Me esquiva la calma como un sano a un contagiado. Será que proyecto un mal de fondo, una enfermedad esquizofrénica que perdura pero que no se muestra.
Es la sangre que reverbera silenciosa esperando lo imposible, un volcán dormido que ni las leyes naturales reviven pero que lo angustia. ¿Qué pasó en mi transitar que me aisló de la paz y me arrinconó como a un perro que abandonaron por necio y por gruñón?
Será que maldigo lo que otros aman, lo que me mantiene atado a la soledad viendo a los malditos disfrutando del dolor y de la sangre ajena, muriéndose tranquilos en sus camas rodeado de sus familiares y secuaces.
Es grave expresar ciertos pensamientos pero más grave es no poder revertirlos. No puedo, ni el subconsciente me ayuda, no tengo lo que todos, un dios al que rezar y pedirle ángeles de guerra pues sólo eso puede regresar la maldición de vivir en un purgatorio dirigido por ratas con zapatos y camisas.
Quizás la ausencia de calma, la soledad, el exilio humano, el olvido y el horizonte en tinieblas es lo que me hace no ser uno de ellos.
Tres ángeles caídos
Busca en la espuma de la mar y observa, escudriña los tonos de la orilla para ver si han quedado rastros nítidos del ángel abatido por la maldad que impera.
Aun sepultado por las aguas, logra el aliento de sangre que resiste los tiempos de la muerte, acuérdate de Cristo, esa sangre persiste según hablan los profetas de antaño.
No esperes que las puertas del infierno se quiebren y se escape un ser ya redimido de sus viejos pecados en busca de venganza. Carga con tu conciencia y caza los malandros, haz la justicia de los hombres buenos esos que creen que el mal no puede ser impune.
Proclama luego al viento tu hazaña de cobrar crímenes que apagaron las alas de tres ángeles que creyeron que el hombre es signo de bondades.
Emely y su retoño y Liz María esperan por tu fuerza, no las desilusiones.
Hay crímenes que nunca pueden quedar indemnes, no importa que la sangre te manche la conciencia.
Si diferente a mí, gozas tus despertares y todo el esplendor que presenta la vida esperando el ocaso como un final feliz, entonces te veré como ese símbolo de lo que debe ser una existencia breve sin traumas ni dolores.
¿Qué se cruzó en mi senda enseñándome sólo el drama del vecino que lo convirtió en zombi y le marcó su vida? ¿Por qué me presentó un camino espinoso como si fuera el único que podía pisar?
Quiero que sigas viendo bellezas en el aire y brillos en las noches en que la luna falta. Cuéntame esas historias de las que yo no sé y algún día quizás, pueda captar tus mismas sensaciones
El silencio.
Tú rompes el silencio que nos une con esa indiferencia lastimante.
La falta de palabras nunca ha sido tragedia para nuestro informal pacto, que soportamos con sonrisas francas como si nos burláramos de todos los manuales de convivencia idílica.
El silencio es el arte forjado por los raros en este mundo donde las palabras valen más en papel que las sonoras por mejor timbre que cultiven.
De repente, miradas que eran el parlamento sobre el cual se erigía esta callada senda, se volvieron estruendos y pusieron en duda la firmeza del suelo construido.
¿Serán otros silencios u otros sonidos nuevos los que se han interpuesto en nuestro viaje?. De ser así, mejor volver al mundo de soledades en el cual vivimos porque la soledad es nuestra marca y estamos obsoletos para probar unión carnal, mujer.
Mira, que ya dejamos de ser niños y solo nos espera cuidar las cicatrices -abundantes por cierto- adquiridas en nuestro desandar.
Espero que la suerte acompañe el mañana.
El sueño
Camino entre los baches de calles en penumbra donde las sombras de cemento esconden los dones que -según las cábalas- me corresponden como inquilino del paisaje que ayer pinté.
Usé los colores grises a mi alcance, azules brumosos, ocres de tierra y gris de paine.
Busco un alma que rompa el silencio nocturno tarea imposible, pues mis calles son ricas en soledad y también en belleza que solo yo percibo.
¡Qué pintor del demonio! Ni dentro de mis cuadros consigo la armonía.
En la zona norte de la República Dominicana esta ubicado San Vito. Con sus pocas calles, es un poblado situado a pocos metros de la carretera principal que comunica varias provincias de la zona.
A ese lugar llegó una tarde una mujer ataviada con un vestido que no se correspondía con una persona joven y que le cubría las piernas hasta los tobillos. Llevaba una mochila al frente, además de su bulto de viajera.
Muy lentamente recorrió las pocas calles del sitio viendo los frentes de las casas como si buscara algo de su interés. Se detuvo ante una vivienda en la que un letrero rezaba “Pensión familiar económica, agua constante”.
Al ver la puerta abierta entró y entabló una breve conversación con la propietaria para luego dirigirse hacia una de las habitaciones.
Allí se estableció la viajera y de inmediato salió a visitar todo lugar donde hubiera conglomerado de personas: parque, iglesias, eventos públicos y demás.
Una noche, durante una de las visitas que acostumbraba hacer al parque, observó a un hombre que gesticulaba con un vaso en la mano compartiendo con unos amigos. La mujer se acercó para observar de cerca mientras fingía hablar por su teléfono celular.
Luego de un buen rato, ese hombre que había llamado su atención se retiró con pasos tambaleantes y ella lo siguió a una distancia prudente. Cuando él se detuvo frente a una casa y se disponía abrir la puerta, la mujer se le acercó al tiempo que preguntó: «¿es aquí que vive una modista que creo se llama Eufemia?». Él se sorprendió por tan inusual visita y luego de observarla por breves instantes le manifiestó que no y que la única que conocía vivía a la entrada del pueblo -sugiriendo con eso que podía llevarla-. Ella le sonrió de manera provocadora al tiempo que le pedía excusas y agregó que hacía unos años la conoció y quería aprovechar su estadía en el pueblo para saludarla.
Luego mantuvieron una conversación de rutina en la que ella siempre introducía algún elemento para extender el diálogo. A medida que hablaban la mujer se le acercaba más y luego dijo que «si no fuera tan tarde me hubieran gustado unos tragos». el hombre se entusiasmó y la invitó pero la mujer le señaló que no estaría correcto que fuera a una barra a esas horas y que prefería algo más privado.
La conversación se tornó en un intercambio más íntimo y decidieron entrar a la casa. Ya sentados en la sala compartieron unos tragos mientras él se sentía el hombre más dichoso del mundo.
Al poco rato y despues de una conversación muy amena, él la invitó a su habitación y no habían transcurrido unos minutos cuando se escuchó un sonido apagado y la mujer salió guardando en su mochila un revólver calibre 32. Se marchó sigilosamente no sin antes llevarse el vaso donde hacía apenas un rato tomaba un trago.
En su retirada iba evocando aquel momento de hace seis años cuando, en una reunión festiva de delegados políticos de la zona, ella se encontraba algo embriagada y este hombre -que ahora yacía con la cabeza destrozada por una bala explosiva disparada desde su boca- le ofreció llevarla a su casa y en el camino la condujo a un lugar apartado dónde la violó siendo ella virgen.
Ella solo recordaba -en aquel trágico lugar, dentro de su embriagues y dolor-, las palabras que retumbaban en su cabeza cuando él decía con un aire de triunfador:
—Cooño que suerte, me tocó una señorita.
Algunos códigos gárgola
Una gárgola está posada sobre un pico de nieve. No está a gusto, pues los copos la hieren. Ella prefiere las lluvias que además de refrescarla le recuerdan su niñez. ¿Dónde se esconden los bebés gárgola? ¿En las cuevas, en las cornisas o en los recovecos barrocos de las azoteas? Solo a las adultas se les puede observar en su constante vigilia.
En documentos que han sido encontrados en azoteas abandonadas, hay constancia de la educación y de los entrenamientos que reciben en el lugar oculto al que son llevados los bebés gárgola.
También se han encontrado ejemplares de «Juan Salvador Gaviota» que parece ser uno de sus textos favoritos, además de historias sobre fakires y manuales sobre yoga y de control físico y mental.
En manuscritos de poetas gárgola se percibe entre otras cosas la gran cultura que poseen.
Aquellos que fungen como profesores, llevan consigo unas libretas donde están los manuales y lecciones que han de aplicar a los bebés.
Les dicen los profesores: «A pesar de compartir el mundo de los humanos, somos diferentes y tenemos otros códigos de vida». «Nos diferenciamos de un dios en que nunca hemos creado nada, cosa que no debe de importarnos, como tampoco tratar de corregir al humano, pues hay que dejarlos a su libre albedrío» . «No somos dioses aunque muchos lo piensan».
«De lo que podemos estar orgullosos es de vivir en las alturas, no en el suelo donde recibiriamos escupitajos, golpes y atropellos sin importar nuestra dura piel y nuestra horrenda figura, incluso nos ofrecerían limosnas y eso sería intolerable».
«Por esto y otras razones debemos mantenernos en nuestro hábitat, pues de no ser así nos convertiríamos en grandes guerreros y quizás en los peores asesinos. Entonces no habría diferencia entre un humano y una gárgola y nuestra historia y mística se irían a la mierda».
Por todo esto, se les esta prohibido bajar al suelo, so pena de muerte, y si en algún momento se enamoran de un humano, será este que deberá trepar las paredes o, en su defecto, aprender a volar.
Estos datos referentes a su educación se les dan por escrito a los niños gárgola, y dadas sus condiciones de poseer una inteligencia muy superior a la humana son asimilados en poco tiempo.
No es de extrañar lo poco que se conoce de las gárgolas y de su historia, debido a las estrictas normas de conducta en que se desenvuelven.
Breve recado a la parca
Cuando llegues a mí, certera como siempre, no encontrarás a un hombre ocioso, sino que verás a un ente con energía y no a un muerto-vivo como esos zombis que ya se han entregado a la nada y solo esperan el decreto que los declare oficialmente muertos.
Tendré en las manos un lápiz o pincel o una cortadora de metales o quizás, algún objeto que me permita honrar la soberanía .
Tendrás el orgullo de saber que encontrarás a un hombre de trabajo que no huirá de ti ni de su destino, como lo hace de aquellos vivos que no buscan su carne sino sus ideas, y esas, valen demasiado, para asesinos tan pobres.
Al Ángel que me escucha cuando hago mis monólogos, el que cruza de acera al vernos en la calle y me mira con dudas de ser yo el elegido, debo advertirle pronto que no soy de Sodoma.
Él, todo poderoso, solo anda por mi senda, no es por casualidad a pesar del recelo. Detrás de su mirada de terneza,sencilla, hay hongos destructivos que se traslucen claros.
Sabe y también conozco su objetivo final pero quiere ser justo. Algunos inocentes pagaron en antaño culpas viles, ajenas y quedaron dolores que el tiempo no ha curado.
¿Por qué a mí loco impuro, me busca como amigo será que ha visto letras salidas de mi puño? Parece que las mira como muestra de honor de alguien que no traiciona ni venderá a sus hijos por salvar el pellejo, eso habrá de entender.
Hablaremos de frente, y estaremos acorde. Y le diré:
—Cumple tu cometido, ya nuestro referente lo dijo alguna vez. -¡Qué se hunda la isla antes de la ignominia!-. Lanza todo tu fuego, nadie mirará atrás, esta vez no habrá estatua, porque yo haré la única en el fondo del mar. No somos un desierto, recuerda lo que somos.
Mañana, dos isleños, una pareja apátrida querrá recomenzar y le dará color de tres tonos a un lienzo que habrán de enarbolar quién sabe en qué lugar más lejano del globo. Inventarán los cantos que nunca se escucharon, unas baladas tristes colmadas de dolor y nadie sabrá quiénes moraban en la isla más bella del caribe.
II
Arcángel, ¿le propones a este mortal de barro una misión tan noble, de tanta envergadura? Un proyectil gastado, casi al implosionar aunque lleno de hongos y deseos frustrados. ¿Esos eran tus planes al perseguirme ansioso?
No sé que poder viste en este cadavérico que arrastra sus caídas como Cristo a su cruz, con victorias efímeras solo como consuelo del derrotado. Oye, he logrado entender que el amor por el prójimo son lágrimas de salva si no va de la mano de la fuerza brutal y del odio aprendido a través de los golpes.
¿Estaré apto y tendré el amor suficiente para la hora crucial? Mira que no lo sé. Nunca me he contemplado en mis sueños constantes acostado, en la espera del decreto oficial anunciando el deceso de un vivo desahuciado.
Eso está a tu favor y de aquellos que esperan que se haga la justicia que ellos por cobardía nunca han decidido. Pero si me acompañas cuidaré de tus alas “vaya suerte de ateo” porque en ellas me iré a la estrella más triste que no será más mustia que el país donde moro.
III
Hace ya cierto tiempo que me ocupan los ángeles, no es por remordimiento por mi poca creencia y no es por el rechazo cada vez más al prójimo que solo ve su sombra como si más allá no existieran más hombres que solo se reflejan levemente en vidrieras. Y si, tengo remuerdos.
Serán los serafines, los que habitan mi mente que tratan de guardarme, o son dardos mortales en busca de respuestas, de por qué un ilusorio se sumió en la catástrofe trepándose a las nubes queriendo sofocar las llamas en que el hombre y sus propias miserias se extinguían en vez de suscitar una canción de cuna a parte de su sangre, de ser mio aquel niño.
Podrán ser rescatistas detrás de perdedores que contienen las lágrimas esperando el momento para inundar los suelos y extinguir los demonios que pululan y dictan las normas a seguir.
Los veo blandir espadas sin inspirar temores, quizás son los espectros que otrora fueron víctimas y hoy, en su nuevo rol, llegan con nuevos bríos transformados en líderes proyectando las luces adquiridas en luchas con los demonios muertos.
Puede ser todo un símbolo que refleja el fracaso de aquel tipo de ayer muy cerca de victorias o un signo de esperanza en días venideros.
De todas formas guardo una espada embotada a un lado de la cama y en otro unos escritos por si me toca irme, casarme con la gloria, o si por el contrario solo me espera un mueble cercano a una máquina para corregir musas.
Sola y desnuda viajas libre por el espacio a velocidades irreales, en espera de contactos que suplan tu soledad.
Tu silvido trágico es la canción fúnebre de un vampiro en vuelo en busca de alimento para saciar codicias de otros a tu espalda.
Manipulada eres sin concesión alguna. Un ave indefensa sin voluntad, sin decisión.
Tu éxito depende del talento criminal del experto en blancos y negros augurios.
Te conozco puedo dar fe de tu beso ardiente
o, quizás fue un aviso para el acto final y no tendrás la culpa.
Las cargas
Salgo a la calle remolcando bloques que pesan como un mundo, pero siempre sonrío -más por vergüenza que por propio orgullo- pues si muestro flaquezas soy carne de pirañas. No es mi norma la imprudencia, miren, quizás por eso es que obtuve algunos años de vida más.
Mostrar el alma no es propicio allí, además, he encontrado un lugar franco en donde desnudarme por completo, sin prejuicios ni miedo a que se noten las muchas cicatrices que me adornan.
Si me miran escualos (esas bestias de letras y palabras) creo haber ubicado el oasis perdido. No tendré que morir con lágrimas podridas pues ya sé cómo evacuar fantasmas y dolores ocultos.
Cuando la sombra se desplaza rauda a través del pasillo evocando memorias de la sangre vertida aparecen las lágrimas todavía inocentes de ese muchacho pleno de vigor buscando sus sandalias.
Tanto que mencionaba al R. Douglas famoso francotirador, el gringo, el mismo que cayó al llegar a Vietnam.
“Le tira hasta a los gatos y a los perros” -¡es un bárbaro!- decía el joven que vivia un sueño con su mauser al hombro.
Dieciséis años y al oír disparos se sonreía como si viviera una comedia.
—¿Por qué no hablas ? -siempre me decía- —No sabría decirte, es que soy medio alzao -le contestaba-.
Una tarde de lluvias, un disparo, y Carlín se fue con su sonrisa en busca de otros sueños.
Un dieciséis de junio.
Pacto un pulso
Pacto un pulso de fuerza para ver quién derrota a mi silencio activo o al vozarrón sin alma. En mi esquina callada solo se oye el crujir de mis huesos sin fans, aunque firmes y alertas, sin embargo al contrario le sobra algarabía.
El ruido enajenado no me llega a los huevos, tengo filtros antiguos que me hacen sordo al trompo. A esa bulla apagada, callo con mi mudez y será con los truenos que ensordecen la carne que callarán mi voz, esa que no se escucha cuando resuena recia en oídos malandros.
El barullo barato se desgrana en los aires, solo inquieta la paz y molesta el sosiego pero el sigilo pleno, pensado y concienzudo es letal y procura dominar la algazara.
Donde quiera que esté los veo a ellos una presencia muda, pero viva.
No tengo muy seguro quién es el que procura esas extrañas peñas matizadas con humos de cigarros que solo yo disfruto, acompañado a veces de unos pequeños tragos que solo yo degusto.
Hago los ademanes que acostumbran los protocolos de invitar a brindar por sus pasados, pues el presente en solitario nunca, tendrá un futuro digno de contarse.
A veces creo que los anfitriones son ellos y me invitan, apenados porque notan la soledad acostada en mi casa.
En sus miradas veo siempre dudas. Seguro porque observan a los hombres como una copia modelada en mierda de aquellos de su tiempo en que el honor y dignidad valían.
Me preguntan sin voces: ¿Valió la pena tanto sacrificio?
En más de una ocasión, gotas de perro ruedan por mis pupilas. Esos canes son más puros y honestos que los prójimos.
Quizás esos espectros sean mi cura hoy. Y es que alguien que no cree ni en avernos ni en ídolos, en algo tiene que confiar, y más, si conoció lo puro de esos amigos muertos.
Soldadito de cuerdas
Si miro tu fantasma por las noches, y no hiede a podredumbre de cadáver es que sigues tan viva como en aquellos tiempos. Tan dinámica como esos corceles libres en la pradera detrás de un horizonte no importando cuan lejos estaba de tu lar.
Tarareabas siempre “soldadito de cuerdas” y parlabas que había que clavarme una estaca en el centro del pecho -como a cualquier vampiro- para hacer que brotara el fuego por mis ojos, y pudiera salir de un letargo quimérico mientras tú cimbreabas tus sueños a mil pies, allá en lo alto.
La cuerda se gastó y tuve que crear energías internas como esos chips robóticos que nunca se degradan y seguirán aún después de muertos.
Sí, después de enterrado, lo poco que habré escrito, me mantendrá con vida, pues no estarás para romperme el tórax.
Mujer, cuando percibas la sombra que se exhibe en los tiempos difíciles, mírala sin recelo que puede ser un niño jugando a ser mi ángel o si por el contrario quiere que lo recuerde como un dardo letal, no lo creas con saña.
Él es un inocente en busca de respuestas, de por qué un hijo e puta se sumió en la catástrofe trepándose a las nubes queriendo sofocar las llamas en que el hombre y sus propias miserias se consumían en vez de susurrar una canción de cuna a parte de su sangre.
Esta bruma será como un eclipse que me acompañará, igual que un talismán perdido en el desierto escondido en la arena esperando las aguas que quizás nunca lluevan para salir a flote.
Hijo, ¿Sabes de mí? También busco respuestas.
Soldadito de cuerda
Si miro tu fantasma por las noches, y no hiede a podredumbre de cadáver es que sigues tan viva como en aquellos tiempos. Tan dinámica como esos corceles libres en la pradera detrás de un horizonte no importando cuan lejos estaba de tu lar.
Tarareabas siempre “soldadito de cuerdas” y parlabas que había que clavarme una estaca en el centro del pecho -como a cualquier vampiro- para hacer que brotara el fuego por mis ojos, y pudiera salir de un letargo quimérico mientras tú cimbreabas tus sueños a mil pies, allá en lo alto.
La cuerda se gastó y tuve que crear energías internas como esos chips robóticos que nunca se degradan y seguirán aún después de muertos.
Sí, después de enterrado, lo poco que habré escrito, me mantendrá con vida, pues no estarás para romperme el tórax.
Esta pandemia es una de esas cosas que colocan al humano frente a realidades que existen por siglos pero solo cada cierto largo tiempo nos recuerda que si no cambiamos de rumbo, un día nos sorprenderá algo que ni siquiera el aislamiento o cualquier otra medida nos será suficiente para sobrevivir.
El hecho de que hayan existido varias civilizaciones a través de millones de años nos demuestra que algo ha pasado en cada una de ellas. No podemos decir mucho ,pues sabemos muy poco de que sucesos han ocurrido. Poco nos han enseñado en escuelas y en la historia. Tendrán sus razones. Un virus como este no creo que naciera del aire, pero eso no es el tema ni el saber de donde provino nos va a salvar. Lo importante es darse cuenta de lo extraña que es la vida y como tu actitud es modificada como una tragicomedia.
Anoche, a unos 50 metros de mi casa y en pleno toque de queda, unos gritos desesperados despertaron a todo el barrio, un joven falleció y los familiares perdieron el control y fueron horas de quejidos mientras los policías no sabían que hacer pues el drama se trasladó a las calles circundantes con personas llorando y corriendo como locos. Una escena dantesca
En una guerra puedes salvar personas con solo darle albergue o esconderlos de persecuciones y también matar para salvar a otros, pero este virus trastorna toda la psiquis humana y las secuelas son peores que la propia guerra.
Un poema
Cobarde
Si miro a ese prójimo aturdido tambaleándose sin fuerzas rogando por su vida que se escapa, tendré que huir lo más lejos posible del escenario.
Nunca pensé mi cobardía ayer me creí solidario para siempre pero me han convertido en un cobarde, ¿será obra del destino o de maestros de la perdición?
Sicarios sin caretas y sin nombre y otros que dan la cara exponiendo su vida que no saben de tramas, escondiendo sus lágrimas y su impotencia.
No puedo solo huir, he de esconderme como aquel criminal sin cuerpo del delito, tapando mi ruindad aquí en lo oscuro.
No es un consuelo que en la lista estén millones de cobardes a la fuerza queriendo ir al entierro de sus padres y solo despedirlos por el móvil.
Nos han asesinado lo poco que quedaba de humanidad en nuestro recorrer, diseñando el estadio para el juego final.
Si no puedo sellar mis grietas que permiten que se inunde mi pensamiento cuando la lluvia me atrapa alevosa, y con el sol a la vista,
solo bastará un ligero tremor para disgregarme y servir de alimento a los poetas que solo han respirado dentro de sus burbujas de murria.
No sé si podrán digerir mi sangre sin tipo definido y las arterias quemadas por el odio humanista que me corroe, hacia la claque de humanos sin humanidad.
Podrán nutrirse de verdades y mentiras que enuncié para salvarme y salvar a otros de la soga del cadalso. Conocerán de la tristeza de muchos sin nombre ni apellidos a través de mis células que podrían horrorizar al peor de los indolentes.
Mientras sigo buscando el mortero que se adapte a mis cicatrices, hago el autorretrato que se niega a plasmarse con exactitud. Solo la imagen de un Frankenstein moderno y pesaroso se vislumbra en el lienzo.
Una fantasía
Pudiste ser la niña que debió estar presente para tender tus manos cuando corrí directo hacia ese mar de fuego donde encontré destinos ocultos en la sombra.
Allí perdido me formé soldado para vivir en pleitos hasta con mi conciencia. Hoy no sé cómo abandonar las armas y hasta mi catre, creo, es mi baluarte frecuentado de espectros.
Avanzo con el ritmo de alguien que no pasea sino que trota hacia un carretón donde estoy atrapado como en las pesadillas que tenemos de niños.
Voy y zafo las amarras del otro yo más joven con la esperanza de que vuelva atrás no para que claudique, sino para que busque dónde quedó escondido el espacio de paz que me toca por ley. Y me declaro inútil para lograrlo hoy.
Sólo espero con calma el resultado -toda una fantasía- pero… quién sabe.
La madre que conspira
Miro esa madre conspirando en fugas, que imagina trepar por las fachadas como una Gárgola que busca cúspides y se aleja del mundo terrenal.
Sueña con Ángeles que buscan nido para esconder lo amargo del destierro, como si hubiesen profanado al mundo.
Teje en su mente alas de raíces que va escondiendo en un rincón del cuarto donde se siente presa de mil monstruos.
Hurta maderas del galpón del fondo y recoge los clavos que descubre en sus paseos que mantienen vivas sus ansias de escapar hacia los mares.
Sueña con una hermosa barca verde que dirige la proa al infinito.
No sabe si sus fuerzas, que ya merman, le bastarán para lograr su hazaña.
Una voz la sorprende cuando dice: ¿por qué tu hijo trae un remo aquí?
Cruza sus dedos sobre el vientre joven que hoy se subleva en calma pero tiembla con dudas, solo un destino, pero dos caminos inoculados por la sangre vil.
Un veneno que cruza las fronteras de la inocencia incrédula y late poderoso por salir a la vida, pero con un amargo sabor a muerte que le ronda activa.
Dilema existencial, entre dos polos que son incertidumbre tortuosa. ¿Qué busca un Ángel o ese monstruo en mí? -se pregunta una niña sin saber el porqué, si solo juega al escondite-
No existe el odio niño para aplicar justicia que es cosa de los grandes pero esa es otra historia que tendrá su epitafio.
No será la divinidad que actúe, quien defina y concluya que viva o muera el Ángel monstruo en un vientre inocente.
Ve al arroyo ve a los mares
Trae el rumor de calma de ese arroyo que reposa tranquilo y cántalo a los pies de la niña abusada como un ritual de curación tardía.
Luego, otea en los mares turbulentos el rumor de violencia, conviértelo en justicia con tus manos y busca el salmo justo que oriente tu camino, pero no tengas la piedad que exige el mandamiento que procura paz y amor entre los hombres.
No puede haber amor ni compasión hacia los prójimos que traspasaron fronteras inviolables, inocentes.
No temas la condena de los Dioses, ellos están en tregua, sus límites de asombro ya llegaron al máximo, y no saben que hacer.
Ármate de valor, pues los fantasmas serán tu compañía, pero el crimen no habrá quedado impune.
Coloca en la balanza las opciones, lo mío son palabras de un desarraigado que ha perdido la fe en el hombre y sus normas.
Nos cubren las tinieblas como mantos del mal, horadan pensamientos que quedaron varados en ambientes hipócritas.
Así estamos, mi nena, viendo en los mares rojos impensables señales de un mundo sin razón.
Traiciones encubiertas como velos mugrientos que enlodan los caminos para que resbalemos sobre esa mierda húmeda que nos arropa hoy los sueños inconclusos.
La vida pasajera nos obliga a mentir y solo las verdades las usamos de paso como puñales finos para herir las ideas que defienden el mundo.
-Y que por cierto está- en manos de cabrones.
Vamos para la cama que es el único sitio donde somos nosotros.
Ahí quizás logremos ser felices un chin.
Entonces la mañana nos despertará lúcidos pero si nos pasamos la gran noche fingiendo que somos detectives, entonces somos pillos y estamos atrapados.
Hombre
Tomaste posesión de un horizonte límpido —el que la rigidez te fijó en la mirada—, ese fue tu sendero que habrías de trillar y caminaste incólume cual guerrero de luz.
Fui tu primer destello, sol que te deslumbró y motivó la fuerza de macho convencido con su inmenso poder y de inusual sorpresa e instinto maternal ¡ vaya la vida extraña!
Hiciste añicos normas sagradas hasta hoy pero, ¿de qué maldito material te fundieron?, una incógnita grata que me sigue feliz. Bien hubiera querido heredar tal proeza.
Sentí en mi piel de niño tu firmeza letal que marcó como hierro mis tiempos del futuro ¿fue mi necedad bruta o tú fuiste vidente? Incorruptible ser, lo fuiste hasta tu ocaso.
Te honraré mientras pueda, pero no soy igual. Tus tiempos fueron calmos, los míos turbios, padre.
Huérfano
Te mecieron con cantos que aún recuerdas. Fueron notas muy breves, canciones sin final que el destino truncó por azares secretos. Esos versos de paz hoy son baladas tristes cosas que el gran amor desconocía, niño.
Hoy vas de salto en salto buscando las respuestas, incógnita de vida oculta en pesadillas. Solo el tiempo descifra estos juegos del hambre y lo hará con tu vida y también con tu muerte. Tú, trata de ganar, que perder no es fracaso.
Una inocencia muda, una infancia perdida en calles de avatar con suelos movedizos donde naufragan sueños de bebés hechos hombres a fuerza de sus huevos curtidos en las lides de luchas desiguales contra un mundo sin alma.
Temores…
Temes a la muerte siendo un laureado que ganó la vida por suerte o azar en un maratón de miles de ansiosos en busca del premio de un vientre materno.
Esos perdedores también lo soñaban ¿Sabes dónde fueron? A burdos canales y jamás verán ni las sombras muertas de su travesía hacia tal incógnita que solo un dichoso como tú conoces.
¿Y tú, qué esperabas? ¿Ser un inmortal?
Eres privilegio, todo un monumento que respira y sangra, que come y defeca ama y también odia, -especie de Dios- sobre un suelo turbio donde tú pernoctas y ahí quedarás con tus blancos huesos.
Tú sigues temiendo pero es a la vida pues ésta se esfuma y no hay ningún modo de variar el curso de esa gran verdad.
Incógnitas de vida que se tornan fantasmas
vacíos sin respuestas que llegan sin verdades
traumas que te corroen como el ácido al hierro.
Trastornos de conciencia dilemas y conflictos
del ser y del no ser, eterna dualidad.
Creces oyendo Dioses que proclaman bondades
dando la otra mejilla al atorrante vil
te hablan de perdonar criminales de guerra
enemigos eternos de la paz de los hombres.
Borrón y cuenta nueva impunidad e indultos
palabras que confunden y burlan el saber
mientras ¿que tú vislumbras? un mundo endemoniado
donde Dioses y Diablos moran en la indolencia.