ARREBATO Y PASIÓN

¡Hala, Madrid!

Miguel Urbano – Sergio Oncina – Jordana Amorós

(sonetos)
Miguel Urbano

Aunque al Madrid derriben en la lona,
que el rival no se fíe, no se achanta,
pues con orgullo siempre se levanta
y en la lucha jamás su fe abandona.

Un equipo que no se desmorona
ni de retos difíciles se espanta,
al contrario, en la lucha se agiganta,
y rey en los estadios se corona.

¡Hala Madrid! con ánimo me entrego
a tu magia, a tu espíritu, a tu juego
que adorna tus vitrinas con blasones.

¡Hala Madrid! gritaba la afición
teniendo en la garganta el corazón:
en Saint-Denis seremos campeones.


Sergio Oncina

No me des más milagros. Has vencido
y me rindo a la magia . Yo te veo
cada día, real en tu apogeo,
y siempre que prometes has cumplido.

Te tengo fe, Madrid, porque perdido
tú siempre resucitas. Yo te creo
capaz de derrotar al más ateo
remontando en un último partido.

Porque no hay imposibles para ti
y, si dudo, evidencias que es así.
Porque das emociones y alegría

sin pedir nada a cambio, solo estar.
Porque si hay otro modo de ganar
elijo el tuyo, honor y valentía.


Jordana Amorós

Sin poderlo creer, ebrio de euforia,
el buen aficionado madridista
festeja con pasión esta victoria
tan incontrovertible e imprevista.

Siente que saborea ya las mieles
de la decimocuarta copa ansiada
¡Que vayan preparando la Cibeles,
que tal celebración será sonada!

Lógico es que, aupados con millones,
remonten y confirmen sus blasones
en la gesta que siempre se recuerda.

Sin quitarles su mérito, yo apuesto
por el triunfo moral de lo modesto
y digo: !Viva El “Alba”, manque pierda!

CLÁSICOS EN BLANCO Y RIMADO

El viento en la enramada

La cordura
es un don que no abunda demasiado
ni conviene ejercerlo,
pues los locos no quieren que nadie les disuada
de que es solo ruido
ese abigarramiento polifónico
que suena en su cabeza.

Sin saber qué decir
que aporte algo de luz a toda la vorágine
de tantas y tan cáusticas babeles,
qué habrá de hacer mi voz, sino asumirse
lágrima en un océano de sal
y quedarse callada.

Hablar de la armonía
en un mundo de sordos
carece de sentido
mejor no exasperarse malgastando palabras.

Porque jamás la música
ni la verdad
necesitaron nada que no fuese
el susurro del viento en la enramada
y un corazón atento y sensitivo
para existir.

Quién quiera
puede llegar a ellas, solo tiene
que dejar al instinto que descubra
los rumores que pueblan los silencios.

Y escuchar con el alma ensimismada.

Jordana Amorós

Verso blanco

Miguel Urbano

Tercetos encadenados

Canto a la esperanza: A Lorca

Te busco amigo mío por doquiera…
mas no puedo arrancarte de mi mente
pues hiciste en mi alma enredadera.

Y a pesar de tan largo tiempo ausente
tu recuerdo me sirve de alimento,
pues, en mí, siempre vives tú presente

ocupándome todo el pensamiento.
Jinete cabalgando te he soñado,
cometa que volabas sobre el viento.

Y, ¿cuánto con tristeza te he llorado?
Que lágrimas de sangre aún me vierte
el corazón, del tuyo enamorado.

Con su guadaña vino a ti la muerte
quedando aquella noche ensangrentada;
¿Qué hados te trajeron mala suerte?

Y, ¿dónde estaba Dios la madrugada?…
Pero los hombres son con sus rencores,
el odio y tanta envidia despiadada.

Yo querría llevarte algunas flores,
donde tu cuerpo pueda reposar
con el trinar de pájaros cantores.

La luna se quería desposar
tú de negro, ella rojo su vestido
y en sus manos un ramo de azahar.

Y yo pregunto ¿Dónde te han metido?…
Alimentando rosas y jazmines
en un hondo barranco allí perdido.

Te buscaré del mundo sus confines
hasta haber tus reliquias encontrado
y haremos fiesta y fondo de violines.

Tu verso compañero va a mi lado
y, como perro mis entrañas muerde
dejándome el sentido traspasado

soñando…verde que te quiero verde…
Maldita sea siempre toda guerra.
El mismo vencedor también la pierde.

Si no aprendemos del error se yerra:
y esparcimos el odio de semilla
sembramos de cadáveres la tierra.

¡El poeta de alma tan sencilla
sea concordia entre los hermanos,
fanal de amor y paz su luz nos brilla,
y nos haga vencer rencores vanos!


Una fiesta de luz y de colores

Cuando me llamas Juan, Juan de mi signo,
cuando me llamas Juan entro en los cielos
cuando me nombras, Juan, soy tu cautivo.
Cuando me dices, Juan, Juan de los muertos.

Cuando me dices Juan, Juan de mi signo
se desordena el magma de mis versos.
Cuando pronuncias: Juan, no hay más caminos
que elegir en tu nombre de altos vuelos
la majestad de levantar destinos
en órbitas lejanas. Si tu verbo,
si tu cantar de pan, tu son de vino
me invoca: «Juan, mi Juan el marinero»
a mis montes regresan los olivos,
los albatros quebrando mis silencios

Cuando me dices Juan, Juan el marino,
cuando me llamas Juan, regreso al templo
que fundé para ti donde los hilos
del tiempo hacen posible los te quiero.

Cuando me llamas Juan, soy ese tipo
que levanta por ti mareas, reinos.
Cuando me llamas Juan, soy tu marido
en esos tentadores multiversos.

Cuando me dices, Juan, vuelvo a estar vivo,
Dios protege en sus aguas el secreto;
nuestro secreto, amor, donde existimos
en un castillo al borde del desierto,
y solo Dios conoce nuestro exilio
nuestro rito desnudos contra el miedo,
solo Dios reconoce tus vestidos
mis sombreros Fedora, mis misterios.
Solo dios sabe, Octavia, que dedico
al borde de tus labios mientras vierto
mi seminal victoria en tu delirios.

Cuando me llamas Juan, mi Juan el marinero,
mi capitán, mi Juan el de los himnos,
soy tu escritor mercante extra terreno
y en tu fiesta de pájaros y trinos
quiero morir de amor, morir en verso.

John Madison

Rima alterna

Orlando Estrella

Verso blanco
Mi compañera se marchó

Mi compañera se marchó de incógnito.
No me explicó porqué.
No se fue de mi casa, nunca vivimos juntos,
nuestro hogar era el mundo, los caminos, las calles,
los comedores, los hoteles chinos,
-ahí no hacen preguntas-,
les importa un carajo quien eres o quién no.
Y esos pormenores nos definían bien.

Nos gustaba estar solos, apartados de otros.
Amigos de los márgenes, algo así como antítesis,
un gran contraste, pues, éramos militantes
de un partido de masas que procuraba gente
para lograr sus fines.
No fue nada chocante que juntos renunciásemos
maldiciendo los putos dirigentes de mierda
que resultaron ser rateros consumados.

Una mujer brillante, cuyo sueño mayor
era ser contratada como investigadora
como cualquier ratón de biblioteca.
-Aunque esté recluida y que además me paguen-
musitaba con brillo en su verde mirada.

Pero un día se fue, se apartó sin decir,
sin dar explicación. Quizás sea frecuente
en la mujer independiente, libre.
O tal vez cometí un disparate
y no lo supe.

Si no fuese habitual mi mundo solitario,
me hubiese golpeado con una mayor fuerza
ese trance de vida que recuerdo
como el mejor poema que se adapta a mi estilo.


Mea culpa

Resultaría fácil
culpar a los demás de que haya huecos
en las opacas vetas de espejismo
con las que construí mi gazapera.

Afuera luce el sol
y por los agujeros se cuelan alfileres
que inoculan el frío de la luz.

Aunque me convirtiera en diosa de ocho brazos
los dedos no serían suficientes
para tapar las brechas que persisten
en su afán de mostrarme mi ceguera.

Culpo a mi cobardía y su tesón
en hacerme mirar hacia otra parte,
mientras tarde o temprano
los problemas que un día no enterré
revientan para abrir otro boquete.

Ángeles Hernández Cruz

Verso blanco

Eva Lucía Armas

Romance heroico

La playa de la Pena

Érase una vez un hombre antiguo
que amaneció en la playa de La Pena.
Con él había un esplendor de antaño,
su vieja Excalibur, cuatro quimeras,
un paquete con voces que cantaban
mojadas bajo el sol pero despiertas,
algunos abalorios hechiceros
que olían a Patchouly y hierbabuena,
conjuros varios, notas, mapas, pan
y un fuego que alumbraba en cualquier niebla.

Iba a pie por el mundo con sus cosas:
sus viejos dinosaurios de otras eras,
sus aves fabulosas e imposibles,
su voz de encantador de las tormentas,
su flauta de Hamelín, sus distracciones
y su red cazadora de cometas.

Un día, tuvo un barco y fue pirata,
un corsario en busca de una reina
y anduvo por «los mares procelosos»
al timón de su propio Perla Negra
que del norte hasta el sur viajó la aurora
buscando una esperanza aventurera.

Érase un hombre antiguo, un hombre extraño,
con manos de apartar todas las piedras
el que llegó a la playa dando voces
como conquistador de las sirenas
y levantó castillos y almanaques
puso en horario el reloj de arena
y se sentó a esperar tejiendo pájaros
a que se enamorara de él la ausencia.

La Pena lo miraba, alucinada.
Toda la isla olía a madreselvas.

LOS CLÁSICOS

Sergio Oncina – España

La alborada

Hay quien busca la luz en la mentira
y se alumbra con lunas. Pide besos
ingenuos en un feudo de embelesos
y frente a la verdad sufre y delira.

Quiere verse en el sol y cuando mira
solo descubre ímpetu y excesos,
sentimientos agónicos y presos
que no sabe plasmar, rayos de ira.

No conoce la voz inmaculada,
la palabra perfecta que se asoma
al balcón de un poema transparente,

el verbo que ajusticia en la alborada
los miedos a las noches del idioma
y te desnuda agudo e insolente.

(Soneto)


Isabel Reyes – España

Daría

Daría todo el mar, todo mi anhelo
y el agua de mis ojos, mi llanura
con tanta sed de sal y tanto miedo

Daría el sufrimiento, los senderos
de tu boca a la mía, tantas leguas
que median de mi abrazo hasta tu cuerpo.

Daría el trigo verde y el silencio
de tu nombre crecido en los bancales
de mi heredad estéril tanto tiempo.

Daría estarme siempre entre los remos
de tus barcas y el mar, y estar contigo
más allá de los campos y del cielo.

Daría todo ahora, cuanto tengo
de bello en torno mío: las palabras
y el viento delicioso en que te envuelvo.

Por saber qué nostalgia, qué misterio
hay más allá, amigo, hay más acá
de esta orilla en que vivo y no te encuentro.

(Tercetos de Arte Mayor)


Miguel Urbano – España

Te busqué

Te busqué por las cumbres y los ríos,
por selvas y por ricos cafetales,
por remotos espacios siderales,
y por piélagos, cálidos y fríos.

Te busqué sin rendirme a desafíos,
por oasis de verdes palmerales,
por áridos desiertos minerales,
y por volcanes, mansos y bravíos.

Te busqué en el bullicio y en la calma,
sin cesar te soñaba noche y día
siendo de mi existencia ansiada palma.

Y cuando el desaliento me vencía,
al asomarme al fondo de mi alma
al fin te hallé, mi amada, poesía.

(Soneto)


Morgana de Palacios – España

Ciclotimias

Entre ¡vivas! y ¡mueras! me nazco solitaria,
nadie se asombre pues si escéptica me muestro
metáfora baldía y correligionaria
de los que no rezaron jamás un padrenuestro.

Simbólico aluvión de sangre derramada
en arenas extrañas a despecho de azares,
no encuentro mi lugar en ninguna alborada
ni sueño en publicar mis obras ejemplares.

Nací para ser libre con las manos abiertas
que se han ido colmando a traves de los años,
de brillantes esposas y de cerradas puertas
de todos los colores y todos los tamaños.

Hay quien inventa falsas conjunciones astrales
y en alarde piadoso se acaricia a sí mismo
con el polvo de estrellas de las aparenciales
orgásmicas visiones de su propio espejismo.

En la exacta frontera de las pulsiones grises
yo vivo a ras de suelo, casi definitiva.
Si tropiezas conmigo ¡cuidado! no me pises
que suelo revolverme si no hay alternativa.

(Serventesios de Arte Mayor)


John Madison – Cuba

Love cactus

Te encontré y no sabía que guardabas la llave
del orden de mis mundos, nightmare en rebeldía.
Te encontré como encuentras para un ánfora el agua.

Con esa fe imposible, yo encontré tu abadía.

Te encontré y ahora tengo que levantar diez puentes
de Madison en vuelo, poética osadía,
para activar la risa de tu barca nocturna,
verano de mi sangre al declararse el día.

Hoy he pensado en ti, en tu aroma de impúber,
conjugación almática de antigua novia mía,
y he sentido nostalgia de tu loca costumbre
de alunizar espléndida en mi casa baldía.

(Romance heroico)


Natalia Alberca – España

Futuro imperfecto

Un mal día dejé de conjugar
el futuro perfecto. Se esfumó
de aquel libro gastado de gramática
que solía leer asiduamente.

Y me topé de frente con la fobia
que me causaba el modo imperativo.
Con el condicional me consolé,
intentando pensar: ¿Y si tan solo

fuera una pesadilla?¿Si eso nunca
pasó? Me ilusioné con el acaso
que el subjuntivo, amable, me ofrecía

con rasgos irreales. No me queda
salida; aceptaré que mi vivir
es tan solo un gerundio: subsistiendo.

(Soneto)

SONETISTAS

Miguel Urbano – España

El hombre que me habita

El hombre que me habita tiene talla,
su noble corazón amor rezuma,
ante la sinrazón presta su pluma
y raudo se dispone a la batalla.

El hombre que me habita no se calla
ni por nada se arredra ni se abruma,
a la causa del bien su esfuerzo suma
y sale a flote si su barco encalla.

Quiere sembrar de abrazos el camino,
soñando siempre en alcanzar la meta
va con el rumbo fijo a su destino.

A la vida dibuja una pirueta,
y tiene un no se qué de peregrino…
El hombre que me habita es un poeta.



Sergio Oncina – España

¿Qué me queda?

La luna es un satélite desierto
y no creo en los dioses ni en la magia,
¿cómo voy a frenar esta hemorragia
de números sin fe, de un mundo yerto,

de tener desalmado más acierto?
¿Cómo voy a soñar si se presagia
el fin y el pesimismo se contagia?
¿Qué me queda? ¿Morir entre lo cierto?

¿Reír sin que se note cuánto duele
ocultar cada lágrima maldita
detrás de una mentira que consuele?

¿Abandonarme exánime por mudo?
Queda la voz y la palabra escrita,
el verbo honesto, indómito y desnudo.



Jordana Amorós – España

Alienaciones

Me refugio en lo idílico, de raso
azul celeste pinto el gris que aploma
el horizonte y visto de paloma
al halcón montaraz si llega el caso.

Fuerzo destellos en mi vida roma
hasta que arde, veo siempre el vaso
casi colmado aunque luzca escaso
e incluso a la huesuda tomo a broma.

Si a mi realidad no la depuro
tras un cristal rosado, es lo seguro
que habrá de ser motivo de incomodo.

Ayuda a transitar las estaciones
el ir coleccionando alienaciones.
La ceguera es un don, después de todo.



Morgana de Palacios – España

Con la cola del viento

No te duelas por mí, que me sobra entereza
y no le tengo miedo ni al cáncer ni a la muerte.
Estas cosas ocurren en la naturaleza
y no soy excepción por no tener más suerte.

Déjate de llorar que yo no quiero verte
naufragando en el llanto sin tener la certeza
de que vaya a morirme. Pretendo conmoverte
con los ripios burlones que rondan mi cabeza.

Todavía soy joven, todavía me altero
con la hombría de alguno, todavía me muero
por aquel que se ríe del mundo y su falacia.

Créeme si te digo que prefiero, sin duda,
vivir intensamente cuatro días desnuda
a diez años vestida de luctuosa desgracia.