De los ritmos literarios y otras malas hierbas

por Gavrí Akhenazi

Soy un tipo que se dedica a la prosa porque se siente más a gusto con el tipo de formato narrativo que con lo que sería escribir un poema o sea, disponer la escritura en frases cortas apiladas.

Creo que la prosa tiene su propio ritmo y lo he sostenido durante muchos años cada vez que surgió la controversia de si ritmo sí o ritmo no, para diferenciar la prosa de la poesía. La prosa tiene su propio ritmo, repito, y los buenos prosistas se lo imprimen a sus textos, cada uno dentro de su propio estilo, porque una prosa sin un ritmo natural que la haga fluyente y atractiva, es un bodoque que al lector le resulta difícil cargar.

Por otro lado, creo que la poesía, como tal, puede abarcar infinitos temas siempre que se encuadren en su denominación, ya que poesía no es poema. Poema es una forma y poesía es un género, del mismo modo que un gato no es un león, a pesar de que los dos son felidae.

Tanto la poesía como la prosa son, por decirlo a mi modo, una «visión» literaria de la expresión humana. Por ende, lo discursivo puede ser poético, aunque es un poco más complejo hacer que «lo poético», concebido como tal, o sea, con el uso del simbolismo, del lenguaje connotativo y de todas esas cosas, resulte apropiado para cierto tipo de discursos, como el discurso científico, aunque haya excelentes científicos que hacen excelentes discursos poéticos en sus exposiciones.

Más allá de lo que digan los manuales, en los intercambios de opiniones lo que prima es el criterio que se emplea.

Soy un escritor que hace pocas citas para amparar lo que dice, porque a mí lo de las citas no me gusta y prefiero manejarme por fuera de lo que otros dicen, ya que llegado a un punto de la carrera, cualquier escritor que se precie de tal puede elaborar desde su experiencia y con más enjundia, lo que otros refieren en los tratados y que nunca han experimentado per sé.

De ahí que diga que el ritmo no creo que defina o diferencie lo que es prosa de lo que sería poesía y que la prosa tiene su propia valencia rítmica casi tan notable como los ritmos métricos que regirían el esquema poemático.

La diferencia no es esa, a mi criterio
ni un poema resulta
de
cortar una prosa
en los suficientes pedazos
como para que
parezca que el autor ha escrito
un poema más o menos
rítmico.

Que se pueda escribir lo que a uno se le antoje con el formato que se le antoje, estoy en un todo de acuerdo. Uno puede hacer lo que quiera y renunciando a mi fobia por las citas, echaré mano de Huidobro: «El autor es el dios de su obra». Justamente por eso, uno puede hacer lo que se le ocurra y pensar también lo que se le ocurra con respecto a lo que escribe, prescindiendo del sentido común y amparándose en las novedades que ofrecen las vidrieras de los cambalaches, donde todo cabe y todo se vende y tirando por la borda el sentido común que mencionaba antes.

Cuando se establece para un poema la definición «prosaico», se está entendiendo que alguna diferencia hay entre lo que es netamente poético y no necesariamente lírico -que es otra cuestión- (ya sea en prosa como en poesía) de lo que parece más un discurso periodístico o un artículo de opinión que el autor cortó en pedazos más o menos rítmicos y apiló con formato de poema. Y eso es porque el sentido común indica que cualquier escrito que se precie de «poético» debe tener algún condimento que lo defina como tal, más allá de una pila de frases cortadas más o menos rítmicas.

Yo creo que si siguiéramos el criterio de que solamente el ritmo diferencia poema de prosa, no valdría la pena hacer distingos de ninguna índole entre poema y prosa propiamente dicha que incluiría a los ensayos, las crónicas periodísticas, los artículos de opinión, las ponencias científicas, los libros de mecánica y todo lo que se te ocurra. Incluso hasta el instructivo de los medicamentos podría ser tanto poema como prosa, de acuerdo al formato que al que diseña el prospecto le parezca más feliz.

Tiene que existir por fuerza alguna otra cosa que diferencie el fondo de lo netamente formal ¿verdad?

Ahora una prosa que rima, como tantas que suelo ver ¿es una prosa?

La rima tampoco define lo poético. La rima, como el ritmo, definen lo estructural. Las prosas no riman. Si rimaran ¿qué serían? Y no estoy hablando de la prosa poética, ya que, como me he cansado decir, no deja de ser prosa con un fuerte condimento poético, hasta el punto en que se ha discutido si el nombre debería ser «prosa poética» o «poema en prosa». Y volvemos al huevo y a la gallina ¿verdad?

No. Porque la definición de poema, poético, poesía, es una definición en sí misma, muy alejada de lo convencional de su formato. Es una visión de la realidad que trabaja diferentes parámetros y que cabe en muchas partes, porque es la sustancia emocional, la otra visión, lo que la diferencia sustancialmente de, por ejemplo, esta exposición que estoy haciendo.

Lo que es poético es poético dentro del formato que se le quiera dar, porque no se trata de contar las sílabas, aplicar el metro correspondiente, trabajar la dinámica rítmica o meter todos los gatos en la misma bolsa, sino de una concepción de la realidad muy por encima de eso.

Y de eso creo que adolecen realmente algunos poemas cuyos autores sostienen solamente la teoría de que si es rítmico, es poema, cuando en realidad parecen un instructivo para medicamentos que un diseñador creativo colocó en frases cortadas que le sonaban más o menos bien, pero que, como todo instructivo, sirve para lo que sirve pero a nadie emociona un instructivo de medicamentos.

Entiendo las defensas y por supuesto, son válidas para mí como cualquier otra defensa que haga alguien convencido de lo suyo, porque yo no discuto opiniones en literatura ya que hay tantas opiniones como escritores. Solamente expongo mi opinión.


El contenido siempre es importante. De hecho, creo que es lo más importante y el continente o formato no debe ser un obstáculo.

El hecho artístico creativo lleva implícitos una serie de resortes que justamente por eso lo transforman en un hecho creativo y un hecho artístico no es una lista de supermercado ni el prospecto de un medicamente, por usar dos cuestiones que ya empleé, si no se las dota de un plus de creatividad, que no es precisamente imponerle un ritmo a lo escrito.

De otra forma, todo sería un hecho artístico y cualquier cosa cabría en esa denominación, incluso ese perro que un «supuesto artista plástico» ató a una pared en su exposición y dejó morir de hambre ante la indiferencia de sus seguidores.

La cosa radica en no caer en el simplismo y justamente creo que esa es la base de la historia, ya por fuera de si casa o deja de casar el metro de un poema.

Lo sencillo puede alcanzar un alto vuelo creativo, cosa que no significa que uno deba volverse lírico, pomposo, intraductible o caer en la más lisa planura, sin un solo giro artístico.

Sencillo, Miguel Hernández. Sencillo, Manuel Alcántara. Y no por eso su acto creativo era simple, porque repito, simple no es sencillo y el arte, ya por ser arte, no es una cosa plana, completamente aemocional y que no despierta el mínimo estímulo más allá de un bostezo.

Un hecho artístico es creativo per sé. No es una página de diario donde se relata un óbito intrascendente, aunque hay algunos periodistas que hacen arte al momento de sus notas y entonces, sus notas te llaman la atención justamente por la creatividad discursiva que poseen.

Creo que debe existir algún tipo de diferenciación manifiesta entre la creatividad, que, repito, no se trata de hablar complejizando lo que se dice ni de crear imágenes estrambóticas que no encierren ningún sentido capaz de despertar el estímulo en el símbolo de quien lo lee (porque el sistema del arte es la coexistencia de símbolos entre el emisor el receptor, ya sea por el impacto propio de la idea o por el impacto estético que el símbolo trabaja).

El arte es una expresión íntima y precisa de la creatividad para no caer en la simpleza. Luego, no todo es arte por más que aquellos a los que les falta el plus de la creatividad, quieran que se comulgue con ruedas de molino.

Y así como un poema no es un ensayo, aunque uno en un ensayo pueda incluir deslices poéticos, la sencillez no es simpleza. De otro modo, cualquier cosa sería cualquier otra, más allá de la taxonomía. Un perro sería una mesa, un fusil sería un ramo de flores y dejo a elección del lector los ejemplos de permutación que se le ocurran.

Si cualquier cosa puede ser cualquier otra, nada se definiría por la taxonomía y todo haría de todo, por no decir que todo sería todo, porque por algo las cosas son diferentes entre ellas, más allá de la filosofía.

Pero si no te da el cuero (talento en este caso) para hacer todo el camino y pretendés cambiar todo el sentido real del arte para que lo tuyo encaje, yo diría que mejor el que supone eso intente con el bonsai, porque uno puede escandir bien, regular o mal, pero escribir un poema no es saber escandir.

Escribir un poema es saber escribir y eso, solamente te lo añade el plus de entender el ejercicio del hecho artístico y que no todo es arte, aunque nos empecinemos en que así sea, como el tipo que ató el perro al muro y lo dejó morir de hambre.

Un comentario en “De los ritmos literarios y otras malas hierbas”

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