CONTRAPUNTO EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel & Gavrí Akhenazi

Mapamundi (fragmentos)

Silvia Heidel

I-¿QUIÉN?

A lo bonzo te inmolaste tras esa zarza
que ardía en tu jardín.
¿Quién daba campanadas en tu sangre
repicando bautismos?
¿Quién recitaba salmos
y encendía antorchas perennes?
Bandadas migrantes devoraron tu horóscopo.

Sin mapa.
Perdida.
En tus fronteras,
ancho precipicio.

II- TENGO QUE CONSEGUIR MUCHA MADERA

Se agitan las aguas
cuando lanzo un conjuro para que regrese.
Se arrima, aérea.
Me pregunto si será el fantasma
de aquella canción pegadiza.

Rítmica, se contonea timoneada por nadie.
Me entusiasman sus velas de copo de algodón,
su carcasa de canela jaspeada
con moteados arrayanes australes.

Me incita, cadenciosa, a expediciones temerarias
sin más compañía que la de un improvisado viernes.
Después de todo, el mare nostrum
está al alcance de unas cuantas remadas.

Pero, el galán de la pantalla me despabila:
una ola de plomo quebró su timón
y mi balsa ha mutado en montaña de aserrín.
Son invencibles las polillas carpinteras de mi biblioteca.

III- SIN LEVANTES NI PONIENTES

Son nocivos los grises.
Uno se estanca en su miel engañosa,
en su campo minado de peros.
Hay que huir de su garúa de paradojas,
esa niebla cerrada
donde los contornos se diluyen
en una cómoda ingravidez
que devora los puntos cardinales.

IV- TE ESPERO

En esta metrópoli sin esquinas,
te espero.
Aquí, sobre las brasas de mi tatami..
Busquemos juntos esa inflexión
por donde la luz se cuela.
Con el alma despellejada,
te espero.
Sin relato ni discurso.
Con las manos abiertas
crucificada en calles caníbales
donde florece la implacable cicuta.



Gavrí Akhenazi

Hay un túnel sin luz en su final
y hay una luz sin túnel
en la espesa astilla de la sombra
conque la calle se devora a sí misma
y a aquellos que le confian su paso miserable.

Todo en la memoria
padece de un ambiguo color sepia
aferrado al orín del hierro que supo ser
a veces
ese profundo mundo contenido en un canto
que acabaron devorando los pájaros del miedo.

Ahora, aquí, en tus calles caníbales
propiedad de una ciudad canibal que ha perdido su puerto
nos observamos sin fragilidad,
atados al destiempo de alguna edad pasada
en la que imaginarnos atrapados de vida.

El mundo
puede resultar frente a nuestros ojos
un tímido carrusel imaginado
por lo que aún no hemos asesinado de la infancia,
porque, quieras que no,
el dolor es capaz de asesinar las alas no nacidas
y fabricar en vez de un pájaro, un lagarto.



Silvia Heidel

UNA LUZ SIN TÚNEL

Esa astilla de sombra
se clava en la aorta de ciudades
abandonadas por los pájaros
donde el dolor ha crecido
lagartos en las alcantarillas.

Allí prospera una sangre de hielo
que no sabe de nacimientos.
Pero hay luces sin túnel
que se expanden a la vera de la noche
empujándola hacia su nada
con dragones de fuego .

Y, nosotros, que nos hemos fabricado
esta metrópoli desprovista de carreteras
sentados en una arista de fragilidad,
en su acantilado de seda,
podemos reconocernos
en el capullo sin laberintos,
que cuelga de las moreras
sobrevivientes de la infancia.

Nosotros, en este instante
bajo la misma estrella.



Gavrí Akhenazi

Aún podemos detener la voluntad
bajo la sombra de los olivos
y permanecer frágiles, solo para nosotros,

efímeramente frágiles

con las frentes alzadas a un viento pendular
parecido al paso de la vida.

En el espejo
el roce de los ojos tiene esa condición de la añoranza
que aprendemos a borrar levantando las manos
y así tapar la imagen que nos devuelve el tiempo.

Acumula, ese espejo invisible que habitamos,
sus magias que nos miran,
nos explican de pie
como si fuéramos inexplicables
allí, en ese retrato tantas y tantas veces malquerido.

A nuestro modo, hemos sobrevivido a las mareas y hasta a ciertos mareos perniciosos
cuando no nos fue dada la quietud
y el rigor se transformó en un hábito
parapetado en los relojes.

«Cada vez que estés triste
siembra un olivo», me explicaron un día.

Hay infinitas formas de sembrar un olivo
en el olvido.

¿Qué hará tu corazón con esa estrella?



Silvia Heidel

¿QUÉ HARÁ TU CORAZÓN CON ESA ESTRELLA?

Él hará lo que se hace con todas las estrellas:
guardar ese reflejo de joya facetada en su vientre,
para derrotar a la inclemencia,
y gobernar a las mareas del hábito.

Es su mirada la que me acompaña,
hoy, bajo la sombra
de este olivo prendido a la tierra
como un sobreviviente etrusco

que se burla del paso de los siglos
ofreciendo sus frutos cual
distracción frente a su malicia

que exhibe su rugosidad como un trofeo
a estos leones que desperezamos
nuestra quietud junto a la sombra de su velo

alejados de toda cacería.

VERSO LIBRE Y VERSO BLANCO

Ya sé que la alegría es transitoria
como esa ciudad que siempre circunvalas
en el viaje a nunca
y en la que nunca te quedas a dormir.

Aromática como el dulce petricor que exhala la tierra
cuando abre sus fauces al canto de las aguas.

Obscena como la sangre en el pan
y el colmillo en la carne.

Inocente y estúpida como yo
ante cualquier ventana abierta a temporales
que he dejado de prever y me sorprenden
sonriente y encueros.

Llega
te besa
nada contigo un rato
se va
y permanece escondida en la distancia
con aquellas palabras que no quiero escribir.

A veces creo que no la necesito
y me he coagulado de silencio.

Alegría

Morgana de Palacios

(verso blanco)


Con los libros bajo el brazo

Isabel Reyes

(verso blanco)

Llovía en el Retiro.
Recuerdo escalinatas y un poema embrujado.
Daba temor mirarme. También tengo yo ahora
una sed infinita de que surja tu imagen.

Acaricias el frágil relente de mi pelo,
sabe a limón de mármol la añoranza.
No acierto a caminar, me asusto.
Tus muros son muy altos. Quién me abrirá las puertas.

Casi apenas mujer
te soy una exiliada que llega a la ciudad
en esta noche espesa, esta cerrada lluvia.
Me llamas desde hondos corredores sin aire.

Quién soy yo con los libros sujetos bajo el brazo,
estudiante en la “Complu”.
Me tomas de la mano y aquel parque disipa
su maleficio verde. Se han secado mis lágrimas
Nos vamos a encontrar.

Has llegado de lejos.
El sol hace trasbordo por tu boca
y empiezo a renacer.
Reescribo a dos velas mi tesis doctoral,
bebemos la tristeza solemne
de esta ciudad a oscuras que mis ojos permiten.

Quién eres, quién soy yo. Dónde vamos tan tarde
a prender ideales si no queda ni un taxi
por el puerto nevado de los amaneceres.
Hoy
tengo enfrente ese parque de mi inútil tristeza.

Demasiados peldaños ascendiendo a mi frente.


Sangran los horizontes por los cuatro perfiles
mientras en las esquinas de las bocas,
y a plena luz de las pantallas,
se trafica con paz impunemente.

Te ofrecen papelinas con dibujos
de palomas y olivos que tan solo contienen
un cóctel de moral adulterada.

Qué inútil es dormirse en el deseo
de antiguas psicodelias si no existe
terapia que libere
el tóxico del odio que regalan
en las mismas esquinas,
bajo la misma luz,

y tras las mismas bocas.

Caramelo de regalo

Ángeles Hernández Cruz

(verso blanco)


Me convenzo

William Vanders

(verso libre)

Esta noche me convence el insomnio.
Es un instinto primitivo,
un alma con mil ojos
en mi retina tapada.

Soy un Cro-magnon
hibernando despierto,
en alerta y sigiloso,
cauto para no ser cautivo,
con herencias tatuadas en el muslo,
de verbo herido y rumiante,
enfurecido en el temor,
acostumbrado a la amnesia,
de mandíbula pensante,
sobreviviente,
libre,
despabilado dentro del párpado caído:

un homínido

intrascendente,

con auroras a cuestas

para oscurecer el pecho

durante el combate.


Miro el río y, en él,
miro la sombra del crepúsculo
que se hunde en su musculatura acuosa.

Una sombra que no hace pie en espesuras,
y derrumba minaretes de sentido por correntadas
que arrastran olvido y desmemoria,
como si fuese posible
amalgamar sus gotas de mercurio.

Acaso sea eso lo que desteje el pampero
mientras peina las trenzas de los sauces,
lo que repite con su canto el zorzal
zarandeando las voces dormidas,
lo que insinúan los juncos
con sus guitarras de mil cuerdas.

Miro el río y sus luces de atardeceres fugados:
me recuerdan que esa moneda inadvertida
que la tarde dejó caer en su bolsillo
no es la misma que aquella segada
por el filo de cierta memoria implacable.

Re-lecturas

Silvia Heidel

(verso libre)

ARREBATO Y PENSAMIENTOS

Anatomía tumoral

Cuerpo que me sostiene,
cuerpo que me ata.

Alma que se esparce
y se eleva
cuando quiero bajar al rio.

Piel y hueso ardiendo:
quisiera huir de esta tierra en desolación.

Conciencia sostenida a bocanadas,
aliento repelente que grita
dejando atrás el tuétano vacío.

Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.

No soy metáfora de nada.
Me veo tan real que me duele.
Tan niño ya, tan moribundo,
que la vida se me pasa pensando;
que los dias se me escriben en prosa,
en cencelladas, en aire,
en nata.

Cuerpo mojado,
alma en mojama,
ceniza profunda.

Jesús M. Palomo


Te has dado cuenta que la luna tiene dados
en que los números son historia rotando
para ser marea sobre la arena que pisamos.

El tiempo juega con las copas sin morir…
…corre aunque deseemos contenerlo.
La tierra sigue mudando en su historia,
nuevos números y una celda de espantos
con otras cenizas y con masas entre soles.

Todo lo que pedimos es una pieza del río…
…Y el llanto está secando nuestros ojos.

Leonardo Zambrano


Andar por esta mente troceada
recogiendo jirones de mí misma
es como practicar mi propia autopsia.

Bisturíes de luz
arrancan del recuerdo
las entrañas.

Isabel Reyes

VERSOLIBRISTAS

Silvia Heidel – Argentina

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Postales del instante

III
Podría suceder que el mar fuese devorado por las dunas .
Que abra sus compuertas y mis pasos atraviesen el desfiladero
hasta desenrollar el ovillo de resplandor encantado con médula de miel.
Es tan clara mi voz desde este lado de la ilusión .
Tan suficiente para hipnotizar a la cascabel de siete cabezas
tatuada en mi espalda. Instante,
canta tu bossa nova.
Cómo imaginarte?
Inmortal, pese a que sos fuego?
O, apenas y a penas, infinito mientras dures.


IV
Igual que yo, esta bahía y su calendario
se han desprendido de los inviernos.
Aquí un sol atemporal desliza brillos sobre
cuerpos inmersos en gradaciones de aguamarina.
Una gaviota inmóvil despliega su fuselaje.
Un cardumen quiebra iridiscencias en juegos sin guión previo.
Hay un batir de oleajes que vienen, van y regresan a la misma playa.
Ecos de risas que erizan la dermis con escalas de garganta salobre.
Sobra tanta placidez bajo estas hojambres de redondez imperfectible.
Vibra una energía expansiva en la atmósfera:
desmesura que desborda la palabra y rebasa los contornos.
Es mi corazón acurrucado en tu palma.
Descalzo, el tiempo se detuvo en mi portal.
No sabe adónde ir.



William Vanders – Venezuela

Image by Kerstin Riemer from Pixabay

Parco

Narrar con sombra el fantasma de la sangre.

Fugarme del otro cuando la mente se asusta.

Caminar descalzo sobre los cardos de una lágrima.

Sospechar de la violencia dormida en la derrota.

Ser ángel descosido en la raíz del árbol.

Entrar en el ojo de Dios y extraer origamis de fuego.

Palpar la ceniza oculta en el archivo de la piedra.

Reconocerme.

Saberme.

Hablarme.

Evocar a la muerte que me aviva.

Transcribir mi naufragio.

Volver.

Mudar este silencio a la pausa habladora.

Transferir mi alma a un pez milenario.

Quedarme quieto en la parquedad de su espíritu.

En fin:

Volcar la aurora en mi frente.

Desplazar el infinito a mi nariz oceánica.

Colocar azúcar sobre la sal derramada.

Arrojar esqueletos maniatados por la memoria.

Cincelar.

Olvidar.

Desmarcar.

Partirse desde adentro.

Reunirse.

Beber.

Zigzaguear.

Habitar la locura del sol tragamundos.

Andar.

Mirar.

Callar.

Reconocer al magma en la lengua.

A las anclas incrustadas en la espalda.

Al barco hundido en el pecho.

Dormir.

No despertar.

Descansar.

Lamer la dulzura salobre del destino.

Viajar siempre viajar adonde habita mi ternura.



Jesús M. Palomo – España

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Poema de amor

No te escribo poemas de amor.
Y te podría decir que tengo las palabras rotas,
pero sería como ladrar en una comisaría.

No te escribo poemas de amor
porque al amor no lo entiendo.
Te llegué con batallas de más
y dejé los adjetivos grandes
esparcidos por los campos,
los tequieros desterrados, al sol.

No te escribo poemas de amor.
Desisto de usar las manos
para aplaudir a mi propio ego.
He dejado aquello atrás también.

Prefiero callar, escuchar la vida
mecido en tu regazo
y dejar que sea el silencio
quien marque el compás
de este corazón adormeciente.



Rosario Vecino – Uruguay

Imagen de Peggychoucair en Pixabay

A pesar, quizás, aún

castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto

la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose

cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia

traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón

pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago

y
resucito a otras vidas
-adiviná-

regurgitando

EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel – Argentina

Imagen by Jackson David
Flashback

Una nube se ha detenido sobre el piso del cuarto.
Bajo su sombra que no se decide a ser lluvia,
lloran sin lágrimas los ojos de mis difuntos.

Acodados en la férula del recuerdo
son bocas descosidas de silencio,
gestos que bailan con pie mesurado
alrededor de la mesa vestida de fiesta.

Han sentado en mi falda
las llanuras oscilantes donde rieron,
sus huertas y jardines de corolas gigantes
hoy brotan en mi alfombra.

Han puesto a cantar al rescoldo
levando misterios con sus manos blancas
que regalan duraznos al aire
y musitan claves a sus bandoneones.

Un tobogán de niebla los trajo a mi puerta,
ahora que mi memoria opone su espalda
a este catálogo que naufraga en un vórtice.

Y ese fogonazo dispara su carta sin remitente
en el ojo del espejo que me mira desolado.
Impasible.


Love and peace

Hay olor a sol de verano en el aire,
bajo un cielo tan brillante que lastima.

Se diría que los eucaliptus
transpiran tristezas mentoladas,
heridos por el flechazo de siriríes
ajenos a tanta escaramuza.

Escucho el golpeteo del oleaje
acariciando mis perímetros.
Reincido en ejercicios de olvido,
hamaca de viento que lleva y trae
sobre las luces flotantes del día.

Mientras, descifro titulares:
los leo al revés,
en diagonal,
en zigzag,
en jeringozo.
Están escritos en idiomas que no entiendo.
Deberíamos inventar un esperanto
que no sea polilla de biblioteca.

Todo esto, para no ver los peces
que alguien arrojó en mi living.
Una tonelada de peces muertos.

Te lo dije.
No es un lugar seguro.
Nunca lo fue.
Solo en tu cabeza love and peace.
Solo en tu cabeza.


Jesús M. Palomo – España

¿Cómo te llamas?

Me llamo Jesús por mi abuelo.
Me llamo Jesus,
sin tilde,
porque mi padre lo escribía así.

Me llaman Jesus, o Palomillo
pero me han llamado de todo.

Cuando era niño me llamaban Chusete
y lo aborrecía.
Así aprendí a hacerme el sueco.

Y, cuando era menos niño,
me llamaban Txus,
porque había otro que portaba el mismo nombre
y yo,
que llegué más tarde,
no era merecedor de ser nombrado completo.
Por eso ahora siempre llego antes que los demás.

Cuando me salio el bigote
y me afeitaba con la cuchilla de mi padre
nadie me llamaba.
Dejé de ser popular.

De vuelta de Mallorca,
me llamaban maricón.
Pero lo decían por lo bajini,
no fuera a ser cierto.
Con mis plumas los descolocaba.

Tuve una época
donde casi ninguno de los que conocí
recuerda mi nombre.
Aún hoy, algunos ni me saludan.
Cómo iba a saber yo que estaban casados.



Siri dice

Avanzo hacia un destino
que aún no soy capaz de vislumbrar.

Lo hago usando mapas antiguos,
pues renuncio
a ser mecido por el ge pe ese,
que me hace sentir atontado,
adormecido entre las consignas.

«Siga adelante en la rotonda
si quiere llegar a la Gloria»

Pues no quiero.

Desisto de ser guiado por satélites,
a pesar de las ocasiones
que me he precipitado por ruas embarradas,
por rutas que acaban en basureros
y en cuevas ciegas.

Avanzo errando,
sin que nadie me controle
y voy encontrando recovecos insospechados.

Solo cuando en la niebla
me abandona hasta la orientación,
se me antoja poética la última voz de Siri.
«Ha llegado.
Su destino está a la izquierda».

EL VERSOLIBRISMO

Silvia Heidel – Argentina

Certeza

No hay palabras aquí .
Otros signos enlazan a las cúpulas.
Quién pudiera traducir en sus neuronas
la ilegible jerga de estos seres.

No hay palabras aquí.
Apenas el runrún de las arañas.
El articulado crujir de los glaciares
y las uñas del viento tañendo hojas
con pulso de arpa vieja.

No hay palabras aquí.
Horizontal se hamaca el cielo
en ese agujero móvil.
Por su aérea escalera
zambulliría mi cuerpo,
intentando al borde de su acantilado
un magistral clavado en aguas secas.
Pero mi densidad sin plumas
no pertenece a esa especie.

No hay palabras aquí.
Mi oído en tierra descifra un trasiego
de información entre las raíces.
Los anillos y su vibración desajustada.
La estampida de pequeños caminantes
tras la perorata de las bandurrias.

No hay palabras aquí.
Soy uno más de los caídos que el bosque venera.
El musgo avanza en mis axilas, las flores en el pelo.
Suelto al aire mi esqueleto verde
y baja por mis ojos, antes de tocar mi corazón,
esa certeza.

No hay palabras aquí.
Nada que logremos entender.



Jesús M. Palomo – España

Frágil

La fragilidad de una simple hierba
que soporta el peso de un caracol.

Así son los sueños que apenas recuerdo.
Así son los primeros minutos de la mañana,
tan confusos,
tan oscuros.

Es tan endeble el equilibrio en ese minuto,
que si cae o se mantiene,
puede decidir el ánimo de la jornada entera.

La fragilidad de la confusión en sí,
la precariedad es absoluta.
Así rezan los días:
frágil, no cargar demasiado peso.



Leonardo F. Zambrano – EEUU

La llamo y no me oye

Me hace falta crear luz sobre la tinta
Para construir sombras sobre las líneas…
…Creo más pluralidades entre los versos
muy raras en las voces de los cánticos,
pero soy yo, ¡tan otro y un poco desigual!
Soy un adepto a pie con las individuales.

A veces nadie oye la sentencia
tan incierta en las orillas del verso
y es que las personalidades son otras
donde vivir es un abismo donde caigo…

Entre mis polaridades un encuentro,
simple al oido de mi otro paso
sin embargo mi diente ya no muerde
donde antes fue un pasado que arde…

Ella no me oye,
quiere que la oigan.

LOS FAVORITOS DEL EDITOR

José Sbarra

El mal amor (selección)

Te informo sobre la situación en casa, por si te interesa.
La persiana de nuestro dormitorio se trabó arriba y se niega a
bajar.
Las puertas del armario bostezan de noche y de día.
La parte de tu lado de la cama se muere de aburrimiento.
Una banda de polillas insensatas se comió la cortina azul.
Cuelgan de todos los cajones lenguas de trapo sedientas.
Las toallas que olvidaste en el suelo envejecieron
precipitadamente.
Los lirios de plástico que habías puesto sobre el calefactor
se marchitaron.
No quiero exagerar, pero alguno de los Rolling Stones
humedeció con sus lágrimas la pared donde pegaste el póster.
El cielorraso se descascara pidiendo que vuelvas.

(Y de mi corazón mejor no hablemos)


Alguien habrá acercado su mejilla
a una almohada usada por mí para recordar
el roce de mi piel?
Alguien habrá permanecido despierto
hasta la alta noche
para seguir amando con su mirada
mi egoísmo dormido?
Alguien habrá caminado por una calle desierta
de un país lejano murmurando mi nombre
llamándome?
Alguien habrá serenado su corazón
apretando contra su rostro
pequeñas ropas mías?
Alguien habrá preferido mi muerte
antes que verme
en brazos de otra persona?
Alguien habrá gozado
entrando al baño después de mí,
con el vapor,
la temperatura y los perfumes
de mi intimidad?
Alguien habrá deseado caer en el sueño
con mi sexo anclado en su
cuerpo?
O solamente yo
amé de esa manera?


No dejes que te impresionen las estrellas
que quizás estén todas muertas.
No te dejes corroer por las canciones añejas
Duerme y nada más.
Esta noche, duerme
Mañana una muchedumbre de arcoiris
con lo que haya quedado vivo, ya conoces el mecanismo
te fabricarán una sonrisa nueva.
Ahora duerme y nada más,
esta noche, duerme.
No te castigues con la luna,
ese transatlántico indiferente,
este silencio pasará
volverán las palabras como pájaros,
como veranos, como soles
volverán las palabras
y alguien dirá tu nombre.
Esta noche, duerme,
echa el ancla y duerme,
duerme.
Que por unas horas oscuras nada te hiera.
No llores, no implores, respira y duerme
concéntrate en la respiración
y acaríciate un hombro,
amate un poco y duerme
esta noche duerme.
Mañana tendrás la oportunidad,
flamante y renovada de volverte a equivocar.


Alaridos en el ventrículo de las torturas.
El amor desollado pide a gritos que le devuelvan las epidemias.
La memoria decapita los nombres de los fracasos.
Alaridos en el ventrículo de las torturas.
Se arrastra la tristeza por los túneles de las arterias.
Los errores que cometí flotan en el pantano de mis pensamientos.
Aúlla la traición en la bruma de mis ilusiones.
Alaridos en el ventrículo de las torturas.
En mi cuerpo, donde se celebraron los ritos del placer,
monjes funerarios ofician la misa del adiós.


No te llevaste solamente
tu paraguas, tus ropas
y el cepillo de dientes.
Te llevaste también
la música
el telón de las noches
y la escenografía de los días
arrasaste con todo.


Mientes.
Nada de lo que respondes es verdad.
Nada es cierto.
Lo único cierto es que te anudarías a sus pies,
que le besarías en todo momento hasta fastidiarlo,
hasta perderlo.
Haces estrategias.
Haces estrategias para que alguien no se vaya de tu lado.
Mientes para que no te abandonen.
Tienes la certeza de que tu espontaneidad ahuyenta.
Nunca más un gesto sincero.


Estaba en una fiesta.
Sabía que existían personas interesadas en hacer el amor con él,
del mismo modo que él
intentaba hacer el amor con otras.
Entonces visualizo un círculo de seres humanos,
cada uno intentando seducir a otra persona
que no era la que tenían delante,
y así hasta el infinito.


Es sábado
y es de noche
vos estás sola
yo estoy solo
abracémonos desnudos
digamos palabras excitantes
y llamémoslo amor.


No.
No conocí el amor.
Solo conocí
el exasperante deseo de que el amor existiese.


Alguien pronuncia mi nombre
la grúa detiene su acción devastadora
alguien pronuncia mi nombre
los obreros se quitan los cascos y abandonan su tarea
alguien pronuncia mi nombre
soy una demolición en suspenso.


Cuando veo mis pies
allá tan lejos de donde suceden las ceremonias,
las tomas de decisiones y los bacanales,
no puedo evitar un sentimiento de angustia por ellos.
Me pregunto si podría acercarlos
anotándome en un curso de contorsionismo y acrobacia.
Pero no creo que el resto de mi cuerpo,
tan habituado al desorden,
soporte el método y los esfuerzos.
Cuando yo muera
sé que ellos se enfriarán primero,
tendrán sus minutos de muerte solitaria
hasta que reciban la compañía final
de todo el andamiaje de mi esperpento.
Pobres pies estos pies, tuvieron peor suerte aún que mi corazón.
Lo cual no es decir poco.
Recuerdo los tiempos felices que pasé a tu lado.
Nunca olvidaré lo dichoso que fue en esos tiempos en los que,
por lo menos,
te tomabas la molestia de mentirme.


Ando por la casa buscando tus olores como cuando rastraba tus engaños.
Busco aromas. Durante la primera semana encontré un par de medias y varias ropas que dejaste tiradas. Las huelo. Las beso.
Al principio lo hacía con vergüenza. Después empecé a hacerlo con naturalidad.
Ahora
lo hago con
desesperación.
Las aplasto en mi boca y en mi nariz para extraerles
algo de lo que amé.
Sigo encontrando ropas tuyas, pero ya no huelen
Contienen apenas el recuerdo
del olor.
Con el tiempo, menos el deseo, todo se diluye.
¿Por qué no construí una jaula? ¿Por qué no tejí una red para
que dependieras
solo de mí?
Odio las teorías sobre el amor y la libertad.
Debería haberte construído una sólida jaula.
Y llevarte ahí el plato de comida, el agua y el sexo.
Serte imprescidible.
Ahora me he quedado sin tus olores
Y para colmo en el prostíbulo de mi corazón
están reclamando aumentos desmesurados.

Acerca del autor

José Sbarra (15 de julio de 1950 – 23 de agosto de 1996) es el poeta del under democrático que hizo del amor la estructura narrativa de su obra poética.

Dramaturgo, performance, autor de libros infantiles, conductor de ciclos de lectura de poesía en la ciudad, la figura de Sbarra se proyecta como el nexo cultural que une el destape tierno de la poesía posdictadura con las experiencias poéticas de la década del 90.

Sus obras de teatro plagadas de humor negro y poesía, su experiencia psicodélica y testimonial en Informe sobre Moscú (1996) y su obra póstuma El mal amor (2017) lo consagran a través del tiempo como una de las principales voces poéticas de nuestro país.

«No hay orfandad cósmica», como dice Sbarra, porque él mismo se inscribe con su poesía en una lectura del amor que atraviesa tiempos y edades.

VERSOLIBRISMO

Manuel Martínez Barcia

Jaula de otoño

Ser, en jaurías de gritos,
casi a solas,
en la sombra de nadie.

El vacío en oleadas
sin límite.

Frío, otra vez, otoño
en la nada.


El exilio del fuego

Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino
sin nadie a quien ahogar,
sin abismos de sed que me silencien…

Pero no, sus corrientes,
apenas la existencia de otro clima,
la sanación errónea de mi piel,

instantes de quietud,
algo de libertad,

pulsiones de esplendor que justifican
el exilio del fuego.


Fábulas de nieve

Mantengo en cuarentena
mi amor por Blancanieves
y a todos los enanos,

excepto al gruñón,

por su eterno reproche,
porque le dan lo mismo las mujeres
los príncipes y espejos
y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)

saber si la más bella
se ha teñido de rubio
o es esa morena del peine envenenado
que dio a un pretendiente
corazón a destiempo. Y para su extravío
también una manzana
y zapatos de hierro
que luego fue cristal
recalentado.

Ya sé que mi versión
no corresponde al cuento (fielmente).

En ciertas ocasiones
disfrazan a los niños de dóciles enanos
y los juntan de a siete,
un coro entre paréntesis cantando
diálogos de falsa realidad
azotada por esbirros del silencio.

Tan sólo aquel gruñón
es un rojo desorden,
el grito de un esclavo que no acepta
la cruel tiranía
de un reino rebosante de plebeyos

que roban y proclaman
con fábulas de nieve sus mentiras

… o una prima de riesgo?

José Luis Villena

De rodillas

Mientras me inclino calla en mí la ira,
se amansa el griterío y la desesperanza
y no me queda más lugar que el recogimiento,
más medida que este cuenco de carne,
ni estar que no sea mi propia vida postrada
bajo el haz de la vidriera
que me brinda el amparo de su espejismo.

Sólo al rendirme al miedo inevitable
se sosiega la furia como algo ajeno
y el esperpento transforma la gramática
de todo lo que temo en todo lo que digo,
mientras mascullo el puro disparate
y los nombres del pánico
en un murmullo impensable y subyugado.

Arde la hez del silencio en los cirios,
arde como un tiempo de cera y humo
imposible de entender si no es ardiendo
como una vela dúctil,
como una llama desprovista entre las sombras.

La vida aquí no es eterna,
pero es de piedra fría y susurrada,
de piedra esculpida por el vaho de las oraciones
nacidas de la fe de un sindiós
que pende de la angustia de estar vivo,

mientras alza sus rezos sin consuelo,
mientras vacía la boca de temores,
mientras llora su muerte de rodillas.


Message in the bottle

De la muerte de hace un rato vengo,
improbable y redivivo,
de la mirada sin párpado
que todo lo sabe y que todo lo ignora;
vengo del don del azar,
y de mi propia costilla,
de la apuesta al sin par mecanismo
que sostiene mi luz y mi historia,
toda ella,
en el aire.

Lo más exquisito, la voz más lejana,
en el aire,
como si del humo fuera cuanto digo
y se me escurriera el tiempo en mantenerme
sobre un equilibrio que no existe.

Aun así, hoy es veintitrés de Abril
en este lado del mundo
y es el año dos mil cinco.
Para quien lo lea. Queda escrito.


El azar reparte inicios


Si estalla la exactitud de la sabiduría
y el fiel de la justeza
es como un traspiés en el abismo,

si amanece poco sol
y es de piedra, bajo, mineral,

si el tiempo reza
el viejo artificio de los segundos
y la noche aún no viene,

si jura en vano significados la palabra
y el silencio llega a las puertas de la nada
y es nada su pálpito
y es nada su sombra
y nadie de nadie es,

entonces el azar reparte inicios
y lo muerto muere de nuevo
y en el vientre del mar estalla el agua.


Así el azar,
así el milagro,
así el orden sucesivo del misterio.

EL AUTOR INVITADO

Jorge Alejandro Neira Rosas (Chile)

Poemas

INTERSECCIONES EN UN PLANO NO EUCLIDIANO

Entre la pléyade de amigas y amigos
en estos ocho años se han casado y divorciado
casi todos.
En mi pared, una ventana va contigo en tus pasos
y en tu insomnio.
¿Sabes cuantos eclipses parpadean en mi silencio?
Este calendario rota y rota sobre sí mismo.

Entre tu jaula y la mía
aun cae el rocío.


CINEMASCOPE

Si.
Es verdad que no duermo,
pero da igual.
Mirando las imperfecciones del cielo raso
repaso las arrugas que asoman en tus mejillas.
Si.
Es verdad,
el techo este es un cine de fantasías
desde el que me sonríes
y me pregunto
por qué
aun
sueño contigo.


MUJER QUE MIRA COLORES EN UNA PARED

Si llegas hecha verso y metáfora
desenredando tu ADN de maga,
balanceando tu existencia de penumbras
o mirando de revés la tómbola de tus años,
quedarán tus huellas
en mi pared.
Si llegases -octosílaba, silente-
danzando y alumbrando el último adjetivo,
masticando una calle de favelas,
tiñendo de sangre tu luna menstrual,
dejarías tu alma
descansando
en esta ventana.


DOBLEZ

Camíname después de las orillas,
en otras ramas,
dibujando en la periferia
estos ángulos que matan.

Cada esquina un vórtice que nos mira.

Un vals de ballenas en el ajedrez planetario.

Esta fuente gorgotea sangre de unicornios,
tan mal está nuestra sociedad.
Las muchachas se pintarrajean
como si con eso acunaran horizontes.
Las manos líquidas de labiales trasvestidos
inoculan falsos pentagramas,
no hay año bisiesto en una uña que maquilla,
en un labio que se pudre en una tumba.
Esta fuente se deshace y arroja pelucas al viento.
¿Quién caminó sobre sus pecados a medio confesar?
Desvistieron cada muñeca y ocultaron sus lágrimas entre tanto reloj sin cuerda.
¿Dónde estuvo la señora muerte en sus zapatos blancos?
¿Dónde quedó el verde que te quiero verde si solo hay humo en la memoria?
La densidad misma,
tarjetas de crédito y plástico en todos los océanos.

Esta fuente, esta fuente…
Esta fuente gorgotea sangre de unicornios,
tan mal está nuestra soledad.


Prosa

UNA MANO MUERTA SALUDA MI NAUFRAGIO

Todos los puertos están clausurados. Canta mi canción, leva tus anclas, estruja mi sombra. La tarde cae y caen tus lágrimas, así, de soledad inmune.



EN TRÁNSITO
SIN MÁS ADICCIONES NI FALSAS EXPECTATIVAS.

Dejar que la noche se devore a sí misma en algún oscuro rincón del alma, deshabitar aquellos hilos que alguna vez fueron puentes luminosos apretando ese destino hacia una calle sin salida, intentando resolver, a golpes cotidianos, una ecuación desde el inicio mal planteada, una esperanza inocente que se diluye ya en pasos perdidos tras la luna.

Abandonar caminos de fantasía y espejos, triturarse los ojos, las manos, las rodillas; arrancarse los sueños dejándolos ir hacia cualquier cementerio, solo rosas negras serán pasaporte hacia el olvido, una larga cadena de amaneceres y lluvia que ya no me revivirán, negras rosas de silencio, rosas de vacío implacable, horizonte preso en nunca más voltear la vista.
Huérfano, ahora, de vino y tabaco, madrugando sin norte, voz perdida en la arboleda. Tanto ir solo a estrellarme, a repensarme solitario escudriñando viejas huellas en arena, un triste canto de gaviotas sobre un mar embravecido, una gran circunferencia que abandonó su centro, inútil reloj durmiendo sin horas, estrella muriendo lejos de cualquier constelación.

Unos resabios amargos de voces me aguijonean a la distancia. Se ha ido la luz, el multiverso no amanecerá en mi desayuno; ninguna plaza volverá a triangular esa distancia, la pandemia será apenas una anécdota, un paréntesis de temor y mascarillas, la hora final en un juego de abalorios diluidos, un punto aparte en sonrisas que no veré, una lámpara sin combustible mirando por última vez al infinito.

Es la hora de tatuarse un sol muerto, de clavarse las uñas en la garganta, arrancarse uno a uno todos los versos que, atragantados, esperaban la vida. Esta es la hora, la de caer al pozo ciego, inmisericorde, en la contraportada de un libro que no se volverá a transitar, palabras sin sentido, gramática esquizoide en un silabario de hojas marchitas.

Aquella hora en ese huerto donde el todo nos abandona, cuando el silencio nos golpea a gritos en los huesos y la noche nos besa los ojos.

La última cruz, sin salvoconducto, directa a la muerte segunda, un remolino ciego blandiendo su estocada final, sin despedidas, ningún obituario; un corte perfecto y limpio llevándose los dedos del espíritu. La última cruz, trazada en el aire con lágrimas de sangre que no se recordarán.

Llueve ahora.
De medias hojas, de medias lunas, llueve.
Rojos hilillos me atraviesan.

Es la hora de tatuarme todos los soles muertos.



TODO CRÉDITO TIENE VENCIMIENTO

En este callejón sin salida, la muerte me arrincona, me ofrece un año más de vida a cambio de mis manos. Sin emoción alguna advierte que mi tiempo se ha terminado, que nada puedo hacer sin saltarme esta larga cadena de aspiraciones y remordimientos, solo me apunta y exige: mis manos por más vida.

Le respondo: tu cabeza por un año de lluvia en un calendario bisiesto.

No se lo esperaba, baja su capucha y saca de entre los jirones de su capa, una baraja que me ofrece. Naipes cotidianos, todas las postales aún no dibujadas, una colección de sermones y batucadas, inútiles timones en barcos olvidados, llaveros inservibles en noches de eclipse, ruidos apenas audibles para una carabela que flota en una nube de luciérnagas; me entusiasma con viajes a diestra y siniestra. Siniestros, más bien.

Yo también insisto: tu guadaña y un volcán boca abajo.

La muerte no renuncia, nunca lo ha hecho, por lo que sé.

Extiende frente a mí un tablero de cementerios fugaces y rotos, una cierta amalgama de ofrendas amarillas y oscuras, una total muestra tipo feria transuniversal, una tempestad de algoritmos en un cuaderno de agua, pasos lentos en tres dimensiones; intenta ganar su partida, es decir, mi partida…, pero yo tampoco renunciaré, no ahora.

Negociando con la muerte pasaron estos años. Sí. Y tuve hijos, huertos, amantes, amores que no fueron pero que igual fueron y dejaron otros caminos en medio de agujeros negros y enanas blancas.

No toqué sus cartas a pesar de su asombro, me negué a sostener su violín o a caminar sobre sus ojos. Truqué y retruqué cada astilla de su tiempo, enarbolé toda raíz que brotó en mis sienes, no dejé piedra lunar sobre venus y trepé, trapecista sin vértigo, hasta el último cuadrante.

No sé si fue una tregua. Alzó su diestra y me mostró la torre Eiffel.
Orgullo, dijo, solo una vez.

Es lo último que recuerdo en este quirófano en el que me arrancan el corazón.


Acerca del autor

Jorge Alejandro Neira Rozas nació en Chile; es antropólogo de profesión, poeta y cuentista. Escribe desde su juventud apareciendo su primera publicación en 1975, como integrante de un poemario junto a otros dos destacados poetas nacionales: José María Memet y Gustavo Becerra.

Fue luchador social contra la dictadura de Augusto Pinochet y debió exiliarse. Retomando la escritura en 2013, en 2018 ve la luz su primer libro «De nostalgias y caminos».

Al día de hoy, Neira Rozas cuenta ya con seis libros terminados, de los cuales «Mujeres de luz y sombras» está en proceso editorial y «Peldanne» siendo prologado.

El autor es miembro de número de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile)

Su página en Facebook: SURPOESÍA.


ARTÍCULOS

La expresión literaria, por John Madison

Observaciones sobre un poema de Jesús M. Palomo
Conceptos básicos

Tierras cansadas.
Regadíos estériles.
Muchachos en el infortunio.
Tormenta.
Tú.
Yo.
El sur.
Aroma de mormentera.
Las siglas que nos protegen.
Un dedal de Peter Pan.

Dentro de la expresión literaria existen muchas formas y fórmulas al uso. En este caso, hay una relación muy estrecha entre cada código elegido por el autor para manifestar su mundo interior; cada verso es un código y todos se sincronizan para formar la idea general, pese a la brevedad del discurso y la ausencia de metáforas complejas a la que están acostumbrados muchos escritores.

El título es muy acertado. Conceptos básicos para entender la vida actual de uno son el origen, dónde se nace, el primer amor o relación.

 En la encarnación uno elige, incluso, el punto de partida. En este caso es, o parecer ser, el sur de España. Que es básicamente lo que expone a mi entender el autor.

Los primeros tres versos hacen referencia a la situación actual que se vive en el Sur, zona de agricultores, hosteleros y pescadores, mayormente, que se ha visto visiblemente afectada debido a la crisis provocada por la pandemia. Y hacen referencia, también, a la procedencia de los protagonistas: Tú y yo.

El sur, y aquí hablo del sur más al sur del territorio andaluz, es tremendamente especial, al menos para mí. Mis hijas nacieron allí y allí pasé mis primeros años y experiencias como emigrante. Supongo que esa zona a la que se refiere podría ser ya más al interior, Jaén, por ejemplo, donde la geografía es mucho más árida. Aunque hace referencia también a Extremadura, que ya es otro territorio, con ese aroma a mormentera.

En cuanto a Peter Pan, para todo el que no conozca la historia –que es preciosa yyo soy muy de literatura infantil–, la referencia encaja perfectamente y da para que el lector saque su cuenta en relación a los versos 5 y 6, o sea, una relación amorosa desde la pureza de la inocencia de Peter Pan y el primer contacto con el otro.

Luego el verso: “muchachos en el infortunio” se relaciona, también, bajo mi punto de vista con los niños perdidos de Peter Pan.

En la escena del dedal, Peter Pan busca su sombra en el cuarto de Wendy. La encuentra e intenta pegarla a su cuerpo con jabón sin éxito, y es Wendy la que le cose al cuerpo carnal de Peter la sombra.

La sombra es nuestra parte indominable y oscura dentro de la historia de Petar Pan y sin la que él se siente incompleto. Es nuestra versión más salvaje. Es importante para él y también es importante que sea ella, el lado femenino quien le soluciona el asunto. Es la primera vez que ellos se ven. Ella ya es más madura como suele ocurrir con las chicas y de ahí vamos al asunto del beso y el dedal.

Es muy, muy de códigos del cortejo entre hombre y mujer esta escena a pesar de tratarse de una historia para niños.

Me gustó mucho la apuesta en la referencia a Peter Pan por supuesto.

Como ya digo, dentro del viñedo literario hay de todo. Escritores bestiales que no se equivocan en la elección de los adjetivos o en la puntuación o en el esquema que eligen para revelar sus historias. Escriben cuando les da la gana, como les da la gana y en cualquier condición geográfica y emocional sin que afecte a la buena trayectoria del texto.

Escritores tremendamente técnicos, conocedores amplios del ABC de la puntuación, los recursos literarios y de todos esos asuntos importantes también, pero fríos como un glaciar, carentes por completo de la herramienta emocional capaz de conectar sentimental y humanamente con el lector.

Esto último es muy indispensable en la cajita de herramientas de cualquier artista. Las emociones son comunes para todos porque nadie escapa del odio, el amor, la decepción, los duelos. Hay que aprender a lidiar con eso también tanto como se lidia con la técnica.

La originalidad es también útil. Tu poema lo es para como tu lector. Tiene sus riesgos, claro está, escribir un poema así.

Uno puede aprender dónde va una coma y dónde no va un acento y la estructura de un soneto, pero no puede hacer arte y traducir los códigos universales de la vida sin tener ni puta idea de lo importante que es esa conexión autor/lector de la que hablo.

Hay autores que incluso te dirían que no les importa un soberano maravedí conectar con el lector porque escriben para ellos mismos; una mentira más grande que un ovni.

Si usted escribe solo para usted adelante: compre un diario íntimo y entiéndase con él.

La literatura escrita es una transmisión, es pasar el testigo al lector para que el decida y haga con tu texto lo que le apetezca, es una forma más de compartir con otros, de dejar las cargas emocionales sobre otros hombros que no sean solo los del autor, de darle al texto objetividad para poder mirarlo desde una óptica más sana y reparadora.

Partiendo de esta reflexión, el poema es muy de interpretar cada cual lo que se ajuste a su experiencia. En mi caso conozco mucho el Sur, con ese coto de Doñaña que es una maravilla y esos 120 km de playa de la provincia de Huelva.

Decir Sur para mí son muchas cosas. Esa es mi casa. Cuando yo entro en el Sur se me equilibra toda la vida.

Volviendo a los distintos tipos de escritores, también existen los escritores tardíos, no por ello menos escritores (yo soy uno de ellos, y creo que el autor podría caber, también, en esa geografía).

Lo que cuenta no es el objetivo final sino lo bonito del camino y todos los avances humanos y literarios que uno logra mientras recorre ese trayecto en el que no hay, en los comienzos, un conocimiento del oficio, pero sí una fuerza emocional arrasadora y un montón de historias que contar. Historias Importantes que aportan información a nuestra evolución como hombres en general.

La literatura es importante por eso. Los escritores aportamos y modificamos información y esa información va creando una nueva realidad.

En realidad, este último equipo de escritores siempre lo fueron, pese a su tardía entrada en el oficio y su falta de conocimiento técnico. Algo que se puede, sin duda, aprender si uno confía en que lo conseguirá y es humilde y trabajador.

Es increíblemente sorprendente como la obra de un autor muestra con claridad los cambios en la consciencia, en su ego, en su humanidad, ya sean para bien o para mal. Eso es lo más grande que nos aporta la escritura a los que padecemos la fiebre de escribir. Al principio uno empieza compitiendo con el resto y acaba compitiendo contra uno mismo en una carrera de fondo por ser mejor persona.

VERSO LIBRE – VERSO BLANCO

Antonio Rojas

Imagen by Brands Amon
Fantasmas de tiempos pasados

Hacia algún lugar se va borrando el contorno esbelto de la noche
y se marchan las estaciones que nos sueñan
a mundos que se quedan sin luz
como soles apagados de un zafiro.
Tan lejos te fuiste con la oscuridad envuelta en tus pupilas
a esas remotas aldeas del ayer
donde yace el amplio corazón de los que amaron
al lado del temblor desnudo
que les arrebató el primer asombro.

Igual al solitario que arrea su embarcación destartalada por los mares
atento a ese ribazo donde el azul se quiebra
y susurran el más allá las caracolas,
te busco con todo lo que soy y lo que espero,
por si tal vez siga tu historia en esas arenas del olvido
y se aferre aún el invierno a tu chamanto,
al joyel y al anillo que en tu último Diciembre
luciste detrás de las vidrieras
para que más brillara la aurora
en el negro adivino de tus ojos
que sedujo jaguares en los míos,

Llueve y acaso escuche el nombre que tendrás mañana;
ahora: es el peso aplastante de la ciudad sin ti,
donde tú comienzas y lo demás termina,
y dice Kafka
que no somos más que fantasmas de tiempos pasados.


Isabel Reyes Elena

Imagen de 경복 김 en Pixabay
Naúfrago en tierra

¿Qué tiene dentro la paz de la palabra?
Y muchas aguas
diluviaron encima de mis manos
sin dar con la respuesta.
Estoy muy sola
con unos cuantos nombres desnudando mis ojos.
Han huido de mí
dejándome en los dedos un perfume
de armas y ceniza.

Yo soy una mujer imposible de atar
que va dejando huellas por la arena,
un perdido perfil en un retrato
que no acierta la luz.

Y quemé mis pestañas y mis dientes
en las hondas hogueras del ocaso
con la misma pregunta.
¿Quizás puedo cambiar de rumbo al mundo?

Pero muchos maldicen mis palabras
se juntan en las tardes,
conjuran al crepúsculo, se miran
buceando en los ojos y si oyen
un momento mi voz levantan árboles
y el mar ponen en pie. Ya no hay orillas
para mí que soy náufrago de tierra.

Ahora al mediodía de mis años
dejo que vengan otros a robarme
lo que yo nunca tuve , que me exilien
a una tierra jamás pertenecida
y no sean las sombras
quienes pongan mi grito en cuarentena.

Me he dado tanto
cuanto me fue posible, mas ignoro
si me queda en los huesos algún haz
de luz por entregar. Mientras, persisto
luchando por un mundo más humano
con toda mi inocencia en carne viva.

Que nadie venga
ahora a apedrearme la mirada
pues me sobra el arrojo
para quebrar sus cántaros de sombra.


Orlando Estrella

Cosas de compromiso

Nunca he sido el más rápido ni tampoco el más diestro,
sólo he jugado con las cartas limpias
en un campo minado de alimañas.

Me ha bastado cuidar mi espacio siempre
como esos animales acosados
y despreciados por el hombre
y nadie ha traspasado esa personal línea
al menos que lo haya permitido.

Sé que eso no es vivir de acuerdo con los tiempos
donde hay que estar globalizado, público,
donde nos puedan ver con su mira letal.

Así he sobrevivido
no por ser más certero, quizás sí el más prudente.
Y un dolor escondido, invisible, probable,
de darle gusto a una pobre rata
de cargarse y pisar a este tipo de hombre.

Si parezco arrogante, puede ser mi gran culpa,
pero guardo recuerdos:
permanecer callado y fuerte, mientras,
me pedían a fuerzas las palabras.

¿Eso es orgullo? Sí.
Y creo que cumplí con mi deber
a proteger a mansos, también a cimarrones.

Esas fueron las cosas
del compromiso.


Jordana Amorós

Imagen by Markus Kammermann
Feroz melancolía

Ni los ojos se inmutan,
ni el corazón se duele.

Ahí fuera un insecto
acaba de estrellarse contra el cristal,
se agitan
las hojas ya resecas al sentir el aliento
de la brisa otoñal
y un pájaro despide con un réquiem magnífico
ese rayo de Sol, aún tibio de Octubre,
que regala la tarde.

Aquí dentro, tristeza
exhala cada pétalo
de esa última flor que me brindó el rosal,
que en un jarrón de vidrio,
cortada, languidece.

¿De qué me quejo yo?

¿De tener una mente soñadora,
amante de extraviarse
en elucubraciones metafísicas,
y una piel sensitiva hasta el espasmo?

Hoy han nacido estrellas
y han llegado a su fin constelaciones.

La vida ha de seguir sin detenerse
su ritual de costumbres.

El que el humus al humus
deba volver,
no es drama.

La tragedia es saberlo.

Y presentir
que al aventar tu polvo
no ha de haber quién se inmute,
es lo más natural
que no tiemble siquiera ni un átomo del aire

Dolor es la certeza que te infesta,
feroz melancolía, igual que una carcoma
mordiéndote la carne.


Ana Estepa

Imagen de jwvein en Pixabay
Laberíntica

Es comprensible que no me entiendas.
Yo nunca me hallo
cuando más me necesito.
Estoy ausente entre mis pensamientos,
perdida sobre mis huellas
en un laberinto absurdo
que tejí para nadie.

Tantas veces me he matado
que ya no sé si soy
una ilusión de mi memoria
o un cuerpo vulgar y tangible.

Puedo jugar al juego de las ilusas
y convertirme en una víctima
de mis propios trucos,
pero si el corazón se aferra
a la locura
debo de deslizarme
entre las sombras, callada,
antes de que enraicen los latidos.

Perdona mis silencios,
o si mi voz te hizo daño.
Si me marché de puntillas,
de forma inesperada.

Solo busco la forma de huir de mí misma
y de encontrar la manera
de volver a estar sola.


Silvio Rodríguez Carrillo

Imagen de earth kiss en Pixabay

La torre

Desde siempre la lluvia y su susurro
que no perdona rabias ni asiste por lo bajo
al que ajeno a lo bello se dedica
al odio sin secuelas, al puño sin violencia
que termina en bostezo, en una lástima.

Y por siempre los guiños atrevidos;
la mirada furtiva que busca en el debajo
de las faldas aquello que le empuja a encontrarse
con el límite puro de su hombría,
el vacío que llena con las putas y santas
que escribiera el Humberto en su novela.

Los ríos

Si después de mi risa y mis lamentos,
se llena tu pantalla de perfiles exactos,
con errores sin faltas estudiadas,
con aciertos fortuitos, regalos de Fortuna,
disfrutalos a pleno, que son tuyos.

Yo sé bien acentuar que soy pasado
si el futuro me muestra que me toca perder
o ganar -con los años es lo mismo-,
y me gusta cederte la palabra final
por si acaso te preña de alegría.

Los huecos

Sin ayuda me elevo y crucifico
–sobre el rojo tardío de todos los crepúsculos–
el suspiro intranquilo de las niñas
que en mi boca anidaron su verdad que pretende
imponerse por Roma a quien no ama.

Con mi sombra y mi nombre a los costados,
trepado a las rodillas que me quebré de joven,
me desplazo y te aparto; nos excluyo
del relato sencillo que dicen y murmuran
los que lucen, sin gloria, sólo huecos.


Morgana de Palacios

Disforma

Un poeta se sienta ante el papel en blanco
y dice,
hoy voy a escribir un metro y medio
de poesía amorfa
que es lo que se lleva hoy en día
pero además
como soy un innovador de la disforma
la voy a vender al peso.

¿Cuánto vale un kilo de poesía amorfa?
¿Y un kilo de talento, cuánto vale?

¿Cuánto pesa un metro de poesía de amor?
¿y de odio? ¿y de despecho?
¿y de libertad, oiga, cuánto pesa un metro de poesía libericída
arengadora de hordas verbolálicas?

¿Y qué es lo que más pesa en la lírica por metros?

Ya lo sé
la elegíaca
sin duda,
la mortífera, la letal,
la poética del desahucio
el resto,
pecata minuta intrascendente.

Ya no existen las formas,
así que olvídate del clásico
«y pesan más dos tetas que dos carretas»

ahora, ya sabemos que del amor al porno
hay 30 gramos
y que el desamor pesa un poco más
y un poco más el despecho
y un poco más
pero poco
la soledad.

Yo quiero romper el oremus del ojo lector
y escribir un metro de elegía
sobre la muerte de lo que sea

muerte y muerte, mucha muerte
pesadísima

-Ah la erótica de la muerte-

al fin y al cabo se trata de un negocio
que no entra en forma alguna

¿Quién me compra un cuartito de lengua putrefacta?

Anímense
que a mí me quedan tres centímetros
para terminar de cagarme
en la putamadredelapoesíadisforme.


Gavrí Akhenazi

Manual de uso

Esto que hago
es una especie de desaprendizaje.

Un regreso a lo darc tan necesario a mi supervivencia.

Mantener en la boca las continuas deslunas del suspenso
deshabitar la calma,
acidular la miel de lo que nunca mutará en ceniza,
cargar el repertorio con antiguos hedores
y dejar que refluyan los crujidos a hueso descarnado.

Esa victoria pírrica sobre la antigüedad de tus cadáveres
solo ha alojado ruina en los pasillos

y las malas arañas
tejen sus leyendas de sal sobre los ojos
de las perfectas fantasmagorías
que insisten pegadas a los muros.

La gloria ha caducado en su oropel de miedo
mientras todas las ratas que han saltado del barco de la fe
están ahítas de su propia mierda
en despensas vacías.

Solo hay que dejar morir lo que no sirve
para prevalecer.

Y luego,
renacer holgadamente oscuro y torrencial
para ser destripado por tu idioma.

Ana Estepa, poemas

Imagen by Emily Schoieme

Palabras

Las palabras importan, y se quedan grabadas
más allá del momento en que se dicen.
No son tan solo aire que escapa por la boca
en las ondas acústicas.

Las palabras definen circunstancias
delimitan fronteras, tejen lazos;
reflejan realidad o velan falsedades.

Hay palabras suicidas
que engatusan, confunden, enloquecen…
palabras que despliegan alas de mariposas
de colores y formas deslumbrantes.

Y palabras que muerden las entrañas
que envenenan, destrozan y asesinan.

Otras veces palpitan en los labios
como un corazón abierto al cielo.
Entonces, las palabras son suspiros
que brotan de los versos de un poema.


A dentelladas

Puede llamarme ilusa, tonta, loca,
cabeza de chorlito, majareta…
pero nunca seré la marioneta
que manejen los hilos de su boca.

Sabe que el corazón se me disloca
y que no soy capaz de estarme quieta,
que me arde la sangre y soy veleta
heredera del viento que me toca.

Que me niego a tener que acostumbrarme
a vivir en palabras silenciadas,
y me asfixia el trasiego rutinario

hasta ser un desierto carcelario
en la voz que no quiero más callarme.
Y me como la vida, a dentelladas.

Ángeles Hernández Cruz, poemas

Imagen by Sergiu Jalba

Ladrón Azul

Ladrón de embozo azul con colmillos de espuma,
¿recuerdas una tarde de bochorno lejana
con destellos de siesta y el sol como testigo?
Me apuntaste a la sien con tus armas de olas
y exigiste un peaje para llegar a tierra.

Ladrón de niños fríos en el agua,
te apeteció el aroma de ternura
en las pequeñas manos que se asían
al aire que quedaba entre mis labios.

Ladrón irrespirable con zapatos de algas,
no esperabas un no como respuesta
y aunque heriste, mi carne hecha un ovillo
fue el refugio invencible de mi cría.

Ladrón escurridizo con escamas de plata,
¿No te roba el aire tanto ahogado?


Mi lugar

Ayúdame a encontrar mi sitio, cabuquero.

Tienta el eco de mi vientre, prende unos cartuchos de explosivos
y escóndeme en el canto de advertencia, en la voz acorazada que repites
para que mi miedo tenga tiempo de alejarse del desplome.

Estoy tan cansada de buscar ese espacio
que me agota mucho más la incertidumbre que la huida
la oquedad que el asedio del porqué
y el silencio que el sonido del rumiar de mi mente.

Tras la detonación, cuando se desenrede el aire,
comprueba si hay una fuente, surtidor de vida embravecido:
allí estará mi lugar.


Jordana Amorós, poemas

Imagen by Lukás Jancicka

Corriente

Ya no quiero seguir. El manso río
caliente de mi sangre esta cansado
de correr por correr, desorientado,
en la mitad de un páramo sombrío.

Bajo el cantar risueño y sosegado
que entona su corriente, anida el frío
de los limos del fondo y el hastío
del que huye y no llega a ningún lado.

Siento la tentación de detenerme,
para el desfallecido es placentera
la agrisada visión de lo que duerme.

Pero algo me empuja a que prosiga,
y es que, a veces, ¡qué bella es la ribera
tecnicolor que mayo nos prodiga!


Aproximadamente

Echo en falta un color,
un matiz de la luz,
una textura…

Alguna interjección
-de aquellas malsonantes-
un adjetivo prístino,
o un verbo palpitando con las ganas
de decir la verdad.

Pero todo es inútil…

Un dolor
sordo y sólido ,
enquistado
en el pliegue más íntimo de la dermis del alma,
no hay quien lo dibuje o lo defina,
ni aproximadamente,

Y así no hay manera
de encontrar la palabra con suficiente filo
para sajar
y aliviar los humores de su ántrax
o la oración,
a modo de conjuro,
capaz de exorcizarlo.

En consecuencia,
sigue ahí,
ineluctable,
urente,
tenaz en su inhumana disciplina
de arruinarme mis días, huérfanos de horizontes,
y mis noches pulsátiles
para enaltecimiento
y gloria de su llaga.

Toca, pues, ignorarlo,
tratar de sepultarlo en las regiones
profundas del olvido.

Y esperar.


Solo el tiempo
puede sanar,
si nunca
le devuelve el aliento a los cadáveres,
hecha ceniza, al menos aligera
su carne putrefacta.

Echo en falta un reloj,
quiero contar
-aproximadamente-
cuantas eternidades torturadas
aguanto a malvivir sin derrumbarme.


Sospechando la cruda realidad:

Apenas la presencia indefinible
de mi dolor
-ahora es MI dolor-
pujante,
omnipresente
me abandone,
mi corazón,
absurdo y rutinario,
habrá de comenzar a echarlo en falta.

Selección de poesía de Ronald Harris

Imagen by Stefan Keller

Pasos sin huella

el lobo que aulló dulcemente tras tu puerta cede al asombro
ante la levedad de tus pasos sin huella aparente

es que quizá la arena que cubre la memoria
no sabe el peso de tu pie

ni la forma de tus dedos cuando pasan sobre mí

evita entonces los nombres del odio que te muerden la sinapsis
como un Cristo rojo ardiendo en las neuronas

recuerda

no hay pájaros que trinen lo suficiente en esta jaula
para despertarnos del olvido


Gusanos del olvido

se alargan hacia una nada triste las orillas
de todo destino posible

dónde estás

me crecen las palabras
y se me mueren en los labios organizadamente

a veces parecen versos

dónde estás dónde estás

se pudren dulcemente mis histerias en tu busca
y se duermen a veces en ciertas playas
acurrucadas sólo en algunos paisajes

dónde estás

quizá te escondes en el ojo del miedo
o en la esquina sagrada de una tragedia

y quizá ya no existas y quizá
deba alimentar mil años a los gusanos del olvido
para hallarte


No hay tiempo que perder

no hay tiempo que perder no hay tiempo
caen pájaros en tu lengua transparente
cae el presente cuando no estamos en vigilia
y la estatura de los ojos cuando te buscan
ya no alcanza a ver el laberinto

no hay tiempo que perder huye conmigo
sigue estas palabras

no hay tiempo suficiente cuando volvemos del olvido
no hay tiempo que perder cuando no somos
no hay tiempo que perder cuando perdimos