VERSO BLANCO

Isabel Reyes Elena

Cada vez que te nombro

Hoy que vuelvo a Madrid, dime quién me conoce
cuando bajo hacia el metro de Diego de León
y alguien lee junto a mí tu libro de murallas,
mientras subo los ríos del recuerdo

El rostro de mis hijas es de color de fruta.
Ellas sí que están vivas,
lloran, juegan, se suben encima de la mesa.
Tú me observas besándolas con tus labios distantes.
Yo no soy la que era, me has divinizado,
me he vuelto transparente, como cruza en los ojos
un aroma inconsciente, un gesto que trasluce
geografías voladas.

Los días se me escurren, son lo mismo que el agua
y mi voz es reguero que se borra en el viento.

Todo ocurrió deprisa, un sueño inverosímil,
como si mis poemas desnortaran relojes.
¿Adónde fue mi corazón, sus árboles?

El amor cuando nace tensa el aire y la lluvia,
surgiste de ti mismo y cambiaste mis normas,
me conociste frágil, hoy soy eternidad.

Pero me estoy muriendo cada vez que te nombro.

(Poema blanco polimétrico: combinatoria de verso alejandrino & heptasílabo).



Alejandro Sahoud

Menos tu nombre

cuando soy triste
yo me voy al viento
porque la sombra se vuelve inhabitable
inhallable el camino
y cuadrada la esfera

todo está de revés menos tu nombre
que hace señas de niño en un andén sin trenes
pero con tanto papel despedazado
y tanto polvo largo
que a veces
es sólo un buen fantasma
diletante

tu nombre sin zapatos
que pisa minucioso el agua turbia
me exime en la navaja
y en las cruces
del no miedo a sufrir
mas sí a que sufras
como la rozadura larga de una herida
que me sangra en la frente

triste que soy a veces desleído
acuarela de nieblas y lloviznas y babas
que devoran eso pétreo de mí
como un unto pulsátil
largo musgo y ausencia
inhóspita guarida de éste
mi
último
aliento
con que a veces escribo
o
me mojo en verde oliva
rozo el viento en tu nombre
con el cansancio trágico en el ala
y la certeza
de que el sol existe
sobre lo más oscuro de su vientre

¿quién llagará tu espalda
una vez que mi látigo se hiele?
¿quién llagará mi sed
si se muere despacio en tu diluvio?

los dioses no se ocupan de esta tarde
en que el viento
y el polvo
comulgan imprudentes
en una niebla espesa de pañuelos

si no te importa
me llevaré tu nombre en algún lado

(Poema blanco polimétrico: combinatoria de versos en ritmo endecasilábico).

Silvio Rodríguez Carrillo

La condición

De pronto las calles asfaltan la noche, cantando
silentes el paso tranquilo que ofrezco a la nada,
callando el latido que sienten apenas oculto
del odio feroz anidado en los ojos del pobre
que tiende su mano y descubre el vacío en el otro.

Sospecho la llama, el sabor a madera quemada
arriba, en el cuarto que fue de los niños que nunca
supieron de qué se compone lo lleno, que acaso
temprano aprendieron a hacerse maduros y fieros,
igual que los libros que escriben los altos suicidas.

Detrás de las cámaras, siempre detrás de las cámaras,
me miro las manos, reviso medidas y pesas,
el paso del tiempo en mi vientre, los duelos que ocultan
mi risa irredenta y que juzgo imperiosos, o justos,
no sé… Las canciones esperan si digo que vienes.

(Poema blanco en verso pentadecasílabo)



Jordana Amorós

Abrazo extenuante

Me fatigas,
lo sabes.

Es cansado tener que perseguirte
por todos los rincones de mí misma
con el afán voraz de conseguir

exprimir, uno a uno,
todos mis sentimientos.

En cada uno vives,
en cada uno estallas,
en cada uno entregas, sin pudor, Poesía,
la palabra desnuda
la que mejor define
lo que soy.

Lo que sueño.

Me consumes,
quisiera
poderme liberar de la querencia innata
de tu abrazo extenuante,
al menos mientras duermo.

Pero es que eres tú
o tener que enfrentar a solas mis temores.

Eres tú
o mis angustias.

Eres tú
o la verdad de mi fracaso.

Eres tú
o mi desdicha.

Eres tú o aprender
a tragarme mis gritos.

Eres tú
o existir
sin que el aire se entere.

Y morir poco a poco
como mueren los tristes.

Sin haberle encontrado
un sentido a la vida
y rumiando amargores.

Eres tú
o aceptarme,
derrotada anticipadamente.

Sucumbiendo, sin dar una batalla,
al sepulcral abrazo del silencio.

(Poema de verso blanco polimétrico : combinatoria de versos de arte menor y arte mayor en ritmo endecasilábico).

Los autores



Isabel Reyes Elena

In memoriam

Alejandro Sahoud
Jordana Amorós
Silvio Rodríguez Carrillo

SONETOS

Morgana de Palacios

Pájaros

No me quedan más pájaros en la imaginación,
huyeron de la quema en este Agosto ardido.
Se han llevado mi rostro, mi nombre, mi apellido,
las ganas de latir del corazón.

Ya no reparto pájaros para la rebelión
de todas las razones que matan el olvido.
Se me resiste el aire al vuelo desabrido
y el alma se resiste a la emoción.

Estoy pagando caro el íntimo arrebato
por no leer la letra pequeña del contrato
que firmé este verano cuando me volví loca.

Jamás decir te amo, en serio, al contrincante,
no te hará más feliz, pero es más elegante
que amanecer sin pájaros que beban de tu boca.



José Luis Villena

Plenilunio

Tan callada la hora, tan dormida,
tan ayer el olvido y el recuerdo,
casi tibia la albura en la que pierdo
el escaso relieve de mi vida.

Soy la sombra que encuentra la salida
por el lado contrario, por lo izquierdo,
y en la noche que vuelve loco al cuerdo
busco la magia negra, la prohibida.

El aire lleva tinta y me supura
el aliento de voces nocturnales,
que silabeo con mi lengua oscura.

La luna con sus nombres desiguales
me murmura en la boca y la blancura
se ahonda en mis penumbras abisales.



Manuel Martínez Barcia

Negro e impar

También a ti tendrá que sucederte
lo que nos precipita contra el muro
anunciando el latir de lo inseguro
con manso corazón sobreviviente

y esa lidia constante de la suerte,
enigma en la ruleta del venturo,
su interminable azar, y de lo oscuro,
mañana en la intención con rumbo inerte.

Y también te dirán que es utopía
hollar el porvenir con tirafuera
por ver si la fortuna es doblegable.

Las puertas del destino, llave un día,
cerrarán para siempre su frontera
contigo al contraluz más insalvable.



Jordana Amorós

Extenuación

Esta gravosa cruz que llevo a cuestas
es a ojos de todos invisible
y el que no tenga el cuerpo para fiestas
a muchos les resulta incomprensible.

No debo sucumbir bajo su peso,
lo sé , ni analizar si en el camino
agreste que recorro, cada beso
de sus piedras resulta más mezquino.

¿Pero quién no cuestiona a cada paso
si no es mejor que acabe la agonía
cuando el dolor rebosa de su vaso?

Yo agoté ya ese cupo de energía
que te exige el vivir viendo tu ocaso
y seguir siendo fiel a la alegría.



Los autores

Morgana de Palacios
José Luis Villena
Manuel Martínez Barcia
Jordana Amorós

CONTRATAPA

Conga, conga, conga



La sabiduría popular dice: «Por la plata baila el mono».

Observo y traspolo: «Por la promoción de su obra baila el escritor» y, lo mismo que el mono, con tal de ser promocionado –al menos en este mundo de habitantes que son solo virtuales– a demasiados no les importa dentro de qué bolsa de gatos son incluidos.

Están ahí y no precisamente para valorar su propia obra sino para proyectarse en el espacio de la inclusión, rodeados de otros que pretenden lo mismo, independientemente de las calidades de cada uno, generalmente desparejas y descuidadas si el editor lo es.

En eso, siempre he sido un exquisito.

Pese a ser yo el que selecciona el material y ser, además, un exigente obsesivo para con lo que publico, la Revista tiene un fin determinado y no es la promoción, sino que, los que participan son muestra de que puede hacerse buena literatura, aún en internet, premisa fundamental del proyecto Ultraversal al que la Revista pertenece. Como la falsa humildad no es lo mío, no soy un editor descuidado con el material que le llega. Debe reunir calidad en fondo y forma. Eso, es innegociable. O sea, no publico cualquier cosa con tal de llenar las hojas de esta Revista. No publico bultos. Publico autores que puedan llamarse tales.

Por eso, debo decir que me defrauda profundamente la forma entusiasta en que tipos que escriben muy bien se prostituyen a la caza de un poco de espacio en cualquier publicación que ni siquiera define los mínimos límites del buen hacer y donde todo se da por bueno, solamente para llenar páginas.

¿Quién puede promocionarse dentro de una bolsa de gatos o un cajón de sastre? Más aún, si los que dirigen ese lugar saben todavía menos que los que escriben dentro y por lo tanto, son incapaces de hacer las correcciones necesarias para que el material no salga cojo, mal entrazado o directamente, mal escrito.

Antes, en mis épocas épicas, hablaba de estas cosas con aquellos que las hacían. Intentaba que comprendieran que se trasciende por la calidad y no por la cantidad de publicaciones de medio pelo en las que nos incluyan.

Ahora, ni siquiera me lo planteo.

Es una época donde la calidad no importa como no importa tampoco la mezcolanza si eso sirve para que alguien nos lea, allí entremetidos entre toda clase de calidades que no respetan la nuestra y que, por bajas, terminan también por bajarnos el precio.

Lo que siento es este desengaño profundo que me producen los autores que estimo y veo que se venden por un minuto de fama, mientras promocionan con desafuero entusiasta el folletín que los ha bendecido concediéndoles una carilla a su aparición pública.

Ese sentimiento nos asalta a los que estamos de vuelta.

Es piedad. Piedad por la literatura, quiero decir. Pura y dura piedad por la literatura que se ha transformado en una bestia en vías de extinción por la que nadie hace nada para repararle las heridas exigiendo al menos un mínimo de calidad en las publicaciones.

Los desaforados de la promoción son los primeros que se prenden, aunque sea de una teta seca o, lo que es peor, de una teta atrapada en la mastitis de su propia prostitución.

Mi hija menor, mientras me ve teclear, quiere saber qué me pasa. Le digo que siempre hay un peldaño más para el desengaño. Nunca el desengaño es suficiente. Tiene la reservada capacidad de darte una sorpresa.

גברי אכנזי
Gavrí Akhenazi

Bonus track

VERSOLIBRISMO

Manuel Martínez Barcia

Jaula de otoño

Ser, en jaurías de gritos,
casi a solas,
en la sombra de nadie.

El vacío en oleadas
sin límite.

Frío, otra vez, otoño
en la nada.


El exilio del fuego

Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino
sin nadie a quien ahogar,
sin abismos de sed que me silencien…

Pero no, sus corrientes,
apenas la existencia de otro clima,
la sanación errónea de mi piel,

instantes de quietud,
algo de libertad,

pulsiones de esplendor que justifican
el exilio del fuego.


Fábulas de nieve

Mantengo en cuarentena
mi amor por Blancanieves
y a todos los enanos,

excepto al gruñón,

por su eterno reproche,
porque le dan lo mismo las mujeres
los príncipes y espejos
y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)

saber si la más bella
se ha teñido de rubio
o es esa morena del peine envenenado
que dio a un pretendiente
corazón a destiempo. Y para su extravío
también una manzana
y zapatos de hierro
que luego fue cristal
recalentado.

Ya sé que mi versión
no corresponde al cuento (fielmente).

En ciertas ocasiones
disfrazan a los niños de dóciles enanos
y los juntan de a siete,
un coro entre paréntesis cantando
diálogos de falsa realidad
azotada por esbirros del silencio.

Tan sólo aquel gruñón
es un rojo desorden,
el grito de un esclavo que no acepta
la cruel tiranía
de un reino rebosante de plebeyos

que roban y proclaman
con fábulas de nieve sus mentiras

… o una prima de riesgo?

José Luis Villena

De rodillas

Mientras me inclino calla en mí la ira,
se amansa el griterío y la desesperanza
y no me queda más lugar que el recogimiento,
más medida que este cuenco de carne,
ni estar que no sea mi propia vida postrada
bajo el haz de la vidriera
que me brinda el amparo de su espejismo.

Sólo al rendirme al miedo inevitable
se sosiega la furia como algo ajeno
y el esperpento transforma la gramática
de todo lo que temo en todo lo que digo,
mientras mascullo el puro disparate
y los nombres del pánico
en un murmullo impensable y subyugado.

Arde la hez del silencio en los cirios,
arde como un tiempo de cera y humo
imposible de entender si no es ardiendo
como una vela dúctil,
como una llama desprovista entre las sombras.

La vida aquí no es eterna,
pero es de piedra fría y susurrada,
de piedra esculpida por el vaho de las oraciones
nacidas de la fe de un sindiós
que pende de la angustia de estar vivo,

mientras alza sus rezos sin consuelo,
mientras vacía la boca de temores,
mientras llora su muerte de rodillas.


Message in the bottle

De la muerte de hace un rato vengo,
improbable y redivivo,
de la mirada sin párpado
que todo lo sabe y que todo lo ignora;
vengo del don del azar,
y de mi propia costilla,
de la apuesta al sin par mecanismo
que sostiene mi luz y mi historia,
toda ella,
en el aire.

Lo más exquisito, la voz más lejana,
en el aire,
como si del humo fuera cuanto digo
y se me escurriera el tiempo en mantenerme
sobre un equilibrio que no existe.

Aun así, hoy es veintitrés de Abril
en este lado del mundo
y es el año dos mil cinco.
Para quien lo lea. Queda escrito.


El azar reparte inicios


Si estalla la exactitud de la sabiduría
y el fiel de la justeza
es como un traspiés en el abismo,

si amanece poco sol
y es de piedra, bajo, mineral,

si el tiempo reza
el viejo artificio de los segundos
y la noche aún no viene,

si jura en vano significados la palabra
y el silencio llega a las puertas de la nada
y es nada su pálpito
y es nada su sombra
y nadie de nadie es,

entonces el azar reparte inicios
y lo muerto muere de nuevo
y en el vientre del mar estalla el agua.


Así el azar,
así el milagro,
así el orden sucesivo del misterio.

EL AUTOR INVITADO

Jorge Alejandro Neira Rosas (Chile)

Poemas

INTERSECCIONES EN UN PLANO NO EUCLIDIANO

Entre la pléyade de amigas y amigos
en estos ocho años se han casado y divorciado
casi todos.
En mi pared, una ventana va contigo en tus pasos
y en tu insomnio.
¿Sabes cuantos eclipses parpadean en mi silencio?
Este calendario rota y rota sobre sí mismo.

Entre tu jaula y la mía
aun cae el rocío.


CINEMASCOPE

Si.
Es verdad que no duermo,
pero da igual.
Mirando las imperfecciones del cielo raso
repaso las arrugas que asoman en tus mejillas.
Si.
Es verdad,
el techo este es un cine de fantasías
desde el que me sonríes
y me pregunto
por qué
aun
sueño contigo.


MUJER QUE MIRA COLORES EN UNA PARED

Si llegas hecha verso y metáfora
desenredando tu ADN de maga,
balanceando tu existencia de penumbras
o mirando de revés la tómbola de tus años,
quedarán tus huellas
en mi pared.
Si llegases -octosílaba, silente-
danzando y alumbrando el último adjetivo,
masticando una calle de favelas,
tiñendo de sangre tu luna menstrual,
dejarías tu alma
descansando
en esta ventana.


DOBLEZ

Camíname después de las orillas,
en otras ramas,
dibujando en la periferia
estos ángulos que matan.

Cada esquina un vórtice que nos mira.

Un vals de ballenas en el ajedrez planetario.

Esta fuente gorgotea sangre de unicornios,
tan mal está nuestra sociedad.
Las muchachas se pintarrajean
como si con eso acunaran horizontes.
Las manos líquidas de labiales trasvestidos
inoculan falsos pentagramas,
no hay año bisiesto en una uña que maquilla,
en un labio que se pudre en una tumba.
Esta fuente se deshace y arroja pelucas al viento.
¿Quién caminó sobre sus pecados a medio confesar?
Desvistieron cada muñeca y ocultaron sus lágrimas entre tanto reloj sin cuerda.
¿Dónde estuvo la señora muerte en sus zapatos blancos?
¿Dónde quedó el verde que te quiero verde si solo hay humo en la memoria?
La densidad misma,
tarjetas de crédito y plástico en todos los océanos.

Esta fuente, esta fuente…
Esta fuente gorgotea sangre de unicornios,
tan mal está nuestra soledad.


Prosa

UNA MANO MUERTA SALUDA MI NAUFRAGIO

Todos los puertos están clausurados. Canta mi canción, leva tus anclas, estruja mi sombra. La tarde cae y caen tus lágrimas, así, de soledad inmune.



EN TRÁNSITO
SIN MÁS ADICCIONES NI FALSAS EXPECTATIVAS.

Dejar que la noche se devore a sí misma en algún oscuro rincón del alma, deshabitar aquellos hilos que alguna vez fueron puentes luminosos apretando ese destino hacia una calle sin salida, intentando resolver, a golpes cotidianos, una ecuación desde el inicio mal planteada, una esperanza inocente que se diluye ya en pasos perdidos tras la luna.

Abandonar caminos de fantasía y espejos, triturarse los ojos, las manos, las rodillas; arrancarse los sueños dejándolos ir hacia cualquier cementerio, solo rosas negras serán pasaporte hacia el olvido, una larga cadena de amaneceres y lluvia que ya no me revivirán, negras rosas de silencio, rosas de vacío implacable, horizonte preso en nunca más voltear la vista.
Huérfano, ahora, de vino y tabaco, madrugando sin norte, voz perdida en la arboleda. Tanto ir solo a estrellarme, a repensarme solitario escudriñando viejas huellas en arena, un triste canto de gaviotas sobre un mar embravecido, una gran circunferencia que abandonó su centro, inútil reloj durmiendo sin horas, estrella muriendo lejos de cualquier constelación.

Unos resabios amargos de voces me aguijonean a la distancia. Se ha ido la luz, el multiverso no amanecerá en mi desayuno; ninguna plaza volverá a triangular esa distancia, la pandemia será apenas una anécdota, un paréntesis de temor y mascarillas, la hora final en un juego de abalorios diluidos, un punto aparte en sonrisas que no veré, una lámpara sin combustible mirando por última vez al infinito.

Es la hora de tatuarse un sol muerto, de clavarse las uñas en la garganta, arrancarse uno a uno todos los versos que, atragantados, esperaban la vida. Esta es la hora, la de caer al pozo ciego, inmisericorde, en la contraportada de un libro que no se volverá a transitar, palabras sin sentido, gramática esquizoide en un silabario de hojas marchitas.

Aquella hora en ese huerto donde el todo nos abandona, cuando el silencio nos golpea a gritos en los huesos y la noche nos besa los ojos.

La última cruz, sin salvoconducto, directa a la muerte segunda, un remolino ciego blandiendo su estocada final, sin despedidas, ningún obituario; un corte perfecto y limpio llevándose los dedos del espíritu. La última cruz, trazada en el aire con lágrimas de sangre que no se recordarán.

Llueve ahora.
De medias hojas, de medias lunas, llueve.
Rojos hilillos me atraviesan.

Es la hora de tatuarme todos los soles muertos.



TODO CRÉDITO TIENE VENCIMIENTO

En este callejón sin salida, la muerte me arrincona, me ofrece un año más de vida a cambio de mis manos. Sin emoción alguna advierte que mi tiempo se ha terminado, que nada puedo hacer sin saltarme esta larga cadena de aspiraciones y remordimientos, solo me apunta y exige: mis manos por más vida.

Le respondo: tu cabeza por un año de lluvia en un calendario bisiesto.

No se lo esperaba, baja su capucha y saca de entre los jirones de su capa, una baraja que me ofrece. Naipes cotidianos, todas las postales aún no dibujadas, una colección de sermones y batucadas, inútiles timones en barcos olvidados, llaveros inservibles en noches de eclipse, ruidos apenas audibles para una carabela que flota en una nube de luciérnagas; me entusiasma con viajes a diestra y siniestra. Siniestros, más bien.

Yo también insisto: tu guadaña y un volcán boca abajo.

La muerte no renuncia, nunca lo ha hecho, por lo que sé.

Extiende frente a mí un tablero de cementerios fugaces y rotos, una cierta amalgama de ofrendas amarillas y oscuras, una total muestra tipo feria transuniversal, una tempestad de algoritmos en un cuaderno de agua, pasos lentos en tres dimensiones; intenta ganar su partida, es decir, mi partida…, pero yo tampoco renunciaré, no ahora.

Negociando con la muerte pasaron estos años. Sí. Y tuve hijos, huertos, amantes, amores que no fueron pero que igual fueron y dejaron otros caminos en medio de agujeros negros y enanas blancas.

No toqué sus cartas a pesar de su asombro, me negué a sostener su violín o a caminar sobre sus ojos. Truqué y retruqué cada astilla de su tiempo, enarbolé toda raíz que brotó en mis sienes, no dejé piedra lunar sobre venus y trepé, trapecista sin vértigo, hasta el último cuadrante.

No sé si fue una tregua. Alzó su diestra y me mostró la torre Eiffel.
Orgullo, dijo, solo una vez.

Es lo último que recuerdo en este quirófano en el que me arrancan el corazón.


Acerca del autor

Jorge Alejandro Neira Rozas nació en Chile; es antropólogo de profesión, poeta y cuentista. Escribe desde su juventud apareciendo su primera publicación en 1975, como integrante de un poemario junto a otros dos destacados poetas nacionales: José María Memet y Gustavo Becerra.

Fue luchador social contra la dictadura de Augusto Pinochet y debió exiliarse. Retomando la escritura en 2013, en 2018 ve la luz su primer libro «De nostalgias y caminos».

Al día de hoy, Neira Rozas cuenta ya con seis libros terminados, de los cuales «Mujeres de luz y sombras» está en proceso editorial y «Peldanne» siendo prologado.

El autor es miembro de número de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile)

Su página en Facebook: SURPOESÍA.


EL MINIMALISMO

Jorge Ángel Aussel

Héctor Michivalka

Aforismos (fragmentos)

Los sueños que nos hacen realidad

23

Solo los malos escritores siempre consiguen escribir
el libro de sus sueños.


24

Hay quienes solamente sueñan
con hacer de la vida de los otros
una verdadera pesadilla.


25

Soñar con la muerte,
en cualquier caso,
es un sueño premonitorio.


26

Cuando despiertas de un sueño
es porque el sueño terminó.


27

¿Qué importa que tu sueño se realice,
si tu sueño te realiza?


28

Si tienes un sueño debes saber
que el mundo entero te apoyará
para que lo dejes.


29

Atención:
Mientras espera el tren de los sueños
manténgase alejado del borde del andén.


30

Intentan que desistas de tus sueños
porque los dejarás en evidencia.


32

Un sueño es eso que nos atrae
como un espejismo
y nos muestra
como un espejo.


33

En el hotel de los sueños
solo se hacen reservas por adelantados.

34

Existen dos tipos de personas:
las que persiguen sus sueños
y las que persiguen a quienes sueñan.


35

Visualiza tus sueños,
le dice el necio al ciego.


36

Cuando un sueño se me rompe
puedo ver lo que llevaba dentro.


37

Que la realidad se haga sueño
sería un sueño hecho realidad.


38

Un día sueñas con cambiar el mundo entero
y al otro apenas con seguir
entero y soñando.


39

Hemos logrado interpretar todos los sueños
pero casi a ninguno de todos los soñadores.


40

Hay quienes compartiendo la cama durante años
jamás han compartido un solo sueño.


41

Vives la vida a pleno
cuando tu sueño es tan grande
que te da insomnio.


42

Los sueños con estrella
nacen con un plan bajo el brazo.


43

La calle de los sueños
no está pavimentada.


44

El político suele ser un experto
en hacer los sueños irrealidad.

El autor
Jorge Ángel Aussel


Numerables

#47

1

El tuerto para todo tiene buen ojo.

2

Nunca sueñes en almohada ajena.


3

Si no enfrentas los temores que heredaste de tus padres
lo heredarán tus hijos.


4

Una obra original es aquella que sabe despistar
las obras que la influyeron.


5

Cuando hay un piano viejo en casa
nunca falta alguien de la visita que se acerca
a tocar las teclas de sonido tenebroso.


6

Una copa de vino es buena para el corazón
Con más de cinco recuerdas que te lo rompieron.


7

Si ya no te sorprende un nuevo amanecer
intenta con el crepúsculo.


8

Quien le teme al fracaso
se esmera mucho en triunfar.


9

Si tienes miedo a ser alguien
es porque no te importa ser nadie


10

El payaso del circo se acostumbra
a la traición de su mujer con Hércules.


#48

1

No tengo más mérito que haber empujado al espermatozoide
que iba a entrar antes que yo.


2

La nostalgia es el efecto secundario de los buenos momentos.


3

Una sonrisa hipócrita lleva la complicidad de la mirada.


4

Solo quien entiende el lenguaje de señas
sabe las metidas de pata del sordomudo.


5

Por mucho que el enano se compare con las hormigas,
seguirá siendo enano.


6

El milagro va sucediendo sin intervención divina.


7

Quien revienta la piñata se lleva todo el mérito.


8

Ya encendí las velas de mi funeral.
Si sueno pedante, no es mi intención.

Autor: Héctor Michivalka

VERSO RIMADO

Isabel Reyes Elena

Imagen de Lars_Nissen en Pixabay

Sentada frente al mar

Sentada frente al mar bajo la calma
de las olas rompiendo, con sus voces de piedra
es muy fácil pensar que el mundo es bello.

Mientras mis hijas juegan en la playa
la espuma de algún dios de pacotilla
posa suave en mis ojos
el extraño sabor de la armonía.

Aquel barco pesquero que regresa
perseguido por miles de gaviotas
Esta brisa, esta luz, este poema…

Sentada frente al mar sería fácil
volar también con ellas y subirse
al alto del paisaje, pensar a voz en grito
que la paz es posible.

El mundo se desangra en mi mirada
por un cuerpo de niña de Kabul
y es difícil sentarse frente al mar
sin separar el agua de las lágrimas.

Puedo oír las sirenas
convertidas de pronto en ambulancias
aparcando el horror frente a la entrada
de una escuela hospital, aquí tan cerca.

Ese cuerpo me sigue a todas lados
cojea en mi retina, en mi cabeza
en la terca cojera de mis manos
arrastrando palabras, sin saber bien del todo,
si este frío en la punta de los labios
es la pierna amputada de una niña
o la sangre de alguna de mis hijas
alcanzadas de pronto por las balas.

(Esta vieja obsesión que me persigue
de sufrir por los hijos que no sufren,
de llorar de repente en cualquier parte…)

Pero el mar sigue ahí, y ellas persisten
levantando castillos en la arena
y es difícil negarles si me miran
la sonrisa más cálida y más tierna.

Esta brisa, esta luz, este poema
aquel barco pesquero regresando
perseguido por miles de gaviotas…

Esta mujer que ríe amargamente
porque el mar sigue ahí… también sus olas.



Morgana de Palacios

Imagen de Abbat1 en Pixabay

Peligrosa

Pervivo en una especie de desierto
en que los hombres son un campo abierto
a las contradicciones
y soy como una oscura profetisa
que a la hora de amar siempre divisa
sus circunvalaciones.

Voy más allá de mí cuando adivino
quién dejará su instinto en mi camino
de malherida rosa
por decir una flor que hermosa rime
con una realidad que legitime
ser peligrosa.

Porque lo soy, sin darme apenas cuenta.
Lo soy porque mi letra es una afrenta
cuando un hombre me miente,
y me han mentido siempre, tanto y tanto,
que voy curada de cualquier espanto,
creciéndome en el diente.

No me escondo ante ti. No soy perfecta
ni sublime mujer ni loba abyecta.
Sé objetivo conmigo.
Necesito creer que hay algo cierto
y me escribes a pecho descubierto.
El mundo por testigo.



Alejandro Sahoud

Pájaro félido

¿Quién gritará tu nombre
con la tarde en la boca?

Desde tu pelo sube
un pájaro a mi pecho
vegetal y brumático.
Sube un pájaro
terso
con frente de pantera
y aletear de mar calmo
encima de mis vientos.

Cierra la puerta al aire
que te roba
esos besos celestes .
Enciéndeme con ellos
tus inciensos de angustia.
Vuélvete barcarola
en éstas
las manos de mi sangre.
Vuélvete unicidad
sedosamente pausa de lo eterno
e invulnerable al día de los vivos.

Y que nadie te llame.
Vuélvete a su palabra un espejismo
cuando habitas mis cosas.

Los autores
Isabel Reyes Elena
Morgana de Palacios
In memoriam
Alejandro Sahoud

EDITORIAL

por Gavrí Akhenazi

Imagen de Christine Sponchia en Pixabay

La forma justa

Quizás, muchos consideren al acto creativo como el hecho de trasladarse a un mundo irreal o que, al menos, dista del real general.

Ya, que algunos se dediquen a escribir pensamientos o reflexiones provoca curiosidad en aquellos que no lo hacen. Entonces, aparecerá un buen cúmulo de detractores que impondrán sus dudas acerca de la capacidad de decir o su repudio por hacerlo, al considerar a la literatura una pérdida de tiempo abocada exclusivamente a desfogar la emocionalidad de quien escribe. El mundo comunicativo de la tecnología impone actualmente otros parámetros comunicacionales.

Sin embargo, no hay nada extraño en esa necesidad de escribir conclusiones personales o, simplemente vivencias personales, como germen original de lo que puede –a veces– convertirse en una historia desde todo punto universalizable.

La escritura representada por sus escritores más allá de tratarse de una manifestación cultural es una imagen de la verdad –léase realidad, vida, humanidad, hombre– que se expresa a través de un intérprete que obra de manera mediumnica al plasmar o reinterpretar los hechos del hacer humano, independientemente del escenario en que los radique, aunque en general el mundo vea al hacer literario como un pasatiempo asequible a todos, más aún en estos tiempos de internet.

Esta forma de ver al hecho literario como algo sin importancia ya que «redactar» –no escribir– está al alcance de cualquier persona mínimamente alfabetizada e incluso analfabeta y capaz de hilar un frondoso relato oral, hace que, por su masividad actual, no se le preste la debida atención y menos aún, el necesario crédito a una expresión de calidad.

Esa especie de minusvalía en que ha sumido a la literatura el exceso de oferta, atenta contra la calidad de la elaboración ya que la ausencia casi total de enfrentamiento al despiadado ojo del buen lector, ha conseguido la aceptación de cosas indefectibles de leer sin experimentar una irrefrenable  «vergüenza ajena».

Diría que es este cúmulo inefable de descuidos literarios el que me produce rabia al comprobar la ceguera y la falta de pensamiento crítico presente en el actual mundo lector que sería disculpable si en el actual «mundo escritor» existiera, aunque fuera mínimamente, la condición autocrítica.

Para que una expresión alcance todo su potencial y pueda convertir el sentimiento original en fuerza expresiva, desenmascarando y desmembrando sus ribetes y sus consecuencias, la forma a la que se apele para construirlo es fundamental.

La forma literaria implica el equilibrio, la justeza en el adecuado balanceo de cómo se propone una situación e incluso, en muchas ocasiones, para que un producto literario sea efectivo en su comunicación particular, puede apelar a la subversión  o sea, a los riesgos que se aceptan por fuera de los modelos convencionales y exponerlos sin miramientos, casi como una especie de escándalo que busque remover resortes en el lector.

La subversión o la transgresión está en la elección de los temas, en develar mediante una forma ajustada al fin propuesto, las anécdotas y lograr comunicarlas con efectividad y contundencia.

Las búsquedas reales y efectivas, según entiendo, deben ejercerse sobre la mirada que el autor proyecte sobre las cosas a plasmar y en cómo será capaz de edificar esa visión para conseguir compartirla con el potencial lector.

 La escritura que le impondremos a cada frase para darle forma elocuente al producto literario es el elemento decisivo.

Una mala forma, una elección equivocada en la construcción de un mensaje, arruinan cualquier buena idea y le impiden lucir su natural intensidad.

El medio que elegimos, o sea, la forma y su escritura, constituyen una parte insoslayable de la verosimilitud literaria y son, desde el comienzo, aquello que acabará por definir el resultado.Por eso, creo que encontrar la forma justa para cada producción que encaremos, es parte esencial de nuestra propia verdad planteada en el acto creativo.

POESÍA DE CONTRAPUNTO

La poesía del arrebato (corriente literaria en que se basó el proyecto Ultraversal) debe su nombre a la propuesta de improvisación en que dos autores se desafían en tiempo real a responderse con poemas. Es un ejercicio de agilidad y coherencia que permite demostrar el dominio de la técnica tanto poética como de discurso.

ultraversal.com

Morgana de Palacios – Gavrí Akhenazi

Cárceles y causas (improvisaciones en tiempo real)

(soneto – arte mayor – pareados – rimado)

Yo no te mentí nunca. Te dije que no soy
más que el rescoldo oculto en la ceniza vieja,
el humo que se expande inasible y no deja
ni la más leve huella de los pasos que doy.


Lázaro imprevisible, resucito si estoy
absorta con un rostro que la luna refleja
mas cuando llega el día, la tumba que no ceja
me requiere a su sombra y hacia su sombra voy.

Todo me es cárcel, todo, salvo mi pensamiento,
larga la pena larga en el penal del viento
que no precisa rejas para echar sus cerrojos.


No me quieras querer, no soy la primavera,
sólo ceniza y humo en tránsito y entera
toda la muerte, toda, se florece en mis ojos.

Morgana de Palacios



Todo me es cárcel, todo, menos la libertad
el cerrojo que ciñe mi puta humanidad
y el látigo en mi boca.

Carcelera del precio de la roca
carcelera tenaz
sobre la soledad que descoloca,
sobre todas mis fugas
va tu instinto, asesino y procaz

Si me muriera ayer desde la muerte,
si no fuera este grito,
ni tus cadenas unieran a mi suerte
su recurso maldito,
toda mi voluntad sería inerte.

Toda esta furia sorda en que me hundo
valdría acaso la ira en que te irrito
desde lo demencial que hace a mi mundo.

Gavrí Akhenazi



Todo es circunstancial cuando tiras los dados
de la furia fugaz. Alma sobrecogida
en el intento gris de acaparar la vida
trascendiendo sin pausa, versos accidentados
.

En la frontera fértil de tus acantilados
columpio mil vocablos con sabor a manzana
y nadie encontrará la pasión de morgana
porque en el lado oscuro mantiene sus reales.

No es la razón de ser de los hombres cabales
que no han de traspasar su cerrada ventana.


Por si quieres hablar del rumor del pecado
de la desolación que nos marca la vida,
de por qué mi canción suena a causa perdida,
recuerda, por favor, que no tengo pasado
ni creo en los futuros de terciopelo ajado,
ni finjo algarabía si hablo con verdad.

Me someto al decreto de la banalidad
sólo por hacer dedos desde cualquier teclado.
Si miras lo profundo de mi verso acerado
verás que no comulgo con la casualidad.

Morgana de Palacios



Una causa perdida ya no tiene remedio
ni en tu boca que canta ni en tu boca de tedio.
Una causa perdida es un rincón oscuro
una ansiedad a medias, un parto prematuro.

Una causa perdida es también una meta
una propuesta al viento que rompe una veleta
para que ya no existan los puntos cardinales
ni las mediocridades ni las banalidades.

Una causa perdida es la luz de un proyecto
que se mantiene siempre altanero y erecto.
Una causa perdida es un sueño a futuro.
Para soñar tal causa, hay que nacer impuro.

Gavrí Akhenazi



Los autores

Morgana de Palacios
Gavrí Akhenazi

ARTÍCULO

De la «genética literaria» y su fenómeno poético

Gavrí Akhenazi

Según Jorge Luis Borges en «El idioma analítico de John Wilkins», no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural.

Partiendo de esta premisa, encontramos que se ha sistematizado de manera «conjetural» a las categorías que definen al objeto literario.

Podríamos señalar una división más o menos precisa cuanto no precaria de las formas diferentes de explicar al objeto.

Si nos remitimos al punto de vista ontológico, la categoría será «obra». Si aplicamos sobre esta primera, una clasificación taxonómica, hablaremos de «género». Luego, atendiendo al tiempo y el espacio concebidos como factores condicionantes de lo anterior, quizás hablemos de «escuelas, movimientos, generaciones, regiones». Luego, si hablamos ya de la genética que definirá al objeto, mencionaremos al «autor».

Partiendo de unidades de análisis menores: el poema, el cuento, la novela, el ensayo, derivaremos a supracategorías que engloben esos detalles –obra, género– hasta terminar en orden superior, hablando de «la literatura» y a partir de ella, un regreso a las subdivisiones anteriormente planteadas: «literatura europea, literatura romántica alemana, literatura latinoamericana, literatura universal». Sin embargo, aunque la sistematización se mantenga, el autor seguirá siempre en su rol de creador en el proceso.

La clasificación del universo literario como fenómeno, utilizará entonces la batería de criterios de clasificación para sistematizar en rangos acotados los límites de cada expresión, significándose como una especie de reflejo especular que represente a su modo a algo real, respondiendo al concepto de mímesis.

Estamos, frente a esto, reconociendo a la escritura literaria como un espacio en el que se plasma el devenir de una realidad modificada por relaciones complejas, dadas por el trabajo que sobre el lenguaje marca un espacio de sentido otorgado desde el «creador».

Este «autor creador», inscribe lo extraño como propio y así lo fragmenta y lo libera de un sistema que lo clasifica al tiempo que impide su infinitud.

La particularidad del discurso poético representaría para ese creador la transformación del significante que es aquello que genera sentido en la lengua. De ese modo, ese significante puede ser distorsionado, desarticulado o articulado de otra manera, escapando al dominio de lo formal, ya que en el discurso poético, la combinatoria adopta heterogeneidad dado que trabaja sobre realizaciones singulares y por esto mismo, ilimitadas.

Cada creador desarrolla el fenómeno poético dentro de su propio ámbito de sentido, por lo cual, cada tema adquiere en el espacio de cada creador, una nueva resignificación que debe ser reconocida por fuera de la sistematización o la preconcepción que se tenga de lo significado.

De ese modo, la «genética» funcionará sobre el objeto en base a la impronta de su densidad significante que no es otra cosa que los diferentes grados de eficacia en la realización del discurso poético.

Se instaura, de esta manera y sobre una misma realidad tratada, un espacio de diálogo donde cada uno de los múltiples discursos sobre ella, conformarán una especie de polifonía tematizada pero que adopta en cada caso su propia forma para el significante.

La «genética» del «autor creador», trabaja y modela el código de la lengua con la que opera, hasta lograr una construcción que libere a las imágenes del servilismo debido a las cosas que retrata.

De esta particularidad en el proceso de reestructuración poética de la cotidianidad, el creador se aparta de los aspectos «fotográficos» del realismo para incursionar en un mundo de simbolización, alejada de aquello denotativo que impera en el lenguaje.

Edifica, pues, más de una realidad de acuerdo a su visión particular de la historia que plasma o del mundo en que ésta se desarrolla.

El fenómeno poético, tomando su ocurrencia en relación a estas bases, rompe los límites de los prototipos genéricos, de modo que transforma en irrelevante la clasificación en cuanto a género que se mencionaba al principio y niega una suerte de exclusividad a determinados formatos literarios, ya que trasciende los límites por la propia singularidad de su acontecimiento.

ARTÍCULO

Palabras

Gildardo López Reyes

Hay nombres (signos) que se pierden y que perviven sólo en los diccionarios arrumbados en un rincón del que parece nadie los sacará (quizá si en la casa no hay internet y se está jugando al scrabble, ante la necedad de quien dice que esa palabra sí existe alguien los desempolve), si es que nadie los ha tirado aún. Igual que las enciclopedias se volvieron obsoletos.

Hay palabras que se repiten tantas veces, regodeándose al hacerlo, porque se han vuelto populares por una moda que obedece a quién sabe qué cosa.

Hay palabras que se visten de ropas viejas, unas veces elegantes y otras en harapos; a veces los que escribimos las usamos cuando queremos encontrar palabras con un significado afín a esa palabra que no queremos repetir.

También las usan los viejos y los cultos. Arcaísmos les llaman.Hay palabras que son mal pronunciadas, la costumbre dejó que nadie advirtiera que así no se decía el nombre de esa cosa. Seguro estarán enojadas, molestas cada vez que no se les usa correctamente. Incluso la ignorancia colectiva hace que se corrija a quien sí conoce la verdadera palabra: “¡no se dice magullado!”

Hay palabras recluidas porque a alguien se le ocurrió decir que eran malas, palabras que aparecen en ocasiones especiales como cuando hay alcohol recorriendo las gargantas. Aunque en algunas personas como yo conviven codo a codo con las que carecen de maldad. Son palabras que se divierten en la boca de niños y adolescentes que se sienten importantes mientras más de estos vocablos saquen del encierro.

También, hay palabras que han perdido su valor, palabras que fueron despojadas de su identidad y viven en una crisis en la que ya no saben qué significaban. “¿Entonces, qué es un amigo?”, pregunta una. “¿Qué es el amor, qué, amar a alguien?”, se escucha decir a otra totalmente desgastada. “¿Y paz?”, no recuerdo ya lo que significaba.

Los diccionarios siempre llegan tarde a la fiesta, nunca se les dice la hora exacta o será que son impuntuales de cuna; la cosa es que nunca están presentes en los momentos precisos.

En México todos cantinfleábamos y catafixiábamos sin importar si el diccionario y su real academia nos daban o no permiso.

Que a la larga lleguen al diccionario o no no será ningún mérito. Las palabras no están hechas para eso.

Gildardo López Reyes

CONTRATAPA

אנחנו כאן עכשו

Cuando comencé esta Revista, mi objetivo pasaba por la fidelidad al grupo del que formaba parte y por ello, dar a conocer el proyecto Ultraversal y sus resultados.

Al proyecto en cuestión me uní hace trece años. Trece, para los que creen en cábalas, la gloria o el desastre. Pero en mayo de este año se cumplieron los trece años que nadie puede suprimir de la vida desde que se cuenta de ese modo el tiempo.

Tan cuestionado como resistido, encontré que me parecía a Ultraversal en un montón de cosas, pero por sobre todo en esas dos que menciono: cuestionado y resistido. Para mí fue un desafío pertenecer, justamente por lo problemática que resultaba mi presencia para los entonces habitantes del Taller que si bien siempre mantuvo ese perfil, como todos los lugares literarios por momentos servía apenas para la exposición de egos escritoriles.

Yo venía desde la realidad y como la realidad me comportaba, sin corrección política y diciendo lo que pensaba de lo que me tocaba leer. Alto y claro, para que se entendiera y no le cupiera a nadie dudas de mi opinión ni de mis sugerencias. Era un Taller literario y yo era escritor real, de esos que pueden tirar un curriculum sobre la mesa y que la mesa se caiga por el peso al suelo, pero la cuestión es que ese no fue mi camino. Como me gusta a mí, el llano es el llano y con seudónimo, todos los gatos somos pardos, así que pensé que alcanzaba con lo que uno escribe o con cómo lo escribe, para sentar precedente y que las cosas se entendieran sin mayores cuestiones. La falsa humildad nunca fue lo mío. No sé cómo se come eso, aún hoy y creo que se nota.

La inteligencia y la nobleza me seducen mucho más que dos tetas tirando de una carreta.

Luego se dirá que dos escritores, como dos amas de casa en la misma cocina, no pueden convivir porque los atropella el propio peso de sus egos.

No fue mi caso. Mi caso fue el contrario y encontré en Morgana de Palacios, la fundadora de Ultraversal, esas otras y extrañas relaciones de escritores, esas «parejas» de escritores que funcionan en base a la potenciación y jamás a la competencia o el recelo.

Los que están acostumbrados a las batallas tienen un carácter diseñado para eso. No cualquiera es capaz de entregar su vida por algo que considera una «causa». Y quizás, eso es lo que me fascinó del asunto, superado el escollo de la resistencia que encontré entre los miembros originales del proyecto que hasta ese momento era exclusivo patrimonio de Morgana.

Todos saben que soy soldado y que proceso las cosas siempre con un enfoque bélico y hasta quizás, heroico, como esa posición que te ordenan no abandonar y que, al final, uno termina defendiendo por propia convicción a costa de su propia vida, pero como sostenía Martin Luther King: Cuando encuentras una buena causa por la que vivir, también la encuentras para morir por ella.

La cosa es que esta vez, retomo la Revista no por fidelidad al grupo sino por fidelidad a mí mismo.

Lo mío son y serán las trincheras, aunque sea el último soldado en ellas.

Morgana suele decirme que mi sinceridad es impúdica. Siempre lo ha sido, no voy a cambiar de viejo. Pero también me ha repetido: «La Revista es tuya».

La voy a hacer a mi modo, entonces, no porque antes no fuera mi modo el de hacerla, sino porque también uno cambia sus estrategias en medio del combate.

Por lo tanto, hemos vuelto.

גברי אכנזי

Gavrí Akhenazi

Editor y único responsable

EL LECTOR VORAZ

Norma Rodríguez – La redacción instrumental y sus nuevos enfoques

Comenta y recomienda: Silvio Rodríguez Carrillo

Dice Norma Rodríguez en la introducción de su libro “por lo general, no dedicamos un espacio especial al aprendizaje de la expresión escrita, ni le prestamos la misma atención que a las otras actividades o disciplinas”, para luego hacer hincapié en la diferencia que existe entre lo que podemos decir oralmente y aquello que podemos expresar de forma escrita. El lenguaje tiene sus reglas, y desconocerlas necesariamente llevará a error, más todavía en el español, que es una lengua compleja, cuyo estudio en profundidad parecería una tarea interminable si, por ejemplo, nos vamos al tema de las oraciones subordinadas e inordinadas.

Sin embargo, es el espíritu de este libro, antes que marcar todas las complejidades posibles del idioma, puntualizar los aspectos básicos que hacen a la redacción instrumental, de manera que el lector pueda hacerse con las herramientas básicas que le hará posible encarar el acto de escribir despejando dudas por un lado, y por otro, recibiendo indicaciones para no cometer los errores que comúnmente cometen aquellas personas que carecen de una formación un poco más profunda de la media en cuestiones de gramática. Se trata, desde el principio, de un manual que fija los ojos del lector en lo más importante.

En la primera parte del libro, que hace a la cuestión de la gramática, se abordan los temas que con más frecuencia habrá que considerar en la redacción, como el dequeísmo, los casos especiales de acentuación –consta de un capítulo aparte para los monosílabos–, las reglas básicas que rigen la utilización de los signos de puntuación, el uso de los números, incluyendo la escritura con cifras y el uso combinado de cifras y palabras, entre otros muchos aspectos. En esta primera parte se expone no sólo la regla, sino también una breve explicación de la misma con los ejemplos correspondientes.

En la segunda parte, ya en materia práctica, el libro aborda toda una serie de documentos que normalmente son redactados en cualquier empresa o institución, sea privada como pública. Así, nos encontramos con una clasificación extensa como precisa de documentos que de acuerdo su origen y/o finalidad poseen su propia categorización, independientemente de que se trate de una carta, un memorándum, un decreto, una circular, un acta, una convocatoria a asamblea, un contrato, un curriculum vitae, etc. Y lo más interesante, en esta sección se encuentra una serie de ejercicios como para que el lector pueda poner en práctica lo leído.

La redacción instrumental y sus nuevos enfoques” es un material didáctico de gran utilidad, sobre todo, para todos aquellos que por motivos laborales se ven en la necesidad de escribir algún tipo de documento. Con una estructura sencilla y lógica, todo el libro se dispone de tal manera que lector podrá recorrerlo a la manera de un libro de lectura como también como un libro de consulta al que podrá recurrir cuando necesite precisar desde cómo darle forma a la respuesta a un presupuesto, hasta cómo darle el debido tratamiento a las siglas y los acrónimos. Es una app en papel.

ARTÍCULOS

EL «NARRAR»

por Gavrí Akhenazi

Los que comienzan a transitar el camino del escritor tienen, cuando se les interroga acerca de sus porqués, un grupo de respuestas generalmente uniformes. Algunos buscan un modo de expresar sus emociones (entonces uno escucha: «escribo mis sentimientos», como si los demás prescindiéramos de ellos al escribir) u otros son decididamente fabricadores de mundos ficcionales porque suponen que el escritor es eso: un ficcionador. Luego hay otros, entre los que me incluyo, que no intentan fabricar nada imaginario, porque piensan que no hay nada más fantástico que la diaria realidad. Por lo tanto, no les interesa crear otros mundos, ya que este que hay tiene material de sobra para todos los gustos.

Lo de crear mundos es algo que ha seducido siempre a los escritores, llegando este hecho a ser considerado como el objeto mismo de la literatura.

Ceñirse estrictamente a los hechos, también tiene su aquel porque los hechos se trabajan a través del prisma de quien los reproduce y por los tanto, siempre existirá un grado más o menos abundante de matiz, otorgado por la visión de quien los relata.

Escritor y escrito, impregnan a los hechos narrados de su propio poder de intervención óptica.

Las cosas escritas suceden «como quien las escribe las ve», de modo que la impronta narrativa es lo que confiere a un texto todos los condimentos necesarios que requiere lo que se recibe como materia prima: «la anécdota».

Muchos escritores no se avienen a abandonar aquello que le da resultado a otros y entonces trabajan en base a la recreación de cuestiones remanidas que otros han escrito con mayor enjundia, de modo que cada autor que se transforma en un apostador al número puesto, pierde la posibilidad de ajustarse a su propia creatividad.

No porque hayan resultado efectivas en otros momentos históricos del hombre, ciertas obras pueden ser traídas en copias al carbón hasta el presente, sin modificar el tiempo de ocurrencia, ya que la historia del hombre es absolutamente dinámica y cada momento de la misma tiene su propia connotación vivencial, aunque los hechos se repitan como una constante de la condición humana. Un ejemplo sería hablar de la Primera Guerra del Golfo como si se tratara de la Primera Guerra Mundial. Hay, entre una y otra, un siglo de cambios en la Humanidad, aunque la Humanidad no sepa cómo no estar en guerra.

Lo que importa, realmente, no es lo que uno escribe -realidad o ficción-, sino cómo lo escribe.

Un escritor debe ser ante todo un explorador de su internalidad y un observador minucioso de su alrededor. Asimismo, resulta fundamental el estar dispuesto a correr cualquier riesgo sin temor a las herramientas que posee para correrlo. También, debe estar consciente de que es mucho más fácil fracasar que conseguir el éxito y debe estar preparado para el rechazo porque en estas cuestiones, la última palabra siempre la tiene el público o sea, el lector.

A mi entender, la diferencia entre escritores la da la capacidad de escribir «peligrosamente» que algunos poseen y a la que otros ni siquiera se animan.

Un escritor, incluso el ficcional, es un testigo, porque el material del que se nutre siempre será su propio proceso de observación y recreación de lo observado. Y lo observado, sobre todo en los tiempos que corren, presenta un profundo grado de inestabilidad y de permanente mutación que deben ser reflejados por la literatura para mantener su propia vigencia.

Las formas que se le impriman a lo narrado, la elección de palabras en la escritura de cada frase, lo deciden todo. El estilo es lo que define al autor y es lo que el autor necesita encontrar para identificarse y a la vez, ser identificado.

Sin embargo, algunos aspirantes a narradores no advierten que lo que resultaba efectivo en otro momento histórico ya no resulta efectivo en este porque viven ya en otro mundo y la realidad ha dado para el hombre una vuelta de campana. Por lo tanto, no pueden aferrarse a esquemas narrativos pertenecientes a siglos anteriores porque las respuestas de los hombres frente a los desafíos de la vida han cambiado sustancialmente. Incluso la emocionalidad ha cambiado y las reacciones frente a un mismo hecho, son completamente diferentes.

En un mundo de redes sociales, donde la emoción se reduce a «emos» y a «gift», resulta un desafío la traducción a palabras de aquella intimidad particular que, en otra época, podía resultar todo un argumento de relato.

La intimidad se halla expuesta a la visión pública, como en un escaparate de feria, de modo que aquello que podía recrearse como la hondura de un personaje, parece ahora flotar en su exhibicionismo como si cada fanpage o cada muro, fueran libros abiertos y expuestos sin el menor cuidado a los ojos de un público al que tampoco le importa demasiado lo que tengamos para decir ya que siempre estará más ocupado enseñando su propio libro.

Aunque el hecho de narrar traspone esa superficialidad, requiere de todos sus elementos intrínsecos para derrotarla y abrirse paso.

Entre esos elementos, siempre estará la calidad que el autor ostente para encontrar la proximidad con el lector.

LOS NARRADORES

María José Quesada

Transición

Mamá era buena pero sobre todo correcta. Con ella nunca me faltaba nada, me llevaba bien vestida y calzaba buenos zapatos; ella tenía obsesión con el calzado, siempre impoluto, preciso, casi ortopédico. Con respecto a la alimentación también era muy determinante: comida sana y equilibrada y azúcares los justos, que eran las galletas y el Colacao del desayuno y algún caramelo ocasional. Para con mis estudios era firme, sin agobiarme pero al acecho; reconozco que a veces lo necesitaba.
Yo siempre iba con permiso de mamá. La quería

La tía Paula era su antítesis.
Era de las que si no combinaban rayas con cuadros qué más da, la de la broma espontánea, sonrisa abierta y la que me enseñó chulería. Cuando ella me hablaba me desinhibía. Ella era como el polvo de talco en el zapato que aprieta, la bienvenida a la frescura y quien me enseñó a salir del molde para encontrar mi forma. La mejor hermana que podía tener mi madre porque me mostraba y me hablaba de todo lo que mi madre no me decía y además, sentía que teniendo su permiso, también tenía el permiso de mamá.
Me habitaban muy bien aunque ellas dos nunca se veían. La quería.

Llegaron momentos de grandes choques entre las tres, lo percibía cuántos más años iba cumpliendo. Cada una tiraba de mí para su lado. Mamá se volvió más inflexible conmigo cuando mi anatomía fue cambiando de niña a mujer. Llegó a volverse prohibitiva tanto como yo insegura pero ahí estaba la tía Paula quitándome miedos. Mamá no sabía cómo hacerlo; no la culpo, aunque la tía Paula, a veces, como de manera homicida, me asomaba a balcones sin barandilla.

Un día mamá se fue y la tía Paula dejó de existir, entonces nací yo.


Ana Estepa

Tiempos de cambio (fragmentos)

Eran tiempos de cambio, de las primeras escuelas públicas y la sanidad universal.
Todo estaba por construir, tras una oscuridad de inocente ceguera.

Recuerdo a mi padre, de madrugada, forrando su pecho con panfletos sindicales, para lanzarlos en la puerta de la fábrica, y los sobresaltos de mi madre cuando sonaba el teléfono. Las mañanas heladoras frente a la estufa de butano, mientras sudaban las paredes.

En la televisión en blanco y negro, la familia Telerín nos llevaba hasta la cama, en donde por fin podía liberarme de la tirantez de mis trenzas.

La felicidad era un domingo de playa y sombrilla, con tortilla de patatas y filetes empanados.
Por la noche, los paños de agua con vinagre sobre la piel quemada, y en el bar de Pepe, unas gambas.

Los hombres, adiestrados para la censura, no parpadeaban ante las piernas de las azafatas de un concurso televisivo, mientras los amantes distantes languidecían ante cartas eternas.

Septiembre era el mes de las lágrimas y de decir adiós al amor del verano.

Recuerdo con nostalgia el chocolate y los churros de los domingos, las mañanas gélidas y las ventanas empañadas.
La vida transcurría todo lo lenta que supone la infancia, y el tiempo era una senda de creatividad ilimitada.

Mi madre hacía magia en la cocina. Ponía sobre la mesa manjares de puchero y cuchara. Y por la tarde escuchaba por enésima vez las historias de mi abuela. De cómo ella «Sebastiana la Gata», militante socialista, se enfrentó sin miedo a los fascistas que querían fusilar al cura rojo del pueblo. De cómo logró salvarle, a cambio de barrer durante todo el año la plaza del ayuntamiento. Y de por qué nadie del bando nacional delató su ideología.
«Hija mía, hacer el bien a todo el mundo, sin mirar el color de su camisa, me salvó la vida.»

Recuerdo también el quiosco de la esquina, como si fuese la cueva de los tesoros. Me atiborraba de dulces mientras pensaba angustiada en el lunes siguiente.
Lunes de cuadernos y lápices, y calcetines blancos.
El camino a la escuela era una aventura, que a veces era plácida y otras el infierno a pie de calle.

Mientras los yonkis se picaban en los descampados, la mano de mi hermana pequeña, agarrada a la mía, me hacía invencible. Y aunque a veces me temblaban las piernas, sabía sacar los dientes ante el peligro.
Fue por aquel entonces que comencé a escribir, necesitaba contar lo que ocurría en mi cabeza de diez años.
Supe por primera vez, del placer de la escritura y de la libertad de vivir otros mundos.


Gavrí Akhenazi

Posición de combate (fragmento)

El sol se reclina sobre el polvo de la mampostería y se mantiene sobre las cosas como un observador que resplandece con quietud.

Bajo ese sol brillante y suspendido, todo es caótico luego de la explosión.

Un remolino de colores aturdidos se abre y se cierra sobre su propia confusión sin un espacio cierto en el que desarrollar la locura de su espira, hecha con hombres y mujeres sin rumbo que escapan o se arrastran o están ahí, inmóviles de pie, como si los hubieran abducido y ahora se hallaran en un planeta distinto de aquel en el que el estallido los sorprendió atrapados en las ocupaciones de su día.

La gritería resulta abrumadora, del mismo modo que abrumador es el silencio en que se mueven azorados aquellos a los que la explosión ha ensordecido. Algunos ni siquiera advierten sus heridas. Caminan como zombies hasta que se desploman.

Por todos lados y en un radio amplio, los restos de cosas y personas forman la misma alfombra deshecha y esparcida.

El olor de la muerte posee demasiados componentes ahí, pero esa mezcla de sangre con escombro, de carne con frutas y verduras, de amoníaco y lágrima, absorbe otros sentidos y se introduce por las fosas nasales hacia oscuros reductos de la mente para colonizarlos.

A pesar de que todo es una filmación en cámara rápida, interiormente se procesa en cámara lenta, como quien hojea un álbum de postales en el que agregar las fotos que le gustan. Aunque todos escapan dando gritos, parecen detenidos, estáticos, inertes, pegados sobre el caos.

Porque no hay demasiadas ambulancias, los médicos del grupo del Noveno suelen ser de los primeros en llegar. Entran al cataclismo con la resignación de la costumbre y entonces, los que han quedado en pie pelean por ellos, disputan por ellos y los tironean y los arrastran de un lado a otro, de herido en muerto, desesperados por salvar a sus seres queridos que estaban allí un minuto antes y ahora son heridas o pedazos.

Es imposible detenerse en alguien porque son demasiados cuerpos por doquier y se requiere apenas el instante de un golpe de vista para entender a quién salvar y en quién no se puede invertir tiempo.

En la camioneta que oficia de esa ambulancia que han conseguido improvisar, suelen cargar de a varios y los trasladan hasta el hospital, como si de mercadería se tratara. Poco se puede hacer en el terreno ya que, en general, al primer estallido suele suceder un segundo y a veces un tercero, porque en esos ámbitos la muerte parece inconformista y regresa y regresa a la cosecha.

El terror es, para la muerte, un consorte de lujo.

El Noveno y el Tercero, que «dominan el campo» como siempre explica Víktor el acto de escogerlos, protegen al Ebrio y a su paramédico. Es uno de los que aún resta del diezmado ya plantel de Mathi. Se complementan bien, sin sobresaltos, con imperio sobre la realidad horrorizada en la que funcionan de manera eficiente.

—Les dije que ese tiene experiencia en estas cosas —apunta el Noveno—. A los hombres los definen sus gestos.

—¿Por qué a ti te da por la filosofía cuando estamos en estas misiones? —se queja el Tercero, sonriendo. Ayuda con un cuerpo al paramédico y observa al Noveno que no lo ha escuchado, porque está ahora junto al Ebrio, ambos arrodillados junto a un cuerpo.

—¡Orev!… ¡Iala! Estamos completos —grita el paramédico— ¡Iala!¡Iala!

El Tercero observa a aquellos dos ahí. Se acerca, porque piensa que entre la debacle, no escuchan el llamado. Hay demasiado ruido alrededor.

El Ebrio sostiene la mano de un hombre al que el estallido le ha amputado las piernas y es apenas un resto de humano en un lago de sangre, que protege debajo de sí a un niño.

El Noveno intenta extraer el cuerpo pequeño, porque el hombre les implora que lo salven. Lo recoge, lo atrapa entre los brazos y asiente a la vez con la cabeza frente a los ojos de aquel resto que habla con el Ebrio y le encomienda a su hijo.

El Ebrio le dice que él lo cuidará. Repite varias veces «yo lo cuidaré».

Lo ven morir apenas sonriendo. El Noveno deja junto al cuerpo del padre también el del niño. Busca un momento la cabeza. Encuentra la mitad. La acerca al tronco.

Vuelven a la ambulancia.


John Madison

Out of this world

No me hablen de la muerte. No me pidan que acepte su embestida. No me pidan que acepte convertirme en su siervo ni tampoco que no llore a mis muertos.

Algo se rompe eternamente dentro de ti cuando pierdes a un hijo y no existe herramienta mortal en el reino de Dios capaz de arreglar tal avería, máxime si tu hijo no ha vivido lo bastante como para fabricar los suficientes recuerdos que a ti te gustarían. Y cada vez que uno de tus hijos vivos celebra su cumpleaños, o logra alguna meta, la puerta blindada de ese búnker que has construido muy al fondo de tu corazón para guardarlo se abre y tu hijo resurge en el umbral y te saluda. Ahí, sacas la cuenta de la edad que tendría si no se hubiera marchado y te preguntas qué número de zapatilla calzaría y en qué lugar trabajaría, cómo sería su novia y un sinfín de hipótesis que sabes que nunca tendrán cabida en tu realidad.

Sí, ahí empiezas a odiar el verdadero significado de la palabra Nunca.

La muerte es más difícil de llevar para los que se quedan que para los finados. Así que no, no me hablen de la muerte.

Yo podría morir hoy. He sido buen hijo, buen hermano, amigo. He sido padre y madre, buen esposo. He sobrevivido con una comida al día para que mi mujer y mi hijo tuvieran más posibilidades en cuanto a nutrición. Me he prostituido, he trapicheado, he gritado por mis derechos y los de mi hijo en un país dictatorial en el que a sus gobernantes les importaba un soberano maravedí el bienestar de sus conciudadanos.

No, no me hablen de la muerte. Yo he enterrado a un padre, a un hijo, a un hermano, a un abuelo, a mi mujer. En ese orden y en edades difíciles para aceptar la lidia con esa hija de perra.

Sí, yo me puedo morir hoy, y aquí paz y en el cielo gloria. Así que no, no me hablen ustedes de la muerte.

Sé bien lo que es la muerte. Algo putrefacto e injusto, algo indomable, porculero e incómodo que vive contigo los trescientos sesenta y cinco días del año. La muerte cena contigo, se viste, desayuna y trabaja a tu compás y sabes que será así hasta el día en que Dios te llame a filas y, finalmente, vuelvas a reunirte con tu hijo y el resto de tu fallecidos.

Hay un tema tabú en mi literatura, se llama Manuel Martínez Shong: mi hijo. Ni todas las palabras y metáforas del mundo, ni todas las novelas conseguirían traermelo de vuelta. Así que no, no me hablen de la muerte.

Quien no ha perdido a un hijo no podrá jamás saber de lo que hablo.

Por el amor de Dios: No me hablen ustedes de la muerte.