Selección de poemas de Isabel Reyes Elena

El primer árbol que se quebró en mi pecho

Te adentraste en mis bosques,
trajiste el paraíso y el autobús del día,
las lanchas de tus labios y el corazón unánime.
Andas por mis pestañas sin exigirme nada.
Callo y anida el tiempo en mis ojos azules.

Tal vez no pueda nunca regresar al calor,
a la ribera suave de los pájaros
a la fruta de barro que taponó la aurora,
a esas iniciales grabadas en mis ojos.

Pero tú me escanciaste como un vaso de sol
y fuiste el primer árbol que se quebró en mi pecho.
Embalé mi destierro. Me lloraban las calles,
el camión con mis muebles traspasó la vendimia,
pero tú me conduces. A tus fuentes me llevas.

No me diste la luz.
Si la hubiese atrapado con mis manos entonces
yo sé que en mis retinas vería mariposas
y un ancla bajo el agua de mi cuerpo.

¿Y por qué no encontrarnos de nuevo en las murallas
de la noche los dos, rescatarnos el día,
ver si podemos juntos adelantar tormentas?

Por mi esperanza cruza tu recuerdo de música
al desvestirme selvas esenciales, y tengo
el dolor de la nieve, la madurez salobre
de quien atrapa barcos con sus manos de piedra.
Cuando pasen andenes te seguiré mirando.

Mi meridiano eres. Tanta melancolía
se albergaba en mi acento castellano.
Fuimos desmenuzando palabras interiores.
Por entre el diccionario con mi paraguas rojo
impediré que caiga la nieve en tus pupilas.

Yo ciega voy de amor, sé tú mi lazarillo.


Instante decisivo

Miradme aquí, en piedra convertida,
exhausta de silencios y ciclones,
coronada de inútiles razones
a causa de una nueva arremetida.

Observadme en el tiempo detenida
enlazando palabras a jirones,
sombras de soledad, crudas lesiones
que acunan el sabor a despedida.

Mas no lloréis la ausencia de mi viento
ni toquéis el poema que os escribo
bajo el soplo desnudo de mi acento.

Que en la nada de un verso sigue vivo
-con la sangre y la sal del desaliento-
el reloj del instante decisivo.


El arpa de mis ritmos

Os dejo la palabra en mi verso truncado
y este fulgor que intento mantener encendido
para que los senderos no se llenen de sombras
cuando la sombra venga a cebarse conmigo.

Os dejo un arcoíris de voces traspasadas
por el ardiente dardo del poema maldito
que se encona en el alma, madurando en la mente
y rompe las entrañas cuando quieres parirlo.

Os dejo cuanto tengo: mi alforja de palabras
y este viento que, a veces, me aúpa al infinito
con el ímpetu firme de sus alas amigas
para hurtar los azules que me fueron prohibidos.

Me marcho como vine, desnuda y sin apegos
pues no escalé montañas, pero sé de los riscos
que cercaron mis huellas con ortigas malignas
cuando aventé canciones por todos los caminos.

Recordadme si os place, y si no, silenciadme.
Sé todo cuanto os debo y cuánto he recibido
de este afán que me tiene atada y bien atada
al querencioso potro del verbo y su destino.

Si me queréis gritadlo frente al mar de mi tierra.
Os dono para siempre el arpa de mis ritmos
y el amor que me crece en los espejos mudos
del poema sangrante y mi triste delirio.

«El grito», Sergio Oncina

Imagen by Prithivi Rajan

A veces la recuerdo y me repito
que no debo llorar por tonterías,
que soy un hombre libre de utopías
de las que solo viven en lo escrito.

Aunque sea su sombra donde habito
y su luz la tristeza de mis días,
he de saber fingir entre ironías
y retener las lágrimas y el grito.

Pero todo es minúsculo si falta,
menos el desconsuelo que me asalta,
y no hay ningún remedio para mí.

Entonces, surge de mi voz, potente,
un alarido, un llanto que es torrente
de la vida exultante que perdí.


Llama presa

Preso, péndulo y llama mortecina
que tiembla con el aire que lo apaga,
Rígido movimiento, gime vaga
en una vela frágil, roma y fina.

Paisaje de la nada, lienzo y ruina
del color y la luz, la falsa daga
que rasguñó lo ajeno, que se embriaga
y enferma en la belleza adamantina.

Lumbre que pudre y seca, que se extingue
sobre la cera vieja y no distingue
amor de esclavitud, y cuando llora

expira más deprisa y se deshace,
y cuando goza no le satisface,
y, si calma su hambruna, se devora.

«Apunte realista», Jordana Amorós

Imagen by Frsty Ilse

No sé si es que leí mal los prospectos
de la vida o es que no traduje
bien su argot, que por mucho que me estruje
las neuronas, no cuajan mis proyectos.

Cuando a tu alrededor el mundo cruje
al sentir que te fallan lo afectos,
un buen boceto de los desperfectos
no habrá ningún Da Vinci que dibuje.

¿Quién no tiene en su haber un cataclismo,
virus, error o eructo del abismo
que le ha puesto la vida bocabajo?

Si alguien te viene a hablar del optimismo
existencial… enfréntalo allí mismo
y, sin remite,!mándalo al carajo!


Y si no es ahora

Después de pelearse, tan a brazo partido,
con la vida, hasta el borde del desfallecimiento,
¿Quién hay que no ambicione recobrar el aliento,
mientras dentro del pecho se aquieta su latido?

Yo le mantuve el pulso, pero que lo he perdido
hoy me predice el aire con su temblor friolento,
y, si no es ahora, ¿Cuándo será el momento
de iniciar el regreso hasta el calor del nido?

Allí donde al rumor de un mal presentimiento
acallan los arrullos, donde no existe un ruido
que distriga al espíritu y florece el olvido
benefactor, que ignora cualquier resentimiento,

En el que abandonarnos al ensimismamiento
y volver a soñarnos los que habíamos sido.

«Cancelación de lo desierto», Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios

Imagen by Enrique López Garre

Improvisación en tiempo real – Contrapunto

Yo sé que a veces hinco la rodilla en la tierra
y que entierro en el pecho la cabeza afiebrada
por imaginar cosas que podría decirte
a solas y en la umbra, como alguien sin mañana.

Pero soy un silencio que se remuerde solo
con vocación inhóspita. Una bestia esteparia
que busca entre las cuevas secretas de tu especie
la especie que ha perdido su espíritu de llama.

Aúllo y te reclamo con mordiscos de lumbre,
tu acerico de ausencia se me clava en las plantas
y soy el caminante que ha extraviado un desierto
y rebusca en su sed el agua de la lágrima.

Al fin y al cabo, a solas, sin tantos artilugios
asesino entre verbos mis mundos de metralla
y, como ves, inclino mi arrogancia señera
a la rienda de seda de tus manos extrañas.

No me acaricies, hembra, que la melancolía
de no haberte tenido, me llena de nostalgia.

Gavrí Akhenazi


A veces soy su fe si, de repente,
le arranco la espoleta a una granada
y detona al chocar contra mi boca
y me llena de esquirlas la garganta.

Otras veces no soy más que el colapso
de la buena intención y su mirada
se pervierte en la sádica tortura
que quisiera infligirme en la distancia.

Se ha vuelto vulnerable con el tiempo,
quizás por sus insólitas jugadas.

Aún prefiere andar bajo mi lluvia
sin pedir el cobijo de un paraguas,
porque le gusta amanecer mojado
cuando son secas otras circunstancias.

Yo soy el putching ball que absorbe el golpe
cuando su corazón se desbarranca,
pero crece en el verso si me nombra
y se excita, varón, si me
descalza.

Morgana de Palacios


A veces soy así y a veces lento,
gravito en tu pasión como la escarcha
que te nieva entre enero los azules
y desde tus azules desbarranca
su ligereza inútil y su nimbo
de insospechada claridad humana.

Estás de pie en el mundo como el tiempo
recorre el universo y lo equipara
y nos volvemos hitos planetarios
que van ajusticiando las palabras
porque tu boca clara marca el rumbo
del que se aleja hostil, mi boca amarga.

Que he cambiado, lo sé. Sé que he cambiado.
Que ya no soy aquel que sí mataba
al enemigo y luego, victorioso
alzaba la cabeza cercenada
y la echaba a los pies de tus trofeos
en la vieja cuneta de las ansias.

Cambié. Me puse bueno y metafísico,
contemporizador y mano blanda,
pero si alguien te toca, te aseguro
que la bestia me habita aquí en la rabia
y me vuelvo aquel malo ingobernable
que doblegó tu mano, sana y salva.

Gavrí Akhenazi


En tu mapa vital las cicatrices
marcan los aspavientos de la suerte,
los dolores y los retorcimientos
que tocan las mujeres
con dedos temerosos y labios indecisos
cuando aún no penetran en tu mente.

Son tantas las grabadas en el tiempo
de las escaramuzas en los frentes,
que casi no recuerdas ni tú mismo
si son un tatuaje en las paredes
de la piel maltratada por la vida
o es la propia vida quien dibuja vaivenes
sobre tu cuerpo enjuto acostumbrado
a engañar a la muerte.

Yo que guardo las mías donde nadie las ve,
sé que las invisibles en ti son las más fuertes,
las que nadie sospecha que puedan existir
y las que más te duelen.

No has cambiado tanto, sigues siendo el soldado
que camina en la sombra con el alma en los dientes.
Sentirte solo es parte de la ferocidad
que te nace en el vientre
cuando la indiferencia ajena por el mundo
se te vuelve un parásito evidente.

Al final no eres ese ni el otro, eres tú,
exactamente
tú, profundo y breve.

Morgana de Palacios


En el rito vital la coincidencia
nos devolvió a rutinas despiadadas
y en un desequilibro, desvariadas,
nos atrapó su suave incandescencia

Podemos resumir nuestra indecencia
en las imaginarias desaladas
de dos extravagancias extraviadas
al mundo peculiar de su inconciencia.

A veces vos sos fénix, yo soy cobra.
Para llevar la identidad del sino:
míticos bichos presos en la obra.

Existen, más allá de ese destino
con que enfrentan el pecho a la zozobra,
tu corazón de miel y mi asesino.

Gavrí Akhenazi


Mala para tus ojos, porque te gusto mala,
mala de malitud, de naturalescencia,
mala por revolverte, por disparar la bala
que te acierta en el centro de la circunferencia.

Mala por alumbrarte, malérrima bengala
con fuegos de artificio los días de abstinencia,
por no rendirme nunca al Coronel de gala
y excitarte los ojos con mi concupiscencia.

Mala por estar viva y provocar tu celo,
por servirte en bandeja la erótica del velo
que enigmático cubre mi voz que se regala.

Por aguzar tu ingenio para los desvaríos
y hacer que de tu boca promiscua fluyan ríos
de poesía libre, me has bautizado Mala.

Morgana de Palacios


Después, para tu boca, el vendaval del hambre
que te estalle en los senos de prédica madura
y que tu vientre curve la fuerza de la sangre
sobre el vértice inerme de mi fiera premura.

Cabalgar en el tiempo de la boca sonora
como en una marea de ansiedad matutina
sobre el sabor antiguo de la primera hora
en que la piel se vuelva desnortada y canina.

Que el hambre me revuelve la lengua del deseo
y me imagino intensa la curva en la que encallo
mi percepción del día verdeciendo en tus ojos

de mar alucinado, de fiera y el desmayo
de tu labios lamiendo la sed de mis despojos.
Así es como en mis sueños tu corazón poseo.

Gavrí Akhenazi


Despedirme de ti no entra en mis cabales.
Lo que me das no hay oro que lo pueda pagar.
Contigo soy la monja que mira el lupanar
con ojos de pecado y lengua de abrojales.

Ríes el tour de forçe en los ceremoniales
con que me incitas lúdico para poder llegar
a la carta más alta que se pueda jugar
en el juego asesino de las reglas morales.

Te empecina saber que no me entrego
como tantas, sin lucha. Tu estratego
inventa escaramuzas cada día.

Pero yo no claudico ante tu trato
pues sé que sale caro lo barato.
Lo nuestro es una hermosa guerra fría.

Morgana de Palacios


Y es una guerra al fin y en toda guerra
como aquellas que
-alzadas en tu nombre de maga impenitente
que colecciona a sus amantes muertos en cunetas sin agua-
han emprendido viejos caballeros de armaduras inermes
(y de lenguas rabiosamente trepadoras),
nos debatimos el judío amargo que sobrevivió a Masada
porque le resultó una afrenta suicidarse
y la hija del vértigo profundo sobre el peñón de Avalon.

Te bulle el África caliente en la saliva
y en la sangre hay derbakes milenarios que te agitan el tiempo
y la indocilidad
y esa hembra chita que camina sola y devora a sus presas
con una lengua suave y seductora y unos dientes de presumir sonrisas.

No sé si me elegiste porque no había otro bicho más extraño a la mano
-ya que este reino
siempre tuvo su colección de fáciles rarezas intentado subirse por tus muslos-

pero yo sigo, perduro, persevero

porque,
en realidad,

tengo un espíritu de Cancerbero insobornable,
capaz de enfrentar hasta a sus propios muertos si se acercan curiosos
a presenciar la historia que vivimos.

Dos, porque somos dos y siempre dos
en un único, guerrero y épico país desconocido
que ha perdido su nombre de batalla
y conserva la esencia de su paz
tantísimas veces malograda

igual que un talismán
que llevo al cuello como si fuera mi primer medalla.

Gavrí Akhenazi


Te agradezco la noche sin pausa, la escritura,
la luna rielando en los mares de arenas
cuando sembramos juntos alegrías y penas
en el amplio desierto de la literatura.

Te agradezco la luz que alumbró mi ventana,
la amenaza de sol de tu lengua de sombras,
el sentirte reír cada vez que me nombras
y el empecinamiento en besar el mañana.

Nadie podrá decir que haya sido fácil
llegar donde tú estás, airoso y grácil,
tras avanzar a muerte abriendo brecha.

El objetivo es hoy tu cita con la vida.
Vivir en esa tierra prometida
todo lo no vivido hasta la fecha
.

Morgana de Palacios

«Esdrújula-mente», «Serendib», Ana Bella López Biedma

Imagen by J Plenio

Esdrújula-mente

Como una Hipatia torpe que no intuye la órbita
donde tu boca artera debajo de mis párpados
dirigirá su rumbo en tacto de relámpago,
te espero a cielo raso fuera de toda lógica.

Y te espero temblando, desnuda de retórica,
cansada de otro lunes, anhelando ese sábado
que hay en la comisura de tu decir de escándalo
donde solo yo veo tu soledad inhóspita.

Has destrozado en vuelo esa barrera última
donde parapetaba mi ternura de acuífero,
volviéndome mujer de transparencia impúdica

que te busca en los labios un resquicio de oxígeno.
Para sobrevivir en mi mundo caótico
he imbricado a mi piel tu corazón indómito.


Serendib

Me resisto a la inercia de romper el espejo,
de construir mañanas de polvo y de quimera,
de aguardar mientras otros me llenan la cartera
de verdades prestadas. Existo en el reflejo

de la mujer hermosa de sol dulce y añejo
que corre por las calles sin masticar la espera
con los huesos en flor. Boca salina y fiera,
no me agrieto jamás por ningún dolor viejo.

Miro en tecnicolor los espacios más grises
y habito entre las ruinas con ventanas al mar.
Mi suerte está en tu estrella que alumbra mi recuerdo.

Guardo cartas de espuma en el bolsillo izquierdo
de mi camisa. Canto sin garantías bises
y doy gracias si a ratos conjugo el verbo amar.

«Me llamo claridad», Morgana de Palacios – Gavrí Akhenazi

Contrapunto

… y entre mi escombro,
sanadora su agua si me ensombro
enciende un lucerío…
(Akhenazi)



Digo la luz y el mundo se ilumina.
Porque nombro la luz, la luz se crea
y porque hay luz tu sombra se alabea
y me besa en la boca y me asesina.

Mato la luz y asombro tu retina
con la penumbra viva de la idea,
parásito de luz que melindrea
entre la esclavitud de la rutina.

Cuando escribo la luz, algo se enciende
por seducir tu verbo que trasciende
por la geografía de mis lutos.

Me llamo Claridad siendo La Oscura
y en lo profundo de tu arboladura
brilla el dulzor acerbo de mis frutos.

Morgana de Palacios


Digo la luz y el mundo se ilumina.

Morgana

Taciturna la luz. Lanza de fuego,
su atemporal gemido de alabanza
y donde sombra hay, sin voz me alcanza
con la vertiginosa luz del ruego.

Queda la sombra en sombra. Con reniego,
cae un ruin vendaval sin enseñanza
con su locuaz feracidad que, a ultranza,
alimenta los dientes del trasiego.

Sorda la pez y sordo el mundo —oscuros—
en que asorda su cueva de extramuros
el que medra sin luz junto al calor.

Si vas con la palabra vuelta tea,
seré el hondo tonel donde la brea
ardiendo borbotea su clamor.

Gavrí Akhenazi


Para después de ti, tu frente quiero,
con todo lo que guarda en la memoria,
tu frente diluvial para mi gloria,
para mi frente abierta a tu aguacero.

Para después de ti, hondo venero,
tu boca transitiva y migratoria,
creadora de alas en mi historia,
para después de ti, tu boca espero.

Porque después de ti, sombralunado,
luna adentro tu nombre en mi costado,
refundaré tu sombra bajo el sol.

Que solamente tú, que sol-a-mente
podrás después de ti, ambivalente,
ocupar tu vacío en mi crisol.

Morgana de Palacios

«Siempre llueve en otoño», «Bye, bye», Jordana Amorós

Siempre llueve en otoño

Huele a húmedo octubre… No varía
el ritmo estacional y a mí, puntuales,
llegan hoy los aromas espectrales
a flores secas y a melancolía.

Siempre llueve en otoño y la sangría
de las líquidas venas celestiales
escribe mansamente en mis cristales
con su confidencial caligrafía.

Quisiera descifrar, tras la angostura
lacrimosa que traza en sus regueros,
a qué pesar se deben sus enojos.

Y es que me niego a oír lo que murmura
mi corazón, que tales aguaceros
perennes solo ocurren en mis ojos.


Bye, bye

Dos mil veinte maldito, hace ya doce meses
todos te recibíamos contentos y felices
pues aunque no creyéramos que trajeras perdices,
tampoco imaginábamos que tan nefasto fueses.

Te habríamos cerrado con muy malos modales
la puerta en las narices, de haberte conocido
y así nadie en el mundo hubiese padecido
tu luctuoso e infame catálogo de males.

A pesar de las lágrimas que hemos derramado
por ti, nos disponemos hoy a decirte adiós
con el ánimo firme y el gesto esperanzado.

Y alzamos nuestra copa por el que ahora a estreno
viene a sustituirte, pidiendo solo a Dios
que, queriendo imitarte, no llegue a hacerte bueno.

«El tiempo que nos quede», «Ente oscuro», Eugenia Díaz Mares

Imagen by Ogutier

El tiempo que nos quede

Amanece con viento de aire puro.
Tu mirada ya libre de amargura,
me provoca estrecharte con ternura
y decirte no temas al futuro.

Pensar en nuestra muerte es prematuro,
no te deja vivir y te tortura;
es mejor continuar nuestra aventura,
sobrevivir saliendo de lo oscuro.

Nuestros logros podemos disfrutar.
Sin culpas y sin pena ya nos toca
liberarnos de cargas y volar.

Todavía hay puentes que cruzar,
tan solo de pensarlo me provoca
irnos a una cabaña junto al mar.


Ente oscuro

Tus cementerios llenos, inundados
de aguaceros salados por la pena
y las terribles muertes en cadena
que dejan los hogares silenciados.

Vagas por los rincones más cerrados
llevándote las almas, sin condena,
en soledad, sin aire y por docena,
¡Detente, por favor! son demasiados.

Te recuerdo, te tengo muy presente.
Arrancaste a mi hija de mis brazos
llevándome a lo oscuro en su mirada.

Hoy arrasa tu oleaje con la gente
dejándoles la vida hecha pedazos,
débil, sin esperanza y aterrada.

«A la vejez», «Dolía el corazón», Idella Esteve

Imagen by Suzanne Jutzeler

A la vejez

Tres hurras por el tiempo transcurrido,
no tiene la vejez por qué asustarse
ni maldecir, penar o lamentarse
por aquello que no se ha conseguido.

No demos lo pasado por perdido,
en el presente no hay que abandonarse
ni tampoco pensar en aferrarse
a lo fácil por sernos conocido.

Habiendo lucidez en nuestra mente
podremos continuar con esta empresa
de existir dignamente cada día.

Que no se acaba el mundo de repente,
cada mañana nace una sorpresa
para poder vivir con valentía.


Dolía el corazón

Dolía el corazón cuando te amaba
y también hoy me duele tras tu ausencia
en el rememorar de tu presencia
y la falsa ilusión que me amparaba.

De toda sensación me siento esclava
y es dolerme quizás mi quintaesencia
pues me apena además la contingencia
de ante la pena no sentirme brava.

Aunque he sido valiente algunas veces
nunca pude matar la cobardía
y asesinar mentiras y acideces.

Dolía el corazón, ¡Dios, me dolía!
Exterminó el dolor mis candideces
y quedó la aflicción por siempre mía.

«Volátil rosa negra», «El grito», Sergio Oncina

Imagen by Vesna Harni

Volátil rosa negra

Volátil rosa de perfume eterno
que floreciste roja por error,
solo te creo símbolo de amor
por las espinas, prueba de tu infierno.

Así te llegue pronto el mismo invierno
que me abrasó. Que pruebes su dolor
sobre tu piel: tenaz, devastador,
inútil como un llanto sempiterno.

Que mueras carcomida por la ausencia
de la belleza pura. Que tu esencia
efímera no exista más. Que llores.

Que exasperada sufras la caída
de tus marchitos pétalos. Que, herida
por el mal, no se alivien tus temores.


El grito

A veces la recuerdo y me repito
que no debo llorar por tonterías,
que soy un hombre libre de utopías
de las que solo viven en lo escrito.

Aunque sea su sombra donde habito
y su luz la tristeza de mis días,
he de saber fingir entre ironías
y retener las lágrimas y el grito.

Pero todo es minúsculo si falta,
menos el desconsuelo que me asalta,
y no hay ningún remedio para mí.

Entonces, surge de mi voz, potente,
un alarido, un llanto que es torrente
de la vida exultante que perdí.

«Palabras», «Soneto escrito con una mano atada a la espalda», «Goteo de miserias», poemas de Jordana Amorós

Palabras


Las palabras son lúdicas, celebran
estallando en metáforas lo pura
que hoy se muestra la luz, la desmesura
de espléndidos colores que la afiebran.

Las palabra son frágiles, se quiebran
por cualquier nimiedad, por la fractura
en el tacto del aire, que aventura
sollozos   que escondidos lo atenebran.

Las palabas son duras y resguardan
pasiones  sin cuartel en su apogeo
debajo de una túnica de amianto.

Las palabras son música y aguardan
que un corazón escuche un tintineo
de inspiración y las transforme en canto.

Todas tienen su encanto,
todas merecen una poesía….
Sin ellas, nuestra vida, poetas, ¿qué sería?



Soneto escrito con una mano atada a la espalda


Componer un soneto resulta entretenido
aunque nunca consiga dejarte satisfecho:
sobra o falta una coma, este acento jodido,
esa rima imposible, aquel ripio al acecho….

Belicosos, de amor, de alabanza o despecho,
los del verso melifluo, los del verbo encendido, 
polimétricos, blancos, del revés, del derecho,
todos guardan la chispa de un secreto escondido.

Los que hacen que digas : “ Oye…, que yo no he sido…”.
Los que firmas ,por eso de que “a lo hecho, pecho…”,
los que escribes y olvidas como lluvia en barbecho…

Palpando lo pulsátil, lo que está dolorido
por si salta la liebre, por si quiere el latido
el que más y el que menos siempre saca provecho 

Con la excusa de un día mortalmente aburrido
y una mano a la espalda , este fue concebido.
Para mí que ha salido un pelín contrahecho.



Goteo de miserias


¿Cuántos versos
harían falta, dime,
para comprar un sitio de honor en el Parnaso?
¿Diez haikus, cuatro décimas, unas odas o acaso
unas estrofas libres en que rimar no prime?

Sus reversos
apreciarán que anime
echando en la amargura creciente de su vaso
una pizca de almíbar, aunque no venga al caso,
si con ello un carácter más amable le imprime.

Poeta no es quien quiere,
por mucho que sublime
pretenda su palabra, vistiéndola de raso
y el brillo de su acento en nada le escatime.

Poeta es el que muere,
verso a verso y se exprime
un corazón ya exhausto, sabiendo que ese escaso
goteo de miserias lo esquilma y lo redime.

Por mucho que al ocaso
nadie habrá que recuerde su nombre y legitime
que su ensueño poético no ha sido un gran fracaso.

Un poema de Ana Bella López Biedma

Polvo de mariposas

Digo tu boca y digo mar en llamas,
toda de azufre y luz, y a la intemperie.
Con cada negación sobre mi vientre
digo tu boca y digo madrugada

hecha de pan y muérdago, lejana
constelación de sal, estrella inerme.
Y digo tentación, y digo puente
en el vacío azul en que me abrazas.

Digo tu boca oscura en el silencio
donde no cabe nada más. Te pienso
prolongación de piel sobre mis noches,

extrañamente mío, leve roce
de plenilunio. Hondo temblor, me existes
polvo de mariposas, fiero y libre.

«Seis poemas» de Morgana de Palacios

Imagen by Hermann & Richter

Digo la luz

… y entre mi escombro,
sanadora su agua si me ensombro
enciende un lucerío…
(Aira)


Digo la luz y el mundo se ilumina.
Porque nombro la luz, la luz se crea
y porque hay luz tu sombra se alabea
y me besa en la boca y me asesina.

Mato la luz y asombro tu retina
con la penumbra viva de la idea,
parásito de luz que melindrea
entre la esclavitud de la rutina.

Cuando escribo la luz, algo se enciende
por seducir tu verbo que trasciende
sobre la geografía de mis lutos.

Me llamo Claridad siendo La Oscura
y en lo profundo de tu arboladura
brilla el dulzor acerbo de mis frutos.


Solo letras

Donde yo digo amor, debe decir su rostro
y donde digo tacto, su deseo.

Allí donde de pie alzo el puño, su guerra
y donde me atrinchero, debe decir su boca.

El resto da lo mismo, sólo letras
sin una fe de errata.


Como la boca al vaso

Me hago a sus maneras como la boca al vaso
que guarda el agua fresca que la sed necesita,
como el crimen al odio y el amor al fracaso,
como el pulso a la sangre y la espera a la cita.

Me hago a sus disturbios como los pies al paso
y el paso a los senderos de lucha que transita,
como el reloj al tiempo y la risa al payaso,
como el sol al ocaso y el arco a la sagita.

Me estoy haciendo a él como la Magdalena
al Cristo del que vive enamorada
incontrolable en su pasión prohibida.

Forma parte de mí como la inútil pena
que me mata de día la mirada
hasta que vuelvo a verle anochecida.


Misterio para dos

Si tus labios prensiles en la noche

no me cercaran de infinitas lenguas
y el corazón no fuera la palabra
para beber a golpe de latido.

Si demorado el tacto, fuera el vínculo
la razón de la huella clandestina
en la humedad perfecta de las ingles

-retráctil caracol que sube por la espalda
hasta la nuca hermética
oculta en el temblor de los cabellos-

Si no fueras un cuerpo extemporáneo

vivo de cicatrices

para lamer despacio mientras fuerzas
la verticalidad en la sonrisa
del músculo extasiado.

Si yo no fuera yo
ni tú el disturbio
ni ambos el misterio

la herida fuera amor en la garganta.


La sombra de mi sombra

Éste es mi hombre-oscuro, casi ciego,
casi muerto de vida que le mata,
el pájaro abrasado por el fuego
que sueña el agua de mi catarata.

Ésta es su lengua dura e insultante
que sacraliza el asco y la amargura
y éste su corazón agonizante
y éstas sus manos sobre mi cintura.

Mi niño de cristal despavorido,
mi Quasimodo adusto y desabrido
que se rompe en pedazos si me nombra.

Mi loco, mi feroz, mi mar de fondo
viviendo en mí tan hondamente hondo.
Éste es el hombre-sombra de mi sombra.


El ámbar del silencio

El ámbar del silencio.

Desde que desperté
sucia
y
contigo
la eternidad se agolpa
en mis arterias,
se amotinan
los dioses
en mis sienes
contra sus paraísos
y
los hombres
me escriben turbulencias
que provocan
sonrisas
sibilinas.

Diseccionas mis versos
analizas
eliges
masticas mis matices
y
me inventas
de ámbar

y yo

con mi leyenda
de relámpago arisco
me pliego a tu tormenta
por matar tu hermenéutica mirada.

Ensenada mestiza
donde recalan voces
de todos los pelajes.

Sólo desde el silencio
puedo joderte vivo

violento hijodeputa
ladrón de siete suelas
ególatra suicida
criminal
amor mio

conseguiré
que llores tu memoria
como un
manso animal
sobre
mi cuerpo
de
agua

el día
que te niegue
la palabra.


Jordana Amorós, seis sonetos

Imagen by Oleg Mityukihin

Por error

El desencanto tiene los ojos amarillos
y todo lo que mira lo ve de ese color,
solo pétalos secos augura en cada flor
y en la Luna creciente , avisos de cuchillos.

El hastío traspira resabios de alcanfor,
atavía las horas con hábitos sin brillos,
hasta que sus latidos se vuelven estribillos
que apagan cualquier música que suene alrededor.

El cansancio nos llena de piedras los bolsillos,
nos desahucia los sueños al feudo del sudor
y los va disolviendo igual que azucarillos.

¿Entonces qué misterio, qué milagro, qué error
de nuestros genes teje encajes de bolillos
que en los adentros guardan incólume el amor?


Triste lógica

Ya no canto al amor, no me molesto
en buscar adjetivos melindrosos
y verbos francamente pegajosos,
ni en discurrir el cómo los unzo y los orquesto.

Y todo para hacer unos pomposos
elogios a quien deja descompuesto
tu corazón, sin otro de repuesto,
a cambio de unos pocos instantes tumultuosos.

Qué podría decir que no parezca
que entono en un tristísimo gospel
su póstuma elegía disimulando el llanto.

Hay que loar a quien se lo merezca,
pues sabes que ha de serte siempre fiel.
Hoy , y por triste lógica, al desamor le canto.


Duda

No hay mariposas blancas… escorpiones
se adueñan de mi estómago y me late
dispuesto el corazón para el combate,
a veinticinco mil revoluciones.

No puedo permitir que me delate
una mirada, que mis emociones
dejen al descubierto los rincones
del alma en que mi duda se debate.

Tanto y tanto…
y tan alto y tan lejano…
tanto beso que no sabe que existo,
-quizás tan al alcance de la mano-.

Tener que decidir si a la agonía
del silencio me obligo o bien conquisto
tu boca y mi Jardín de la Alegría.


Eres

Eres la melodía inacabada
que el corazón conoce y que se adueña
de su latido y lo vuelve enseña
de la esperanza cada madrugada.

Eres la suave esencia destilada
de una noche de Abril clara y risueña
y el encaje de seda con que sueña,
cualquier mujer hacerse una almohada

Eres el arco iris de colores
que me restaña la mirada herida.
Eres esa criatura concebida
para que alumbre versos sin dolores.

Serías el amor de mis amores,
si lo quisieras tú, toda mi vida.


Si me nombras

Si un día tú me nombras, espero que tus labios
pronuncien los sonidos con la pasión devota
del que a su dios le reza y en su palabra flota
el fervor encendido que esfuma los agravios.

No dejes que pervivan en ellos los resabios
de ayeres sin ventura y observa como brota
la dulzura escondida, licor de bergamota
que vuelve las palabras y los besos más sabios.

Que yo sabré mostrarte el modo como suena
el júbilo en los míos, con notas anisadas
endulzaré tus días, feliz y agradecida.

Y embaucaré tus noches con cantos de sirena
que al rendirse en tus brazos todas las madrugadas
encienda las auroras, translúcida de ardida.


Regalo

Si quieres dibujarme a pulso una sonrisa
que nunca se marchite, no me obsequies con flores,
ya sé que son hermosas, pero de sus colores
más vivos los desnuda un soplo de la brisa.

No me ofrezcas tampoco aquellas confituras
que ponen en la boca un sinfín de embelesos,
semejante al agrado de un enjambre de besos
pues llega a empalagarme su aluvión de dulzuras.

Regálame la música que corre por tus venas,
hazme con ella el Himno al Santo Disparate
de que este amor nos llene la vida de sentido.

Bailar a su cadencia nos lleva a las amenas
regiones donde habitan los locos de remate
que de ilusión se nutren por tiempo indefinido.

Tres poemas, por Silvio Rodríguez Carrillo

Imagen by Benjamin G. E. Thomas

Sé contigo y déjame


No me sigas ni me esperes
que me estoy abriendo paso
luchando contra lo que dijeron que soy,
destruyendo la fe más errada
y que me obligaste a beber,
desestimando bloques enteros de mi realidad
que creí no cambiarían.

No te duelas en mi desapego
ni le recrimines a lo histórico
el estruendo de los ángeles al romperse,
todo se hizo necesario esa mañana
en la que llegué tan temprano
que no había amor para repartir
y te inventé el que pude
sin saber que no iba a durar.

Detén el llanto antes que nazca
o escúpelo en torrente irrefrenable,
pero no te detengas en un dolor
que sólo es mancha sobre los nombres
y acaso ancla en los pies del que lo porta,
no sea que en soledad en lugar de brillar
termines amalgamándote con sombras hirientes
que beben de sí, de sólo silencio.

Como antes
en el inicio del puente bajo la luna,
festeja que siendo como los demás
no soy como los otros,
como yo celebré en su momento
en tu simpleza lo único y definitivo.

Sé contigo y déjame
ser con lo que me ronda
lo que no pude hallar en tu presencia,
el fondo preciso de lo ilimitado
y el rostro de Dios
sonriendo sobre mis errores.


Rompebolas


Escuchame, pedazo de boluda,
si a vos no te produce regocijo
nada que no refiera de tu hijo
como si fueses ciega sorda y viuda,

es un problema tuyo, solo tuyo,
pues hay quienes se placen en más cielos
de los que conocieron tus abuelos
-que no pensaban mucho, me lo intuyo-.

Así que ya cortala, despertate
buscate algún librito que te valga
para hacer algo más que un sucio mate,

renová tu pensar, mové la nalga
o ponete al costado de mis olas
que te pasás rompiéndome las bolas.


Elegiste seguir lo vivido


En el centro movible de la arena
clavé una estaca enorme, pura altura
y en ella la bandera más preciosa:
el viento incontenible con voz cruda
repitiendo el cantar de tus cabellos
disolviendo mis más íntimas dudas.

Desde el futuro vine a tu pasado
a llenarlo de aromas improbables,
a tornar toda cruz en mil espadas
y lograr que te rías y me abraces
como en tu dimensión se puede y debe,
sin mirar a los lados, aunque enfade
al que pide le den lo que no fue
y llenar con lo ajeno su equipaje.

Te di mi risa bruta, mi decir
y con sólo mi espalda fui tejiendo
la lluvia por adentro del afuera
y la tórrida luz que brinda un beso
si ocurre en la mañana y sin aviso
tapando toda falta y todo hueco.

Pero nunca sirvió lo de quererte,
encaraste los daños como meta
y con lágrimas fuiste destrozando
todo lo que busqué no sea prueba;
extraviando controles y colores
juzgaste que mejor era ser mueca,
dejándome intentar golpes de sombras
por traerte del lado que no enreda.

Elegiste seguir lo vivido
por quienes no vivieron mis acciones,
repetir lo seguro de lo necio
y evitar arriesgar ser quien impone
esa no imposición que clava y duele
en el alma del burdo en sus barrotes.