Leonardo Zambrano – Ecuador

Escuetos

Una paloma huyó con su sombra…

En silencio, se postraron en el árbol
hasta llegar a secar con sus alas
el mismo polvo, el mismo fruto,
¡su misma alma!

Hoy el silencio
es dueño del próximo verso
y la voz es dueña del punto.

Has desnudado
la tinta y la imagen
de mis otros dedos.

Hay risa y grito
en tu jaula desnuda,
la llama quema.

Has desnudado
la tinta y la imagen
de mis otros dedos.

El punto es único al paso
la llave está en la voz
que ladea indivisa…
…su mundo extraño.

Héctor Michivalka – Honduras

Rasguños

1

Álbum de penas
el pobre toma selfie
con penas nuevas

2

Bajo el puente agua
y bajo mi fervor
tus duras nalgas

3

Caen las hojas
en jardín de cemento
Fin de la flora

4

Rey que no nace
corona a la que aspiran
los deleznables.

5

Mueve sus fichas
tu rival el destino
recién inicias

6

Diamante en bruto
muchos niños en África
árbol sin fruto

7

Qué tontos somos
en llamas el planeta
por el petróleo

8

El emigrante
huye solo buscando
un nuevo catre

9

Qué lindo verte
mojándote al galope
sobre mi vientre

10

Seca la teta
ya no mama el pequeño
sus historietas

11

Se apaga el sol
y niños sin llegar
dicen adiós

12

-Se fuerte, hijo-
dice mi papá, cuando
me da castigo.


Eugenia Díaz Mares – México

Poemas escogidos

Rose by Peggy Choucair

Gracias, a tantas cicatrices

Aprendí a dar las gracias a lo que me ha quebrado,
a tantas cicatrices que me hicieron crecer
de adentro para afuera,
a las cosas calladas que hicieron explosión.

Recogí los pedazos doliéndome los brazos
y me abrace tan fuerte hasta escuchar la risa
de la pequeña niña hoy ya mujer madura
y le dije ¡te admiro!
no más explicaciones,
no permitas que apaguen el pequeño fulgor
que te guía a las sombras de todas tus etapas.

Ahora que regresas y has crecido,
no te apenen los restos que yacen a tus pies
son del frágil capullo que siempre te sostuvo
en tus penas y crisis hasta emprender el vuelo.

Quédate cree en ti y en la potencia de tu voz.



El breve roce de tus labios

Permanece prendido en mi memoria
el roce de tus labios,
y dentro de ella surge tu voz invitándome
a perder la cordura volando con el alma.

Vas saciando la sed que hay en mi piel estéril,
como un beso de luna pegadito en mi pecho,
bajas con su reflejo entre mis piernas
y en silencio, con hondas espesuras derribas la frialdad

Me regresas lo azul con un suave preludio
que hace mecer mi cuerpo entre aroma a jazmines,
humedeciendo todo con el diluvio intenso
que en mi mente provocas cuando te haces presente.

De vuelta a la rutina,
vuelvo a hacer un ovillo los recuerdos,tu sombra
y el embrujo, teniendo amaneceres
con la melancolía adherida a mi espalda.


Los minimalistas

Haikus

Variantes

por Cris Montes – Miguel Palacios

Por el desierto
cuando menos lo esperas
los alacranes

…..

Un estornino
se distancia del bando
Arranco el coche

……

Toma mi mano
ni caliente ni fría
Un documento

……….

Cruza el camino
el atajo soberbio
de la ironía

…………

Bajo la ducha
una tarde de invierno
seco mis lágrimas

Cris Montes

Un escorpión
que esperaba enterrado.
Su condición.

Tibia la mano,
documento baldío
jurar en vano.

Miguel Palacios



Corona virus

por Miguel Palacios – Cris Montes – Ricardo Fernández Esteban

¿Virus mortal?
pero para el gobierno
todo da igual.

La mascarada
que alivia las conciencias
no vale nada.

Manda la muerte,
prestada fue la vida
ahora ausente.

La vida aún manda,
la muerte fue servida
con la comanda.

Se abre la vida
dando oportunidades
a quien no olvida.

Ciudad revuelta
y enfermos deambulando
de ida y vuelta.

Miguel Palacios


Poniendo empeño
más allá de mí misma.
Todo irá bien

Echarme un pulso
y salir vencedora.
Es el momento

Oiga, doctor,
necesito su ayuda:
me duele el mundo*

Hoy más que nunca
las palabras no son
la «simple» RAE



* Gracias poeta
por prestarme tu frase
solo soy copia

Cris Montes


Virus fatal,
la humanidad ha hecho
las cosas mal.

El hombre nuevo
no recordó las pestes
del medioevo.

Se creyó un dios
y va por el camino
de la extinción

Ricardo Fernández Esteban

Morgana de Palacios – España

Poemas escogidos

Una palabra hostil

una palabra, a veces, puede quebrar el día
hacerlo añicos tristes de grisura
o levantar las faldas de la aurora
y elevarlo a la gloria de sus muslos blanquísimos

puede negar tu nombre
inducirte al suicidio
en el anonimato de alguna alcoba turbia
o despertar tu cuerpo
con la respiración de la alegría
sobre las comisuras de los labios

una palabra puede
destrenzarte el amor
para que por tu espalda se abandone
o crecer como el odio
en el jardín de todas las desgracias

impone su exigencia
remite a viejos códigos caducos
o reinventa el aire que respiras
por la boca de un hombre de dulce dentellada
y es siempre un ritual tumultuoso
que arrastra los cadáveres que alguna vez amamos

una palabra hostil me está creciendo
balbuceante
entre la poesía y la desgana



Como un grito sin frenos

Si tus sueños me rompen en dos y surge el duelo
cuando me acerco a ti, a tu herida inocente,
da lo mismo ir cubierta hasta el cuello de negro
que vas a descubrirme desnuda y transparente
como el cliché gastado de una fotografía
que hayas mirado mucho, de cerca, atentamente.

Tengo pocos secretos y menos ideales,
ya pasó sobre mí aquel tiempo inclemente,
en que la lucha era feroz conmigo misma,
porque la rebeldía imperaba en mi mente.

Soy una piedra rara, astuta, casi cínica,
de las que no te sirven para muro ni puente,
y desapercibida quiero pasar los años
ajena a los halagos y a los pies de la gente.

Me he vuelto insobornable, Andrea, como un muerto
que ya no necesita de nadie y, solamente,
lagrimeo en aquellas contadas ocasiones
en que un verso me signe de gracia, bruscamente.

No te duelas por mí que no vale la pena
dolerse por un canto rodado del torrente.



Lo mío

Lo mío es el silencio a bocajarro
y es el sí pero no de los dementes,
si juego al mordisqueo con los dientes
en la vorágine del despilfarro.

Por algo soy la reina de un cotarro
que es un milagro de maledicentes
misántropos de lenguas impacientes
que teorizan sobre mi desgarro.

Lo mío son las pieles con blindaje
que huyen de la quema, el sabotaje
del odio que de traumas se enguirnalda.

Los soldados del alma rompen filas
en la fatalidad de mis pupilas
y ¡sálvese quien mate por la espalda!


Eva Lucía Armas – Argentina

Poemas escogidos

Imagen by Syaibatul Hamdi

Taumaturgia

El hombre se destrama mientras siente
el porqué de callar sus vendavales
y volverse llovizna
o no volverse nada más que espuma
de un aire sin orquestas.

El hombre alza el pañuelo de los besos
y lo libera al aire

mientras lo ve rodar como una piedra líquida
piensa en todas sus lágrimas
en todos sus bostezos
en sus insomnios húmedos
en sus últimas risas.

El pañuelo
se transforma en pájaro
que ríe entre las nubes
la búsqueda del sol.

El hombre, abajo,
quisiera ser pañuelo
mientras dibuja pájaros sin alas
que va guardando en jaulas de papel.

Así apaga la luz,
cierra la puerta
mientras oye volar entre sus páginas.



Animal que conversa

Ciertas cosas no están hechas para el don, decías
y abreviabas la vida de la desesperanza;
yo aprendí a combatir esa constante
y me dejé llevar por la inconstancia de la improvisación.
Agregabas aquella expresión a tus victorias
como una conquista sobre la voluntad de pertenencia
que llamabas tu sino
y te reías de él.

Siempre me pareció la tuya una irreverencia trágica
y por eso te contestaba eso de que yo
me consideraba un tanto mística
aunque intentara
también
sacarme el don de encima.

Mi rebelión te hace reír, aún.

Te hace reír con tu inclinación hacia la metafísica inclemente
donde los muertos se manifiestan
en una procesión que no termina sino en tu corazón

desangelable.



El terror de las sombras

«de pasionales sombras con voces de ventrílocuo
Oliverio Girondo
»

Hablábamos de vos,
del mineral oscuro de tu sombra.
Éramos varias voces en un claro esponjoso
donde cabía el verde
igual que una parroquia abandonada
está llena de ecos que recuerda
aunque Dios haya muerto.

Hablábamos de vos,
de tu salitre cáustico,
de las capas profundas que ignoran la curtiembre,
del descarne,
del pulso metafísico,
del reloj que olvidaste junto al brocal del pozo.

Hablábamos de vos
y de la voz del agua entre tu nombre
de viejo paredón,
de orín del hierro,
de arcilla sin esmalte

pero él no lograba descubrirte
y el resto hacía silencio.

Yo le hablaba de vos
y él me hablaba de vos.
Los dos hablábamos
como si no estuvieras entre todas las voces

como si no estuvieras siquiera en nuestras voces.

Como si no estuvieras.

Silvana Pressacco – Argentina

Poemas escogidos

Cambio de roles

Sigo viendo la sombra de tu infancia
en todas las aristas de mi entorno
y no recuerdo cuándo la soltaste,
cuándo fue que el espejo se quedó
con tus pecas, tus trenzas desarmadas
y esos labios de leche y chocolate,
cuándo dejó de oler a mandarina verde
la lapicera rosa que conocía el nombre
de todos los papás de tus muñecas.

Cuándo fue que esa niña
abandonó las ramas de los árboles
para trepar sus sueños,
cómo fue que aprendió
a controlar la risa de sus ojos
a ocultar la locura de sus verbos
y las mil travesuras ilustradas
en sus flacas rodillas.

Desde cuándo soy yo
la que no siente miedo
si camino a su lado.



Sal y deseo

Fueron tuyos los versos que nacían
mientras tu sombra
desataba los nudos de prejuicios
que enfriaban mi cuerpo.

Fueron tuyos los versos que nacían
cuando mi lengua por tu lengua supo
que existían oasis afuera de mi tierra
para empapar mis venas de deseo.

Fueron tuyos los versos que nacían
mientras te desprendías del latido
como también fue tuyo el último poema
que dejó mi mirada llena de sal y viento.



Tregua

Regreso al universo
que ofrece solo puertos y caminos
sin carteles de alerta.

Tal vez se trate de una simple pausa,
de un regreso a las luces conocidas
que tienen sus recreos fríos pero seguros,
sin molinos de viento.

Regreso allí en donde el dos más dos
sigue sumando cuatro*,
y las letras se unen con los números
en música sin rimas.

Vuelvo a ese universo por la inercia
que empuja mis principios
y que pide silencio para salvar mis dedos
de la espuma que nace de los labios,
de las voces que escupen desde mi lado oscuro.

Regreso y me recibe sin reproches,

regreso y no pregunta cuánto valgo.

Solange Schiaffino – Chile

Poemas escogidos

Imagen by Enrique López Garre

El muriente

Un vilano atraviesa las ventanas
y se graba un vitral en tu cabeza,
rapada, con su cruz venosa adentro
estalla en haz de fulgores villancicos
como arterias que brotan navidades
en el desierto de tu carne.

Memorias y pensamientos se elevan,
huyes del mundo al vapor de una lágrima,
del sol mecánico que te respira
y oscurece en tus párpados
el pianito de tu hijo:

– no tengo miedo –
hablaste como tres gotas de suero cayendo
hasta abrazar nuestra vigilia de diciembre,
porque la muerte no se posterga
ni aparta al dolor de su precipicio.

Las luces digitales nos confunden,
¡cuánta fe innecesaria es todo esto!
No estaba el celeste en la pared
ni importaban los belenes,
mientras aquella maquinaria
…….. inútil
apagaba las últimas letras
que escribió tu corazón.



Quiero

Quiero una manta de lana suave como tu boca
para entibiar esta pena, que a pesar del invierno,
no combina con el frío
ni con el quiero un chocolate,
abriéndose lentamente al sabor del tacto
que tanto añoro.

Quiero abrir los ojos sin que el sol me duela
y extender mis brazos hasta reconocer idiomas
de las no palabras, no ternuras y no risas,
de cómo, a pesar de todo, arropa aquella frente
sobre la almohada,
de cómo quiero mirar más lejos
o traspasar la neblina en las promesas
que se agrietan como una duda
derramándose a punto de hacernos aguacero.

Que sea posible unos ojos mirándome
mientras desato mi cabello y que se sacuda en la caricia
libremente como el oído
cuando cobija la lágrima o este abrazo
que nos late y me fecunda
porque quiero.



Como quien juega

«Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita.»
(Dante Alighieri, Divina Commedia, Inferno, Canto I)



Se hace tarde.
Los treinta y cinco se tropiezan
con tantas puertas abriendo laberintos.
«Reniñez»* la llamaste, Gonzalo.
Hoy lo saben estos ojos.

Desde las pupilas – dicen –
parten las formas de una huida,
un viaje o un sueño.

A veces, como si descendiera con las calles,
con ésas que tienen su fin
allá adelante frente al mar o las nubes
escucho «que me parezco a todos los caídos»,
mientras regreso de soñar,
latigada de sol, justo abajo,
para dar la espalda a las alturas.

Y no sé decir
cómo hubo paraíso sobre este derrumbe,
sobre la tierra que las horas dejan.

Entonces, mujer o reniña,
«era tu momento» – eco tuyo –
profundo, de barro,
más abajo, más cielo
soy no más,
como quien juega libremente a ser lo que quiera.


* Reniñez: Palabro de Gonzalo Rojas, con la que describía su periodo de vuelta a la infancia en plena vejentud. Un genio poético a quien dedico este poema con el que en el 2001 respondí por primera vez a su eco.

Ana Bella López Biedma – España

Poemas escogidos

Pájaro dormido

Un pájaro de sal se posa a veces
en el tibio brocal de la mañana
y me revuelve el pelo y la tristeza
con sus alas de luz y de metralla.

Lleva la muerte escrita entre las plumas
y entre las plumas lleva una guadaña,
y sin embargo con su picofuego
hace añicos las sombras cuando canta.
Sortea los balcones y las ruinas,
doblega con su trino las murallas,
retuerce el mismo aire, y luego deja
una piedra de ausencia a sus espaldas.

Es un pájaro oscuro como el hambre,
con hambre de verdad y de palabra,
que clava uñas y dientes en los cuerpos
de los que domestican su garganta.
Puede volverse aliento diminuto
y abandonarse apenas en las palmas
de mis manos. Después, apenas siempre
desvuelará de nuevo la esperanza.

¿Cómo no ser feliz cuando en su vuelo
dibuja verde y viento con sus alas
y llueve inexorable los tejados
derramando su trueno-voz de aljaba?

El pájaro no viene hace unos días
y las paredes crujen en mi casa.
Quizás esté dormido, quizás sueña
con otro cielo de banderas blancas.
Y duelen los jardines con esquirlas,
los árboles no quieren tener ramas,
tiritan los aleros con el frío
del roto que ha dejado en la mañana.

Qué solos van los días por la cuesta,
qué sola se ha quedado mi ventana.



Amor de bruma

En viaje circular a mi memoria
tu boca de paisaje costalar
horada el agua triste y los silencios,
y nos vuelve vaivén. De arena y sal,
no nos tocamos nunca, y sin embargo
somos caricia en esta realidad,
desnuda y tibia como flor de otoño
que sahuma su ocaso a leña y pan.

Y rozo suavemente con mis manos
la bruma que te aleja en su cristal.
Aquellos que no somos sino en sueños
se acercan por los labios. La verdad
es solo ese momento, una cometa
que tiembla con sus ganas de volar,
una niña sin sombras en los ojos
vestida de sonrisa y tafetán.

Me acojo a la ternura de tu nombre
que me muerde por dentro, ese fugaz
destello de locura que tu aliento
siembra al reverso de mi piel. Frutal,
tu sol restalla entre mis noches rotas
luminoso y feliz. Quietud lunar,
me duermo entre tus brazos de quimera
como si el mundo no existiera más.



Despedida a las 12

Toco tu boca, rozo con mi dedo
ese perfil amargo que derramas
con tu saliva tibia, mientras cedo
a la fragilidad con que me llamas

de astillas y de sal, prendido el miedo
de tu perfil escuálido y sin llamas
hecho madera húmeda. Trasgredo
mi propio yo, y aunque jamás reclamas

acuno tu silencio entre mis brazos
y te anudo a mi pecho, ronco grito
de tuétano y temblor. Te haces pedazos,

te disgregas de azul, te recompones
desde el adentro de tus emociones
de lágrimas y sol en sangre escrito.

Jordana Amorós – España

Tres sonetos

Imagen by Hermann & Ritcher

Silencio

Sé que existe un silencio tan sedoso
que te devuelve al útero materno,
el cálido nidal maravilloso,
donde te envuelve el halo de lo eterno.

Otros son el aliento de un invierno
que te roe los huesos sin reposo,
como aquel que adivino en el infierno,
viva mudez de un dios poco piadoso.

Y luego está este tuyo, tan candente
y tan frío a la vez que me condena
a atisbar febrilmente en el vacío.

Por si surge el rumor, por si clemente
tu corazón se duele de mi pena
y su latir escucho junto al mío.



La cadencia perfecta

Lo siento, hoy no me inspira la musicología
preciosista, aspirante a lo imperecedero,
de esa que se obtiene tallando con esmero
la palabra vacía.

¿De qué me serviría
gastar treinta segundos buscando en el tintero
los melismas que aúpen mi nombre al candelero
cuando ya no me queda ni media avemaría?

Ahora lo que urge
es disfrutar absorta la cadencia que surge
desde la sangre adentro y te endulza el latido.

La que te va evocando
los rostros familiares de los que has ido amando,
cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.



Argucia

No podemos cambiar lo ya vivido.
Grabada va quedando en la memoria,
con lujo de detalles , nuestra historia
como un álbum de fotos colorido.

Que duela recordar lo ya sufrido
tanto como evocar la antigua gloria
desvanecida, vuelve obligatoria
la argucia compasiva del olvido.

Gota a gota , hace el tiempo lo que debe,
va horadando a conciencia y con constancia,
hasta que nos devuelve a nuestra esencia

Seres saboreando la inocencia
ignorante y gozosa de la infancia
antes de que la muerte se nos lleve.

Idella Esteve – España

Poemas escogidos

Roca

No te hablaré de la tristeza,
no hace falta.
Pero verás mis lágrimas
y sentirás,
como si fuera tuyo,
mi corazón latir despacio
mientras que las palabras
se emitirán a golpes, balbucientes.

No necesitarás
un cielo gris de nubes, ni aguaceros
que te calen el alma,
ni mis negras tormentas
para saber de toda esa empatía
que antaño fui buscando.

Te negaste mil veces a entender mis razones.
Por qué vienes ahora
tratando de mostrarte complaciente.

Se te ha pasado el tiempo.
Ni te quiero conmigo ni me valen enmiendas,
deja mis aflicciones, que sé cómo curarme.
Tengo claro que nunca
me moriré de amores:

No se muere la piedra
aunque se abra y fracture,
y yo soy pura roca que soporta el embate.



Duermevela

En el techo de mis noches
se fundieron las estrellas
como si fueran bombillas.
Está la bóveda negra
y escondida está la luna
entre el tibio duermevela
en que he entrado últimamente
para escribir mis poemas,
nunca llegando a dormir
jamás estando despierta,
querer decir tantas cosas
y tan huidizas mis letras.

Dónde fueron a volar,
por qué se muestran ajenas
a todo mi sentimiento
sea de alegría o pena
que ilumina las pupilas,
que obscurece las ojeras.
En dónde habrá de encontrarlas
mi aspiración quijotesca
de escribir un arco iris
con toda luz en ausencia
y arañándome los ojos
con mis esfuerzos por verla.

Las letras se me fugaron
mas quedan palabras sueltas,
aunque pocas, importantes,
que hablan de amor y de guerra,
de odios y de perdones,
de dulzores y de agrezas,
del ego y de grandes logros,
también de cosas pequeñas.

Buscaré un electricista
que se suba a la escalera
y de la noche en el techo
de estrellas y de cometas
arregle todas las luces
para que las letras vuelvan
y pueda escribir mi arco,
aunque sea en línea recta,
fulgente con sus colores
que ilumine las dehesas,
y los mares y los ríos,
las plazas y las callejas.

Y si no puede arreglarlas
que me encienda mil candelas
y brillen los candelabros
que acaben con mi ceguera.



Los árboles mueren de pie

Sigo en pie,
aguacerado árbol
vertiendo
las cristálicas gotas por mis ramas.

Sigo en pie, ya sin hojas.
Soy un seco madero a pesar de la lluvia
que ha inundado septiembre de nostalgia y recuerdos,
amenaza de otoño, cuando emigran los pájaros.

No ha de haber una lápida que recuerde mi nombre,
ni flores a mis plantas.
No ha de haber epitafio que recuerde mi lucha
si no hay cuerpo yacente.

Sigo en pie.
Porque es así
como mueren los árboles.

María José Quesada – España

Poemas escogidos

Palomas by Syaibatul Hamdi

A Marianela – En memoria de Benito Pérez Galdós

¿Quién te dijo, niña hermosa,
que no vales para nada?
Nadie ha sabido mirarte,
no todo el mundo ve el alma,
como no vemos el aire
ni a los duendes ni a las hadas
ni a la Virgen amorosa
que a ti te cantaba nanas.

Marianela, quien te supo
dentro de su sensación perlada,
te construyó fea y chica,
huerfanita y desgraciada,
para demostrarle al mundo
que la belleza es un ancla
-el cuerpo sólo es la nave-
y en la tempestad te amarra
para que el mar no te arrastre.
Esa eres tú y tus palabras.

Entre dos conchas, la perla,
entre las piedras, el oro,
entre la flores, la tierra,
y en Pablo luz de sus ojos.

Mas no supieron mirarte,
sólo un hombre lo vio todo,
Benito Pérez Galdós
bella te sacó del lodo;

aunque de harapos vistieras,
aunque soñaras descalza,
aunque un mendrugo de pan
en tus manitas llevaras.



Los besos que no te he dado

Se están muriendo en mi boca
los besos que no te he dado
y mira si son valientes,
si son como toros bravos,
que para alcanzar la muerte
lo quieren hacer luchando.

El clavel que hay en la tuya
se los pondré al enterrarlos
porque a la mía, mi niño,
siempre se lo estás negando
y no quiero que se vayan
tristes y desconsolados.

A dónde irán sin tu boca.
Eso me estoy preguntando.

Si van al cielo ¡qué gloria!
pues si arriba estás mirando
como ya no habrá frontera
bajarán hasta tus labios



Hadas

Qué dulces son las hadas,
las de la infancia.
¿Recuerdas cuando niñas
nos abrazaban?
Nos llevaban corriendo
sobre sus alas
alejándonos de ogros
y de las zarzas.
Y ya, ¿por qué no vienen?
¿no quedan hadas?
No llaman a la puerta
de nuestra casa.
¿Qué habremos hecho, dime,
para asustarlas?

Tan sólo, hemos crecido.
Siente el amor,
y encontrarás la Magia.


Ángeles Hernández Cruz – España

Poemas escogidos

Imagen by Wei Zhu

Falsedad

Que no me engañen
las amapolas mustias que iluminaron prados
a orillas de los surcos de caminos vacíos.

Ni siquiera las losas de viejos camposantos
que quedaron sin tumbas entienden mi secreto.

El sosiego aparente en el que viven
esconde el alboroto del gemido del aire,
del gorjeo del pájaro alegre en primavera,
del clamor de los truenos en días de borrasca.

Yo conozco el silencio.



El cuerpo en el que vivo

El cuerpo en el que vivo ya no llora,
se guarda sus miserias en un bolso
que tejió con madejas de entusiasmo.

La boca de este cuerpo no enmudece,
a veces vocifera si es preciso
pero ha aprendido a hablar con la mirada.

El cuerpo en el que habito abre los ojos
cubriéndose los párpados de flores
que tamizan la luz de cada día.

El cuerpo que me guarda no es perfecto,
le sobran tu silencio y la nostalgia.
le faltan las caricias de tus manos.



Colores

Eliges cada día los colores
que cubran la vergüenza que te asola:
Tono falsa sonrisa en el semblante,
fondo de maquillaje frívolo diversión,
y un turquesa impostada hilaridad
que disfraza tus párpados morados.

Te embadurnas en tinta gris tiniebla
-como el suelo al que miras cuando huyes-
que camufla tu falta de amor propio.

Para la voz ajada de tu autoestima
reservaste un rojizo casi altivo
que insufle bocanadas de potencia.

Con armas de color has intentado
desmoronar al miedo,
sin que puedas dejar de verlo siempre
en el espejo triste de tus ojos.

¿Qué color te pondrás cuando vuelvas a casa
esta noche con él?

Gavrí Akhenazi – Israel

Poemas escogidos

Asesinando a mi madre

¿Qué había en el dolor?

¿Cuál era el artilugio que te agotaba el gesto de mujer
y te volvía esa muñeca víbora?

A veces me pregunto si
–como la mía–
tu vida no era otra cosa que un reproche agresivo
al que había sellado el desamparo.

El desamor te vuelve impenitente
ya sea porque vas de eterno huérfano
haciendo de mendigo
o porque como yo te ponés ácido
como una cosa a la que ganó el moho
e intoxica a cualquiera que la acerca su lengua
con el raro placer de lo querible.

Heredé esa toxicidad de tus efluvios
y esa toxicidad de tus ausencias
y esa toxicidad de lo irredento
que mastica su mundo de enemigos.
Esa faceta de lo imperdonable
y esa dureza de lo despreciado.

La casta del veneno
que obliga a no querer
a nadie que nos quiera.



De historias para no dormir

Finjamos un crepúsculo. Un aquelarre horrendo
donde el coro se eleve con un salmo de espanto
y les cuelguen los sayos a las voces antiguas
Hermanas Promesantes del Perpetuo Sollozo.

Abramos a dos manos el monasterio pulcro
que erradique la vida de los malos rincones
y atienda al panegírico del dios de los pequeños
urbanitas sociables, serenos en su inopia.

Que canten sus romanzas de pájaros y estrellas
las suaves voces húmedas de las tranquilas madres
que no ven como en ciernes, la niebla se hace muerte
y la costumbre acalla lo que nadie murmura.

Maníaco blasfemo, sepultador de cisnes,
hirsuto animal viejo de lengua con espinas
no me dejas soñar con príncipes ni elfos
licántropo del alma, vampiro de la fe.


Canta el coro y eleva sus tan conspicuas voces
y sus buenas costumbres y su moral prestada
de espaldas al desagüe donde todas las vidas
se van a la cloaca religiosa y oscura.

Pecados pecadores de la verdad del clima
que no llueven tomates ni café ni promesas.
Con los monstruos de mundo, el coro del sollozo
tiene para cantar hasta el fin de los tiempos.

Pero con la verdad que raja la postura
nadie se desayuna con mascarpone y fresas.
Masca Escherichias coli o uranio empobrecido,
indignidad, masacres, hambruna,violaciones.

El mundo desarrolla su farsa circunspecta.
Este demonio calla.
Haya paz en los hombres
de buena voluntad.



Vocación de silencio

Yo me caigo en el arte de caerme
como un fractal oscuro siempre huérfano
o como una ecuación que no responde
al alto resultado del silencio.
Yo me arrodillo a veces, no me caigo,
con la boca en la piel del desencuero
para que uses tu látigo de seda
en la sangre copiosa de mi cuerpo.

Yo a veces me arrodillo y nunca en vano,
porque me da la gana; nunca es miedo
de que un día me escupas en la tumba
o te escapes del piélago violento
en una barca inútil de promesas
con quién no sepa jota de sus remos.

Yo agacho la cabeza si tu mano
escribe en mi cabello un manifiesto
donde el sol se haga frágil como un niño
que cree en las promesas y en lo eterno,
porque apuesta a saber que hay en tu idioma
un río metalúrgico y sediento
del agua de mi espada y la victoria
de nuestro amor es cosa del destiempo.

Y vos, entre la duda y la promesa,
vas de la fruta al jugo o al pelecho
si mi boca reclama, intempestiva,
que por fin fructifiquen los anhelos.

Vos sos esa raíz avariciosa
que sostiene en la tierra todo el huerto
y yo soy ese viento que deslinda
la gran docilidad de los desiertos

y un mar…un mar hecho con diques
con arrecifes, pulpos y alfabetos
en que el coral -en púrpura- madura
y escribe que me encallo en los «te quiero»
con esta vocación por lo inaudible,

como un profundo voto de silencio.


Apúrate mujer, ponte bonita,
no te tiñas el pelo
y trae vino tinto y dos cebollas…
Yo cacé dos conejos.

Silvio Rodríguez Carrillo – Paraguay

Poemas escogidos

Cita inesperada by Mc. Millan

Subo hasta tus ojos

Sin que lo espere llegas, invadiendo
el solitario espacio de mi nube,
llenándome de sed con el perfume
parido por tu piel, que huele a cielo.

Sonríes suave, fuera de tu tiempo
venciendo mi tensión, mis hondas cumbres,
con la seguridad de quien sus cruces
supo sobrellevar perdiendo miedos.

Yo me dejo, entregado tomo fuerzas
y subo hasta tus ojos a mirarme,
a extraviar las ausencias anteriores.

Tú dejas que te asalte a tu manera
exigiendo destroce tus pesares
con mis modos de diablo vuelto hombre.

Mañana, nuevamente, nuestros nombres
sabrán que, diferentes, son iguales.



Como un alivio que se escapa

con las distancias insertas
en el debajo de mis párpados solos
erigiendo como un mástil y su bandera
la aridez de los caminos que transité
necesitando de todos y sin pedirle nada a nadie 
encallo sin furia y sin timidez
el borde de mi mirada al límite de sus ojos
que me observan y me juzgan
más allá de las leyes que los normales se permiten

irreverente y de algún modo temeroso
reverencio la estatura de su voz que calla
sentencias
palabras que cualquiera diría
memorias repetidas de manual
los gestos verbales con que impúdicamente
la gente sin rostro me insulta
si acaso naciendo antes que yo
carece de heridas o curas qué ofrecerme

a diferencia de mí
por su costado ella sangra
dos hijos criminales
parientes sin semilla
lo abyecto de varias religiones
y una sonrisa sana como última bandera

me besa boca abajo
su manera de beber mi whisky
de entregarse y pedirme seamos uno
de hacerme pontífice más allá de los sonidos
que no tienen más público que yo
que sí
que escribo para mí
carajo

sonrío
como un alivio que se escapa del agobio que lo define
y de un golpe la desnudo sobre mi historia
en una desesperación tranquila de acantilado
que sabe una sola vez golpeará la roca
una sola vez eterna
una eterna sola vez

cumplido el oleaje
los fractales en un rincón
sus ojos dormidos
me miro las notas que no pulsé
la vez que no apoyé la frente contra el muro



Sobre el límite

En el último segundo, el que separa
la primera de las noches futuras
de todos los anteriores recuerdos,
indefectiblemente uno se mira en las manos
la huella que en los dedos dejaron las cuerdas
cuando la mayoría de edad era una ilusión
y los años vividos ya eran demasiados.

Por un instante hay que ser el adulto
que necesitamos en esa infancia
edificada a cintarazos justicieros
logradores de la excelencia en la puta libreta
¡y qué honor lo del puto pabellón patrio
ahí en el desfile! Entre desconocidos
cuyos rostros todavía persigue mi saliva.

“Jamás con el más chico”, decía el salvaje
y yo le buscaba los ojos a su rabia
cuando alguna tarde me azotaba nervioso,
como derrotado de sí mismo.
Le paseé roturas, después, obediente,
mi puño siempre fue de abajo arriba.
Sediento, insaciable, coseché el llanto ajeno
ganándome el oro de la distancia.

En la precisión de lo efímero, en lo fugaz
no existe la visión periférica,
uno cree ver por el rabillo del ojo, sí,
pero lo que sucede es un oleaje en el corazón;
es uno que intuye lo inmutable
que ha ido construyendo por eones
y que siente, a fuerza de dolor y placer
inicia su brutal y suave trabajo de parto.

Ah…, sí
lo que dije de ella, también
lo que dije de nosotros, igual;
en un concurso justo ganaría algún trofeo, lo sé.
Mas, lo que callé
su nombre
las fechas
constituyen las dagas en las gargantas precisas
lo que soy, que existe, y nadie alcanza.