ARTÍCULO

Palabras

Gildardo López Reyes

Hay nombres (signos) que se pierden y que perviven sólo en los diccionarios arrumbados en un rincón del que parece nadie los sacará (quizá si en la casa no hay internet y se está jugando al scrabble, ante la necedad de quien dice que esa palabra sí existe alguien los desempolve), si es que nadie los ha tirado aún. Igual que las enciclopedias se volvieron obsoletos.

Hay palabras que se repiten tantas veces, regodeándose al hacerlo, porque se han vuelto populares por una moda que obedece a quién sabe qué cosa.

Hay palabras que se visten de ropas viejas, unas veces elegantes y otras en harapos; a veces los que escribimos las usamos cuando queremos encontrar palabras con un significado afín a esa palabra que no queremos repetir.

También las usan los viejos y los cultos. Arcaísmos les llaman.Hay palabras que son mal pronunciadas, la costumbre dejó que nadie advirtiera que así no se decía el nombre de esa cosa. Seguro estarán enojadas, molestas cada vez que no se les usa correctamente. Incluso la ignorancia colectiva hace que se corrija a quien sí conoce la verdadera palabra: “¡no se dice magullado!”

Hay palabras recluidas porque a alguien se le ocurrió decir que eran malas, palabras que aparecen en ocasiones especiales como cuando hay alcohol recorriendo las gargantas. Aunque en algunas personas como yo conviven codo a codo con las que carecen de maldad. Son palabras que se divierten en la boca de niños y adolescentes que se sienten importantes mientras más de estos vocablos saquen del encierro.

También, hay palabras que han perdido su valor, palabras que fueron despojadas de su identidad y viven en una crisis en la que ya no saben qué significaban. “¿Entonces, qué es un amigo?”, pregunta una. “¿Qué es el amor, qué, amar a alguien?”, se escucha decir a otra totalmente desgastada. “¿Y paz?”, no recuerdo ya lo que significaba.

Los diccionarios siempre llegan tarde a la fiesta, nunca se les dice la hora exacta o será que son impuntuales de cuna; la cosa es que nunca están presentes en los momentos precisos.

En México todos cantinfleábamos y catafixiábamos sin importar si el diccionario y su real academia nos daban o no permiso.

Que a la larga lleguen al diccionario o no no será ningún mérito. Las palabras no están hechas para eso.

Gildardo López Reyes

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