Tu mirada en penumbras, envuelta en el hastío, me pedía en silencio descoser las amarras para llevarse lejos la carga de los años que tú ya no podías llevar a tus espaldas.
Yo quería hechizar a la bestia sombría. A modo de sirena mi voz desafinaba en un arrullo astuto que la guiara lejos y nos dejara, madre, a salvo de sus zarpas.
Comencé por un tango, tus ojos se agrandaron escuchando a Gardel perderse en mi garganta. ¡Qué idea tan absurda! En vez de una sonrisa asomó la tristeza en tu frente argentada.
Seguí con los boleros, con angelitos negros, con gardenias a pares al son de las maracas y tus dedos marcaron el compás de mis notas reviviendo el calor de unas tierras lejanas.
Bailé junto a Adelita rancheras de Jalisco comiéndonos las tunas hasta Guadalajara y allí es donde encontré lo que andaba buscando: tu risa, mi regalo, con lazos de lavanda.
Encuentros
A veces se me olvida, solamente unas horas, que a la felicidad le gusta disfrazarse. Se maquilla de rojo en las vendas sangrantes y en las baladas tristes se camufla de nota.
Aprendí la lección una lúcida tarde: lo supe al revisar el perfil de una roca que al herirme explotó y se hizo redonda sin aristas ni agujas; como la arena, suave.
Puedo ver la alegría como espuma de olas en los charcos en calma de enfurecidos mares; refugiada en mis ojos para ver los paisajes cuando el cielo sonríe tras las ventanas rotas.
Aunque busque escondrijo, sé que está en todas partes. Encontrarla es mi lucha y una ilusión asoma después de cada golpe, lastimada la sombra, cuando afianzo mis pasos para seguir el viaje.
Grietas reconfortantes
«Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz…» Himno, Leonard Cohen
Hay una grieta en todo por la que asoma la luz que gana a las sombras rotundas, como en su himno cantó el poeta desgarrando la noche triste del hombre con su saeta que atrajo al resplandor con la candencia de una campana.
También por las rendijas de cicatrices que todavía duelen al roce leve de una caricia con sinfonía de reproches antiguos, entran las llamas luminiscentes para rellenar huecos con dulces hilos de luz dorados.
Ya siento el entusiasmo de bellos surcos desagraviados como por el kintsugi, pero son firmes por resilientes.
Se ha dormido en mi piel ese estremecimiento que me daban tus manos tan solo con tocarme y dentro de mi mano hay un vacío sin tu latido ardiente que antes me quemaba.
Son helados tus besos ya no existe sabor en esos labios destilando amargura; se va muriendo todo y solo queda grabado en nuestro lecho aquel vaivén salvaje que tanto disfrutamos.
Hoy es todo rutina marcada en una agenda cuando llegas al día, sin hacer un preámbulo tú llegas y te instalas. Quizás tú sí disfrutas la visita, pero a tu paso dejas anhelos inconclusos.
Quisiera recordarte lo que tú le enseñaste al mapa de mi cuerpo, y cómo despertabas tanta sensualidad tan solo con mirarte.
Pero mejor decido sofocar a la mujer ardiente que aún sigue vibrando, aquella que perdiste en el camino.
Insensibilidad
Continúas enviando tus sueños remendados al cometa en el aire, y mientras yo te observo y admiro tu entereza, me busco en los bolsillos, aquella que perdí bajo una sepultura.
Decrépitos del alma con apariencia joven, invadidos de hojas que sueltan en verano nuestros brazos, como si fuese otoño.
Hay un sol tan radiante que no logramos ver por la humedad constante en los cristales y tantos desengaños. Aún así, tú sigues hilvanando visiones inconclusas con una terquedad que me enloquece.
Estoy desalentada, por eso me he soltado en las aguas del río que va vertiginoso y sin poder sentir dentro de mí emociones por tanta oscuridad en el futuro.
Mausoleo de emociones.
Al mirarse en sus ojos le devolvió la savia a sus entrañas provocó ebullición a inertes sentimientos y un intenso deseo de morderle su voz, que quería convencer con mimos y susurros a su limpia conciencia.
Dentro del pentagrama de su pecho le fue creciendo un bosque, con ramificaciones buscando una salida de esa vasija ajada.
Afiló sus cuchillos de cordura para cortar de tajo todas las tentaciones. Con intensa ansiedad fue removiendo miedos para que despertaran y sacando el espejo como escudo, al verse con su sombra, se fundió en una sola para enterrar la llave de aquellas emociones lejanas y dormidas.
Ama su mausoleo y se siente muy bien caminando descalza cubierta de cenizas.
La luna creciente se dibuja apenas en un cielo opaco con su uña fina y poco ilumina los ruidos de pasos por estas aceras de hierbas oscuras, entonces comprendo que el libre albedrío sorprende e irrumpe por grietas y huecos con esa belleza que tiene lo oculto por tanto hormigón y tanta ceniza de tráfico en horas carentes de fin.
Es noche de lobos que intuyo acercarse bajando del monte en busca de signos que muestren que siguen sus calles vacías, sus cuevas y páramos, su antiguo reinado de caza y violencia de diente que ataca el miedo al silencio de víctimas tiernas.
Dejadme tranquilo andar el crepúsculo oyendo el sonido de cómodos sueños de urbe que cierra y blinda sus casas al ser que mastica ideas de furia que crecen en mí al tiempo que engorda la luna que ordena todas las mareas y muta mis pieles en bestia del hombre.
Turno de noche
Todo pasa, te dicen los que pasaron antes.
A pesar de no haber estado nunca tan despierto en ciclos que se acaban con un rayo de sol, te preguntas porqué no se ha fijado en ti esa radiante luz.
Se convierte en un hábito mortal aceptar la vigilia como vida sometida a los párpados.
Llegas a verlo todo con los ojos perdidos de un corazón que late detestando la música pero aprende muy rápido de los momentos cortos afilando un sentido de humor surrealista, diseñando los chistes que se cuentan en serio.
Aquello de lo joven que es la noche te parece una broma desfasada; un verso de un neón a punto del descuelgue para luego partirse en mil lágrimas sobre los recuerdos.
Por no saber unirte a tanta carcajada a veces notas algo del sabor de la sal.
Tarareo nocturno
Escucho tu respiración serena en medio del latido de la noche y al resguardo de aullidos que avisan a la vida del mal que nos vendrá del que yo te mantengo lo más lejos posible.
Cometeré el error de dejarte el legado que evito transferir como son mis temores absolutos que me azogan al ver lo vulnerable del recién nacido, el sufrimiento de la gente chica.
Aunque estas son horas de apagar la luz última que me dejé encendida tras contarte ese cuento que hace que sueñes bien, como también debieran los niños que no pueden descansar.
Los hay suaves, amores que en pucheros de barro hierven borboteando a fuego lento e impregnan las cocinas de exquisitos aromas a carbón, leña y especias.
Son guisos magistrales de novatos.
Son talento cuidado por el mimo de quienes aman sin más exigencias que aprender a quererse.
Son la infancia del sexo suculento, donde nace el deseo desnudo de mentiras y el sabor en el otro es el que imaginaste cuando solo intuías que besabas su piel.
Densos y silenciosos rellenan los rincones de la vida y alimentan vacíos.
Permanecen en uno recordándonos cómo fuimos, somos y querríamos ser.
Movimiento de rotación
Gente, risas, bullicio, un barril de cerveza y un rincón para dos alejados del resto.
También en ese bar había camarera y servía las cañas con igual diligencia que las chicas que inspiran mis poemas rutinarios sobre cafés y brownies.
El universo se vestía de color estridente para llamarnos la atención y en la televisión daban noticias que no eran importantes porque lo ajeno a ti y a mí era solo un atrezzo con el que el mundo simulaba una realidad ficticia y aburrida e intentaba mostrar que no giraba a nuestro alrededor.
Como si de verdad existiese algo más y no tuviera relación con nosotros. Como si los muchachos que reían allí fuesen felices como yo o las chicas, tan guapas como tú.
Ya no existe ese bar, escribo versos por rutina y me engancho al maldito telediario. Cada día la Tierra rota sobre su eje.
Orientación sin brújula
También la carretera habla de ti en cada intersección. Múltiples direcciones y cambios de sentido nombran pueblos que habitas sin estar.
En el norte te veo corriendo en una playa con un minúsculo bikini azul y ganas de inundar el mar Cantábrico con el contacto fiero de tu cuerpo.
El oeste, el lugar de tu infancia, es todavía más tuyo que yo. Ahí es donde creciste sin saber quien sentiría tu presencia muchos años más tarde.
El sur me atemoriza porque nunca volvimos a encontrarnos y el mundo es un pañuelo y no es tan grande el metro de Madrid.
El truco es conocer la línea, la estación, el horario y la puerta de salida.
Estoy condenado al travestismo de mi lengua decir tantas veces lo mismo amerita camaleones en el alma camaleones y payasos y malabaristas ciegos
tantas verdades disfrazadas de predicados sangrientos ameritan la mentira de estos ropajes de mi lencería púrpura de mis peinados artificiales de todo este maquillaje que devora mi rostro en una sonrisa negra y vacía
porque hasta llorar aquí es un espectáculo de geishas y arlequines
el teatro está lleno todos me miran con una expresión similar que va desde el asco hasta el asombro
en este espectro hasta el miedo muestra su cara
comienza entonces la parodia cae parte del telón al suelo y me revuelco en él dibujando sobre el escenario una mancha grotesca y “sempertina”
parte del público quiere huir despavorido otra parte está demasiada absorta para darse cuenta
sólo unos pocos me miran hipnotizados
para terminar el acto saco una paloma muerta de la manga y me la trago
muchos a esta altura ya vomitan
entonces de rodillas y llorando les leo un poema sobre ellos mismos
los más enfurecidos suben al escenario y me golpean en la cara la mayoría se retira murmurando hablando de cualquier cosa
quedo solo pero siempre estoy solo
me saco la vestimenta para quedar desnudo y recostado
dentro todos mis fantasmas susurran al mismo tiempo
estoy cansado muy cansado quiero levantarme y salir corriendo a ninguna parte pero ya es tarde
duermo
29 de junio de 2007
Cómo bordar este apetito con la voluntad que no tengo acomodarlo en algún rincón polvoriento junto a las fotos prohibidas
vienen sucediéndose las funciones tarde a tarde y el papel no me sienta del todo
y no es que los disfraces me incomoden es sólo esa necesidad de sentir a veces algo de verdad entre los dedos algo de pudor en las encías
tanta lucidez a ratos desagrada
realidad sobre realidad
la noche fue larga sin la dosis un prurito de sombras batalló entre mis sábanas hasta ese amanecer siempre gélido siempre desolado
una luz como una espada se clavó en mi frente para llamarme a la vigilia
fría luz de Julio para rezar
lejos bulle la ciudad a la espera de la somnolencia transeúnte
pronto un café frío y tres galletas conectarse a los deberes y el ocio suena “no todo está perdido” en los auriculares aprieto los dientes y los ojos para no llorar
igual lloro
3 de julio de 2007
Debo pintarme todos estos los labios para besar a mis espectros y dejarlos marcados con esta pena de cabaret (tan similar a la alegría)
supongo que es mi destino habituarme a la voluntad de los atrapados ser fiel al postizo afán que profesa tanta angustia
vestirme de estas sombras es un juego que bien puede valerme un pasaje a la trascendencia o a la condenación
pero ya es miércoles en la derrota
vienen los santos semanales y un momento para practicar el ostracismo en la patética compañía de los otros
la muchacha me sirve una bebida me pregunta mi nombre obviamente le miento la miro absorto varios minutos mientras baila no estoy aquí no hay nadie aquí
Santiago se desmorona en los callejones
me tocan el hombro para llevarme hacia otra habitación “son diez mil si la quiere desnuda” acepto sin pensar
entra la muchacha y se desprende de los restos de humanidad que nos separan yo mientras pretendo no sentir náuseas
voy a decirle que me voy pero me hace un gesto de silencio me besa en la única boca que nos queda algo como la noche me sube por la espalda algo como el abismo o la desesperación
la verdad no deseo tocarla
preparo un intento de melancolía pero suena el celular
me retiro sin cambiar de expresión la perplejidad es una máscara excelente
me escondo al fondo del teclado y digito estas palabras
hablo con mi hijo por teléfono y hago promesas que sé no cumpliré
entro y salgo de la nada buscando fuerzas
voy a baño orino vuelvo al teclado y cierro los ojos vuelvo al baño me miro largamente en el espejo gigante que lo devora todo está manchado en las orillas con los dedos ya no lo soporto
vomito
4 de julio de 2007
Batallamos cada día con toda esta ternura que llamamos tristemente soledad
abrimos y cerramos nuestros ojos a tanta maravilla diciendo
no gracias hoy no quiero ser ni parecer
pero nos equivocamos y caemos arrodillados cada siguiente ocasión tentados en la posibilidad de encontrar lo que nos huye
pertenecer no es verbo para moribundos
supongo que no todo obedece al macabro juego del azar eso debería incitar una plegaria pero mi lengua está cansada de pedir
es que quizá me he metido demasiadas cosas en el alma
o los alvéolos
demasiadas trampas demasiadas pesadillas he recorrido este infierno demasiadas veces
pero hoy todo me parece demasiado el horario las luces el pastoso murmullo de mi respiración
todo me parece innecesario y repugnante la música que baja de los muros la sequedad del aire acumulado en la oficina todos estos papeles llenos de garabatos incomprensibles
si pudiera gritar o llorar levantarme para destruirlo todo con un alarido asesinarlos a todos bramando sus nombres en un sola y aterradora palabra
Necesito idear un yo interpretativo del amor sin llave en sus compuertas,
una imagen de ti
que sea irrenunciable cercanía capaz de ser adverbio, de modo, de lugar, de negación si tú fueras apenas, casi, nunca, el no de lo absoluto.
No pudiste escuchar mis oraciones mientras éramos luz, el pulso creador de lluvia estéril, pacto perdurable de algún inexistir en noches de recursos sin alzada.
Preciso creaciones que sean abstracción fingiéndote invisible en mi materia, temblor, ilusionismo, paréntesis que ocupe este origen febril,
tan ávido ecuador de tu exterminio.
Las formas del aire
Hacia donde orientar esta cálida luz que pretende metáforas de ti sembrando agitación en mis palabras mientras los versos vuelan las frágiles ideas de las ensoñaciones.
¿Acaso eres la ruta del amor?
Después de caminar por tu noche mis pasos me basta con sentir la soledad que despiertan las flores cuando tú eres mujer y el único atributo capaz de ser escrito en un poema.
No sabría medir la distancia que une ese ir y volver que atrae los sentimientos y luego despereza.
Albérgame en tu sombra, yo seré corazón y hélice y válvula y aliento
ese ardor tan fugaz que siempre te ilumina y es bautismo de ángeles con sexo, vigilia de tu nombre y la merced de las formas del aire…
A pluma rota
Porque tú eres la piedra donde yo soy tropiezo
metaforicamente, diríase caer, a paso cambiado, sin riesgo a fracasar el límite absoluto, lo que repta el amor sin huella en las alturas.
Porque ambos fingimos ser pálpito de luz mientras sueñan los cuervos el tiempo de un poema,
porque yo soy guión y te conozco actriz, sobreactuando siempre, veraz a tu manera.
Por estas tan inútiles razones hoy pretendo extravíos, la búsqueda de mí sin que sangren palomas los aires de mi vuelo.
El norte de la rosa
Ayer estaba herido de locuras, de ilusiones negándose a vivir los tiempos que más amo.
¿De qué vale un ardor sin alegría, silenciado en lo estéril que enfebrece fulgores de la nada?
Gracias por este norte que oloriza la brújula del sueño, también la rosa virgen que liberta lo esclavo del placer sembrándome en la flor que lo perdura.
Des-atadura
Ya no me pesa el alma, es como si por fin nos libertasen de aquella esclavitud, del abismo tan hondo que labramos a golpes de insistencia, sin apenas minar vetas del corazón, sembrando la espesura en lo infeliz sin frutos de esperanza.
Ya no duele el dolor, me deshojo en tu piel, mientras náufrago escucho el vacío del mar, la silente inmersión de nuestra nada,
efímera la luz nos desconvoca, no hay sales en sus lágrimas ni amor que las realce.
Pastoral sin nadie
Son mezcla de intuición y de lejura, de relojes sin horas y mentes enceladas en la promiscuidad de amoríos sin nadie.
En ellos las pasiones sueñan que tiempo y luz son compañía de un lápiz que gravita soledad sobre un papel en blanco.
No hacen falta razones en su luna de miel, ni siquiera invitados que engrandezcan festejos por venir cuando lo apalabrado ya es memoria.
En los poemas pueden contemplarse los ecos del silencio cantando lo inmortal, una sílaba oculta que emite resplandores en espejos de sol y a tu sombra sucede.
(así es como te escribo mi temblor cuando eres ausencia)
Sentir lo Ultraversal
Crucé lo imaginario sin saber qué fuerza me arrastraba con sus brazos hacia un mundo irreal, emociones sin mí en la existencia, con otro corazón alguna vez latiendo mi sentir en pulsiones gemelas de un tiempo iluminado.
No es tan fácil hallar los mágicos instantes de Dios en las palabras,
tan cerca del amor, tan lejos de extinguirme de lo humano que podría pecar de incongruencia fingiendo lo que fui,
-un ángel asombrado en el espejo-
y un verso en la retina mirándome con luz de mis pestañas, aunque nadie lo vea,
¿Quién no trajo de serie unas alas inquietas, una avidez sin límites por exprimirle a un cielo sorprendido su colección inédita de añiles luminosos y jugar a esconderse, camuflada , como un rayo de Sol, entre sus nubes blancas ?
Tener tan pocos años y tanto fuego dentro predispone a pensar que se tiene la fuerza suficiente para alcanzar tus sueños, sin perder alguna que otra pluma en el intento.
Luego el tiempo se afana en ir atemperando los impulsos a base de inclementes vendavales.
Después de tomar tierra, toca hacer un recuento de daños.
Más que nada perturba la conciencia de saber de memoria las múltiples miserias que conlleva el ser sobreviviente .
Y aun así abrazarte a su rutina de días grises, de noches incoloras , sin una mala estrella que llevarte a los ojos, que te haga recordar que alguna vez tuviste celestes ilusiones .
Hoy solamente quiero vivir , sencillamente.
Vivir serenamente, sin la necesidad recurrir a otro paliativo que embriagarme a base de poemas.
Vivir sin que vivir me me duela demasiado.
Y morirme también sin darme apenas cuenta, al despuntar de alguna madrugada, silenciosa y tranquila, mientras sueño que estoy mirando al mar y que me arrullan con su canción azul las caracolas.
Que vienen a mirarme dormir eternamente, como antaño, nubes encanecidas, que conocen los secretos que guardo , tan amorosamente, debajo de mi almohada, los que habrán de llevarse con ellas hacia inmensos horizontes turquesa volando como alegres palomas en bandadas.
Los sueños, sueños son hasta que muere la última esperanza.
Armas
Lo siento, no me gusta este oficio oficioso de ser correveidile de las malas noticias, pero mucho me temo que aún no han inventado tiritas para el alma.
Y ya me gustaría…
Aquí, quién más , quién menos, no hay nadie que no esté muy bien llorado y quien no se conozca los salitres de todas sus heridas.
A veces con la ayuda de algún licor con hielo y otras embriagándose con unos cuantos tragos de suave poesía,envenenada por la pasión salvaje, todos intentan ir recomponiéndose y seguir con su vida como pueden.
Y sé lo que me digo…
Soy ese ser doliente que palpita porque a diario consiente en medir con su dedo la hondura de su llaga.
Allí dónde reside la verdad más extrema, la que ni tan siquiera consigue enmascararse a base de metáforas.
Solo puedes salvarte y redimirte haciendo tu armadura de tu fragilidad, mostrándote al desnudo sin sonrojo, convirtiendo tus múltiples miserias en tus mejores armas.
Admitiendo que nunca has tenido al alcance de tu mano gustarle a todo el mundo, aceptando que eres lo que eres, otro mono lampiño , parlanchín y curioso, reidor y desnortado … perfectible.
Sencillamente humano, tallado en roca viva, es decir, feroz y resiliente sin fisuras y a la vez sensitivo y extraordinariamente vulnerable.
Que atesora en secreto, tatuado en su adeene, la fórmula perfecta de las lágrimas.
Por el amor del dios de los dolores, por la conformidad del hombre acomodado, por el gorgojo gordo de tanta sangre dulce, por la queja infantil del roce de un zapato, por el traje burgués de medias pintas, por el oro perdido en unas pulcras manos, por la savia indolente de un bosque de hormigón, por la omisión que engrosa filas de falsos santos.
Por eso es menester que el mundo vea el horror con la tinta del luto, piel, desnuda palabra, que manche con sudor oscuro mentes planas. Y por eso se os siente, lejos, en las antípodas de cualquier egoísmo o cosa parecida.
En el ring
Viniendo de esos ojos no supo conocer la trampa sensorial unida al pestañeo que fortalece la mirada helada –aquilatada al paso de los años en el club de la lucha–
En la boca del loco enamorado, directos asestados por un par de alas negras como abanicos que descubren poco de la fiereza oculta del deseo; una cadencia justa para hacer de los sueños las caídas, y de su día, el mejor amigo que le espera en la esquina de la lona y le trae a la vida sacándolo del KO.
Se hace más fuerte una víctima que no quiere serlo, que aprende pronto y se torna en verdugo alguna vez.
Se profesionaliza hasta que le derriban con un ascendente al mentón, cruzado, su vocación de sparring al que se le enseñan los diez números que anuncian el final de los jabs destinados a mantener distancias entre los aspirantes al título de rompecorazones.
Sola y desnuda viajas libre por el espacio a velocidades irreales, en espera de contactos que suplan tu soledad.
Tu silvido trágico es la canción fúnebre de un vampiro en vuelo en busca de alimento para saciar codicias de otros a tu espalda.
Manipulada eres sin concesión alguna. Un ave indefensa sin voluntad, sin decisión.
Tu éxito depende del talento criminal del experto en blancos y negros augurios.
Te conozco puedo dar fe de tu beso ardiente
o, quizás fue un aviso para el acto final y no tendrás la culpa.
Las cargas
Salgo a la calle remolcando bloques que pesan como un mundo, pero siempre sonrío -más por vergüenza que por propio orgullo- pues si muestro flaquezas soy carne de pirañas. No es mi norma la imprudencia, miren, quizás por eso es que obtuve algunos años de vida más.
Mostrar el alma no es propicio allí, además, he encontrado un lugar franco en donde desnudarme por completo, sin prejuicios ni miedo a que se noten las muchas cicatrices que me adornan.
Si me miran escualos (esas bestias de letras y palabras) creo haber ubicado el oasis perdido. No tendré que morir con lágrimas podridas pues ya sé cómo evacuar fantasmas y dolores ocultos.
Te visten de asesina en las balas que expulsan los vocablos de gritos colectivos, aquelarres que lapidan al débil.
O cuando te convierten en violencia que perfora la puerta con llaves encrespadas, se cuela en el futuro de los niños, y escupe en el orgullo de quien está esperando junto al miedo.
Yo te prefiero hermosa y atrevida, palabra agitadora o tierna y afectuosa, descarada y vulgar o delicada, pero no con tu máscara de muerte.
Alas de papel
Un día de septiembre, sentada en el pupitre de la escuela, sentí cómo mis dedos perseguían a un grupo de plumones renegridos.
Huían de mis manos afanadas en engarzarlos uno a uno a la epidermis blanca del papel.
Descubrí que esas plumas, pegadas en las alas de los libros, me llevaban a un mundo inabarcable en una sola vida.
Disfrutaba volando entre las páginas. Era protagonista de aventuras en lugares remotos que jamás pisaría, y acribilló el presente sus postigos para que yo asomara mis ojos impactados.
Cuántos vuelos a ras del alma, contorsionando angustias y consuelos para que me cupiesen en el pequeño hueco de un poema cuando empecé a inventar mis propios viajes.
El conocimiento conduce al Amor, y el Amor conduce al conocimiento, son inseparables. Smarc.
A Morgana y a Gavrí.
La palabra correcta en su metro y su rima se convierte en peligro, en el arma terrible que sonriente utiliza el poeta de altura sin mostrar las costuras, los cortes horribles, el envés de sus versos precisos y bellos.
Exorcista inefable, alfarero de estirpe el orfebre de letras consigue sus alas acechando la zarpa dorada del tigre, releyendo la sombra de todas las nubes en el antes de Adám y los frutos del crimen.
Transcurridas las horas, los años, los versos, se conoce el amor, la unidad, los jardines que florecen azules –hebreos o hispanos–, los colores, las luces –entonces decibles–, el valor de las pausas en todos los ríos.
Lo viví, de primera escritura, sin rifles apuntando mi sien, con ejemplos enormes presionándome a ser en mi letra sin límites.
Y para qué nos vamos a engañar si a pesar de las alas solemos caminar con pies de plomo porque sabemos que el peligro no está en la palabra expuesta ni en la murmuración que la leyenda amplía y desfigura rostros imposibles y tensos tras la verdad oculta por la máscara.
El peligro es abrir las ignoradas puertas que cada cual mantiene bajo llave con el afán ingenuo de enterrar los errores en tierra olvidadiza, como si la mudez los desapareciera.
Tú me susurras selvas yo glaciares y ambos nos miramos a las letras como si fueran ojos
-sin bajar la mirada sin acusar los golpes-
con la fiera fijeza de carnívoros que se miden los dientes y el talento.
Si he de morirme un día en la palabra que rompe tus cerrojos no dudaré en llevarme por delante tu épica soberbia.
Seguro que serás un muerto hermoso.
Arma letal
Dónde escondes el brillo cuando cruzas las calles convertido en muchedumbre.
Con qué disfraz de gato pardo eludes las miradas ajenas, sus balas asesinas, para que no descubran la luz que te desborda el ojo moro.
No me lo explico. Es tanto el esplendor antiguo de tu boca y estás tan fisurado, tan roto y transparente, que el fulgor se te escapa por todas las hendijas y cualquiera con ojos lo percibe.
Si alguna vez te olvido, si por ceguera un día no sintiera en la retina el brillo de tu aura, su fuerza golpeando en mis cristales, no te andes con rodeos y dispara.
Dispara al corazón.
De volarme la mente, te descuidas, que ya me encargo yo.
Y digo pájaro.
Entro en el ascensor y digo pájaro.
En los largos pasillos cuajados de denuncias pienso pájaro.
Con la exigencia muda de los muertos con su fe inquebrantable
digo pájaro
pájaro
pájaro
y espero que se llene el Juzgado de alas ruidosas.
Qué empeño loco el mío soltar pájaros en medio de un sarcófago.
La flor insomne.
Yo no busqué volar con estas alas tísicas ni salvar las distancias entre el quiero y el puedo.
Yo decía jamás si intuía la entrega, tapándome el escote de mis ojos de estreno, era una mano arisca que no se sorprendía de no ansiar la caricia ni el golpe del recuerdo. Estaba ensimismada deliberadamente sabiendo que no habría penúltimo regreso.
Si me besó la lluvia en un perdido otoño, lo olvidé como olvido que un día tuve miedo de no poder amar tanto como me amaron los hombres que no amé con suficiente empeño.
Yo no buscaba nada. Estaba aquí, tranquila, feroz si hacía falta defender algún sueño que no era el mío nunca, porque yo no soñaba, era una flor insomne viendo pasar el tiempo.
Tampoco te busqué, pero llegaste a horcajadas del viento, como llegan los hombres malheridos, oscuro y violento.
Ahora, ya lo ves, sería inútil decir que no te siento.
El arma del amor
Yo no inventé el amor. Estaba escrito con todos sus misterios y celadas, con sus filias y fobias, sus miserias, sus miedos, sus torturas, sus mandalas.
Yo no inventé el amor pero si amo, si me entrego a lo oscuro de su causa, me da lo mismo el cielo que el infierno, suya es la voz y suya la palabra y es en la palabra que inauguro cada matiz con que el amor me mata.
Nunca me enamoré como otras muchas de un espejismo azul de hielo y agua, si conflictiva soy, por el disturbio se decanta el amor cuando me atrapa, pero me ofrece más que a todas ellas, su mística del mal sólo es un arma que me vive y desvive, me atormenta, o me hace reír si se dispara.
Algo de predador tiene su boca que liberta, clausura y arrebata, algo de una constrictor sobre el cuerpo algo de guerra química en el alma.
Yo no inventé el amor. Estaba escrito que llegaría náufrago a mi playa y si me hace sufrir es cosa mía como es suya la herida que declara.
Porque también es animal de láudano y yo no he sido nunca suave y mansa, no le dejo caer si se silencia ni en el silencio deja que me caiga.
Mi enemigo tendrá las manos rotas de golpear la vida encanallada pero nadie acaricia como él ni nadie dice más con la mirada.
Entonces, una descubre que está sola, absoluta y completamente sola, con su teléfono vacío de amistades lejanas al horario de los dramas y a las que no llamar, inoportuna-mente.
Una está sola. Sola, sola, sola. Y llora sola y llora y llora y llora mientras la ira le come las ideas y no consigue a nadie en quien confiar.
Irremisiblemente, una está sola, más sola que la una, sola, sola, como ha enfrentado al mundo tantas veces y como está cansada de matar.
Se muere al matar lo que se quiere.
Pero una, como la una, está absolutamente sola. Y mata y muere sola
sola
sola
Y se levanta sola al día siguiente de matar y morir.
Luego me vienen con llanto los llorones, los que se tienen lástima en las vísceras y los que se acumulan en su ombligo juzgando a los demás.
Los pobrecitos del ombligo grande y del ego más grande que el ombligo.
La soledad es árida y tremenda.
Y una llora si mata y una llora si muere en esa soledad en que está sola sin nadie en quién confiar ni nadie en quién creer, sin nadie en que apoyar la soledad y con la ira multiplicando tantos dientes hembras.
La soledad es eso. Un campo de batalla donde me quedan pocos contendientes con los que me encarnizo más y más porque me hieren más y más y más me hieren.
Yo soy la soledad. Y estoy tan sola.
Hay amores
Mi amor se había puesto esclerótico y era un jubilado que planeaba poemas en la franela de lustrar los muebles.
Los escribía con el polvo de los días inútiles.
Después los guardaba en el armario con la escoba de barrer cenizas y con la radio vieja que había olvidado la onda corta.
Era un amor lejano a la comunicación en gigabaits, un amor de esos que llegan en las cartas no llamadas e-mail y que, a falta de buzones que no fueran hot, gi, yahoo no encontraba donde depositar su único sobre.
Era un amor en sobre, ensobrado después de perfurmarse, recoleto y modernista como el cisne de Ruben Darío, a su vez, antiguo como pocos, y caído en desgracia sanitaria.
Un amor en medio de un alzheimer que sacaba al amor de su galera y corría con él por los pasillos de los hospitales que el mar fue devorando pez tras pez.
No se rindió a desalinearse con el mundo por propia vocación de desaliño.
Era un amor esdrújulo con una lengua renga que sabía besar.
Hablaba con el fondo de los ojos.
Polvo y sal
El sol ha suspendido su desnudo, se ha quitado su cáscara de seda sobre la voz del día y en pantuflas de niebla camina por la calle como un pequeño preso que no recibe cartas.
El frío llega a pie sobre su sombra.
Es un filo de cristal que punza la claridad más fértil y la deja caer, lluviosa y desangrada, lo mismo que un disfraz apolillado.
Todo parece diferente ahora. Yo no sé si más claro.
Diferente.
Será la procesión de las ausencias como una larga colecta interminable de robar las pequeñas alegrías. Ese rebrote a muerto que no termina nunca de morir y nace en todas partes enfrentándose al sol y al viento sur.
Yo no sé escribir cuentos cuando escribo poemas. Soy bastante primaria en ese aspecto. Escribo lo que late entre mis manos, lo que mi mundo siente y todas esas cosas pequeñitas que no reclaman nada.
Ya sufrí mucho. Ya fui una fruta rota y una canción mordida y un eclipse y un muerto.
Ya estuve muerta alguna vez también.
Ahora estoy viva tan de regreso como una clarinada
a pesar del otoño en que anochece.
Humito de vara verde
Viejas palomas sin aire se despeñan de silencio sobre la luz de un mañana que tiene en cueros al tiempo mientras mis ojos se calman en el fondo de lo negro, porque no ceja la sombra de proponerme sus duelos.
Mi brazo está desarmado, delicuescente y pequeño y mi mano culinaria se apaga como un mal fuego con humo de vara verde que no rebrotó en anhelo.
No voy a pedir la vida al genio de los deseos porque con las cuentas claras nada me deben ni debo.
No pienso llevarme lastre arrastrando al cementerio.