«Llévame contigo al mar», poema de María José Quesada

Imagen by Tim Hill

Llévame contigo al mar

Te conocí una mañana,
tú te marchabas del puerto
yo a la bahía bajaba
y quiso dios que ese encuentro
mi vida entera cambiara.

Llevabas la red al hombro,
venías de la almadraba,
para el mar eras un lobo
para mis ojos, un Atlas.

Y al pasar junto a tu mano
y contemplar tu sonrisa
mi ser quedó hipnotizado
como por arte de ondina.

La red te ofreció la estrella
que me engarzaste en el pelo:
Es para ti, mi sirena,
dijiste sin titubeo.

Sin tener culpa la estrella
quise esquivar ese gesto
y al darme la media vuelta
se me enredó en el cabello.

Cerró el círculo de presa
tu corazón lisonjero.

Las caracolas cantaban
y susurraban dulzonas,
algo fue cortando el aire
con alas de mariposas.

Cada noche una fogata
nos encendía la Luna,
sí mi amor, mi lirio de agua,
febril, lumínica, pura.


Volviste de nuevo al mar,
pasión de los marineros,
yo te quería alcanzar
con las ondas del pañuelo
que lloraban soledad,
marino de mis anhelos.

Guardado celosamente,
el miedo, veta profunda,
desbarató los dinteles
de mi templanza madura.

Regidas por un mal viento
una formación de bocas
iba desgarrando el puerto.
Gritaban las caracolas,
yo les pedía silencio.

Marché hasta la última piedra,
aquella que el mar bañaba.
Con arañazos de fieras
nereidas desesperadas
no daban siquiera tregua
a que mi voz te nortara.

Sin guarda quedó la noche,
los ángeles descansaban
y el agua imantó en su cauce
nombre, amor, estrella y barca.

No quiero ver más el mar
sino entregarle a su hambre
mi cuerpo y mi soledad.
Me dejará enamorarte
vestida de agua y coral.

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