Te adentraste en mis bosques, trajiste el paraíso y el autobús del día, las lanchas de tus labios y el corazón unánime. Andas por mis pestañas sin exigirme nada. Callo y anida el tiempo en mis ojos azules.
Tal vez no pueda nunca regresar al calor, a la ribera suave de los pájaros a la fruta de barro que taponó la aurora, a esas iniciales grabadas en mis ojos.
Pero tú me escanciaste como un vaso de sol y fuiste el primer árbol que se quebró en mi pecho. Embalé mi destierro. Me lloraban las calles, el camión con mis muebles traspasó la vendimia, pero tú me conduces. A tus fuentes me llevas.
No me diste la luz. Si la hubiese atrapado con mis manos entonces yo sé que en mis retinas vería mariposas y un ancla bajo el agua de mi cuerpo.
¿Y por qué no encontrarnos de nuevo en las murallas de la noche los dos, rescatarnos el día, ver si podemos juntos adelantar tormentas?
Por mi esperanza cruza tu recuerdo de música al desvestirme selvas esenciales, y tengo el dolor de la nieve, la madurez salobre de quien atrapa barcos con sus manos de piedra. Cuando pasen andenes te seguiré mirando.
Mi meridiano eres. Tanta melancolía se albergaba en mi acento castellano. Fuimos desmenuzando palabras interiores. Por entre el diccionario con mi paraguas rojo impediré que caiga la nieve en tus pupilas.
Yo ciega voy de amor, sé tú mi lazarillo.
Instante decisivo
Miradme aquí, en piedra convertida, exhausta de silencios y ciclones, coronada de inútiles razones a causa de una nueva arremetida.
Observadme en el tiempo detenida enlazando palabras a jirones, sombras de soledad, crudas lesiones que acunan el sabor a despedida.
Mas no lloréis la ausencia de mi viento ni toquéis el poema que os escribo bajo el soplo desnudo de mi acento.
Que en la nada de un verso sigue vivo -con la sangre y la sal del desaliento- el reloj del instante decisivo.
El arpa de mis ritmos
Os dejo la palabra en mi verso truncado y este fulgor que intento mantener encendido para que los senderos no se llenen de sombras cuando la sombra venga a cebarse conmigo.
Os dejo un arcoíris de voces traspasadas por el ardiente dardo del poema maldito que se encona en el alma, madurando en la mente y rompe las entrañas cuando quieres parirlo.
Os dejo cuanto tengo: mi alforja de palabras y este viento que, a veces, me aúpa al infinito con el ímpetu firme de sus alas amigas para hurtar los azules que me fueron prohibidos.
Me marcho como vine, desnuda y sin apegos pues no escalé montañas, pero sé de los riscos que cercaron mis huellas con ortigas malignas cuando aventé canciones por todos los caminos.
Recordadme si os place, y si no, silenciadme. Sé todo cuanto os debo y cuánto he recibido de este afán que me tiene atada y bien atada al querencioso potro del verbo y su destino.
Si me queréis gritadlo frente al mar de mi tierra. Os dono para siempre el arpa de mis ritmos y el amor que me crece en los espejos mudos del poema sangrante y mi triste delirio.
No sé si es que leí mal los prospectos de la vida o es que no traduje bien su argot, que por mucho que me estruje las neuronas, no cuajan mis proyectos.
Cuando a tu alrededor el mundo cruje al sentir que te fallan lo afectos, un buen boceto de los desperfectos no habrá ningún Da Vinci que dibuje.
¿Quién no tiene en su haber un cataclismo, virus, error o eructo del abismo que le ha puesto la vida bocabajo?
Si alguien te viene a hablar del optimismo existencial… enfréntalo allí mismo y, sin remite,!mándalo al carajo!
Y si no es ahora
Después de pelearse, tan a brazo partido, con la vida, hasta el borde del desfallecimiento, ¿Quién hay que no ambicione recobrar el aliento, mientras dentro del pecho se aquieta su latido?
Yo le mantuve el pulso, pero que lo he perdido hoy me predice el aire con su temblor friolento, y, si no es ahora, ¿Cuándo será el momento de iniciar el regreso hasta el calor del nido?
Allí donde al rumor de un mal presentimiento acallan los arrullos, donde no existe un ruido que distriga al espíritu y florece el olvido benefactor, que ignora cualquier resentimiento,
En el que abandonarnos al ensimismamiento y volver a soñarnos los que habíamos sido.
Yo sé que a veces hinco la rodilla en la tierra y que entierro en el pecho la cabeza afiebrada por imaginar cosas que podría decirte a solas y en la umbra, como alguien sin mañana.
Pero soy un silencio que se remuerde solo con vocación inhóspita. Una bestia esteparia que busca entre las cuevas secretas de tu especie la especie que ha perdido su espíritu de llama.
Aúllo y te reclamo con mordiscos de lumbre, tu acerico de ausencia se me clava en las plantas y soy el caminante que ha extraviado un desierto y rebusca en su sed el agua de la lágrima.
Al fin y al cabo, a solas, sin tantos artilugios asesino entre verbos mis mundos de metralla y, como ves, inclino mi arrogancia señera a la rienda de seda de tus manos extrañas.
No me acaricies, hembra, que la melancolía de no haberte tenido, me llena de nostalgia.
Gavrí Akhenazi
A veces soy sufe si, de repente, le arranco la espoleta a una granada y detona al chocar contra mi boca y me llena de esquirlas la garganta.
Otras veces no soy más que el colapso de la buena intención y su mirada se pervierte en la sádica tortura que quisiera infligirme en la distancia.
Se ha vuelto vulnerable con el tiempo, quizás por sus insólitas jugadas.
Aún prefiere andar bajo mi lluvia sin pedir el cobijo de un paraguas, porque le gusta amanecer mojado cuando son secas otras circunstancias.
Yo soy el putching ball que absorbe el golpe cuando su corazón se desbarranca, pero crece en el verso si me nombra y se excita, varón, si medescalza.
Morgana de Palacios
A veces soy así y a veces lento, gravito en tu pasión como la escarcha que te nieva entre enero los azules y desde tus azules desbarranca su ligereza inútil y su nimbo de insospechada claridad humana.
Estás de pie en el mundo como el tiempo recorre el universo y lo equipara y nos volvemos hitos planetarios que van ajusticiando las palabras porque tu boca clara marca el rumbo del que se aleja hostil, mi boca amarga.
Que he cambiado, lo sé. Sé que he cambiado. Que ya no soy aquel que sí mataba al enemigo y luego, victorioso alzaba la cabeza cercenada y la echaba a los pies de tus trofeos en la vieja cuneta de las ansias.
Cambié. Me puse bueno y metafísico, contemporizador y mano blanda, pero si alguien te toca, te aseguro que la bestia me habita aquí en la rabia y me vuelvo aquel malo ingobernable que doblegó tu mano, sana y salva.
Gavrí Akhenazi
En tu mapa vital las cicatrices marcan los aspavientos de la suerte, los dolores y los retorcimientos que tocan las mujeres con dedos temerosos y labios indecisos cuando aún no penetran en tu mente.
Son tantas las grabadas en el tiempo de las escaramuzas en los frentes, que casi no recuerdas ni tú mismo si son un tatuaje en las paredes de la piel maltratada por la vida o es la propia vida quien dibuja vaivenes sobre tu cuerpo enjuto acostumbrado a engañar a la muerte.
Yo que guardo las mías donde nadie las ve, sé que las invisibles en ti son las más fuertes, las que nadie sospecha que puedan existir y las que más te duelen.
No has cambiado tanto, sigues siendo el soldado que camina en la sombra con el alma en los dientes. Sentirte solo es parte de la ferocidad que te nace en el vientre cuando la indiferencia ajena por el mundo se te vuelve un parásito evidente.
Al final no eres ese ni el otro, eres tú, exactamente tú, profundo y breve.
Morgana de Palacios
En el rito vital la coincidencia nos devolvió a rutinas despiadadas y en un desequilibro, desvariadas, nos atrapó su suave incandescencia
Podemos resumir nuestra indecencia en las imaginarias desaladas de dos extravagancias extraviadas al mundo peculiar de su inconciencia.
A veces vos sos fénix, yo soy cobra. Para llevar la identidad del sino: míticos bichos presos en la obra.
Existen, más allá de ese destino con que enfrentan el pecho a la zozobra, tu corazón de miel y mi asesino.
Gavrí Akhenazi
Mala para tus ojos, porque te gusto mala, mala de malitud, de naturalescencia, mala por revolverte, por disparar la bala que te acierta en el centro de la circunferencia.
Mala por alumbrarte, malérrima bengala con fuegos de artificio los días de abstinencia, por no rendirme nunca al Coronel de gala y excitarte los ojos con mi concupiscencia.
Mala por estar viva y provocar tu celo, por servirte en bandeja la erótica del velo que enigmático cubre mi voz que se regala.
Por aguzar tu ingenio para los desvaríos y hacer que de tu boca promiscua fluyan ríos de poesía libre, me has bautizado Mala.
Morgana de Palacios
Después, para tu boca, el vendaval del hambre que te estalle en los senos de prédica madura y que tu vientre curve la fuerza de la sangre sobre el vértice inerme de mi fiera premura.
Cabalgar en el tiempo de la boca sonora como en una marea de ansiedad matutina sobre el sabor antiguo de la primera hora en que la piel se vuelva desnortada y canina.
Que el hambre me revuelve la lengua del deseo y me imagino intensa la curva en la que encallo mi percepción del día verdeciendo en tus ojos
de mar alucinado, de fiera y el desmayo de tu labios lamiendo la sed de mis despojos. Así es como en mis sueños tu corazón poseo.
Gavrí Akhenazi
Despedirme de ti no entra en mis cabales. Lo que me das no hay oro que lo pueda pagar. Contigo soy la monja que mira el lupanar con ojos de pecado y lengua de abrojales.
Ríes el tour de forçe en los ceremoniales con que me incitas lúdico para poder llegar a la carta más alta que se pueda jugar en el juego asesino de las reglas morales.
Te empecina saber que no me entrego como tantas, sin lucha. Tu estratego inventa escaramuzas cada día.
Pero yo no claudico ante tu trato pues sé que sale caro lo barato. Lo nuestro es una hermosa guerra fría.
Morgana de Palacios
Y es una guerra al fin y en toda guerra como aquellas que -alzadas en tu nombre de maga impenitente que colecciona a sus amantes muertos en cunetas sin agua- han emprendido viejos caballeros de armaduras inermes (y de lenguas rabiosamente trepadoras), nos debatimos el judío amargo que sobrevivió a Masada porque le resultó una afrenta suicidarse y la hija del vértigo profundo sobre el peñón de Avalon.
Te bulle el África caliente en la saliva y en la sangre hay derbakes milenarios que te agitan el tiempo y la indocilidad y esa hembra chita que camina sola y devora a sus presas con una lengua suave y seductora y unos dientes de presumir sonrisas.
No sé si me elegiste porque no había otro bicho más extraño a la mano -ya que este reino siempre tuvo su colección de fáciles rarezas intentado subirse por tus muslos-
pero yo sigo, perduro, persevero
porque, en realidad,
tengo un espíritu de Cancerbero insobornable, capaz de enfrentar hasta a sus propios muertos si se acercan curiosos a presenciar la historia que vivimos.
Dos, porque somos dos y siempre dos en un único, guerrero y épico país desconocido que ha perdido su nombre de batalla y conserva la esencia de su paz tantísimas veces malograda
igual que un talismán que llevo al cuello como si fuera mi primer medalla.
Gavrí Akhenazi
Te agradezco la noche sin pausa, la escritura, la luna rielando en los mares de arenas cuando sembramos juntos alegrías y penas en el amplio desierto de la literatura.
Te agradezco la luz que alumbró mi ventana, la amenaza de sol de tu lengua de sombras, el sentirte reír cada vez que me nombras y el empecinamiento en besar el mañana.
Nadie podrá decir que haya sido fácil llegar donde tú estás, airoso y grácil, tras avanzar a muerte abriendo brecha.
El objetivo es hoy tu cita con la vida. Vivir en esa tierra prometida todo lo no vivido hasta la fecha.
Como una Hipatia torpe que no intuye la órbita donde tu boca artera debajo de mis párpados dirigirá su rumbo en tacto de relámpago, te espero a cielo raso fuera de toda lógica.
Y te espero temblando, desnuda de retórica, cansada de otro lunes, anhelando ese sábado que hay en la comisura de tu decir de escándalo donde solo yo veo tu soledad inhóspita.
Has destrozado en vuelo esa barrera última donde parapetaba mi ternura de acuífero, volviéndome mujer de transparencia impúdica
que te busca en los labios un resquicio de oxígeno. Para sobrevivir en mi mundo caótico he imbricado a mi piel tu corazón indómito.
Serendib
Me resisto a la inercia de romper el espejo, de construir mañanas de polvo y de quimera, de aguardar mientras otros me llenan la cartera de verdades prestadas. Existo en el reflejo
de la mujer hermosa de sol dulce y añejo que corre por las calles sin masticar la espera con los huesos en flor. Boca salina y fiera, no me agrieto jamás por ningún dolor viejo.
Miro en tecnicolor los espacios más grises y habito entre las ruinas con ventanas al mar. Mi suerte está en tu estrella que alumbra mi recuerdo.
Guardo cartas de espuma en el bolsillo izquierdo de mi camisa. Canto sin garantías bises y doy gracias si a ratos conjugo el verbo amar.
Huele a húmedo octubre… No varía el ritmo estacional y a mí, puntuales, llegan hoy los aromas espectrales a flores secas y a melancolía.
Siempre llueve en otoño y la sangría de las líquidas venas celestiales escribe mansamente en mis cristales con su confidencial caligrafía.
Quisiera descifrar, tras la angostura lacrimosa que traza en sus regueros, a qué pesar se deben sus enojos.
Y es que me niego a oír lo que murmura mi corazón, que tales aguaceros perennes solo ocurren en mis ojos.
Bye, bye
Dos mil veinte maldito, hace ya doce meses todos te recibíamos contentos y felices pues aunque no creyéramos que trajeras perdices, tampoco imaginábamos que tan nefasto fueses.
Te habríamos cerrado con muy malos modales la puerta en las narices, de haberte conocido y así nadie en el mundo hubiese padecido tu luctuoso e infame catálogo de males.
A pesar de las lágrimas que hemos derramado por ti, nos disponemos hoy a decirte adiós con el ánimo firme y el gesto esperanzado.
Y alzamos nuestra copa por el que ahora a estreno viene a sustituirte, pidiendo solo a Dios que, queriendo imitarte, no llegue a hacerte bueno.
Las palabras son lúdicas, celebran estallando en metáforas lo pura que hoy se muestra la luz, la desmesura de espléndidos colores que la afiebran.
Las palabra son frágiles, se quiebran por cualquier nimiedad, por la fractura en el tacto del aire, que aventura sollozos que escondidos lo atenebran.
Las palabas son duras y resguardan pasiones sin cuartel en su apogeo debajo de una túnica de amianto.
Las palabras son música y aguardan que un corazón escuche un tintineo de inspiración y las transforme en canto.
Todas tienen su encanto, todas merecen una poesía…. Sin ellas, nuestra vida, poetas, ¿qué sería?
Soneto escrito con una mano atada a la espalda
Componer un soneto resulta entretenido aunque nunca consiga dejarte satisfecho: sobra o falta una coma, este acento jodido, esa rima imposible, aquel ripio al acecho….
Belicosos, de amor, de alabanza o despecho, los del verso melifluo, los del verbo encendido, polimétricos, blancos, del revés, del derecho, todos guardan la chispa de un secreto escondido.
Los que hacen que digas : “ Oye…, que yo no he sido…”. Los que firmas ,por eso de que “a lo hecho, pecho…”, los que escribes y olvidas como lluvia en barbecho…
Palpando lo pulsátil, lo que está dolorido por si salta la liebre, por si quiere el latido el que más y el que menos siempre saca provecho
Con la excusa de un día mortalmente aburrido y una mano a la espalda , este fue concebido. Para mí que ha salido un pelín contrahecho.
Goteo de miserias
¿Cuántos versos harían falta, dime, para comprar un sitio de honor en el Parnaso? ¿Diez haikus, cuatro décimas, unas odas o acaso unas estrofas libres en que rimar no prime?
Sus reversos apreciarán que anime echando en la amargura creciente de su vaso una pizca de almíbar, aunque no venga al caso, si con ello un carácter más amable le imprime.
Poeta no es quien quiere, por mucho que sublime pretenda su palabra, vistiéndola de raso y el brillo de su acento en nada le escatime.
Poeta es el que muere, verso a verso y se exprime un corazón ya exhausto, sabiendo que ese escaso goteo de miserias lo esquilma y lo redime.
Por mucho que al ocaso nadie habrá que recuerde su nombre y legitime que su ensueño poético no ha sido un gran fracaso.
… y entre mi escombro, sanadora su agua si me ensombro enciende un lucerío… (Aira)
Digo la luz y el mundo se ilumina. Porque nombro la luz, la luz se crea y porque hay luz tu sombra se alabea y me besa en la boca y me asesina.
Mato la luz y asombro tu retina con la penumbra viva de la idea, parásito de luz que melindrea entre la esclavitud de la rutina.
Cuando escribo la luz, algo se enciende por seducir tu verbo que trasciende sobre la geografía de mis lutos.
Me llamo Claridad siendo La Oscura y en lo profundo de tu arboladura brilla el dulzor acerbo de mis frutos.
Solo letras
Donde yo digo amor, debe decir su rostro y donde digo tacto, su deseo.
Allí donde de pie alzo el puño, su guerra y donde me atrinchero, debe decir su boca.
El resto da lo mismo, sólo letras sin una fe de errata.
Como la boca al vaso
Me hago a sus maneras como la boca al vaso que guarda el agua fresca que la sed necesita, como el crimen al odio y el amor al fracaso, como el pulso a la sangre y la espera a la cita.
Me hago a sus disturbios como los pies al paso y el paso a los senderos de lucha que transita, como el reloj al tiempo y la risa al payaso, como el sol al ocaso y el arco a la sagita.
Me estoy haciendo a él como la Magdalena al Cristo del que vive enamorada incontrolable en su pasión prohibida.
Forma parte de mí como la inútil pena que me mata de día la mirada hasta que vuelvo a verle anochecida.
Misterio para dos
Si tus labios prensiles en la noche
no me cercaran de infinitas lenguas y el corazón no fuera la palabra para beber a golpe de latido.
Si demorado el tacto, fuera el vínculo la razón de la huella clandestina en la humedad perfecta de las ingles
-retráctil caracol que sube por la espalda hasta la nuca hermética oculta en el temblor de los cabellos-
Si no fueras un cuerpo extemporáneo
vivo de cicatrices
para lamer despacio mientras fuerzas la verticalidad en la sonrisa del músculo extasiado.
Si yo no fuera yo ni tú el disturbio ni ambos el misterio
la herida fuera amor en la garganta.
La sombra de mi sombra
Éste es mi hombre-oscuro, casi ciego, casi muerto de vida que le mata, el pájaro abrasado por el fuego que sueña el agua de mi catarata.
Ésta es su lengua dura e insultante que sacraliza el asco y la amargura y éste su corazón agonizante y éstas sus manos sobre mi cintura.
Mi niño de cristal despavorido, mi Quasimodo adusto y desabrido que se rompe en pedazos si me nombra.
Mi loco, mi feroz, mi mar de fondo viviendo en mí tan hondamente hondo. Éste es el hombre-sombra de mi sombra.
El ámbar del silencio
El ámbar del silencio.
Desde que desperté sucia y contigo la eternidad se agolpa en mis arterias, se amotinan los dioses en mis sienes contra sus paraísos y los hombres me escriben turbulencias que provocan sonrisas sibilinas.
Diseccionas mis versos analizas eliges masticas mis matices y me inventas de ámbar
y yo
con mi leyenda de relámpago arisco me pliego a tu tormenta por matar tu hermenéutica mirada.
Ensenada mestiza donde recalan voces de todos los pelajes.
Sólo desde el silencio puedo joderte vivo
violento hijodeputa ladrón de siete suelas ególatra suicida criminal amor mio
conseguiré que llores tu memoria como un manso animal sobre mi cuerpo de agua
El desencanto tiene los ojos amarillos y todo lo que mira lo ve de ese color, solo pétalos secos augura en cada flor y en la Luna creciente , avisos de cuchillos.
El hastío traspira resabios de alcanfor, atavía las horas con hábitos sin brillos, hasta que sus latidos se vuelven estribillos que apagan cualquier música que suene alrededor.
El cansancio nos llena de piedras los bolsillos, nos desahucia los sueños al feudo del sudor y los va disolviendo igual que azucarillos.
¿Entonces qué misterio, qué milagro, qué error de nuestros genes teje encajes de bolillos que en los adentros guardan incólume el amor?
Triste lógica
Ya no canto al amor, no me molesto en buscar adjetivos melindrosos y verbos francamente pegajosos, ni en discurrir el cómo los unzo y los orquesto.
Y todo para hacer unos pomposos elogios a quien deja descompuesto tu corazón, sin otro de repuesto, a cambio de unos pocos instantes tumultuosos.
Qué podría decir que no parezca que entono en un tristísimo gospel su póstuma elegía disimulando el llanto.
Hay que loar a quien se lo merezca, pues sabes que ha de serte siempre fiel. Hoy , y por triste lógica, al desamor le canto.
Duda
No hay mariposas blancas… escorpiones se adueñan de mi estómago y me late dispuesto el corazón para el combate, a veinticinco mil revoluciones.
No puedo permitir que me delate una mirada, que mis emociones dejen al descubierto los rincones del alma en que mi duda se debate.
Tanto y tanto… y tan alto y tan lejano… tanto beso que no sabe que existo, -quizás tan al alcance de la mano-.
Tener que decidir si a la agonía del silencio me obligo o bien conquisto tu boca y mi Jardín de la Alegría.
Eres
Eres la melodía inacabada que el corazón conoce y que se adueña de su latido y lo vuelve enseña de la esperanza cada madrugada.
Eres la suave esencia destilada de una noche de Abril clara y risueña y el encaje de seda con que sueña, cualquier mujer hacerse una almohada
Eres el arco iris de colores que me restaña la mirada herida. Eres esa criatura concebida para que alumbre versos sin dolores.
Serías el amor de mis amores, si lo quisieras tú, toda mi vida.
Si me nombras
Si un día tú me nombras, espero que tus labios pronuncien los sonidos con la pasión devota del que a su dios le reza y en su palabra flota el fervor encendido que esfuma los agravios.
No dejes que pervivan en ellos los resabios de ayeres sin ventura y observa como brota la dulzura escondida, licor de bergamota que vuelve las palabras y los besos más sabios.
Que yo sabré mostrarte el modo como suena el júbilo en los míos, con notas anisadas endulzaré tus días, feliz y agradecida.
Y embaucaré tus noches con cantos de sirena que al rendirse en tus brazos todas las madrugadas encienda las auroras, translúcida de ardida.
Regalo
Si quieres dibujarme a pulso una sonrisa que nunca se marchite, no me obsequies con flores, ya sé que son hermosas, pero de sus colores más vivos los desnuda un soplo de la brisa.
No me ofrezcas tampoco aquellas confituras que ponen en la boca un sinfín de embelesos, semejante al agrado de un enjambre de besos pues llega a empalagarme su aluvión de dulzuras.
Regálame la música que corre por tus venas, hazme con ella el Himno al Santo Disparate de que este amor nos llene la vida de sentido.
Bailar a su cadencia nos lleva a las amenas regiones donde habitan los locos de remate que de ilusión se nutren por tiempo indefinido.
No me sigas ni me esperes que me estoy abriendo paso luchando contra lo que dijeron que soy, destruyendo la fe más errada y que me obligaste a beber, desestimando bloques enteros de mi realidad que creí no cambiarían.
No te duelas en mi desapego ni le recrimines a lo histórico el estruendo de los ángeles al romperse, todo se hizo necesario esa mañana en la que llegué tan temprano que no había amor para repartir y te inventé el que pude sin saber que no iba a durar.
Detén el llanto antes que nazca o escúpelo en torrente irrefrenable, pero no te detengas en un dolor que sólo es mancha sobre los nombres y acaso ancla en los pies del que lo porta, no sea que en soledad en lugar de brillar termines amalgamándote con sombras hirientes que beben de sí, de sólo silencio.
Como antes en el inicio del puente bajo la luna, festeja que siendo como los demás no soy como los otros, como yo celebré en su momento en tu simpleza lo único y definitivo.
Sé contigo y déjame ser con lo que me ronda lo que no pude hallar en tu presencia, el fondo preciso de lo ilimitado y el rostro de Dios sonriendo sobre mis errores.
Rompebolas
Escuchame, pedazo de boluda, si a vos no te produce regocijo nada que no refiera de tu hijo como si fueses ciega sorda y viuda,
es un problema tuyo, solo tuyo, pues hay quienes se placen en más cielos de los que conocieron tus abuelos -que no pensaban mucho, me lo intuyo-.
Así que ya cortala, despertate buscate algún librito que te valga para hacer algo más que un sucio mate,
renová tu pensar, mové la nalga o ponete al costado de mis olas que te pasás rompiéndome las bolas.
Elegiste seguir lo vivido
En el centro movible de la arena clavé una estaca enorme, pura altura y en ella la bandera más preciosa: el viento incontenible con voz cruda repitiendo el cantar de tus cabellos disolviendo mis más íntimas dudas.
Desde el futuro vine a tu pasado a llenarlo de aromas improbables, a tornar toda cruz en mil espadas y lograr que te rías y me abraces como en tu dimensión se puede y debe, sin mirar a los lados, aunque enfade al que pide le den lo que no fue y llenar con lo ajeno su equipaje.
Te di mi risa bruta, mi decir y con sólo mi espalda fui tejiendo la lluvia por adentro del afuera y la tórrida luz que brinda un beso si ocurre en la mañana y sin aviso tapando toda falta y todo hueco.
Pero nunca sirvió lo de quererte, encaraste los daños como meta y con lágrimas fuiste destrozando todo lo que busqué no sea prueba; extraviando controles y colores juzgaste que mejor era ser mueca, dejándome intentar golpes de sombras por traerte del lado que no enreda.
Elegiste seguir lo vivido por quienes no vivieron mis acciones, repetir lo seguro de lo necio y evitar arriesgar ser quien impone esa no imposición que clava y duele en el alma del burdo en sus barrotes.