«Décimo autorretrato bicéfalo», «Érase una vez en una isla», Ovidio Moré

Imagen by Enrique López Garre

Décimo autorretrato bicéfalo

No soy ese animal que se levanta
y lame sus heridas de postguerra,
y luego va arrastrando por la tierra
el típico disfraz que le suplanta.
Ni menos el iluso que se encanta
con visos de pueriles profecías;
los rezos, otras «trovas» y utopías
dejaron de vibrarme bajo el pecho.
Yo sólo soy un hombre algo deshecho
que escribe en un papel sus ucronías.


II


No soy el animal que se levanta
lamiéndose su herida de postguerra,
ni soy la docta lluvia que en la tierra
de verde pinta el tallo de la planta.
Yo sólo soy el tiempo que agiganta
su paso en la clepsidra inapetente;
y soy otro pasado, otro presente
abierto a los canales del futuro.
Agnóstico, socrático, inmaduro,
queriendo navegar contracorriente.


Érase una vez en una isla

A Rumpelstiltskin

Tú me dices que vista de utopía,
tú, que ayer disfrazabas anatemas;
no me quieras tejer estratagemas
que hace tiempo que sé de tu herejía.
No me vendas ahora la anarquía,
ni ilusiones, ni cambios de contrato,
que sabemos los dos que en el substrato
se camuflan las mismas intenciones.
Estoy harto de tantas decepciones,
yo ni muerto contigo firmo un trato.


Monólogo de Peter Pan


Me parezco a mi sombra, me parezco
a esa negra silueta recortada
pues soy un Peter Pan hecho de nada
y no sé lo que siento ni padezco.
Así vivo, pensando que adolezco
de mi carne, mi cuerpo y mi cabeza,
y que aislado resisto en la maleza
esperando por Wendy ser salvado.
Siempre fui como un niño abandonado
en medio de un desierto de incerteza.



Historia de un cerdito

Cuando tuve la casa hecha de paja
vino el Lobo Feroz y en un soplido
derribó la pared, y su rugido
hizo trizas la mesa y la tinaja.
Entonces con maderas de una caja
levanté mi casita estoicamente,
pero el Lobo Feroz e impertinente
otra vez en soplar puso su empeño.
Está claro que aquí mi único sueño
no tendrá ni futuro ni presente.


Caperucita Roja


Al vestir Caperuza roja capa
se creyó que era joven comunista,
y por ello la enviaron de conquista
por la isla con la estrella en la solapa.
Pero ella constató en cada etapa
del periplo (en el campo y la ciudad)
que el rojo era el color de la Deidad
y la gente vestía de incoloro.
Al volver, Caperuza, con decoro,
se vistió del color de la verdad.

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