Trepidaciones
Cómo trepida el nombre del amor
en la quietud brumosa de la noche,
aunque mi indiferencia ante su sombra
sea más estruendosa que su escándalo
y me pronuncie al margen de sus reclamaciones
y a salvo de su dádiva.
No le presto atención a la sonrisa
promiscua del amor, si busca abrazo,
porque hace mucho tiempo que desacralicé
su ritual de cinismo
y hay demasiadas grietas en su rostro
por las que mi silencio no penetra.
Cómo percute el tiempo del amor
en la piel rasurada de los sueños,
aunque ya no me excite
la realidad impávida,
ni me provoque resquebrajamientos
en la voz de la sed.
Puedo decir te amo
y no amar más que el aire de un vacío,
y callarme por siglos lo invisible
del asma de un amor cuando me ahoga.
El mío es un amor que no precisa
de vértigos extraños
ni de focos que impacten sobre su lejanía
para cegar las públicas
retinas asombradas de la pasión ajena.
Es fiel a mi desnudo y hasta sabe
que no lo necesito para ser lo que soy:
el claroscuro de una descreída
que salmodia penumbras
con boca de espejismo inverosímil.
La flor de agua
Me he dejado empapar por tu voz de tormenta
en la distancia,
por tu imagen viril otoñecida,
y he puesto rumbo a ti, a tu aguacero,
sin irme a pique pese a su potencia.
Hoy soy tu flor de agua, tu marítima actinia,
y puedo ser de carne,
de escarcha,
o de pólvora
cuando a ti te apetezca,
porque tú que naciste original y único
no te has vuelto,
la triste fotocopia de tantos que no extraño.
No me exilio de mí cuando estás cerca,
me mueve a la alegría tu arrogancia,
tu voluntad a la oración lumínica,
y estoy casi segura de que vas a morirte
tan sólo cuando a ti te dé la gana,
porque muera el poder que tengo sobre ti.
Nunca vas a estar solo,
-terco animal de láudano-
nunca, mientras la tinta nos corra por las venas
y el músculo responda a los rituales íntimos.
Yo te daré un poema sin ningún adjetivo,
un tiempo para amar disturbios en mi boca,
una duda que arrase con todas tus certezas
y te daré un motivo para salir de ti.
Como si no tuviera otra cosa que darte
te daré la ocasión de violentar mis ojos
y liberar tus muertos seduciendo los míos
por compartir aquellos que están pidiendo paso.
Te voy a dar un sueño para que lo maltrates
cuando te incite Sade, la carne para el diente
y un pedazo de instinto para tu diversión.
Y por si fuera poco, te voy a dar el alma
para el último trago del desierto que cruzas.
Deséchala una vez que no te sirva.