¿Cómo explicarle al pájaro por qué ya no me embebo escuchando el despliegue de lírica armonía con el que me despierta ,cuando ante mí compruebo que vivo en una especie de horrible distopía?
¿ Cómo contarle al aire que apenas si me atrevo a respirarlo a fondo, pues lo siento ardentía helándome la sangre, trayendo un temor nuevo sobre un mal que nos cerca con ruin alevosía?
Extraña primavera esta que ahora empieza… nevarán los cerezos pétalos y tristeza sin que nadie se pare a gozar tal presente.
Pero la vida sigue… sé que habrá más veranos rebosantes de guindas, que los seres humanos construiremos cantando un mundo diferente.
una palabra, a veces, puede quebrar el día hacerlo añicos tristes de grisura o levantar las faldas de la aurora y elevarlo a la gloria de sus muslos blanquísimos
puede negar tu nombre inducirte al suicidio en el anonimato de alguna alcoba turbia o despertar tu cuerpo con la respiración de la alegría sobre las comisuras de los labios
una palabra puede destrenzarte el amor para que por tu espalda se abandone o crecer como el odio en el jardín de todas las desgracias
impone su exigencia remite a viejos códigos caducos o reinventa el aire que respiras por la boca de un hombre de dulce dentellada y es siempre un ritual tumultuoso que arrastra los cadáveres que alguna vez amamos
una palabra hostil me está creciendo balbuceante entre la poesía y la desgana
Como un grito sin frenos
Si tus sueños me rompen en dos y surge el duelo cuando me acerco a ti, a tu herida inocente, da lo mismo ir cubierta hasta el cuello de negro que vas a descubrirme desnuda y transparente como el cliché gastado de una fotografía que hayas mirado mucho, de cerca, atentamente.
Tengo pocos secretos y menos ideales, ya pasó sobre mí aquel tiempo inclemente, en que la lucha era feroz conmigo misma, porque la rebeldía imperaba en mi mente.
Soy una piedra rara, astuta, casi cínica, de las que no te sirven para muro ni puente, y desapercibida quiero pasar los años ajena a los halagos y a los pies de la gente.
Me he vuelto insobornable, Andrea, como un muerto que ya no necesita de nadie y, solamente, lagrimeo en aquellas contadas ocasiones en que un verso me signe de gracia, bruscamente.
No te duelas por mí que no vale la pena dolerse por un canto rodado del torrente.
Lo mío
Lo mío es el silencio a bocajarro y es el sí pero no de los dementes, si juego al mordisqueo con los dientes en la vorágine del despilfarro.
Por algo soy la reina de un cotarro que es un milagro de maledicentes misántropos de lenguas impacientes que teorizan sobre mi desgarro.
Lo mío son las pieles con blindaje que huyen de la quema, el sabotaje del odio que de traumas se enguirnalda.
Los soldados del alma rompen filas en la fatalidad de mis pupilas y ¡sálvese quien mate por la espalda!
Sé que existe un silencio tan sedoso que te devuelve al útero materno, el cálido nidal maravilloso, donde te envuelve el halo de lo eterno.
Otros son el aliento de un invierno que te roe los huesos sin reposo, como aquel que adivino en el infierno, viva mudez de un dios poco piadoso.
Y luego está este tuyo, tan candente y tan frío a la vez que me condena a atisbar febrilmente en el vacío.
Por si surge el rumor, por si clemente tu corazón se duele de mi pena y su latir escucho junto al mío.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología preciosista, aspirante a lo imperecedero, de esa que se obtiene tallando con esmero la palabra vacía.
¿De qué me serviría gastar treinta segundos buscando en el tintero los melismas que aúpen mi nombre al candelero cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge es disfrutar absorta la cadencia que surge desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando los rostros familiares de los que has ido amando, cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Argucia
No podemos cambiar lo ya vivido. Grabada va quedando en la memoria, con lujo de detalles , nuestra historia como un álbum de fotos colorido.
Que duela recordar lo ya sufrido tanto como evocar la antigua gloria desvanecida, vuelve obligatoria la argucia compasiva del olvido.
Gota a gota , hace el tiempo lo que debe, va horadando a conciencia y con constancia, hasta que nos devuelve a nuestra esencia
Seres saboreando la inocencia ignorante y gozosa de la infancia antes de que la muerte se nos lleve.
Sin que lo espere llegas, invadiendo el solitario espacio de mi nube, llenándome de sed con el perfume parido por tu piel, que huele a cielo.
Sonríes suave, fuera de tu tiempo venciendo mi tensión, mis hondas cumbres, con la seguridad de quien sus cruces supo sobrellevar perdiendo miedos.
Yo me dejo, entregado tomo fuerzas y subo hasta tus ojos a mirarme, a extraviar las ausencias anteriores.
Tú dejas que te asalte a tu manera exigiendo destroce tus pesares con mis modos de diablo vuelto hombre.
Mañana, nuevamente, nuestros nombres sabrán que, diferentes, son iguales.
Como un alivio que se escapa
con las distancias insertas en el debajo de mis párpados solos erigiendo como un mástil y su bandera la aridez de los caminos que transité necesitando de todos y sin pedirle nada a nadie encallo sin furia y sin timidez el borde de mi mirada al límite de sus ojos que me observan y me juzgan más allá de las leyes que los normales se permiten
irreverente y de algún modo temeroso reverencio la estatura de su voz que calla sentencias palabras que cualquiera diría memorias repetidas de manual los gestos verbales con que impúdicamente la gente sin rostro me insulta si acaso naciendo antes que yo carece de heridas o curas qué ofrecerme
a diferencia de mí por su costado ella sangra dos hijos criminales parientes sin semilla lo abyecto de varias religiones y una sonrisa sana como última bandera
me besa boca abajo su manera de beber mi whisky de entregarse y pedirme seamos uno de hacerme pontífice más allá de los sonidos que no tienen más público que yo que sí que escribo para mí carajo
sonrío como un alivio que se escapa del agobio que lo define y de un golpe la desnudo sobre mi historia en una desesperación tranquila de acantilado que sabe una sola vez golpeará la roca una sola vez eterna una eterna sola vez
cumplido el oleaje los fractales en un rincón sus ojos dormidos me miro las notas que no pulsé la vez que no apoyé la frente contra el muro
Sobre el límite
En el último segundo, el que separa la primera de las noches futuras de todos los anteriores recuerdos, indefectiblemente uno se mira en las manos la huella que en los dedos dejaron las cuerdas cuando la mayoría de edad era una ilusión y los años vividos ya eran demasiados.
Por un instante hay que ser el adulto que necesitamos en esa infancia edificada a cintarazos justicieros logradores de la excelencia en la puta libreta ¡y qué honor lo del puto pabellón patrio ahí en el desfile! Entre desconocidos cuyos rostros todavía persigue mi saliva.
“Jamás con el más chico”, decía el salvaje y yo le buscaba los ojos a su rabia cuando alguna tarde me azotaba nervioso, como derrotado de sí mismo. Le paseé roturas, después, obediente, mi puño siempre fue de abajo arriba. Sediento, insaciable, coseché el llanto ajeno ganándome el oro de la distancia.
En la precisión de lo efímero, en lo fugaz no existe la visión periférica, uno cree ver por el rabillo del ojo, sí, pero lo que sucede es un oleaje en el corazón; es uno que intuye lo inmutable que ha ido construyendo por eones y que siente, a fuerza de dolor y placer inicia su brutal y suave trabajo de parto.
Ah…, sí lo que dije de ella, también lo que dije de nosotros, igual; en un concurso justo ganaría algún trofeo, lo sé. Mas, lo que callé su nombre las fechas constituyen las dagas en las gargantas precisas lo que soy, que existe, y nadie alcanza.
Como muñeco endeble, rojo hielo, como lago vertido en una mano que no logra atraparlo, partisano incapaz de romper su turbio velo.
Como límite azul de mar y cielo: indefinido, lánguido y lejano. Como perfil de luz glauca, liviano acompaño la senda de tu vuelo.
Revoloteo tras de ti, estornino sin bandada que insiste en tu camino pues no hay otro mejor para sus pasos.
Y no reclamo, pero sí me asusto cuando despierto solo en el injusto lecho de las derrotas y fracasos.
Frialdad
Hoy no quiero arrastrarme por el suelo llorando como un cínico payaso, he obviado alimentar un porsiacaso que frene con excusas el canguelo.
Hoy toca desgranar, a golpes, hielo y beber con su frío cada vaso que sirven anunciándome un fracaso creyendo que mi piel es terciopelo.
Mi invierno es un favor al mundo ocre que aunque muda sus hojas cada octubre no consigue un matiz menos mediocre.
Hoy resisto perenne a cielo abierto, aguanto la tormenta que nos cubre y pese a congelarme no estoy muerto.
Tocar la magia
Hay momentos que escapan de la realidad y se guardan en planos impropios de la física:
Los riesgos de acercarse a un contacto ficticio. Los dedos revolviendo mechones de su pelo, la sonrisa intangible del adiós, la luz que no ilumina la penumbra y, sin embargo, es.
La posibilidad latente de fugarse a otro mundo ajeno, la incertidumbre exótica de saberse distinto.
Y una lógica sobrevuela el alma y exige impertinente resolver los enigmas del lugar corporal donde contengo la magia de un quizá.