró mi pasado al mar profundo.

Al verme en el espejo,
pegadas a mi piel desconcertada
se asomaban millones de blancas caracolas,
nácar tornasolado.
Me vi hermosa y valiente vestida con mi escudo.

Solo tengo el ahora, este instante,
para verter sonrisas
y llenar mi equipaje de historias relucientes.


La forja

Quise ablandar el hierro de los barrotes que aprisionaban mis auroras. Lentamente, encendí una hoguera. Con ladrillos de rabia construí una fragua mientras las llamas me proponían a gritos su consuelo.

Emboqué las barras hasta que el calor reblandeció su intransigencia y, entonces, las moldeé en el yunque con mis manos. A pesar del tormento, logré formar una hoja con espiga que templé en un barril rebosante de lluvias que nunca se detuvieron en mi cara.

Adelgacé el filo contra la piel dura de la memoria y le hice un mango suave que acariciara las llagas de mis dedos.

Fabriqué un cuchillo con mi jaula. Con él corté los hilos que me ataban a la nostalgia y podé las ramas que me impedían crecer hacia el futuro.

Conversa con nosotros