Selección de poemas de Rosario Vecino

Imagen by Wolfgang Hasselmann

A pesar, quizás, aún

castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto

la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose

cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia

traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón

pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago

y
resucito a otras vidas
-adiviná-

regurgitando


Duermevela

Duérmete mi niña.
Duérmete,
te dejo libre porque al fin te encontré y ya estabas curada,
yo dramatizando, siempre, con mi escasez de rosa,

quédate así, dulzona, despeinados los rulos
andrajosa y traviesa,
pobre, con cama compartida con tus hermanas duendes,

y tan bonitas
y tan felices.

Soy yo, la adulta, quien tiene que arreglar sus puteríos,
no debieron mis mentirosos traumas ponerte como excusa.

Pasó lo que pasó porque debía pasar,
todas las cosas, en todas mis edades,

vamos, duérmete niña,
que yo ya desperté.


Con otro palpitar

enviciada despersonalización
de una persecución inagotable
circular
insoslayable ya
para encontrar al que apagó la luz

una sensación de nada
pero no de una buena
absoluta
nada
nada

solo una ridícula
caricaturesca nada con palabras

las palabras son solo hologramas mentirosos
jamás llegan hasta el fondo

fondo
fondo
fondo

de alguien que detesta las alturas

Selección de poemas de María José Quesada

Imagen by Anke Sundermeier

Pensamiento

Quiero asirme de tu mano,
ser el eco de tu risa,
cobijarme en tu regazo
hasta sonrojar al día.
Formar parte del misterio
que en tu esencia resplandece,
tomar aire de tus besos
y nadar contracorriente.

Y después, qué se me daba
morirme con tu recuerdo
en la celda sin ventana
de un castillo de silencio,
si colgada de tu brazo,
aunque solo sea un momento,
si en tu fondo de ojos claros,
ya he sentido el Universo.


Canción interna

Yo canto por las canciones
solapadas de alegría
y canto por las raíces
que no ven la luz del día.
Canto por esas entrañas
que retumban de agonía,
y canto por el pasado,
fruto de melancolía.

Los calabozos del miedo
tienen cerraduras frías.

Si me adolezco cantando
eso solo es cosa mía.

Selección de poemas de Idella Esteve

magen by Enyin Akyurt

Figúrate, si puedes

Figúrate, si puedes,
lo que el rostro te esconde.
¿Qué te voy a decir de los silencios?
¿Qué te voy a contar de los internos gritos?
¿Qué de las esperanzas ya perdidas?

Ampárate en mi sombra, que no hay otra.
Cógete de mi mano
y camina conmigo hacia el poniente;
ya no te importe el norte, ¿para qué?,
llegamos al final de nuestro viaje.

El mañana vendrá
pero nosotros… ¿Cuándo?… ¿Cuándo?… ¿Cuándo?

Todo tiene un final.
Oriente quedó atrás. Todo es Ocaso.


Cuándo

Cuándo saldremos de esta hibernación
en un sueño fatal aletargados.
Cuándo dejar atrás nuestros cuidados,
las cuitas empañando el corazón.

Cuándo, si no me falla la razón,
estarán mis anhelos reafirmados,
aquellos que se han visto refrenados
por esta interminable situación.

Cuándo. Se hace tan larga esta agonía
que traspasa la luz y son penumbra
los rayos que me llegan desde el cielo

y ya no puedo ver brillar el día.
Sólo al llegar la noche se vislumbra
lo real o irreal en mi desvelo.



Divagando

Ejercí de feminista
sólo en casa, coherente.
Hoy la cosa es diferente,
nada hay que se resista.

Para el hecho de cambiar
yo me apunto la primera
cuando me entra la tontera
de cosas tergiversar.

A los hombres llamo nueros,
yernas nombro a las mujeres.
Así lo llevo ¡Qué quieres,
si no me cuesta dineros!

Y me paso por el forro
la gramática castiza
y nada me escandaliza
pues soy más lista que un zorro

No todo en «a» terminado
se refiere al femenino
y es un tema ya cansino
que ha de ser eliminado.

No hay un hombre que se niegue
a que le llamen tenista,
violinista, ajedrecista…
en lo que toque o que juegue.

Lo que finaliza en «ante»
se quiere acabar en «anta»
cosa, pardiez, que me espanta
y no le encuentro atenuante.

Mas pongo trabas, no creas,
si me hacen usar la arroba,
es algo que me joroba,
me causa flato y disneas.

Dejemos las tonterías,
vayamos a lo concreto:
tratémonos con respeto
y acaben las chulerías.

Selección de poemas de Eva Lucía Armas

La rosa de Buscemi

Quiero decirte
-ahora que estás triste y antologando karmas-
que el tiempo (sinalefa ridícula en queel)
jamás
(así, jamás )
jugó a nuestro favor.

Yo vengo muy gastada de ilusiones
(y por lo tanto, ya no me ilusiono).

Y vos no sé.

Eras amor sangrante que sangraba demasiados amores.

A veces me pregunto

si no quise
no supe
o.ni quise ni supe la verdad.

Una se queda sola con sus miedos
para combatirlos de por vida.

Ni siquiera
ahora
en esta indescriptible soledad
sabemos cómo acompañarnos.

No nos alcanzan bergantines ni sueños.

Siempre seremos

(tan solo)

dos amores solos que no saben amarse.


Toma 1

Yo he nacido de pie, como la fuerza,
y no a merced del viento.
Soy un quebracho de raíz profunda,
no un pino blando
que no propicia calor cuando se quema.
Yo te quemo la cara, las pestañas,
soy brasa firme y esplendor sonoro.
No soy queja ni llanto ni suplicio,
soy toda libertad, toda talante,
y vendaval de aguas y de musgos.

Me río de la histeria y los histéricos.
Me río de las pálidas bacantes
que cantan a Dionisos travestidos.

Yo renací de muertes y de furias
como un Fénix de intrépidos cristales
y no me pueden venir con pantomimas
ni con besos de lengua que no existen.

Soy mi propio fantástico deleite,
mi soledad apócrifa,
mi aguerrida e incuestionable Lisa Simpson.

Y decido qué hago con mi vida,
le pese a quien le pese; incluso a Dios
que me mandó en pelotas a este mundo de diablos
y arreglate.

Mi espíritu está viejo de universo y soy la libertad,
la independencia.

Nada tengo de frágil, ni muriendo.


Existencias

Ahora que estás ebrio de mar
como un contramaestre melancólico
que desposa sirenas de espuma por el mundo,
escucho tu voz.

Canta desde el fondo de un suspiro
y murmura mil nombres con su tinta salina
atrapado en el engarce del hombre solitario.

Cuenta tu voz, atadas al relato de tu piratería caribeña,
las bocas y las manos que cosechó por tantas noches blancas
en la vertiginosa copa de la luna
y sobre la desesperanza y el calor.

Un tesoro de pieles y perfumes que se van apagando
en el profundo arcón de la memoria
como se apaga suavemente una plegaria
en una catedral
te obliga a regresar a los regresos
y a buscar a tus búsquedas.

El Viejo Relicario vaga con su Cubano Errante
proponiendo palomas, disparos y palmeras
y seduciendo ninfas, ondinas y bañistas
atrapado en la red de pescar versos.
Es su contramaestre melancólico
que intenta, mientras canta, ser feliz.

Yo soy de las que bailan de sol a sol la vida
en una playa ignota
hecha toda con esqueletos de cangrejos y de estrellas fugaces.

Diría que no existo.

Selección de poemas de Morgana de Palacios

El tiempo pasa

El tiempo pasa, vida,
se asoma precavido a mi intemperie
por intuirte páramo a lo lejos
y se nos va nublando
a medida que avanza sin mucha convicción.

El tiempo-incertidumbre-holocausto-pandemia
como un virus
dubitativo y frágil
se persigna al rozarnos, murmura vade retro
como si nos temiera

porque dejamos de reivindicarlo
porque dejamos de pensar en él

y hasta de esperanzarnos en sus ojos de lluvia.

Ya sólo creo en ti y en tu no-tiempo
adicta al sinfuturo de tus labios
que todos mis silencios justifican.

El tiempo pasa, vida, y no me importa.
Con esta terca voluntad de amarte,
me olvido de que existe
día a día.



Un mundo de metáforas

A veces, junto a ti, me ataca el desconcierto
por esa diferencia de tu tacto y mi tacto
e invento la caricia y el golpe y el exacto
instante de atraerte a puro cielo abierto.

Por esa diferencia de tu boca y mi boca
es que gestas las guerras que enamoran al labio
y el verso que seduce, enardecido y sabio,
de tu lengua a mi lengua se agita y descoloca.

Porque somos distintos de palabra y de gesto,
de ojos y mirada, el instinto me apuesto
para desentrañarte sin un roce de piel.

Un mundo de metáforas con el rostro velado
no oculta la certeza de saberte a mi lado
el más hombre del mundo con carne de papel.


Armada

Tal vez desilusión, no aburrimiento.

Jamás me aburro yo conmigo misma,
me inauguro portátil, voy y vengo
y me sobra talento armamentista
para partir de cero en cualquier guerra,
al no soñar con tierras prometidas.

Mi territorio se abre en el presente
sobre el páramo azul de la inventiva.

No soy de las que lloran el pasado
negando la pasión de cada día,
porque lo que me gusta es el camino,
la huella de los pasos, la genista
en la cuneta donde duermen tantos
sobre sus cuerpos yertos invasiva.

A ninguno le debo un mal capricho,
ninguno me ha dejado malherida,
lo que me dieron di, siempre sobrada,
y al irse pasé página deprisa.

Mi lealtad se ajusta a lealtades
que no terminan más que con la vida,
el resto ni me mueve ni me importa
ni consigue borrarme la sonrisa.

¿Aburrimiento? No, ni estando muerta.
¿Desengaño? Quizás, por estar viva.

Pero es lo que estoy, viva y armada
hasta los dientes con la poesía.

Selección de poemas de Isabel Reyes Elena

El primer árbol que se quebró en mi pecho

Te adentraste en mis bosques,
trajiste el paraíso y el autobús del día,
las lanchas de tus labios y el corazón unánime.
Andas por mis pestañas sin exigirme nada.
Callo y anida el tiempo en mis ojos azules.

Tal vez no pueda nunca regresar al calor,
a la ribera suave de los pájaros
a la fruta de barro que taponó la aurora,
a esas iniciales grabadas en mis ojos.

Pero tú me escanciaste como un vaso de sol
y fuiste el primer árbol que se quebró en mi pecho.
Embalé mi destierro. Me lloraban las calles,
el camión con mis muebles traspasó la vendimia,
pero tú me conduces. A tus fuentes me llevas.

No me diste la luz.
Si la hubiese atrapado con mis manos entonces
yo sé que en mis retinas vería mariposas
y un ancla bajo el agua de mi cuerpo.

¿Y por qué no encontrarnos de nuevo en las murallas
de la noche los dos, rescatarnos el día,
ver si podemos juntos adelantar tormentas?

Por mi esperanza cruza tu recuerdo de música
al desvestirme selvas esenciales, y tengo
el dolor de la nieve, la madurez salobre
de quien atrapa barcos con sus manos de piedra.
Cuando pasen andenes te seguiré mirando.

Mi meridiano eres. Tanta melancolía
se albergaba en mi acento castellano.
Fuimos desmenuzando palabras interiores.
Por entre el diccionario con mi paraguas rojo
impediré que caiga la nieve en tus pupilas.

Yo ciega voy de amor, sé tú mi lazarillo.


Instante decisivo

Miradme aquí, en piedra convertida,
exhausta de silencios y ciclones,
coronada de inútiles razones
a causa de una nueva arremetida.

Observadme en el tiempo detenida
enlazando palabras a jirones,
sombras de soledad, crudas lesiones
que acunan el sabor a despedida.

Mas no lloréis la ausencia de mi viento
ni toquéis el poema que os escribo
bajo el soplo desnudo de mi acento.

Que en la nada de un verso sigue vivo
-con la sangre y la sal del desaliento-
el reloj del instante decisivo.


El arpa de mis ritmos

Os dejo la palabra en mi verso truncado
y este fulgor que intento mantener encendido
para que los senderos no se llenen de sombras
cuando la sombra venga a cebarse conmigo.

Os dejo un arcoíris de voces traspasadas
por el ardiente dardo del poema maldito
que se encona en el alma, madurando en la mente
y rompe las entrañas cuando quieres parirlo.

Os dejo cuanto tengo: mi alforja de palabras
y este viento que, a veces, me aúpa al infinito
con el ímpetu firme de sus alas amigas
para hurtar los azules que me fueron prohibidos.

Me marcho como vine, desnuda y sin apegos
pues no escalé montañas, pero sé de los riscos
que cercaron mis huellas con ortigas malignas
cuando aventé canciones por todos los caminos.

Recordadme si os place, y si no, silenciadme.
Sé todo cuanto os debo y cuánto he recibido
de este afán que me tiene atada y bien atada
al querencioso potro del verbo y su destino.

Si me queréis gritadlo frente al mar de mi tierra.
Os dono para siempre el arpa de mis ritmos
y el amor que me crece en los espejos mudos
del poema sangrante y mi triste delirio.

Selección de poemas de Ángeles Hernández Cruz

Cincuenta y tres segundos, dos minutos,
un día y cuatro meses
es la porción de tiempo que resulta
cuando sumo tu nombre a mi memoria
y sin embargo,
la operación resulta equivocada.

Me pregunto por qué me sabes a infinito,
un ocho recostado que sonríe
burlón ante mi asombro.

¿Será que hemos vivido desde siempre
en líneas paralelas que se insubordinaron?

Ante la geometría, formaron una equis
y ahora multiplican.


Mi condena

Me acompaña la culpa a todas partes
enquistada en la espalda y en el vientre
con la incomodidad de un viejo huésped
que gruñe y se lamenta de su hambre.

Tiene la facultad de desdoblarse
y aun sintiendo su peso se aparece
en medio del camino en pequeñeces
que envuelve y se me incrustan como sables.

Aunque hieren los rostros de los niños,
los bosques, los bullicios, las mareas
y el canto mañanero de los mirlos,

solo podré acabar con mi dolencia
cuando me harte de ver como egoísmo
la imagen del final de esta condena.