Quiebra la noche
A paso lento, sin ganas,
se va acercando el verano
y yo sigo en este invierno
sin el vuelo de tus manos.
No pienso en ti, no te añora
este cuerpo tan huraño
mientras mis dedos escriben
tu nombre, seco y amargo
en las ruinas de mi ombligo.
La oscuridad de mi cuarto
te dibuja entre las sombras
y en mi sombra reflejado.
Toca tu ausencia mi pecho
caído, desangelado,
y se eriza el pensamiento
con el roce de tus labios
sobre el arrecife dulce
de mis caderas, y el barro
que amasaban tus gemidos
en la arena de mis años.
Quiero el peso de tu furia
sobre mi cuerpo, naufragio
con que le arrancas las velas
a este corazón exhausto.
Golpea, aprieta, diluye,
expande y licua mis labios
sobre la cruz de tu boca
lo mismo que un relicario.
Quiero mi lengua en tu ruina
y en tus lágrimas mi llanto.
Por la nieve de mi sueño
tu saliva ha cincelado
espinas y rosas rojas.
Aráñame los espacios
donde no me existe nada
salvo tu ausencia. Reclamo
todo el peso de tu cuerpo
abriéndome en dos, espasmo
en que se quiebra la noche
con el eco de un orgasmo.