Morgana de Palacios – España

Green by Nika Akin

Virtus

dulce naranja al sol puedes abrirte
sensual-desinhibida
que un trocito de enigma
algo así como un nimbo
un aura ensimismada de misterio
juega y se mimetiza con tu sombra
de modo que jamás de los jamases
pueda dañarte nada
si tú no lo consientes

aquí puedes dar paso a Atila y su caballo
de desaforados belfos
o a cualquier Minotauro enfebrecido
y dejar que mastiquen tus gardenias
mientras piensas sonriente
en el modo de hundirlos
comiendo displicencia con forma de manzana

se enamoran de ti arrebatadamente
entes de sexo activo y todos los pelajes
aunque estés muerta y harta de gritarlo

o te odian a muerte
porque no tienes ojos suficientes
para mirar los suyos

los griteríos no asordan demasiado
por más que las calumnias tengan los pies ligeros
y los motines de látigos y espuelas
duren cuatro semanas de diez a una
y nos despedacemos
con la misma pasión que nos amamos
y la misma llovizna de bytes silenciosos
sobre nuestras cabezas de cristal

aquí es de lo más normal
que un hombre se te pose entre los labios
jugando a ser el único
que te insemina de voces fantasmales
con seis nombres distintos
y un rostro atemporal por cada luna incruenta
que se te va perdiendo en la memoria
hasta que se convierte en el de todos

aquí los pájaros del miedo
te pican en los globos oculares
y acabas confundiendo el humor vítreo
con lágrimas de amor y desconcierto

y para colmo aquí
se cuelgan junto al hastío
en el perchero del placer onanista
el ángel con el diablo
la golfa con la decente
el feroz con el manso
el alba con el crepúsculo
y nunca sabes bien a qué atenerte

ojalá fueras virtual
un virtual hijo de puta

no me dolerías tanto

Virtuo – sismo

I

Llegar al corazón en la distancia
a través de un cristal sin abertura
es un misterio azul: literatura
que pulsa o no, la ajena circunstancia.

Se llega al corazón en la oscitancia,
y sin querer quemar, la quemadura
resulta inevitable en la espesura
de este infierno de letras y arrogancia.

Abres una ventana y el demonio
te pide en sacrosanto matrimonio
por jugar a sentirse un poco humano.

Y el humano piadoso y sensitivo
se disfraza de Daemon abrasivo
por fundir corazones con la mano.


II


Hay hombres irreales de olor inexistente,
manos de tan inciertas rompedoras de tedio,
hologramas palpables de paso en un asedio
férreo sobre el latido real del subconsciente.

Hombres de tan sin nombre, clavados en la frente,
sentados a horcajadas del frágil intermedio
entre un sueño de azar -esclavo sin remedio-
y el libertario afán de un drogodependiente.

Hombres que siembran dudas si se visten de luces,
que marcan sin saberlo tu muerte con sus cruces,
transeúntes pausados del cuerpo dolorido.

Hombres que sin ser hombres son hombres que deduces:
fantasmas de los versos de oscuros tragaluces
que pueblan el misterio del instinto dormido.

Morgana de Palacios

El preso

Piérdete en frialdades, súbete al monte del buen olvido,
sé el látigo y la tralla, la oscura amnesia de lo vivido
y renuncia a mis ojos como los ciegos a la alborada
que desde mi espelunca te estoy retando con la mirada.

No me gasto en promesas ni en juramentos,ni en fantasías,
la flor de la discordia llevo prendida a mis rebeldías
y en mi memoria crece el lirio oculto de tu erotismo,
por más que te disfraces de indiferencia, eres el mismo
que en mi oído gemía ebrio de tántrico desafuero,
orgasmos guturales de fiera en medio de un avispero.

El mismo que lamía de mis palabras las suavidades,
y moría de ganas de pervertirme en obscenidades.

¿El que pretende alzarse con el botín y salir ileso?
Sólo uno. Tú mismo. El mismo hombre. El mismo preso.

Gerardo Campani & Morgana de Palacios

Anti erotismo radical

Amores que de tan sutiles
son como los de la famosa escena
de las miradas a la luz de velas
de la película de Kubrick.

Y otros que son disímiles,
y tanto, que parecen más teoremas
para las manos ágiles y expertas
en resolver cubos de Rubik.

Me adaptaré a cada circunstancia
siempre y cuando el trabajo esté bien hecho.
Si es buena la faena sobre el lecho
el ¿cómo así? carece de importancia.

Digo yo, que prefiero Bach a Elvis,
y sin embargo en el amor persigo
modestamente un resultado. Digo,
ese largo estornudo de la pelvis.

Gerardo Campani


Anti erotismo medular

Va a ser que sí,
que corren malos tiempos para escribir lujurias
y volver a la piel enamorada.

Que ya no queda espacio para enroscar las lenguas
y el roce de los cuerpos sudorosos.

Que dudamos
de si resucitar de tanta muerte absurda
tiene alguna ventaja
y merece la pena encarnizarse
forzando el boca a boca del instinto.

Probablemente ya, va a ser que sí,
que esta extravagante febrícula sexual
no tiene consecuencias y, aunque tiemble
como una gata arisca y aterida,
no va a dejarme huellas en la nuca
ni a preñarme de sol extemporáneo.

Que no quedan orgasmos que llorar
a borbotones cálidos,
porque tu palidez no se pronuncie
sobre la doble luna de mis pechos
con la voz excitada por la ausencia
y el deseo expedito.

Va a ser que sí,
y desaparecer
empieza a ser la opción
que en este ranking va ganando puntos.

Morgana de Palacios

Morgana de Palacios

Pasmarotes

Finge si te apetece. No será la primera
vez que miras el agua desde el puente del tedio.
A mí no me hace falta teatralizar guiones
que, de tanto vivir, resultan siempre viejos.

Tú sabes y yo sé que finge quien no tiene
un bagaje a la espalda que le ponga remedio
al pasar de puntillas por la cuaderna vía
de la vida y la muerte y el amor y el misterio.

Ese que mira al mundo con los superficiales
ojos de las estatuas viendo pasar el tiempo
desde la indiferencia, porque no les horada
ni la luna ni el sol ni la lluvia ni el viento,
porque no tienen tripas que colgar en el aire
ni carne que les duela en el dolor ajeno.

Pasmarotes, blandengues, miméticos llorones
que tienen del novato la suerte en el estreno,
e imitan como loros la función de los otros
y viven de las glorias que otros merecieron.

Tanto ellos como ellas o ellas como ellos.

Así que no me digas que finja alborozada
para resucitar algún cadáver yerto,
que me importa un ardite, ya que bledo malrima,
el que hace oídos sordos ante cualquier estruendo.

Dejó de merecer la pena seducir
a varones domados que se asoman al ruedo
y fingir empatía como actriz tragicómica
que rompe corazones a golpe de bolero.

Se me hace cuesta arriba salir de mi verdad
por dorarle la píldora con los brazos abiertos
al abrazafarolas de turno que se fuga
porque no hay suficiente cuota de arrobamiento
ante la excelsa obra que va mostrando ufano,
como prueba de un arte del más rancio abolengo.

Que no. Que no. Que yo prefiero ser mi sombra,
mi punto de reunión, mi eutexis, mi consuelo
o mi desolación, mi ecuménico ombligo,
mi falta de piedad para los traicioneros.

Que prefiero ser yo, sola y muerta de hambre,
que vender el impulso, la libertad o el credo.

Es poca la piedad de tu intelecto
para perros que ladran a la luna.
Esos que ni talento ni fortuna
tienen para versar sin un defecto.

Poca imaginación, menos trayecto
y ningún don que traiga de la cuna,
pero aún así, despierta y desayuna
conque es de las redes predilecto.

Y qué le vas a hacer. ¿Cachondearte
con los que portan firmes tu estandarte
y mantenerlo a salvo de ripiosos?

Mejor tomar venganza y escribir
para darle la vuelta al porvenir
y que triunfen los versos poderosos.

Morgana de Palacios – España

Un poema

Pandemia

Ser poeta en la cárcel,
en la herrumbre enjaulada del propio pensamiento
devorado por vuelos inconscientes
de insectos de metal. Taladros vivos
del hueso hasta su médula
y caminar velada
por no transparentar tantas fisuras,
tanto pozo de sangre detenida
en el rumor de élitros constante
que te asorda el oído para lo cotidiano.

Mirar perdidamente, como miran las locas
desde hondas ventanas ignoradas,
a lomos del ladrido callejero,
a través del cristal de los escaparates moribundos,
por ser ángulo, esquina, muchedumbre
y desquiciada nova solitaria:

carne de ordenador,
ojo de vidrio,

presa en el don de la pandemia alada
que no se diagnostica a simple vista.

EDITORIAL

Por Morgana de Palacios

Fantasía by Susan Cipriano

La tribu enjaulada

No hay tiempo de pensar, pese a que el tiempo se estira como un anélido en la tierra y no se acaba nunca.No hay tiempo de reír ni de llorar ni de dejar que la angustia nos supere.

Se ha colado este tiempo de indecisos y de engañifas gubernamentales, por los barrotes férreos de la jaula en que todos nos hemos convertido. Cada uno la suya y Dios en la de nadie, porque la Iglesia como tal, ha desaparecido del paisaje.

No se cuentan las horas que pasan aleladas, sino los infectados que van marcando el día con su borrón de luto.Todo el tiempo es espera y un inclemente gotear de muertos.

Respirar es el gran objetivo a conseguir, porque en eso consiste la vida. Respirar sin ahogos, sin toses, sin febrículas. Respirar y seguir poniendo buena cara al tiempo de tragedia. Respirar y resistir.

Resistir los embates del miedo que envenena, como torpes soldados maniatados, como héroes anónimos que controlan su rabia.Resistir la tortura de enclaustrar a los padres, a los hijos, a los nietos.

Resistir y amarnos de jaula a jaula, mientras cantan los pájaros del pensamiento invicto, todavía.

Morgana de Palacios – España

Poemas escogidos

Una palabra hostil

una palabra, a veces, puede quebrar el día
hacerlo añicos tristes de grisura
o levantar las faldas de la aurora
y elevarlo a la gloria de sus muslos blanquísimos

puede negar tu nombre
inducirte al suicidio
en el anonimato de alguna alcoba turbia
o despertar tu cuerpo
con la respiración de la alegría
sobre las comisuras de los labios

una palabra puede
destrenzarte el amor
para que por tu espalda se abandone
o crecer como el odio
en el jardín de todas las desgracias

impone su exigencia
remite a viejos códigos caducos
o reinventa el aire que respiras
por la boca de un hombre de dulce dentellada
y es siempre un ritual tumultuoso
que arrastra los cadáveres que alguna vez amamos

una palabra hostil me está creciendo
balbuceante
entre la poesía y la desgana



Como un grito sin frenos

Si tus sueños me rompen en dos y surge el duelo
cuando me acerco a ti, a tu herida inocente,
da lo mismo ir cubierta hasta el cuello de negro
que vas a descubrirme desnuda y transparente
como el cliché gastado de una fotografía
que hayas mirado mucho, de cerca, atentamente.

Tengo pocos secretos y menos ideales,
ya pasó sobre mí aquel tiempo inclemente,
en que la lucha era feroz conmigo misma,
porque la rebeldía imperaba en mi mente.

Soy una piedra rara, astuta, casi cínica,
de las que no te sirven para muro ni puente,
y desapercibida quiero pasar los años
ajena a los halagos y a los pies de la gente.

Me he vuelto insobornable, Andrea, como un muerto
que ya no necesita de nadie y, solamente,
lagrimeo en aquellas contadas ocasiones
en que un verso me signe de gracia, bruscamente.

No te duelas por mí que no vale la pena
dolerse por un canto rodado del torrente.



Lo mío

Lo mío es el silencio a bocajarro
y es el sí pero no de los dementes,
si juego al mordisqueo con los dientes
en la vorágine del despilfarro.

Por algo soy la reina de un cotarro
que es un milagro de maledicentes
misántropos de lenguas impacientes
que teorizan sobre mi desgarro.

Lo mío son las pieles con blindaje
que huyen de la quema, el sabotaje
del odio que de traumas se enguirnalda.

Los soldados del alma rompen filas
en la fatalidad de mis pupilas
y ¡sálvese quien mate por la espalda!


La pausa o cesura

Por Morgana de Palacios

PAUSA:

El DRAE define la pausa como: un silencio de duración variable que delimita un grupo fónico o una oración.

Las pausas influyen en el ritmo del verso. No sólo son importantes para la perfecta declamación, sino también para dar cadencia, énfasis, o cualquier otro sentimiento que se quiera reflejar con la utilización de las pausas, apoyándose en ellas la modulación de la voz. Si coinciden la pausa necesaria para la declamación y la pausa sintáctica, el verso será más melodioso y natural. Las pausas por razones sintácticas son: fin de oración, vocativo intercalado, oración adjetiva explicativa, algunas subordinadas oracionales, hipérbaton, y otras.

CLASIFICACIÓN DE LAS PAUSAS:

Pausa gramatical: La producida por los signos de puntuación y por la sintaxis.
Pausa versal: La que se hace al final de cada verso.

Sin embargo, cuando al final del verso no hay un signo ortográfico (coma, punto, punto y coma) no suele hacerse la pausa versal, excepto si el verso termine en vocal y el siguiente comience por vocal, con el fin de evitar la sinalefa. Igualmente no se origina pausa versal en el caso de encabalgamiento, que se produce cuando la frase concluye en el verso siguiente. El estudio del encabalgamiento se hará al final de la clasificación de las pausas. Ejemplo:

Eres mi faro y guía,

mi asidero, mi roca,

madre eterna y amiga

que mi olvido perdona,

tu mano en mis espinas

es caricia de alondra.


Se hace una pausa después de todas las palabras finales de cada verso. Si la palabra espinas del penúltimo verso fuera espina, en singular, la pausa sería más necesaria para no formar sinalefa con la vocal inicial del siguiente verso.

Pausa interna: Es la pausa que se produce en el interior del verso.

Los versos no llevan siempre pausa interna, si la contienen se denominan versos pausados, y si no la contienen, versos impausados. La pausa interna no rompe la sinalefa. Ejemplo:

Eres mi faro y guía,

mi asidero, mi roca,

El segundo verso lleva una pausa interna señalada por el signo ortográfico correspondiente. Otro ejemplo:

Cuando todo termine, en el final

que lleve hasta los límites la espera

de un próximo horizonte,

y tristeza, abandono, desamparo,

acompañen los últimos momentos;

En el primer verso hay una pausa señalada por la coma, sin embargo no se destruye la sinalefa, «ne-en», el verso tiene 11 sílabas métricas. El segundo verso es también de 11 sílabas, con dos sinalefas, «ve-has» «la-es». El tercer verso tiene 7 sílabas métricas, con una sinalefa, «mo-ho». El cuarto verso lleva dos pausas señaladas por el signo ortográfico, en la primera pausa se produce sinalefa, «za-a».

Pausa estrófica: La que se realiza al final de cada estrofa.

Ejemplo:

La caricia del mar vuelve a tu playa,
regresa del desierto a Galilea,

donde habitas, María, en tu atalaya.

Su visita enardece la marea
maternal de tu cálida dulzura

que en abrazos de espuma se recrea.

Trae la brisa apacible de la altura,
la sal de su oceánica mirada,
te invade su oleaje de ternura.

Al final de cada terceto se hace una pausa mayor que al final de cada verso.

Pausa media o cesura: La que se sitúa en el interior del verso y se repite en la misma sílaba de cada verso, sin cortar las palabras, separando un grupo de palabras del verso de otro grupo de palabras del mismo verso.

La cesura se produce en versos largos, los versos de hasta nueve sílabas se pronuncian fácilmente sin descansar, pero los de nueve sílabas en adelante necesitan una pausa, dividiéndolos en dos grupos. Si estos dos grupos contienen el mismo número de sílabas, son llamados hemistiquios; si no contienen el mismo número de sílabas, se denominan heterostiquios. El cómputo silábico de los hemistiquios sigue las reglas del aplicado a los versos independientes, tanto en cuanto al acento final, como a los acentos interiores. Nunca se produce la sinalefa entre la sílaba final del primer hemistiquio y la primera sílaba del segundo, pues el final de cada hemistiquio recibe el mismo tratamiento métrico que el final de verso. La cesura es un recurso poético que da carácter al verso, y recibe diversos nombres, por ejemplo la cesura del decasílabo dividiéndolo en dos hemistiquios de cinco sílabas, se denomina cesura épica; si lo divide en heterostiquios de 4 y 6 sílabas, siendo el primero llano u oxítono, se denomina cesura lírica, etc.

Ejemplo de hemistiquio:

Quiero conocer/ mis exactos límites
más allá del cuerpo,/ la mente y la tierra,
romper la ansiedad/ por lo inaccesible,
sentir la alegría/ de la Nochebuena.

Quiero amor y paz/ sobre mi arrecife,
la luz de la estrella/ brillando en mi vértice,
saber que soy lúcido,/ inmortal y libre
y sentir la dicha/ de ser inocente.

Los versos de esta estrofa son dodecasílabos métricos. Están formados por dos hemistiquios de 6 sílabas métricas.

A cada hemistiquio se aplica las reglas del cómputo silábico de los versos simples.

Analizando cada verso, tenemos:

En el primer verso, el primer hemistiquio termina en palabra aguda, «conocer», se cuenta una sílaba más, son 5 sílabas gramaticales y 6 sílabas métricas. El segundo hemistiquio termina en palabra esdrújula, «límites», se cuenta una sílaba menos, gramaticalmente tiene 7 y métricamente, 6.

En el segundo verso los dos hemistiquios son llanos.

En el tercer verso, el primer hemistiquio es agudo, por lo que se cuenta una sílaba más. El segundo hemistiquio es llano.

En el cuarto verso los dos hemistiquios son llanos.

En el quinto verso el primer hemistiquio termina en palabra aguda, por lo que se cuenta una sílaba más. El segundo hemistiquio es llano.

En el sexto verso el primer hemistiquio es llano. El segundo hemistiquio termina en palabra esdrújula, por lo que se cuenta una sílaba menos.

En el séptimo verso el primer hemistiquio es esdrújulo, por lo que se cuenta una sílaba menos. La palabra final de este hemistiquio termina en vocal «o», la primera palabra del hemistiquio siguiente comienza por vocal «i», pero como están separadas por un hemistiquio no se produce sinalefa. El segundo hemistiquio es llano.

En el octavo verso los dos hemistiquios son llanos.

Braquistiquio: Se produce el braquistiquio cuando entre dos pausas hay de una a cuatro sílabas, normalmente entre la pausa final del verso o pausa versal, y una pausa interior del verso siguiente, en este caso también recibe el nombre de hemistiquio corto.

El braquistiquio puede formar un verso bisílabo o tetrasílabo, quedando entre dos pausas versales. Es un recurso poético para dar énfasis a determinadas palabras, separándolas del resto por dos pausas que producen una elevación del tono.

Ejemplo:

cubren con una tela fina y blanca,
el sudario. Te vence el desconsuelo

El braquistiquio tiene lugar en «el sudario», 4 sílabas entre la pausa final del verso anterior y la pausa morfosintáctica.

Encabalgamiento: Se produce encabalgamiento cuando la oración de un verso termina en parte del verso siguiente, es decir, cuando una pausa versal no coincide con una pausa morfosintáctica.

Hay partes de la oración que tienen que ser pronunciadas sin pausa en su interior, son los sirremas. Los sirremas del idioma español son:

Sustantivo con adjetivo o viceversa: cielo azul
Sustantivo con complemento determinativo: flor de azahar
Verbo con adverbio o viceversa: estudia mucho
El pronombre átono con la palabra correspondiente: su elefante
La preposición con el elemento correspondiente: con afecto
La conjunción con el elemento correspondiente: ni Juan
El artículo con el elemento correspondiente: la casa
Tiempos compuestos de los verbos o perífrasis verbales: dejó de estudiar
Palabras que llevan delante una preposición: va de juerga
Las oraciones adjetivas especificativas: las personas que vinieron
El verso en el que comienza el encabalgamiento, se llama verso encabalgante, y el verso que lo continúa, verso encabalgado.

Clases de encabalgamiento:

En relación con el tipo de verso:

Versal: si se produce al final del verso y continúa en el verso siguiente.

Ejemplo:

El hijo que Isabel espera ansiosa
afirma, desde el seno, la existencia
del Mesías, que en tu interior reposa.

Medial: si se produce coincidiendo con la cesura en un verso compuesto.

Ejemplo:

son las huellas del tiempo / escribiendo un destino
de noches de azabache / y mañanas de tul.

En relación con la unidad que escinde:

Léxico: Si la pausa versal divide la palabra entre el verso encabalgante y el encabalgado, poniéndose un guión para reflejar la división de la palabra.

Ejemplo:

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.


(Fray Luis de León)

Sirremático: Si la pausa se produce en el interior de un sirrema.

Ejemplo:

Isabel, por milagro, va a ser madre
del Precursor, profeta del Altísimo.

El encabalgamiento sirremático es: va a ser madre del Precursor

Oracional: Si se produce dividiendo una oración adjetiva especificativa.

Ejemplo:

Isabel, por milagro, va a ser madre
del Precursor, profeta del Altísimo
que mostrará el sendero del perdón.

El encabalgamiento oracional es: profeta del altísimo que mostrará el sendero del perdón.

Otro ejemplo:

Tú, María, adelantas la verdad
que viene a revelar tu hijo, el Mesías,

En relación con la longitud del verso encabalgado:

Abrupto: Si el encabalgamiento finaliza antes de la quinta sílaba del verso encabalgado. Este encabalgamiento proporciona dinamismo al verso, intensifica el tono de las palabras encabalgadas.

Ejemplo:

El hijo que Isabel espera ansiosa
afirma, desde el seno, la existencia
del Mesías, que en tu interior reposa.

Suave: si el encabalgamiento finaliza después de la quinta sílaba del verso encabalgado. Aporta suavidad, serenidad, a la expresión de la frase.

Ejemplo:

Tú, María, adelantas la verdad
que viene a revelar tu hijo, el Mesías,

El encabalgamiento produce subida o descenso del tono del verso. Es un recurso poético para dar más musicalidad a la declamación, más variedad de tonos, haciendo que el verso no sea monótono.

Cualquier día te olvido, de Morgana de Palacios & Gavrí Akhenazi. (España-Israel)

Venga, despiértame, que aún dormida
me siento atravesada por un rejón de celos
y me mana, insustancial, la sangre
de la mordacidad
cuando aprieto los dientes del poema.

Dale, despiértame de una lúcida vez
que el sueño es un glaciar que se derrite
y va anegando todas las palabras
con que te voy pensando en el vacío.

Mejor despierta cuando cruja el aire
y se abra la tierra bajo el pie de una vida
usurpadora
contra la que no puedo competir
si me volatilizo entre las sábanas.

Mejor puesta de pie que levitando,
y con todas las luces encendidas
como hirvientes luciérnagas
para ver que te alejas tras los párpados
del más perfecto olvido,

y volver otra vez
porque me extrañas.

(MdP)

La vida te da celos como una amante negra
que se pierde en la sombra del camino
arrebujada y álgida
añadida
al edredón de luz que no estrenamos.

Como un manual de las conjugaciones
en tu boca se aupan
congoja y libertad, águila y aire,
y es el pulso del vientre que recita
la lucha desigual de lo lejano

y se acerca sin alas
como un grito.

Ya está despierta tu voluntad firme
y tu lengua que roza
estas pieles cristales en que todo
va en clave de utopía.

Estabas como yo,
huracanada y presa
en la sólida red del desconcierto
y mirabas el mar
y yo miraba el mar
y el abismo era esa cosa única
que nos volvía un espesor de niebla
y un alfabeto para maldecir.

Ahora estás despierta
y así, descomunal como una diosa rústica
que no quiere ser diosa
masticas el quebranto de este batracio roto
que ha ganado la luna
en una zambullida hacia tus ojos.

(G.A.)

Yo hago malabares con la vida
que me tocó vivir, no porque quiera,
sino porque me empuja y pendenciera
disfruta estando a punto de estampida.

Tú te la juegas como si perdida
para cualquier futuro ya estuviera,
y en África la muerte concediera
alguna bula extraña a tu caída.

Y pasa el tiempo y ambos nos hallamos
en una cuerda floja que tensamos
a fuerza de ignorar las realidades.

Si tú bajas las armas, yo me muero,
y si las bajo yo y te libero,
será un día de fiesta para el Hades.

Nunca estoy en los planes de la muerte
aunque hay gente «que muere» o que «se muere»
constantemente todo el puto día
proclamándose muerto o anecdótico
desmedido en sus cuitas.

Anda como el del cuento cierta gente
¡Ay Muerte!
¡ven a mi!
¡Ven a mí, Muerte!
¡Acaba mi desgracia, buena amiga!

Y guardan en botellas sus congojas
para beberlas en las romerías
donde se juntan a llorar, dolientes,
sus hondas y vastísimas heridas.

La muerte de verdad es otra cosa.
Acampa sobre Dios
y lo devora.

A veces pienso en vos como en el este
por donde se alza el sol
sobre mi vida.

Yo no quiero morirme a plazos cómodos
de dentro a fuera, suave y despacito,
sin darme cuenta apenas
de lo que voy dejando en el camino,
ni quiero estar tan ciega que no vea
quien salta mi cadáver sin ruído
y pretende apropiarse de mis sueños,
de mis voces, mis hombres y mis libros,
como si fuera un ente transparente
en mitad del vacío,
o la ingenua vestida de arrogancia
que nunca reconoce al enemigo.

Hay formas de ejercer la violencia
en las que no hace falta pegar gritos
y son las más usadas por las zorras
que buscan rotos en cualquier bolsillo
para colar sus manos de traumadas
y hacerse con la verga del vecino
como si no tuviera voz ni voto
ni nada que oponer el susodicho,
salvo caer rendido y en pelotas
cuando la zorra jale del hilito.

Yo no acoso a los hombres
en las trastiendas de los entredichos,
ni busco comprensión ni voy de víctima
ni murmuro de nadie, ni me afilo
las uñas en la piel de otras mujeres,
ni las tiro por tierra, ni las piso.

Será por eso que me enferma el alma
la oscura suavidad y hasta el sigilo,
con que se mueven las saltacadáveres
buscándole las grietas a mi nicho,
por deslizar su realidad viscosa
como si fuera un venenoso líquido.

Yo no quiero morir a plazos cómodos
como mueren algunas por lo escrito,
gordas polillas grises que sedientas
se pegan a un erótico botijo
que les dé agua por cualquier pitorro
y les aplaque el ansia y el instinto,
ni me voy a morir por lo bajinis
silenciando la voz de mi cuchillo.

De golpe moriré, cuando se caiga
mi último colmillo.
Y mientras tanto que se aten corto.
Ya sabes lo que digo.

¿Qué te pasa, mujer?¿Ay… qué te pasa
que subida en la pila de ladrillos
levantás los cuchillos carniceros
amenazando a tantos corderitos
y degollás a mano y a mansalva
las insaciables bocas del instinto?

¿Que te alzaste la flor de la canela
y no perdona nadie que así ha sido?
¿Que el ganso desplumado se te ha vuelto
un altivo bocón capitolino
y caen en picada las gaviotas
las avutardas y las estorninos?

¿Que le piden en matrimonio al perro
desdentado y sarnoso y malherido
por tus tifones y por tus caricias
que con cadena corta está contigo?

¿Que ese caballo rengo de tu cuadra
pasó a ser pura sangre de prestigio
y se pelean varias amazonas
por ver si le funcionan los testículos
y al fondo de sus ojos de laguna
pretenden ahogarse en sus abismos?

No sería más fiel si se entrenara.
No sería más fiel ni más amigo
ni más ganso, más perro, más caballo
si se entrenara más en tanto vicio.

Porque el ganso que es perro y es caballo
reconoce por sí a los espejismos
y no se cree amores fabulosos
ni calenturas varias ni – promiscuo –
juega un sádico juego de dos puntas
para satisfacer su ego maligno.

No en internet al menos, está claro,
desde que vos estás en su destino.

Puedo elegir
dónde empieza la rabia
a desmayar su grito de distancia,
dejando en la garganta una hendidura,
o escribir un poema para un hombre
que se ha dejado atrás
un lupanar de orquídeas petulantes y bellísimas
que le echan de menos desesperadamente,
y rozar con mi voz su madrugada
porque sienta el temblor de los vocablos,
y deje de pensar que algo en ti falla,
si te observa llorar ante el cristal.

Puedo elegir el odio
y revolverme en él como una bruja
preñada de sarcasmo.

(Razones no me iban a faltar//ya te vas a dar cuenta).

Pero esta noche fría de sábado invernal,
he optado por mirarte ahí sentado,
sereno y penumbroso,
rodeado de puertas muy azules,
sudando por los poros de la letra
todo el calor abrasador del día
y reencarnado en ti, una vez más,
tras la última muerte.

Elijo amar tu mano mutilada
que no ha dejado un día de acariciar mis ojos,
la ceniza y la llama de tu boca,
y hasta el golpe de gracia de tu risa violenta.

Puedo elegir y elijo
porque puedo.

Me estoy haciendo hombre, compañera.
Me estoy humanizando suavemente
conforme el sol se astilla entre mis ojos
y la vida se astilla clavándose en mis manos.

Me estoy haciendo hombre como un niño que crece
y empieza a ver el mundo
y empieza a ver, también, que no está solo
como cuando nacía de él la bestia.

Me estoy haciendo hombre paso a paso.

Recupero la pausa, la sonrisa
de vez en vez las ganas de abrazar se me escapan
y abrazo a mis amigos
y te abrazo.

Siento de vez en cuando una alegría
que se atora en mis dientes
y separa el mordisco para que nazca el canto.

Juego con cosas nimias, cosas simples,
como si recuperara privilegios
con los que no nací.

Me estoy haciendo hombre
porque el agua de la vitalidad y la armonía,
el agua curadora de tus ojos
ha conseguido cincelar la piedra
y darle forma al mundo de los vientos
y moldear mi cansancio en utopía.

Tu enorme mar paciente
ha tornado en guijarros mis murallas
para que llegue el sol a bendecirme.

No intento ser feliz. Ya no lo intento.
Más allá del amor, no existe nada,
y el amor tiene más de sufrimiento
que de felicidad esperanzada.

No dejo que me anule el pensamiento
si me veo en sus ojos reflejada,
o se me instala, suave, en la mirada,
levísimo vilano cara al viento.

Cruzo, entonces, las calles del reproche,
sin exigirle sombras a la noche
que disimulen la verdad desnuda.

Y me sucedes tú, laaaaaaaaaaaaargo y sin prisa,
de tan íntimo, extremo, con la risa
dinamitando el tiempo de la duda.

Y sin embargo, el tipo es insolente,
cínico a veces y otras despiadado
para con el amor, desarraigado
con torpeza tenaz. Incoherente.

El tipo siempre está como alunado
y sus conflictos, espontáneamente,
le brotan desde el sino malhadado
como un miasma de bronca maloliente.

Ya le cuesta vivir. Tanto en los ojos
le depreció la piel con los abrojos
que le pudren la lana al Vellocino.

Siempre va cuesta arriba en la pulseada
y además sabe que no cuesta nada
morirse sobre el borde de un camino.

Quizás si esa mujer no lo quisiera
no existiría su última quimera.

Quizás abre las puertas, lentamente,
para que pase
el quimérico viento que de noche
ulula su canción desesperada
por lo que llaman vida, durante un día o dos.

Cuando se harta al fin de su sonido,
cierra de golpe el alma y se recuesta
en su imaginación para el sarcasmo
y en el poder de tiro del cinismo,
mientras le tiemblan todas las metáforas
que deja de escribir
por miedo a disgregarse con demasiado ahínco.

Es casi inofensivo cuando evoca la muerte
como una costumbre cotidiana,
y aún así me vulnera
porque suele mirarme con sus ojos
y siempre está presente
asomada al balcón del hermetismo.

La mía, sin embargo, no me importa,
se me olvida a diario,
aunque me siga aullando como un perro.

Será que no la llevo de la mano
como a una novia oscura
de la que no se quiere prescindir
porque es mucho el placer que proporciona
cada vez que se fuerza contra el muro
de la resurrección emocional.

En los más asombrosos parecidos
aparece el matiz, la diferencia,
que nos convierte en únicos
con Eros y Thanatos.

Cualquier día me quedo cara al cielo
contándole al vigor de las estrellas
este apagarse calmo
este apagarse nómade del hambre
nómade de la sed y de las aritméticas sin dioses.

Me quedo cara al cielo, imaginando
una albada vital sobre tus hombros
y una oceanada recia en tus pupilas.

Se han hecho las estrellas para eso.

Me quedo cara al cielo en estas noches amplias
como las palmas amplias del ser del universo
y este reposo amplio donde viajan las nubes
que no llueven aquí.

Me quedo en las estrellas, suspendido del arca,
navegando la incógnita de tu cuello ligero
de tu garganta altiva de mascarón de proa
de tus pies en la nieve de tantísimas penas
y cenizas de barcos arrancados
a los puertos del ansia.

Quizás desde tu mundo el cielo es gris, distinto,
o de un azul distinto
pero en la noche puedo rememorar estrellas
en las que cuelgo cartas por alcanzarte algo
con la mano del alma.

Es un jadeo grave, sudoroso, caliente,
tu aliento en el latir pulsante de la noche,
transparencia atigrada que me observa acechante,
esquiva nebulosa malherida de soles.

No me pareces tú con la mirada puesta
en los astros del sur. No veo tu uniforme
ni tu lábaro, rojo de sangre coagulada,
ni el vapor que desprenden tus alados dragones
tras la dura batalla. No me pareces tú
ritualizando el verso como un sacerdote,
con la mística absorta en la altura infinita,
olvidado del ser miserable del hombre.

Yo no sé para qué se hicieron las estrellas
que en este invierno gris escatiman temblores,
pero sé para qué se ondulan tus palabras
y el enigma malévolo de tus ojos ladrones,
y el porqué de tus luces y el porqué de tus sombras
jugando al escondite sobre mis callejones.

A la exacta medida de mi boca alunada
levitas en mi aura sin tomar precauciones.

Rabioso a veces, con la noche informe
haciendo de pantalla a mis películas
la frescura se obstina en reducir el tiempo
a un colchón de cenizas.

Largas cenizas quedan y un mar ronco
del fiasco que es la boca de la vida
y se pierde en el hábito de una luz ojerosa
toda tu vocación de maravilla.

Tengo la dentadura inapetente
siempre el pecado pronto a buscar víctimas
y esta no saciedad y este tumulto
que me corroe aprisa.

Tus ojos para mí son buenos ojos
que con mirada angélica me miran
menos deforme en mis deformidades
en mis calamidades y desdichas.

Tu boca de mujer que siempre me dibuja
mejor de lo que soy, me determina
contornos que no tengo más que a solas
en la desnudez íntima.

Por deberte te debo el mundo entero
y este quererme un poco, todavía.

Yo no te debo nada, no digas que me debes,
porque bastantes deudas mantienes con la vida
que hace tu realidad. Yo no te he dado nada
que no me dieras tú, un día y otro día.
El mal humor, también, la cruda destemplanza,
el hastío de ser un punto de partida
que huye hacia adelante y ansía el desarraigo
como otros la paz de un hogar con caricias.

De ángel tengo poco a la hora de mirarte,
ni me das pena alguna, si es eso lo que opinas,
porque nadie más libre que tú para el olvido
y nadie más dispuesto a morirse deprisa
con tal de sentir tanto que no sientas el tiempo
correrte por las venas como un ladrón caníbal.

Te pinto como eres, elemental y extraño,
sobre una cuerda floja del aire suspendida,
valiente cuando toca el peligro a la puerta,
intuitivo y cruel y verdad y mentira
y duro y disconforme y emotivo y risueño
y astuto y vengativo y noble y altruista
y reservado y triste y profundo y callado
y el cuerdo que trasciende en la locura escrita.

Ni te salvo de ti ni de mí ni del mundo
ni tengo vocación de absurda maravilla.
Me arrastro como tú, con las tripas al aire
sobre una realidad que crece en la embestida,
como un hambriento monstruo que todo lo devora
y deja poco espacio para las alegrías.

Otras y otros son los que hacen tu presente
digno de ser vivido, los que curan tu estigma.
Yo sólo te acompaño con las manos de viento
y el corazón de lluvia de las causas perdidas,
tormentosa en la letra que nos une y separa,
como tú, más o menos, cuando ciego me miras.

No me gusta la American Express
porque no tiene límite de compra
y cualquier día me hago con un oso koala
con un faisán morado
o con un ave lira
y te las llevo a casa para tu colección de Animal Planet.

Entro a la jaula del mundo todo el tiempo
para buscar tu nombre
porque tu nombre está prediseñado
con barrotes que cantan.

Tu nombre amurallado
hecho de resonancia vengativa
es un nombre feroz
intempestivo
que te levanta en armas solidarias
siempre fatal, ausente, oscura, impúdica
como si le exigiera a mis obligaciones
que de una buena vez dejara de mirarte.

Yo no me engaño y si me engaño
estoy feliz así.

No compro absurdos ni leo tus panfletos
de boca incentivada por la espina de tu fatalidad
que pugna por venderse descreída
casi mefistofélica, non sancta.

Yo conozco esa mujer en verdes,
pródiga en amuletos sanadores
equinoccial y honda, incomprable.

No me vendas a ultranza tus negruras
como si fuera un ciego que todo lo ve en negro
y que después de tantos años juntos
yo no te conociera.

Por eso uso la Visa.
Tengo acotado el límite de compra
sólo a las cosas buenas.

De donde no se vuelve, volví cuando era niña,
con las carnes abiertas y el ánimo maltrecho.
De entonces hasta hoy son muchas las tragedias
que me han pintado ojeras en los ojos del sueño.

No digas que te vendo mi fatalismo a ultranza
y que no comprarás mis absurdos panfletos,
porque sabes de sobra que ni como metáfora,
consiento que se dude de lo que llevo dentro.
Jamás manipulé los instintos de nadie
porque soy lo que escribo, más allá de los versos.

Si alguien quiso ver ferocidad en mí
o una oscura impudicia en la voz o en el gesto,
no fue por mi interés en ponerme un disfraz
ni por hacer partícipe de mis hondos secretos
a un mundo que jamás me atrajo lo bastante
como para olvidarme de mi yo verdadero,
e intentar seducirlo haciendo el papelón
de perversa sensual galopando misterios.

Tú no eras como todos, no lo seas ahora,
dándole a la leyenda consistencia de credo,
que ni tengo interés en dar gato por liebre
ni pretendo epatar con un golpe de efecto
a quien, por conocerme, a pesar de los golpes,
no se mueve de aquí velando por mi cuello,
no vaya a ser que un día, harta de tanta lucha,
me olvide del peligro de los degollamientos
y alguno me rebane la voz y la palabra,
las ganas de escribir y hasta los sentimientos.

Precisamente tú que inventas las murallas
para poder saltarlas en cuatro movimientos,
te vienes a reír del nombre amurallado,
malsonante a venganza, intempestivo y fiero,
como si lo tuvieras clavado en la garganta
sin poder pronunciarlo cuando lo silba el viento.

Y yo que lo elegí como parte de un rito,
que pude ser Ginebra, yéndome al otro extremo,
considero que en ese «Amor de Ana» oculto,
se condensa mi fuerza, mi memoria y mi fuego.

No digas que malsuena mi nombre de mujer
porque a la mayoría de hombres le dé miedo.
No eras como todos, no lo seas ahora,
que sabes que Morgana no es la bruja del cuento.

Bastante con que dejo que te embarguen mis verdes
mientras me llamas «Negra». ¿No te parece, Negro?

Yo no te veo hecha de rotos lutos viejos,
sino siempre de un fuego que lastima tu prédica vacante
cargando al hombro cuanta cosa pueda
desesperar tu espalda.

Mitad mujer que lucha, mitad galeote amargo
que rema por la vida en barcas carenadas
en navíos sin norte
en botecitos de cáscara de nuez, después de los diluvios.
Y sin embargo rema, contra marea y viento,
detector de los puertos y los puentes
con las manos callosas y el corazón calloso.

Sé cómo sos desde el minuto uno.
Sé cómo sos de enérgica y de diáfana,
de frágil y de sólida,
de cristal y de aire,
de terruño y relámpago.

Sé como sos desde el minuto cero de mi odio
y del minuto n en que resisto
perduro
manifiesto
reniego
cuido
escupo
hago las paces con los dientes rotos
y la lengua poblada.

Pensás que si este hombre no te conociera
podría hacerte bromas de las que no te gustan
sobre tus legendarias:
colección de cabezas y testículos
y tus estanterías y cunetas
y esa fatal vertiente de tu boca de púrpuras.

Si no te conociera en el instante en que todos se arredran
si no te conociera en la vigilia y en la debilidad
si no te conociera en tu invulnerabilidad tan vulnerable
como una flor de arena que embandera un castillo

¿qué cosa estaría haciendo entre tus uñas?
¿qué cosa estaría haciendo entre tus lágrimas?
¿qué cosa estaría haciendo
si no es construir el cada día
a pesar de lo inhóspito y las ferias?

¿Qué cosa haría este animal de músculo
si no es alzarte en brazos
cuando estás muy cansada de caminarte sola?

Abrir un libro suyo, se diría,
es impregnarse el párpado de niebla
a fin de protegerse del calor
que quema las pestañas de la tierra.
Es encontrarle vivo, se diría,
sudoroso de especias,
con la lágrima pétrea del sarcasmo
y la sonrisa entre viril y tierna.

Cerrar un libro suyo, se diría,
es como renunciar a las respuestas
de la vida brutal, cuando la vida,
en su boca de sol se manifiesta
con las tripas al norte del instinto
y el corazón al sur de la inclemencia.

Y abrir, de nuevo abrir, por siempre abrir
un libro suyo, se diría,
es toparse de frente con la ausencia
y el alarido turbador del tiempo
sobre la carne enferma,
muerta de amor, aún, sobrevolando
el amor propio y la pasión ajena,
furioso como un tango de Tom Waits
cuando acalambra el aire de un poema.

Anamórfosis – Sonetos

Morgana de Palacios

ISBN 9780244214265

Copyright Morgana de Palacios (Standard Copyright License)

Edition Segunda edición

Publisher Morgana de Palacios

Published September 20, 2019

Language Spanish

Pages 218

Morgana de Palacios – España

Sitio web: http://ultraversalia.blogspot.com/

Morgana de Palacios ha hecho de la vida y sus tormentas, su mejor oficio. Ha tomado la vida entre las manos y con ella fabricó un papel virtual y un teclado real y desde sus dedos sobre ese teclado, esparció como cabe a alguien que se precie de saber escribir, el rumor de una leyenda épica, hecha toda de versos como los de aquellos cantares heroicos que contaban la vida de otras vidas, donde todos los sentimientos son posibles.
Poeta por antonomasia o quizás porque transformó esa antonomasia en una forma de vida, Morgana de Palacios surge rotunda en infinitos planos y con matices sólidos y bravíos, abarcando con precisión de mujer culinaria los sabores más íntimos de los sentimientos humanos como si condimentar con especias ignotas se tratara y sin temer al verbo ni a la crítica que apareja desafiar al Parnaso establecido.
Ya se la ve salvaje como una enorme potra que ha montado en el viento, o fatalista, como una sacerdotisa abandonada en un templo sin dioses. Perdura allí, tan inerme a veces como armada otras, violenta o racional, furia o ternura, y siempre, como un largo dolor hecho de imponderables y belleza.
Su poesía es de una antigüedad inmemorial como lo es la sabiduría sobre el conocimiento humano y refleja una y mil mujeres, que aggiorna a su capricho, con vocación de intérprete del mundo.
Sería esperable en esta reseña indicar el baluarte que significa su técnica, trayendo desde el verso clásico la forma para darle la vitalidad del día a día correspondiente al siglo del cual es hija esta poeta, pero más allá de su vigor técnico y su arraigado conocimiento, lo verdaderamente poderoso es su capacidad para el idioma de hoy en una creatividad férrea y convocante, movilizadora y muchas veces hiriente como otras trágica.
Morgana de Palacios escribe de la misma manera en la que vive, de la misma manera en la que piensa, de la misma manera en la que es. Ella es lo que escribe y –como un aleph– es una coleccionadora de mundos interiores que reflejan el espectro humano y sus riquezas y sus miserias, porque no se puede decir que esta autora sea de una escritura complaciente o feble, apegada al imaginario femenino y portadora del canon de debilidades que muchas veces, otras poetas, manejan como su registro más productivo.
Por el contrario, Morgana no teme a los registros y la suya es una búsqueda incesante por expresar las innúmeras vibraciones profundas por las que pasa un corazón humano.
“No me queda más que reafirmarme en una de las definiciones más sólidas que he leído sobre esta poeta española con la cuál es imposible la indiferencia: Morgana de Palacios, la violencia que canta.”

Sirve dos copas más

Morgana de Palacios – España

Lo que yo escribo repercute en ti
y cruza vidas con tu día muerto,
equilibra tu voz
y te transmuta el rostro
si te susurra algún verso prohibido.

Lo que tú escribes me imagina a mí
bailando en algún pub
fuera del mundo
-levísima distancia entre los cuerpos-
mientras hablan desórdenes los ojos.

Saja tu letra el aire del augurio
como un largo cuchillo
deseado
y mi sibila intuye cicatrices
para lamer despacio
cualquier noche
después de que te pierda mi mirada.


Sirve dos copas más
y haz que me importe un bledo
la desmesura de la mente ardida.


Sé nuevo para mí que yo
probablemente
si uno mis pedazos con tu verbo
nunca seré la misma.

Morgana de Palacios – España

Me reconozco fiera

El problema es que yo no ofrezco nada,
ni miel ni hiel ni carne de papel,
ni meta que alcanzar ni andarivel
ni siquiera una lengua amaestrada
en violencias virtuales, abocada
al más puro fracaso realista.

Si peco de algo es de fetichista
coleccionando versos asombrosos
que cambio por los míos venenosos
con quien no cree que me pasé de lista.

Me reconozco fiera. De telones
entiendo poco y nada. Boca adentro
carezco de pudor y salgo y entro
de mí sin timidez y a borbotones
sin pretender de nadie absoluciones
al pecado de serme en sinrazón.
Tú cuida, si peligra, el corazón
que conmigo te arriesgas al infarto.

Sé que acabo doliendo como un parto
y que termino siendo una adicción.

Y te estoy taladrando las neuronas
sin pose, sin teatro, sin divismo,
te estoy acompañando a ser tú mismo,
a definirte sin las bravuconas
consignas de la hombría cabalística.
Te estoy zarandeando con la mística
de una mujer que está en huelga de hombre
por motivos que no vienen al caso.

Tan rebelada estoy contra el Parnaso
como tú contra el filo de mi nombre.



El ojo de Satán

Yo ya no me apaciguo ni en mis propias pulsiones
y escribo desvaríos por encontrarme el centro,
por transmitirme absurda desde el punto de encuentro
con otros ojos libres. Por amargas razones,
ahondar en el útero de las desilusiones,
les quita la coraza, el acero, la roca.
Catártico el instinto rebelde de una boca
que desnuda tragedia para vestir consuelo.
Yo uso la palabra como el largo escalpelo
que limpia las heridas que el amor me provoca.

El verso me conduce a falsas posiciones
y dejo que me roben lo que me pertenece
pero no soy culpable si el desengaño crece
como la mala hierba sobre los corazones.
Yo camino de vuelta de avernales razones
y no hay sitar que imite la voz de mi armonía
ni llama que se prenda en la noche vacía
para paliar mi ausencia del ojo de Satán.

Mi boca se rebosa de caliente champán
cuando le miro fría, fría, fría.

En(carnadas)

Será por algo, entonces, que las mujeres sangran
cuando se caen desnudas desde el aire translúcido
sin que las apuñalen.

Será por algo
que se derraman purpúreas
y no verdes biliosas o ámbares seminales.

Será por algo, digo, que como las mareas
se van de sí, volviendo a sus adentros
con la luna regente en los instintos
y desbordan los cántaros terrestres
de neuróticas aguas escarlatas.

Será que por sus venas corre el hombre
de atávicos cuchillos afilados
para la gran venganza de su génesis
grabada en la memoria colectiva.

Será que no hay amor sin sacrificio cruento
en el altar de Cronos
ni vida sin la muerte
de sus cárdenas rosas menstruales.
Será que se suicidan gota a gota,
criaturas de sangre
para el semen de un dios
muerto de rojos.



Al fondo de los hombres

Al fondo de los hombres, yo siempre llego tarde.
A destiempo me gustan los que hubieran servido
para darle la vuelta a tanto amor fingido
y desmontar los tópicos sin excesivo alarde.
Yo no salgo de mí si inquietante no arde
la mente en una pira de surrealidad
y resulta evidente que, pasada una edad,
sin los inconvenientes que tiene la inocencia,
sólo un antiguo preso, ahíto de experiencia
puede acercarse un poco a mi exacta verdad.

En eso me distingo de cualquier hombre al uso
que sueña a los cincuenta con dos de veinticinco,
así que, siendo perra, no pego ningún brinco
por una galletita que morder, ni me excuso
por no ladrar eufórica ante el primer pituso
que me rasque la panza que muestro generosa,
con esa deferencia tan feble y cariñosa
de quien para el paseo, no te pone bozal.

Pero eso ya lo sabes. Soy esa fleur du mal
que llega siempre tarde, herida y sospechosa.

Novelas robadas sin terminar: un libro de Gavrí Akhenazi

Por Morgana de Palacios

Ficha del libro

Título: Novelas robadas sin terminar
Autor: Gavrí Akhenazi
Publicado: 4 de agosto de 2013
Género: Novela
Editorial: Lulu editores
Idioma: Español
Páginas: 183
ISBN: 978-1-304-29256-8
Encuadernado: Tapa blanda
Tinta interior: Blanco y negro
Peso: 0,73 lbs.
Dimensiones en pulgadas: 5,83 de ancho x 8,26 de alto

Consíguelo en Lulu.com

Prólogo del libro

El protagonista es un antihéroe con pocas cosas rescatables, un villano en un mundo de villanos, que actúa como tal sin remordimientos precisamente porque es amoral. De todas formas, una cosa es lo que nosotros desde nuestra subjetividad tengamos ganas de ver y otra la realidad del personaje que, en esta ocasión, nos llena los ojos de cristales porque es así como lo pretende el autor desde su propia concepción de esa amoralidad impune. Nos han acostumbrado a que el villano pague finalmente, porque eso es lo que permite a la sociedad continuar en su Babia particular. Paga tanto como paga en la vida, el cerdo que se come a sus crías porque tiene hambre. La realidad es justo la que pinta Akhenazi y en pintar realidades sin edulcorar, no hay quien le supere. Y es así de injusta y así de repugnante. Y así, a su manera y como en todo hay grados, ese protagonista, tiene también sus códigos porque todos los hombres somos una mezcla de bien y mal. Cuestión de equilibrio universal.

El mundo, el demonio y la carne, por Morgana de Palacios

El 2.015 ha sido un año duro para todos, un año en el que se ha puesto en evidencia que el hombre con Dios en la boca, es el peligro más grande de la humanidad, y en el que hemos seguido juntos, quizás porque cuanto más inhóspito se hace el mundo, más necesidad tenemos de compartirnos a nivel almático y regalarnos lo único que no pasará nunca de moda: la emoción.

Sentí que pese a los problemas de cada uno, las enferme-dades, las tragedias y hasta la muerte de algún compañero, o precisamente por todo ello, sería hermoso reunirnos para hablar, como tantas otras veces, sobre la vida con todas sus consecuencias y ceder al golpe de la inspiración que suele ser tan positivo para los que pertenecemos a la corriente literaria que bautizamos como «Poesía del arrebato». Ceder al impulso de la inspiración, aunque uno empiece a escribir algo como ejercicio de costumbre, porque el poema va tomando por asalto al pensamiento y termina adueñándose de él.

Os convoqué y una vez más habéis respondido con el espíritu de los ultraversales a la llamada a la acción.

Ultraversal va cumpliendo sus ciclos vitales, sus objetivos, sin prisa pero sin pausa, y en este año, la Revista adquirió consistencia dando una idea muy aproximada de la altura poética y literaria de los autores que componen nuestro proyecto, con el que seguimos adelante en todos los frentes potenciando calidad sobre cantidad, sin olvidarnos de la solidaridad tan necesaria en cualquier faceta de la vida, e imprescindible en la lírica y la literatura por ser un ambiente extremadamente proclive al egocentrismo.

Lo mejor que se puede decir de un Ultraversal es que, además de ser buen escritor, digno escritor, es solidario, sincero y generoso con sus compañeros a la hora de com-partir conocimientos sin melindres ni falsos pudores para ejercer la crítica honesta que ayude al crecimiento de todos.

Estoy orgullosa y agradecida de compartir la vida con vo-sotros y os lo hago saber, porque somos mucho más que un grupo que se reúne para desengrasar neuronas dialécticas: somos un auténtico ejemplo de creatividad literaria vanguardista.

Salud para todos y no olvidéis compañeros que, hoy por hoy, seguimos siendo el futuro.

Un año más que pasa y sigo viva.

Algo obvio, quizás, para la gente
pero no para mí que estoy amenazada
por la «larga y penosa enfermedad»
a la que alude el mundo
cuando, disimulando en un susurro,
pretende hablar del cáncer
como si fuera algo vergonzoso.

El mundo, sí,
qué discreto y delicado para ciertos temas
y qué salvaje y turbio para otros
donde la crueldad la ejerce el hombre
y no precisamente,
con la total indiferencia de Natura,
sino con la ambición que frena y desbarata
la evolución del bien en nuestra tierra.

Nada cambia en el mundo,
la carne sigue siendo fragilidad sufriente
y el demonio se impone con su imperio
caótico y perverso sobre todas las razas.

Escriban un poema que no sea un panfleto
de los muchos que surgen por las redes,
una emoción que, humana, se aproxime
al otro con las letras extendidas,
los pájaros dispuestos para el vuelo más alto
y el diente para el hambre que nos acucia a todos.

Un rítmico poema
que ponga los acentos en la vida
porque tendremos tiempo ad aeternum
de ser fans de la muerte.

Escriban el poema que acelere los pulsos
de los que, por amor, siguen despiertos,
y avanzan por amor y se rebelan
ante el inmovilismo de las masas.

Nihil novum sub solem, compañeros,
pero escribamos viejas cosas nuevas
y estrenemos el alma.

Acerca de Morgana de Palacios