Prenda de su corazón
Ven aquí lucero hermoso,
dame tus manitas tiernas,
voy a contarte los dedos
como si contara estrellas:
Diez dedos tiene este niño
como diez luces pequeñas
y en los pies, diez diminutos
cordeles de una cometa.
Cuando tu aprendas a andar
se irán soltando los hilos
con la justa longitud
que hay de los padres al hijo.
A la par que vas creciendo
se hará más largo tu paso,
y cuando seas ya un hombre
que no cabe entre mis brazos,
si la vida me da tiempo,
me sostendrás como un arco.
Vuela niño cuanto puedas
con nobleza y desenfado.
Dos cometas en los pies
y una estrella en cada mano.
Los dedos de la mano
Cada dedo de la mano
tiene un nombre personal,
el primero es el más bajo
y le llamamos Pulgar.
Al pequeño regordete
lo usamos para agarrar.
Al siguiente de la fila
le gusta más señalar,
Índice es largo y delgado,
más que su hermano Pulgar
y cuando cumples un año
¡a todos se lo dirá!
El tercero de la fila
es el dedo Corazón
está en el centro de todos
y es alto como un señor,
queda en medio de la mano,
a su lado hay dos y dos.
Ya casi estamos llegando,
con los dedos, al final,
pero antes de que acabemos
hay que nombrar a dos más;
uno que es muy presumido,
y que se llama Anular
porque se pone el anillo
de los novios y papás.
Por último un chiquitín,
pequeño como un penique,
más flaquito que el Pulgar
¿Cómo se llama? ¡Meñique!
Y ya que los conocemos,
¡vamos todos a jugar!
Pero antes diré un secreto:
a los dedos de las manos
¡les encanta dibujar!
La bruja Lombarda
se ha puesto perdida:
haciendo un brebaje
le saltó una chispa,
le cayó en la falda,
se ha vuelto amarilla.
Su búho, asustado,
no quiere mirarla,
le dice muy serio
y hablando de espaldas:
¡Estás horrorosa!
¡Límpiala con agua!
La bruja Lombarda
no viste colores,
siempre va de negro,
de día y de noche,
y el color del sol
le alegra la cara
igual que el limón
alegra la rama.
Se han puesto a bailar
por toda la casa,
el búho la sigue,
-qué cosa más rara-
y es que la brujita
le ha echado en las alas
gotas del brebaje
que tiñó su falda.
La bruja Lombarda