Me cuesta entender el para qué de ciertas cosas, no de que se debatan y de que los estudiosos teóricos busquen los entresijos fonológicos del idioma, pero si no es para mejorarlo o ampliarlo sino que cada vez va a quedar más sucinto y enredoso a los ojos del creativo, que además de todo lo que hay para analizar en un verso, va a tener que perderse entre las muchas posibilidades que ofrecen algunos supuestos teóricos acerca de cómo debe leerse o «escucharse» una rima, aunque su oído disienta, para establecer si está bien o mal escrito, es como para negarse, de entrada, a su aceptación.
¿Para qué voy a cambiar yo el sonido de una esdrújula que además de encantarme en un verso porque aporta justamente el punto de diferencia que le resta monotonía al sonido, pronuncio perfectamente sin que mi voz derive a agudizar su tono?
¿Que a veces cuesta trabajo encontrar la rima consonante perfecta porque no hay tantas como llanas o agudas? Pues para eso está el talento del autor que tendrá que hacer lo oportuno para encontrar la perfección que se le exige al verso rimado en cualquier estructura, y no tirar por la calle de enmedio de cualquier hecho teórico del que no está comprobada su eficacia y, que termina por parecer más una falta de oficio que otra cosa.
Eso no tiene nada que ver con la transgresión de las normas ni con las vanguardias estructurales.
Transgredir es mejorar, liberar, ampliar y por supuesto donde más hay que innovar es en los fondos.
Es ahí que el poeta o prosista de vanguardia tiene que arriesgar en el idioma cuyas normas tienen siglos de existencia y siguen funcionando como un reloj en cuestiones poéticas. Es ahí donde ha de perseguir la innovación como una forma de alcanzar a tener una voz propia por la que ser reconocido.
Cuando las décimas se hacían solamente en octosílabos, yo las escribí hasta en pentadecasílabos, por hablar de un metro poco usual y muchos siguieron mi ejemplo, así que nadie se extraña ahora de verlas en todos los tamaños. Nadie dice «eso no es una décima», ni siquiera cuando las creaba polimétricas. Para mí eso es ampliar el abanico de posibilidades estructurales sin tener que cambiar las rítmicas que me parecen perfectas.
Lo ideal al construir un soneto es que parezca que fluye con absoluta libertad, aunque esté dentro de esa faja que nos hemos impuesto, que los blancos parezcan rimados y los rimados canten sin forzamientos y sin monotonías decimonónicas porque hayamos aprendido a mezclar todo tipo de acentos manteniendo el mismo ritmo.
Con la polimetría ocurre lo mismo. Para que el soneto resulte eufónico hay que guardar las distancias entre los diferentes metros, sin ponerlos a ojo de buen cubero. Es decir, si en un cuarteto utilizas dos endecas, un alejandrino y un heptasílabo, por ponerte un ejemplo, en el siguiente deberás hacer exactamente lo mismo.
¿Que es añadir dificultad a lo ya dificultoso de por sí? Pues claro, pero en eso consiste el reto. Para hacer lo que otros han hecho mil veces antes, lo que habría que estudiar es la Ley de la Mímesis absoluta (ríome) y yo, no estoy por esa labor.
Todo en poesía es una cuestión de armonía, aunque estés escribiendo sobre coprofagia.
El hombre que me habita tiene talla, su noble corazón amor rezuma, ante la sinrazón presta su pluma y raudo se dispone a la batalla.
El hombre que me habita no se calla ni por nada se arredra ni se abruma, a la causa del bien su esfuerzo suma y sale a flote si su barco encalla.
Quiere sembrar de abrazos el camino, soñando siempre en alcanzar la meta va con el rumbo fijo a su destino.
A la vida dibuja una pirueta, y tiene un no se qué de peregrino… El hombre que me habita es un poeta.
Sergio Oncina – España
¿Qué me queda?
La luna es un satélite desierto y no creo en los dioses ni en la magia, ¿cómo voy a frenar esta hemorragia de números sin fe, de un mundo yerto,
de tener desalmado más acierto? ¿Cómo voy a soñar si se presagia el fin y el pesimismo se contagia? ¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?
¿Reír sin que se note cuánto duele ocultar cada lágrima maldita detrás de una mentira que consuele?
¿Abandonarme exánime por mudo? Queda la voz y la palabra escrita, el verbo honesto, indómito y desnudo.
Jordana Amorós – España
Alienaciones
Me refugio en lo idílico, de raso azul celeste pinto el gris que aploma el horizonte y visto de paloma al halcón montaraz si llega el caso.
Fuerzo destellos en mi vida roma hasta que arde, veo siempre el vaso casi colmado aunque luzca escaso e incluso a la huesuda tomo a broma.
Si a mi realidad no la depuro tras un cristal rosado, es lo seguro que habrá de ser motivo de incomodo.
Ayuda a transitar las estaciones el ir coleccionando alienaciones. La ceguera es un don, después de todo.
Morgana de Palacios – España
Con la cola del viento
No te duelas por mí, que me sobra entereza y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte. Estas cosas ocurren en la naturaleza y no soy excepción por no tener más suerte.
Déjate de llorar que yo no quiero verte naufragando en el llanto sin tener la certeza de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte con los ripios burlones que rondan mi cabeza.
Todavía soy joven, todavía me altero con la hombría de alguno, todavía me muero por aquel que se ríe del mundo y su falacia.
Créeme si te digo que prefiero, sin duda, vivir intensamente cuatro días desnuda a diez años vestida de luctuosa desgracia.
Envés de la cordura, cuánto llanto se vierte por mi cara. Cómo escuece el dolor entre los ojos cardo ahogado en la luna del silencio, la vida hecha ceniza destruyéndome.
Se derraman los años como un río y no tengo en mis dedos la compuerta contra ningún naufragio imprevisible y las voces no taponan la herida del futuro.
Mañana el sol no sale, y yo atónita mi breve arquitectura ante el asombro contemplo, dolorida, la oquedad que debiera rozar con estas manos.
Envés del corazón, el otro número del signo del zodiaco, el otro rostro que tiene el día 30 de este invierno escueto enero helado de la muerte que me empieza a sufrir frente a la piedra, sobre el mar nunca visto todavía, ardiendo la distancia de mis ojos al tempero salobre, siempre sola la océana nostalgia con verjas y con nieve.
Y mi cuerpo se queja de aguantar tanta ausencia en sus espaldas.
Morgana de Palacios – España
El cazador de cazadores
Te sangra el corazón y los ojos te sangran espantados.
Te sangra la conciencia como si fuera tuyo el pecado del mundo.
Toda la imperfección del hombre estalla con una impunidad paralizante, mientras se abusan niños, se torturan se gasean como si el que murieran entre espasmos fuera algo inevitable y hasta convencional en esta guerra sorda del hombre contra el hombre.
Eres un cazador de cazadores en un negro safari cazanegros, cazaesclavos sexuales cazaórganos, porque si hay demanda pervertida lloverán, fraudulentas, las ofertas, y las arañas tejerán las redes más insólitas.
No seré yo, ya sé, pero alguien tiene que mantener erguida la piedad y los ojos abiertos en la fosa común de la ignominia humana.
No, no seré yo, pero serán tus ojos repletos de cadáveres sin tumba, y tu rabia será y tu impotencia, y tu sordo dolor gritando testimonio para sacarte el asco de las tripas.
Yo no hago nada, vida, sólo impongo alguna mano fría sobre la frente ardiente de tu desolación, mientras me sobrecojo en tu palabra que no se calla nunca suavemente.
Como tiene que ser cuando elegiste por qué ojos de hombre ver el mundo.
Gavrí Akhenazi – Israel
Negociación del fuego
Hemos dejado la violencia para ratos sin armas. Negociamos el fuego y hay narcisos de nuevas floraciones comiéndose despacio el roquedal.
Abruptos y volcánicos nuestros huertos parecen construcciones de piedra con sus plantas metálicas que ascienden encima de las frutas cristalinas afanándose en su protección.
Aprendimos la invisibilidad de tanto ser visibles para feroces mangas del langostón de tierra, cuando llega famélico y masticador a devorarnos hasta el esqueleto.
El cristal, de verdad que no es lo unánime. A la sumo, un vidrio esmerilado que lo traduce todo al idioma de la opacidad.
Mar García Romero – España
Tarifa
Cierro los ojos, Cohen susurra versos a la música. Es invierno, camino por la playa, Tarifa con el agua verde y honda hiela mis pies, me muestra su terrible verdad en estos vientos.
Entre las aguas veo una luna de algas y corales, menguante, dolorida, un mundo no visible, donde flotan almas sin nombres, seres sin esquelas, que gritan sin cesar en las corrientes. -Las olas con su furia redoblan esos gritos en mi sangre.
Me vuelvo angustia y sal y carne negra como otro muerto más junto a los muertos en esta fosa anónima y azul de catorce kilómetros sin fin. A merced del vaivén, que no se acaba, mi patera se hunde una vez más frente a las dos orillas, frente a mí.
Soy un cadáver frío, con memoria, y un gemido por siempre del Estrecho.
¿ Do I have to dance all night? Se preguntaba Cohen.
Ángeles Hernández Cruz – España
Mis pies desnudos
Por mucho que me pidan que suba a unos zapatos de incómoda puntera y tacón de estilete, no quiero ser izada porque no soy bandera de nada ni de nadie, ni siquiera de mí.
Me resisto a llevar unos botines de piel de cocodrilo o costra de serpiente, con brillos suntuosos que proclamen la obscenidad del lujo en sus charcos de mugre.
Tampoco me pondré unas zapatillas hechas para el deporte de aplastar los ojos con que muchos se ven en las estrellas.
Era como una larga espumadura de cimbreante cadencia y de paisajes en tonos de amapola, con celajes de aromo y hierbabuena. Una apertura al íntimo pregón y a sus anclajes
en un lecho abismal, intenso y ácido. Era en la suavidad un limonero que al tronco lleva atado al Can Cerbero defendiendo las gamas de lo plácido. En el fondo de mí, un dios austero
me llenaba de fe como de ramas. Creí en lo que decía y me hice fuerte en la batalla franca con la muerte que pelaba a cuchillo mis escamas. No voy a ser un pez, flotando inerte esperando abonar agua podrida.
Para quien lo pregunte : soy mi vida.
Isabel Reyes – España
El reto
(quintetos alejandrinos consonantes)
Era mujer de sombras, mañana luminaria huyendo del vacío que me niega el futuro; me deslizo en silencio de espaldas a lo oscuro emprendiendo la huida de la red carcelaria de viejas soledades con alma de siluro.
Intuyo un aire cálido que remueve los sauces que arraigaron antaño en los tiempos de ausencia marcándome el camino donde late la esencia de una vida alejada de los amargos cauces de hembra regicida que su muerte sentencia.
Temeraria y audaz desempolvo pasiones que quedaron ancladas en un arcén dormido me atavío de rojo –mi color preferido-. y con la mente abierta a golpe de pulsiones comienzo un nuevo puzle con todo lo vivido.
Ando por las cornisas de los esperanzados y amplío mis cajones para el dolor extinto; me dispongo a salir del aciago recinto que recoge las lágrimas de los desesperados. Hoy nace otra mujer… ¿Será todo distinto?
John Madison – Cuba
Jack Skeleton
(serventesios endecasílabos consonantes)
En voto de silencio me declaro aunque la «verbi gratia» me desborde que puede mi discurso no ser claro si mi voz de poeta es monocorde.
Y ya puede mi Sally tras la reja pedir que rompa en dos mi mandamiento que no daré cordel a la madeja de versos sin tener conocimiento
Hay silencios que dictan en su arrastre una suerte de efecto mariposa no temas, Sally Persson, si el desastre alcanza a mi liturgia clamorosa.
Te vuelves por momentos adictiva a amores que alimenten tu brasero, yo soy tu Frankenstein y tú la diva que doma la pasión del romancero.
Y mientras la metáfora resiste a regalarme su divino encanto carcelera es la sombra que te asiste hasta que el verbo anuncie el contracanto.
Morgana de Palacios – España
Mis rarezas
(serventesios pentadecasílabos consonantes)
Atarse por gusto al sonido de un metro supone, la vuelta de tuerca divina que reta al talento. No todos buscamos lo mismo ni a nadie se impone, mirar con mirada distinta los rostros del viento.
La música late en el aire: suspiro y tormenta, relámpago y rayo en el cielo de las armonías, rebeldes tambores que incitan a la guerra cruenta que a solas mantengo en la tierra de sus melodías.
No existe alambrada ni muro ni oscura frontera, que yo no atraviese buscando prohibidas canciones. Mi boca es soldado de guardia desde su trinchera, mi sangre tumulto en la esencia de sus vibraciones.
Si presa por gusto liberta de alas gloriosas persigo la huella de Orfeo sobre el pentagrama, mi vuelo es el vuelo brillante de las mariposas, mi voz envenena a la prosa cuando se derrama.
Lo mío es el silencio a bocajarro y es el sí pero no de los dementes, si juego al mordisqueo con los dientes en la vorágine del despilfarro.
Por algo soy la reina de un cotarro que es un milagro de maledicentes misántropos de lenguas impacientes que teorizan sobre mi desgarro.
Lo mío son las pieles con blindaje que huyen de la quema, el sabotaje del odio que de traumas se enguirnalda.
Los soldados del alma rompen filas en la fatalidad de mis pupilas y ¡sálvese quien mate por la espalda!
Cave canem
Nunca le tendré miedo a tu furia suicida, -dueño del lupanar de las descalzas- ni al vítreo humor que mana de tu memoria herida ni al púlpito de ira en que te alzas.
Siempre culpaste al mundo de tu propio fracaso, -indianajones virtual del malditismo- oscuro proxeneta del imparable ocaso, epicúreo voraz desde tu abismo.
Gozar manipulando perversiones ajenas para sacar partido de alegrías y penas, nunca resulta fácil. Triste lauro
coronando las sienes de tu instinto. Mi miedo se murió en tu laberinto. Cave canem…recuerda, minotauro.
Oblitare
Se me perdió el amor sobre una cama, me lo dejé tirado como un chal que se olvida y se recuerda sólo cuando el frío reclama su calor por los hombros de la vida.
Desechando aspavientos melindrosos, me acostumbré a temblar sin su seda crujiente. No me cegaron más sus destellos luctuosos ni su revuelo me enturbió la mente.
Se me olvidó el amor, su olor, su tacto, en el momento exacto de pisar el asfalto de charol.
Nada me hizo volver a buscar su cobijo, fue la calle acertijo que esplendió ante mis ojos con el sol.
A ese lo compro yo
A ese lo compro yo. Dime ¿Qué cuesta? ¿La libertad, la paz, un magnicidio, o tan sólo tu gesto de fastidio por la boca que esconde su respuesta?
La manzana podrida de la cesta la quiero para mí. Su voz de ofidio reptando por los muslos del suicidio con cara de ganar siempre la apuesta.
¿Disoluto y voraz, dices, vampiro? ¿Nosferatu del aire que respiro? ¿Visionario y Babel?
¿Cuánto vale su vil bala perdida? ¿Qué precio hay que pagar? ¿Sirve la vida? Yo me quedo con él.
Silencio
En brazos del silencio hoy busco mi acomodo. Con discreción de amante, su amable terciopelo me envuelve y yo lo siento un delicioso modo de olvidar el mundano fragor y su escarpelo .
A mí misma me niego el mínimo sonido, renuncio a que se sume mi lengua puntiaguda al rito del escándalo, antes que darla al ruido elijo libremente el estatus de muda.
Diré que se me ha roto la voz en la garganta y me callo mi hastío y que se me atraganta el bocado indigesto que se ha vuelto la vida.
No quiero malgastar saliva rebuscando la palabra forzada que no acabe sonando en mis labios de escarcha a triste despedida.
Génesis 3.0
Días de lluvia, hastío, miedo y llanto, en que reina un silencio diferente, y es obligado ser sobreviviente a base de encerrarse a cal y canto.
Sentir la incertidumbre en el ambiente, vivir la indefensión, sufrir quebranto ¿ qué huella dejará de solivianto en nuestro imaginario impenitente?
Y después de este tiempo detenido, el soñar con volver a todo aquello que nos trajo hasta aquí ¿ Tiene sentido?
Más bien debiera el hombre plantearse su absurdo existencial y en un destello de lucidez, volver a reinventarse.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología preciosista, aspirante a lo imperecedero, de esa que se obtiene tallando con esmero la palabra vacía.
¿De qué me serviría gastar treinta segundos buscando en el tintero los melismas que aúpen mi nombre al candelero cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge es disfrutar absorta la cadencia que surge desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando los rostros familiares de los que has ido amando, cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Un aleteo triste
Siempre estas ganas de salir corriendo, de huir de la diabólica rutina del silencio y la espina en la que hace ya tanto me vengo consumiendo.
Siempre la voluntad que predomina de continuar cumpliendo con tu papel estúpido , sonriendo mientras sin ruido mascas la obviedad de tu ruina
Un aleteo triste, rumor a libertad en cielos irreales, es todo el desahogo que el cuerpo se consiente.
Si el corazón resiste y late , aun malviviendo, trabado entre zarzales, pues qué va a hacer el alma, tan mística y prudente .
Ahí está mi boca desbocada mezcla de ira ansiosa y de ternura cegada por la luz de la alborada y vidente de noche como un búho insomne por la presa deseada.
Mi amor sin nombre, está, mi voz sin grito mi corazón, mi esencia silenciada mi muerte protectora, mi estrategia para enfrentar la guerra programada. Ahí está mi cuerpo imperturbable su carne de cañón esclavizada, ahí mi libertad de pensamiento mi letra de cristal, mi llamarada.
Ahí está mi espera, mi renuncia. Nada más afilado que su espada.
Morgana de Palacios
Vaya por tu emoción mi furia trunca, mi visión sin amor, desabrigada, esta garganta al sol y este silencio, estas letras en rosa tan rosáceas en las que han muerto pájaros y árboles al son vibrante de sus asonadas.
Impotente de todo y vuelta furia la vida se ha ensañado en nuestras alas y ha dejado su sino el guerrerismo que tu ira y la mía acostumbraban.
Vamos de los cansancios a las flores, de la cocina suculenta al arma, de la quimioterapia a los escándalos del juzgado de turno a nuestra casa y nos quedamos como un jazmín seco guardadas en el libro de las causas.
Perdidas en las guerras de los otros nos volteamos furiosas y agraviadas, con estas manos que nacieron pródigas de abrigar el vacío y la nostalgia mientras la letra se nos va alejando hacia un futuro que no diga nada.
Vos con tu rebelión, yo con mi mundo. Nuestras almas gemelas. La distancia.
Y que nadie se meta en esta historia. Hagan silencio. Dos mujeres hablan.
Eva Lucía Armas
Jamás una palabra más alta que la otra ni aún cuando el poema dejara de ser arte y transmutado en losa nos crispara los nervios por no poder callarnos unas cuantas verdades.
No sé si hemos perdido los tiempos del amor o hemos ganado juntas tantas guerras brutales que se nos acabaron las razones profundas para fundar de nuevo bulliciosas ciudades.
Todo nos pasa cuenta mientras pasa la vida, los hombres y los hijos, los nietos, los pesares que siempre pesan más que aquellas alegrías que alguna vez tuvieron visos de realidades.
Fuiste para tu padre un escudo de luz y para mí una igual de mi raza y mi sangre, y no ha habido mujer más lúcida y leal renunciando al sosiego por seguir adelante.
Llegaste acostumbrada a jugarte la vida de palabra y de obra. No tuve que enseñarte.
Lejos de mí la muerte si te miro a esos ojos que la vencieron antes de mis oscuridades, porque no por más niña fuiste menos valiente para pisar descalza su senda de cristales.
Hablemos cuanto quieras, tú eliges el idioma que hay un mundo infinito de posibilidades para dos que se entienden más allá de los versos y pueden cerrar juntas los más siniestros bares.
Morgana de Palacios
En una macetita hoy he plantado incienso, un esqueje arrancado que me encontré en la calle mientras iba hacia el super con el bolso vacío y los ojos gastados por el mismo paisaje con que la vida ajusta esta ciudad cerrada a los dolores varios que atesora mi carne.
Porque yo soy de carne desde dentro hacia fuera y es de dentro hacia fuera que los dolores laten si fisuras de lluvia ocultan mis jardines bajo esta arquitectura de pagoda y cristales en la que se refugian los ecos trasegados con sus mendigos húmedos de tristeza insaciable.
Tanto romance heroico suena a marcha profana, a propaganda persa, a contínuos timbales con que marcan el paso los días de la angustia y se quedan callados los de festividades, porque solo una misma, amiga mía y larga, sabe hasta donde lucha la vocación de madre.
Nosotras guerrilleras del acto libertario convocamos a veces a todo el aquelarre por mantener intacta la esperanza baldía y sostener el día sobre los estandartes.
Porque si cabe pena en todos los caminos nosotras somos duras y fuertes caminantes.
No me quedan más pájaros en la imaginación, huyeron de la quema en este Agosto ardido. Se han llevado mi rostro, mi nombre, mi apellido, las ganas de latir del corazón.
Ya no reparto pájaros para la rebelión de todas las razones que matan el olvido. Se me resiste el aire al vuelo desabrido y el alma se resiste a la emoción.
Estoy pagando caro el íntimo arrebato por no leer la letra pequeña del contrato que firmé este verano cuando me volví loca.
Jamás decir te amo, en serio, al contrincante, no te hará más feliz, pero es más elegante que amanecer sin pájaros que beban de tu boca.
José Luis Villena
Plenilunio
Tan callada la hora, tan dormida, tan ayer el olvido y el recuerdo, casi tibia la albura en la que pierdo el escaso relieve de mi vida.
Soy la sombra que encuentra la salida por el lado contrario, por lo izquierdo, y en la noche que vuelve loco al cuerdo busco la magia negra, la prohibida.
El aire lleva tinta y me supura el aliento de voces nocturnales, que silabeo con mi lengua oscura.
La luna con sus nombres desiguales me murmura en la boca y la blancura se ahonda en mis penumbras abisales.
Manuel Martínez Barcia
Negro e impar
También a ti tendrá que sucederte lo que nos precipita contra el muro anunciando el latir de lo inseguro con manso corazón sobreviviente
y esa lidia constante de la suerte, enigma en la ruleta del venturo, su interminable azar, y de lo oscuro, mañana en la intención con rumbo inerte.
Y también te dirán que es utopía hollar el porvenir con tirafuera por ver si la fortuna es doblegable.
Las puertas del destino, llave un día, cerrarán para siempre su frontera contigo al contraluz más insalvable.
Jordana Amorós
Extenuación
Esta gravosa cruz que llevo a cuestas es a ojos de todos invisible y el que no tenga el cuerpo para fiestas a muchos les resulta incomprensible.
No debo sucumbir bajo su peso, lo sé , ni analizar si en el camino agreste que recorro, cada beso de sus piedras resulta más mezquino.
¿Pero quién no cuestiona a cada paso si no es mejor que acabe la agonía cuando el dolor rebosa de su vaso?
Yo agoté ya ese cupo de energía que te exige el vivir viendo tu ocaso y seguir siendo fiel a la alegría.
Sentada frente al mar bajo la calma de las olas rompiendo, con sus voces de piedra es muy fácil pensar que el mundo es bello.
Mientras mis hijas juegan en la playa la espuma de algún dios de pacotilla posa suave en mis ojos el extraño sabor de la armonía.
Aquel barco pesquero que regresa perseguido por miles de gaviotas Esta brisa, esta luz, este poema…
Sentada frente al mar sería fácil volar también con ellas y subirse al alto del paisaje, pensar a voz en grito que la paz es posible.
El mundo se desangra en mi mirada por un cuerpo de niña de Kabul y es difícil sentarse frente al mar sin separar el agua de las lágrimas.
Puedo oír las sirenas convertidas de pronto en ambulancias aparcando el horror frente a la entrada de una escuela hospital, aquí tan cerca.
Ese cuerpo me sigue a todas lados cojea en mi retina, en mi cabeza en la terca cojera de mis manos arrastrando palabras, sin saber bien del todo, si este frío en la punta de los labios es la pierna amputada de una niña o la sangre de alguna de mis hijas alcanzadas de pronto por las balas.
(Esta vieja obsesión que me persigue de sufrir por los hijos que no sufren, de llorar de repente en cualquier parte…)
Pero el mar sigue ahí, y ellas persisten levantando castillos en la arena y es difícil negarles si me miran la sonrisa más cálida y más tierna.
Esta brisa, esta luz, este poema aquel barco pesquero regresando perseguido por miles de gaviotas…
Esta mujer que ríe amargamente porque el mar sigue ahí… también sus olas.
Morgana de Palacios
Peligrosa
Pervivo en una especie de desierto en que los hombres son un campo abierto a las contradicciones y soy como una oscura profetisa que a la hora de amar siempre divisa sus circunvalaciones.
Voy más allá de mí cuando adivino quién dejará su instinto en mi camino de malherida rosa por decir una flor que hermosa rime con una realidad que legitime ser peligrosa.
Porque lo soy, sin darme apenas cuenta. Lo soy porque mi letra es una afrenta cuando un hombre me miente, y me han mentido siempre, tanto y tanto, que voy curada de cualquier espanto, creciéndome en el diente.
No me escondo ante ti. No soy perfecta ni sublime mujer ni loba abyecta. Sé objetivo conmigo. Necesito creer que hay algo cierto y me escribes a pecho descubierto. El mundo por testigo.
Alejandro Sahoud
Pájaro félido
¿Quién gritará tu nombre con la tarde en la boca?
Desde tu pelo sube un pájaro a mi pecho vegetal y brumático. Sube un pájaro terso con frente de pantera y aletear de mar calmo encima de mis vientos.
Cierra la puerta al aire que te roba esos besos celestes . Enciéndeme con ellos tus inciensos de angustia. Vuélvete barcarola en éstas las manos de mi sangre. Vuélvete unicidad sedosamente pausa de lo eterno e invulnerable al día de los vivos.
Y que nadie te llame. Vuélvete a su palabra un espejismo cuando habitas mis cosas.
La poesía del arrebato (corriente literaria en que se basó el proyecto Ultraversal) debe su nombre a la propuesta de improvisación en que dos autores se desafían en tiempo real a responderse con poemas. Es un ejercicio de agilidad y coherencia que permite demostrar el dominio de la técnica tanto poética como de discurso.
Cárceles y causas (improvisaciones en tiempo real)
(soneto – arte mayor – pareados – rimado)
Yo no te mentí nunca. Te dije que no soy más que el rescoldo oculto en la ceniza vieja, el humo que se expande inasible y no deja ni la más leve huella de los pasos que doy.
Lázaro imprevisible, resucito si estoy absorta con un rostro que la luna refleja mas cuando llega el día, la tumba que no ceja me requiere a su sombra y hacia su sombra voy.
Todo me es cárcel, todo, salvo mi pensamiento, larga la pena larga en el penal del viento que no precisa rejas para echar sus cerrojos.
No me quieras querer, no soy la primavera, sólo ceniza y humo en tránsito y entera toda la muerte, toda, se florece en mis ojos.
Morgana de Palacios
Todo me es cárcel, todo, menos la libertad el cerrojo que ciñe mi puta humanidad y el látigo en mi boca.
Carcelera del precio de la roca carcelera tenaz sobre la soledad que descoloca, sobre todas mis fugas va tu instinto, asesino y procaz
Si me muriera ayer desde la muerte, si no fuera este grito, ni tus cadenas unieran a mi suerte su recurso maldito, toda mi voluntad sería inerte.
Toda esta furia sorda en que me hundo valdría acaso la ira en que te irrito desde lo demencial que hace a mi mundo.
Gavrí Akhenazi
Todo es circunstancial cuando tiras los dados de la furia fugaz. Alma sobrecogida en el intento gris de acaparar la vida trascendiendo sin pausa, versos accidentados.
En la frontera fértil de tus acantilados columpio mil vocablos con sabor a manzana y nadie encontrará la pasión de morgana porque en el lado oscuro mantiene sus reales.
No es la razón de ser de los hombres cabales que no han de traspasar su cerrada ventana.
Por si quieres hablar del rumor del pecado de la desolación que nos marca la vida, de por qué mi canción suena a causa perdida, recuerda, por favor, que no tengo pasado ni creo en los futuros de terciopelo ajado, ni finjo algarabía si hablo con verdad.
Me someto al decreto de la banalidad sólo por hacer dedos desde cualquier teclado. Si miras lo profundo de mi verso acerado verás que no comulgo con la casualidad.
Morgana de Palacios
Una causa perdida ya no tiene remedio ni en tu boca que canta ni en tu boca de tedio. Una causa perdida es un rincón oscuro una ansiedad a medias, un parto prematuro.
Una causa perdida es también una meta una propuesta al viento que rompe una veleta para que ya no existan los puntos cardinales ni las mediocridades ni las banalidades.
Una causa perdida es la luz de un proyecto que se mantiene siempre altanero y erecto. Una causa perdida es un sueño a futuro. Para soñar tal causa, hay que nacer impuro.
Como el amor, el agua te rodea. Inunda tu boca, tus oídos, penetra por tus poros, se acompasa a tu respiración, baila contigo y te besa hasta dejarte exhausta.
Entonces, flotas libre de todo mal y ajena al mundo.
No hay sustituto para el agua que, además, no hace promesas y suele llenarse de luces para seducirte con su transparencia.
A veces pienso que no hay nadie cuya boca brille tanto.
El amor gotea y se va acumulando en una vasija de porcelana donde me lavo la cara cada día al levantarme.
Por la noche desmaquilla mejor que cualquier fórmula japonesa, cierra los poros y elimina imperfecciones de la piel.
Cuando gotea sangre, como ahora, los pómulos se tiñen de un rubor exquisito y hasta se difuminan las ojeras.
No hay mal que por bien no venga, así que la violencia que canta está afónica de ausencia, pero tiene el rostro resplandeciente.
Eugenia Díaz Mares
Meditando
En las pupilas se quedaron añejos tus anhelos porque no pudiste encontrar atajos para llegar a realizarlos ni lograste inventar una excusa para hacerlo.
Observas en tus manos solo sombras y te tiemblan, deseando sacudirlas hasta cambiar de piel, aunque te duela.
Deambulas por las habitaciones imprimiendo tu silueta para ver si la gente que te ama logra ver que existes también para ti, y que, aunque te hayan enseñado a no pedir, entre tus labios habita una madeja de cosas que has deseado queriendo disfrutarlas con juventud y salud.
Te das cuenta que así lo has elegido al aplazar tus cosas por darle prioridad a las de los demás, que se han acostumbrado a verte como ese mueble cómodo que siempre está presente, en el que ellos descansan sin ver cómo te ahogan.
Y te quisieras ir de ese lugar donde te sientes muerta, descansar, hacerlo realidad.
O derribar murallas que has construido alrededor del corazón, reencontrarte, volver a ser tú y observar lo que has hecho contigo, por el apego y la rutina de solo ver el mundo por esa rendijita de ventana.
Idella Esteve
Cristales de otoño
Pero siempre tenemos esa ventana de otoño, esos cristales que nos aíslan aunque nos permiten ver las hojas en vuelo, amarillos y ocres en espirales, y las gotas de lluvia… ¡Oh, esas gotas de lluvia!, esa nostalgia acuosa cayendo, resbalando, esa humedad que llega hasta los huesos y que invade nuestro ser pero que inspira tanto. Mi inspiración es de lluvia, no de viento; es la lluvia de afuera y es la lluvia interior que se desborda sacando el sentimiento, es la lágrima en estado puro que se va sorbiendo a tragos cortos en la copa de los recuerdos que siempre permanece inacabada.
Cristales que hoy se van entristeciendo y se van empañando con el vaho silencioso del suspiro.
Gavrí Akhenazi
Fernet con cola
Fernet con cola y la cosa toma ese tinte de espuma cremosa, oscura, dulce. Empieza por ahí la lengua a relamer la pasión por la muerte y se libera, se libera como una independencia bicentenaria, hecha un poco de lluvia y mucho de calor.
Hoy llegamos a casi 50ºC y todos sufrimos las ganas de matar.
Es esa intolerancia dulce de exigir que hay que ser tolerado, aunque uno no tolere. Mata y muere en el mismo acto de prestidigitación. Se impone o se sepulta. Cincuenta grados sobre las cabezas, las ideas, la voluntad, las ganas y la sed.
Cincuenta grados y un solo tacho de agua, en el que todos vamos cincuenta veces a sumergir la cabeza, con todas sus ideas de derrumbe y salimos chorreando ideas líquidas, licuadas, calientes, abusivas, exhaustas, decisorias.
Cincuenta grados te generan las ganas viscerales de no tener paciencia y entonces, luchás contra vos mismo, luchás por disciplina, porque se debe, por voluntad, por ira contra el clima o porque querés ser el mejor en el acto aquel de resistir.
Después llegás al mundo de los buenos, que tienen ventilador, aire acondicionado o viven en las zonas donde el mundo es invierno. Y vos venís así, casi en cenizas, iracundo de haberte chamuscado en nombre del deber, todo el puto día ese caliente que te comió desde el sudor al habla.
Venís y ves que hay gente que está bien, que mira el mundo desde su tranquilizador ombligo anónimo de gente que está bien en un mundo que está patas arriba ¿y qué hacés? ¿Revisás el cargador del arma a ver si los pescás desprevenidos y le quitás un peso inerte al hambre?
No.
El calor te dejó tan sin ideas, que te ponés a discutir de Roma.
Ergo, terminás igual que terminó Bizancio. Sin nada que decir y plagado de muertos imposibles.
Así que yo les dije: Fernet con cola para «todo el mundo por el que se supone que vamos a morir».
Igual que una luna en llamas que en metáforas se empoza damos a luz la palabra con cruces de la memoria. Abrimos senderos íntimos que dejan al mar sin olas y la tinta sangra y sangra por nuestro parque de sombras.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Iza velas compañero timonel de las palabras y a la orilla de las horas ponle música a tu alma dirigiéndote sin miedo hacia el noray de mi abra donde rugen los silencios y los siglos de nostalgia.
No tengas miedo y expresa qué te duele, qué sed alta te está quemando por dentro y se enraíza con saña en el fondo de tu mente, las palabras susurradas que temen salir al aire y son aves que no cantan.
En mi isla de sigilo allá donde guardo el arca de metáforas y versos siempre encontrarás la calma.
Amigo de tus amigos no defraudes a tu dama.
Ella guarda mi armadura yo en el alma su requiebro, pienso llevarme a la tumba este amor, todo desvelo y no pienso olvidar nunca su nombre de altos cerros..
Por favor, pido a la luna que cuando crucé mi cuerpo el túnel a sierras pulcras me devuelva su recuerdo y le susurre a mis dudas su mantra edénico entero.
Ella guarda mi armadura, yo en mis arterias su verso, mi pasaporte de runas para salir del infierno:
¡Son poemas de alta cuna!, dirá seguro el barquero.
Ella guarda mi armadura, yo su sonido en stereo
Morgana de Palacios & Gavrí Akhenazi
Pleamar
En las islas de tu nombre hay pájaros veraniegos.
Un hecho del mar, tu boca, para mi río de muertos que desagua algunas veces sus peores pensamientos en su rutina sin sol sobre tus playas sin miedo.
En las islas de tu nombre hay pájaros extroversos.
Un hecho del mar, tus pájaros sobre el camino desierto que sobrevuelan constantes –como a historias de misterio– la sequía de mis pasos desprovistos de alimento.
En las islas de tu nombre hay pájaros a destiempo.
Un hecho del sol, tu mar acantilado de besos, amurallado de pájaros, desabrigado y esbelto que con sus manos de agua va moldeando mis silencios.
Cuando mi boca se calla, un hecho de amor, tu gesto.
Gavrí Akhenazi
En las islas de tu nombre un cuervo tutela alondras que en lengua romance dicen lo que murmuran las sombras.
Cuando el sol quiebra el ocaso y la noche se transforma en la escalada de odio que al sur de tu sur zozobra, me han dicho que los misiles caen a cientos en la zona, que son días de matanzas programadas peligrosas, que las alertas no cesan en sus gritos a deshoras, que se incendian edificios, bosques, desiertos y rocas.
Que siguen acuarteladas en sus cuarteles las tropas, con la paciencia perdida y un «alto el fuego» en la boca que no cumplen las naciones de la muerte expendedoras.
Qué pasará si el poder con su mano temblorosa aprieta el botón del pánico y descarga cuatro bombas contra Irán y los sicarios del terror que en Gaza flota como el venenoso aliento traicionero de las cobras.
La información que nos llega desorienta más que informa, porque pocos son veraces con la realidad rabiosa y menos los que dan cuenta de las manos tenebrosas que en la guerra de desgaste trafica con sangre roja.
Tú escribes por olvidarte un rato de tus pistolas, y yo porque no me olvido de la luz vertiginosa de esos misiles que estallan sobre el rostro de la aurora.
Morgana de Palacios
Décima espinela
Ángeles Hernández Cruz – Ana Bella López Biedma
Encadenados a la esperanza – Paisajes de interior
Ángeles Hernandez Cruz
Ana Bella López Biedma
Hoy quiero que fabriquemos una gran cometa blanca que nos sirva de palanca y arranque el mal que tenemos. En su vela pintaremos flores de vivos colores que ahuyentarán los temores, los llantos y pesadillas. Volverán las maravillas con eco de cantadores.
Con eco de cantadores, volando en nuestra cometa, veremos la silueta del monte de los amores. Te pediré que no llores por los que se han apagado que estarán al otro lado arropando nuestras vidas. Aun con las almas heridas el dolor será olvidado.
El dolor será olvidado y nuestro Teide orgulloso destacará siempre hermoso aunque el día esté nublado. Lo perverso desterrado, nos hará ser más humanos, generosos, más cercanos, aunque quede algún mezquino. La esperanza es como el trino de un canario en nuestras manos.
Abro la ventana. Llueve con su arpegio gris plomizo. En mi corazón granizo y en mis ojos pura nieve. Busco un gesto que me lleve hasta un paisaje de sol, un roce de tornasol a esta foto en blanco y negro. Una sonata en allegro a mi pena en Mi Bemol.
Cruza el portal, el bolsillo lleno de arrojo, aventura, y un toque sin calentura. Juega conmigo chiquillo a ese corre que te pillo que nos devuelva a la infancia. Retemos con elegancia a este tiempo que nos toca. Tiremos a quemarropa sin mirar la circunstancia.
Inventemos mil paisajes de vinilo o mazapan, lugares a los que van solo los que inventan trajes sobre torpes fuselajes con los que subir al cielo. Convirtamos cada anhelo en la real realidad. Solo aquí somos verdad que en su verdad alza el vuelo.
Puedo olvidar mi cita con el médico las gafas, el teléfono o el paso castigador del sol de mi hemisferio pero nunca su voz, ahí no hay trato. Su voz me trae de vuelta del infierno.
Hace algunos otoños, tiempos malos para la de la voz, pedí en secreto a mi Dios sanador en desacato: “Permítele vivir, yo te lo ordeno. Y busca en el jardín de tus finados las memorias de Juan, el marinero”.
Dios cumplio aquel mandato y un catálogo de versos tramontanos y te quieros nos marcaba la ruta por océanos tan solo navegables en los cuentos.
Viví días felices al amparo de su voz medallistica de ensueño olvidando con ello que el naufragio estaba por llegar. Los sortilegios practicados por Dios conllevan altos impuestos que abonar. Ya no recuerdo la letra ni el arpegio de aquel canto que levantaba oleajes en su pelo. Dios se llevó mis barcos, mató a Madison.
Hoy solo reina un Juan: el de los muertos.
Eugenia Díaz Mares
Sin consuelo
(romance heroico)
Yo quise unir mi llanto con el tuyo en busca de consuelo a nuestra pena, abrazarnos callando nuestro espanto de verla que quedaba bajo tierra, perdida para siempre entre las flores al quedar sin aliento y sin estrella.
Rechazaste mi mano y te encerraste en el infierno solo con tristeza; Me has dejado vivir sola mi lucha. Cegada me abrí paso entre la niebla para encontrarte hundido en tu silencio, con candado en la voz y en esa celda donde pagas las culpas que no debes, sin encontrar reposo con tu entrega.
Quisiera descansar y que descanses llorando junto al mar aunque nos duela.
Morgana de Palacios
Baja las armas
(quintetos)
El diablo me observa desde la sombra con gesto displicente, me inhibe el roce con tu boca pausada, la que me nombra en la carrera diaria y hasta se asombra de este empecinamiento que desconoce.
El diablo no sabe de mis anhelos ni de la guerra santa que me desvela. No sabe que atravieso todos los cielos como un águila oscura de altivos vuelos hacia la luz amante de tu candela.
El diablo del tiempo me desespera con sus cambios de horario sobre mis risas, pirocúmulo extraño para la espera del incendio que llega y que persevera cuando para mis ojos te descamisas.
Gavrí Akhenazi
Mar de viento
(romance heroico)
En la ecuación final, cálida y ágil, quiero tu nombre aquí, si es mi derecho ser el que te ha besado la palabra en la infidelidad de los deseos forzandote a vivir de cara al sol las incomodidades del secreto.
No he conseguido pronunciar tu boca con el rubor de un niño descubierto lanzando papirolas de amargura al alféizar sin tiempo de tu tiempo porque me he dedicado a ser el hombre que se ha gastado el negro entre tus pechos la cruda noche en que tu navegante ha debido enfrentar mi mar de viento.
Hemos viajado por la vida entera irrespetuosos y en espacio abierto, porque escribir de cara a tu mirada representa un desnudo a fuego intenso, que derrite su cáscara de espanto mientras nace de él este hombre nuevo.
Te dije siempre, traducción mediante, que el judío te nombra «su consuelo», en esta amante edad que llega tarde a provocarnos el renacimiento.
Nejama, mi nejama, mi guerrera, que empapeló mi tumba con sus versos.
Idella Esteve
Ocaso y ciprés
(serventesios)
Deprisa o demorando recorro mi camino y voy desaprendiendo aquello que dolía por no querer llevarlo al fin de mi destino para que no se torne en mi última agonía.
Se me apaga la luz y se me enciende el llanto; las lágrimas no sirven ni siquiera en la sombra; se abotargan los ojos, permanece el quebranto, nada se nos olvida y todo se renombra.
Y con supremo esfuerzo en momentos extremos hago acopio de vida para verme feliz, -lejanos son las losas, cipreses, crisantemos- sonriendo al horizonte como una buena actriz.
Ana Estepa
Desde que me despierto
(romance heroico)
Desde que me despierto hasta que duermo llevo mi delantal como estandarte, con mi niño montado en la cadera y mi pecho dispuesto a amamantarle.
Desde que me despierto hasta que duermo cocino, plancho, limpio y tejo el aire que se enreda en las curvas de mis venas y me llenan de vida para darte.
Desde que me despierto hasta que duermo espero a que regreses con la tarde mientras pasan las horas y en la espera me dibujo los labios de besarte.
Desde que me despierto hasta que duermo el brillo de mis ojos se reparte entre el vaivén del viento por la hierba y en contar los segundos para amarte.
Isabel Reyes
Nueve lunas
(cuartetos)
¿Ves aquélla mujer mecer la cuna? Parece tan posible y tan cercano tocar el horizonte con la mano, uncirle un cielo nuevo a la fortuna…
Nueve lunas comió una por una ese vientre crecido del rellano; las tibias levaduras del arcano leudaron en sus pechos una duna.
¿Adviertes la patada inoportuna la náusea repentina y el desgano? ¿La larva del antojo a contramano de ese cuerpo por dos, su raya bruna?
La punta del pezón como aceituna que espera el amasar de su artesano ya sueña con la vida mano a mano ¿Has visto a esa mujer mecer la cuna?
María José Quesada
Floración del almendro
La noche se ha inclinado en el almendro rozando su clavícula en las ramas y al ir a recogerse los cabellos caídos hacia un lado de la cara se ha roto su collar de cuatro espejos y todo en el almendro ahora es luz blanca.
Te mudaste a mi piel desde el desierto y encontraste la sombra transitoria de un pájaro perdido en la memoria para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto, al aura clandestina de tu historia desde mi libertad de trayectoria con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato de la fascinación, en concordato contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel -nómada sobre el canto del papel- a jirones quedóse en el camino.
Sergio Oncina
Se acaba
El tiempo se me acaba. No hay mañana y siento que naufrago en lo corriente, que atesté de futuros el presente en una vida de rutina vana.
Respiro cada día con desgana el aire de la pena, la indecente mediocridad que habita entre la gente y me vulnera abúlica y tirana.
¿Cuántas horas me quedan de pasiones? ¿Cómo he de soportar las emociones que anticipan el fin de la existencia?
¿Aliviará la oscuridad maldita o dolerá la luz que inhabilita, nos duerme, nos deslumbra y nos silencia?
Silvio Rodríguez Carrillo
Cuándo
Los reveses acuden sin horario, sin saña, con el hambre inocente del neonato que busca en su madre sacarse de las tripas las lágrimas que le irritan sus modos y los ojos en fuga.
Los percances del viento musitando mañanas al oído del solo que dibuja negruras pretendiendo su muerte con el filo de un arma, acaecen sin fechas ni razones robustas.
En la prueba del nombre describiendo su fondo en las olas inquietas del papel que se mueve, se define constante, sin errores, la risa
o el lamento que marcan como emblema de vida, la actitud de arrecife, de oleaje demente, o de imbécil al uso que se goza en el lodo.
Jordana Amorós
Oración crepuscular
Que no sea el relente de la tarde norteño, que no asemejen sangre las luces del ocaso, que no truene esta noche, que llegue pronto el sueño a cerrarme los párpados con sus dedos de raso.
Que amanezca un mañana de semblante risueño en el que no diluvien las hieles del fracaso sobre mi corazón, pues, aunque pongo empeño ni una sola gota me cabe ya en su vaso.
Cada vez más perdida, cada vez más dejada de la mano de un Dios, que nunca presta oído a la oración que rezo con voz desesperada.
Cada vez más escéptica, cada vez más cansada de seguir por seguir el viaje sin sentido por este Erial de Lágrimas, camino de la nada
Isabel Reyes Elena
Oscuridad
Noche oscura del alma, quién pudiera frenar la sangre de mi turbia herida y en tu luz intangible y transgredida sembrar mi soledad de enredadera.
En ti y en tu silencio, compañera, establecer el punto de partida, y a tu lúcida sombra ser la vida que renueve la paz de otra ribera.
Quiero que acojas mi calvario interno en el combate inútil con lo inerte y me apartes el cáliz de su infierno.
Y abandonarme en ti para saberte conmigo ante el abismo de lo eterno hoy que siento el desgarro de la muerte.
Idella Esteve
Dudas
¿Cómo es estar allá; duermes y sueñas, vives, tienes consciencia de esa vida, algún recuerdo hay de tu partida, puedes mandarme algunas contraseñas?
Cuando voy a Castilla las cigüeñas contemplan mi apariencia alicaída, con la mirada ajada y aturdida, mis esperanzas viéndose pequeñas.
Pero he de remontar todas mis dudas pues no importa si vives o estás muerto si muerta es la ilusión de estar contigo
porque no tengo dioses y no hay budas ni a quien vaya a rezar en campo yerto para que puedas ser y estar conmigo.
Hacia algún lugar se va borrando el contorno esbelto de la noche y se marchan las estaciones que nos sueñan a mundos que se quedan sin luz como soles apagados de un zafiro. Tan lejos te fuiste con la oscuridad envuelta en tus pupilas a esas remotas aldeas del ayer donde yace el amplio corazón de los que amaron al lado del temblor desnudo que les arrebató el primer asombro.
Igual al solitario que arrea su embarcación destartalada por los mares atento a ese ribazo donde el azul se quiebra y susurran el más allá las caracolas, te busco con todo lo que soy y lo que espero, por si tal vez siga tu historia en esas arenas del olvido y se aferre aún el invierno a tu chamanto, al joyel y al anillo que en tu último Diciembre luciste detrás de las vidrieras para que más brillara la aurora en el negro adivino de tus ojos que sedujo jaguares en los míos,
Llueve y acaso escuche el nombre que tendrás mañana; ahora: es el peso aplastante de la ciudad sin ti, donde tú comienzas y lo demás termina, y dice Kafka que no somos más que fantasmas de tiempos pasados.
Isabel Reyes Elena
Naúfrago en tierra
¿Qué tiene dentro la paz de la palabra? Y muchas aguas diluviaron encima de mis manos sin dar con la respuesta. Estoy muy sola con unos cuantos nombres desnudando mis ojos. Han huido de mí dejándome en los dedos un perfume de armas y ceniza.
Yo soy una mujer imposible de atar que va dejando huellas por la arena, un perdido perfil en un retrato que no acierta la luz.
Y quemé mis pestañas y mis dientes en las hondas hogueras del ocaso con la misma pregunta. ¿Quizás puedo cambiar de rumbo al mundo?
Pero muchos maldicen mis palabras se juntan en las tardes, conjuran al crepúsculo, se miran buceando en los ojos y si oyen un momento mi voz levantan árboles y el mar ponen en pie. Ya no hay orillas para mí que soy náufrago de tierra.
Ahora al mediodía de mis años dejo que vengan otros a robarme lo que yo nunca tuve , que me exilien a una tierra jamás pertenecida y no sean las sombras quienes pongan mi grito en cuarentena.
Me he dado tanto cuanto me fue posible, mas ignoro si me queda en los huesos algún haz de luz por entregar. Mientras, persisto luchando por un mundo más humano con toda mi inocencia en carne viva.
Que nadie venga ahora a apedrearme la mirada pues me sobra el arrojo para quebrar sus cántaros de sombra.
Orlando Estrella
Cosas de compromiso
Nunca he sido el más rápido ni tampoco el más diestro, sólo he jugado con las cartas limpias en un campo minado de alimañas.
Me ha bastado cuidar mi espacio siempre como esos animales acosados y despreciados por el hombre y nadie ha traspasado esa personal línea al menos que lo haya permitido.
Sé que eso no es vivir de acuerdo con los tiempos donde hay que estar globalizado, público, donde nos puedan ver con su mira letal.
Así he sobrevivido no por ser más certero, quizás sí el más prudente. Y un dolor escondido, invisible, probable, de darle gusto a una pobre rata de cargarse y pisar a este tipo de hombre.
Si parezco arrogante, puede ser mi gran culpa, pero guardo recuerdos: permanecer callado y fuerte, mientras, me pedían a fuerzas las palabras.
¿Eso es orgullo? Sí. Y creo que cumplí con mi deber a proteger a mansos, también a cimarrones.
Esas fueron las cosas del compromiso.
Jordana Amorós
Feroz melancolía
Ni los ojos se inmutan, ni el corazón se duele.
Ahí fuera un insecto acaba de estrellarse contra el cristal, se agitan las hojas ya resecas al sentir el aliento de la brisa otoñal y un pájaro despide con un réquiem magnífico ese rayo de Sol, aún tibio de Octubre, que regala la tarde.
Aquí dentro, tristeza exhala cada pétalo de esa última flor que me brindó el rosal, que en un jarrón de vidrio, cortada, languidece.
¿De qué me quejo yo?
¿De tener una mente soñadora, amante de extraviarse en elucubraciones metafísicas, y una piel sensitiva hasta el espasmo?
Hoy han nacido estrellas y han llegado a su fin constelaciones.
La vida ha de seguir sin detenerse su ritual de costumbres.
El que el humus al humus deba volver, no es drama.
La tragedia es saberlo.
Y presentir que al aventar tu polvo no ha de haber quién se inmute, es lo más natural que no tiemble siquiera ni un átomo del aire
Dolor es la certeza que te infesta, feroz melancolía, igual que una carcoma mordiéndote la carne.
Ana Estepa
Laberíntica
Es comprensible que no me entiendas. Yo nunca me hallo cuando más me necesito. Estoy ausente entre mis pensamientos, perdida sobre mis huellas en un laberinto absurdo que tejí para nadie.
Tantas veces me he matado que ya no sé si soy una ilusión de mi memoria o un cuerpo vulgar y tangible.
Puedo jugar al juego de las ilusas y convertirme en una víctima de mis propios trucos, pero si el corazón se aferra a la locura debo de deslizarme entre las sombras, callada, antes de que enraicen los latidos.
Perdona mis silencios, o si mi voz te hizo daño. Si me marché de puntillas, de forma inesperada.
Solo busco la forma de huir de mí misma y de encontrar la manera de volver a estar sola.
Silvio Rodríguez Carrillo
La torre
Desde siempre la lluvia y su susurro que no perdona rabias ni asiste por lo bajo al que ajeno a lo bello se dedica al odio sin secuelas, al puño sin violencia que termina en bostezo, en una lástima.
Y por siempre los guiños atrevidos; la mirada furtiva que busca en el debajo de las faldas aquello que le empuja a encontrarse con el límite puro de su hombría, el vacío que llena con las putas y santas que escribiera el Humberto en su novela.
Los ríos
Si después de mi risa y mis lamentos, se llena tu pantalla de perfiles exactos, con errores sin faltas estudiadas, con aciertos fortuitos, regalos de Fortuna, disfrutalos a pleno, que son tuyos.
Yo sé bien acentuar que soy pasado si el futuro me muestra que me toca perder o ganar -con los años es lo mismo-, y me gusta cederte la palabra final por si acaso te preña de alegría.
Los huecos
Sin ayuda me elevo y crucifico –sobre el rojo tardío de todos los crepúsculos– el suspiro intranquilo de las niñas que en mi boca anidaron su verdad que pretende imponerse por Roma a quien no ama.
Con mi sombra y mi nombre a los costados, trepado a las rodillas que me quebré de joven, me desplazo y te aparto; nos excluyo del relato sencillo que dicen y murmuran los que lucen, sin gloria, sólo huecos.
Morgana de Palacios
Disforma
Un poeta se sienta ante el papel en blanco y dice, hoy voy a escribir un metro y medio de poesía amorfa que es lo que se lleva hoy en día pero además como soy un innovador de la disforma la voy a vender al peso.
¿Cuánto vale un kilo de poesía amorfa? ¿Y un kilo de talento, cuánto vale?
¿Cuánto pesa un metro de poesía de amor? ¿y de odio? ¿y de despecho? ¿y de libertad, oiga, cuánto pesa un metro de poesía libericída arengadora de hordas verbolálicas?
¿Y qué es lo que más pesa en la lírica por metros?
Ya lo sé la elegíaca sin duda, la mortífera, la letal, la poética del desahucio el resto, pecata minuta intrascendente.
Ya no existen las formas, así que olvídate del clásico «y pesan más dos tetas que dos carretas»
ahora, ya sabemos que del amor al porno hay 30 gramos y que el desamor pesa un poco más y un poco más el despecho y un poco más pero poco la soledad.
Yo quiero romper el oremus del ojo lector y escribir un metro de elegía sobre la muerte de lo que sea
muerte y muerte, mucha muerte pesadísima
-Ah la erótica de la muerte-
al fin y al cabo se trata de un negocio que no entra en forma alguna
¿Quién me compra un cuartito de lengua putrefacta?
Anímense que a mí me quedan tres centímetros para terminar de cagarme en la putamadredelapoesíadisforme.
Gavrí Akhenazi
Manual de uso
Esto que hago es una especie de desaprendizaje.
Un regreso a lo darc tan necesario a mi supervivencia.
Mantener en la boca las continuas deslunas del suspenso deshabitar la calma, acidular la miel de lo que nunca mutará en ceniza, cargar el repertorio con antiguos hedores y dejar que refluyan los crujidos a hueso descarnado.
Esa victoria pírrica sobre la antigüedad de tus cadáveres solo ha alojado ruina en los pasillos
y las malas arañas tejen sus leyendas de sal sobre los ojos de las perfectas fantasmagorías que insisten pegadas a los muros.
La gloria ha caducado en su oropel de miedo mientras todas las ratas que han saltado del barco de la fe están ahítas de su propia mierda en despensas vacías.
Solo hay que dejar morir lo que no sirve para prevalecer.
Y luego, renacer holgadamente oscuro y torrencial para ser destripado por tu idioma.