
El chopo y la luna
Cómo no voy a escribir
que esta noche placentera,
¡chopo!, a los pies de mi lecho
relumbra tu cabellera.
Y es tu sombra en la pared
como de agua que corriera
y me llenara de peces
alegres, la alcoba entera.
Hoy no quiero levantarme
antes de que la primera
luz del día desaliñe
tu peinado y mi quimera
de ser un río que fluye
hacia el mar por la ladera
suave de alguna campiña
donde nada interrumpiera
este bullir sosegado
de su cauce y su ribera.
Cómo no voy a esculpirlo
en versos, ¡ luna platera!,
si ya presiento que el alba,
como una hoz traicionera,
viene a segarnos los sueños
sin clemencia y sin espera.
En cambio yo
Yo he sido la añoranza contenida.
Como una flor cortada precozmente,
del lecho primigenio. De mi herida,
llevo una cicatriz en plena frente.
De la fugacidad siempre consciente
a la fragilidad comprometida,
el tiempo es un trayecto transparente
como el cristal del vaso de mi vida.
Qué importan los detalles de este viaje,
lo que nos desanima o nos alienta,
si al final, todo encaja en el paisaje
agreste o cultivado, si sentimos
que es la veracidad con que vivimos
la auténtica raíz que nos sustenta.