VERSOLIBRISMO

Manuel Martínez Barcia

Jaula de otoño

Ser, en jaurías de gritos,
casi a solas,
en la sombra de nadie.

El vacío en oleadas
sin límite.

Frío, otra vez, otoño
en la nada.


El exilio del fuego

Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino
sin nadie a quien ahogar,
sin abismos de sed que me silencien…

Pero no, sus corrientes,
apenas la existencia de otro clima,
la sanación errónea de mi piel,

instantes de quietud,
algo de libertad,

pulsiones de esplendor que justifican
el exilio del fuego.


Fábulas de nieve

Mantengo en cuarentena
mi amor por Blancanieves
y a todos los enanos,

excepto al gruñón,

por su eterno reproche,
porque le dan lo mismo las mujeres
los príncipes y espejos
y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)

saber si la más bella
se ha teñido de rubio
o es esa morena del peine envenenado
que dio a un pretendiente
corazón a destiempo. Y para su extravío
también una manzana
y zapatos de hierro
que luego fue cristal
recalentado.

Ya sé que mi versión
no corresponde al cuento (fielmente).

En ciertas ocasiones
disfrazan a los niños de dóciles enanos
y los juntan de a siete,
un coro entre paréntesis cantando
diálogos de falsa realidad
azotada por esbirros del silencio.

Tan sólo aquel gruñón
es un rojo desorden,
el grito de un esclavo que no acepta
la cruel tiranía
de un reino rebosante de plebeyos

que roban y proclaman
con fábulas de nieve sus mentiras

… o una prima de riesgo?

José Luis Villena

De rodillas

Mientras me inclino calla en mí la ira,
se amansa el griterío y la desesperanza
y no me queda más lugar que el recogimiento,
más medida que este cuenco de carne,
ni estar que no sea mi propia vida postrada
bajo el haz de la vidriera
que me brinda el amparo de su espejismo.

Sólo al rendirme al miedo inevitable
se sosiega la furia como algo ajeno
y el esperpento transforma la gramática
de todo lo que temo en todo lo que digo,
mientras mascullo el puro disparate
y los nombres del pánico
en un murmullo impensable y subyugado.

Arde la hez del silencio en los cirios,
arde como un tiempo de cera y humo
imposible de entender si no es ardiendo
como una vela dúctil,
como una llama desprovista entre las sombras.

La vida aquí no es eterna,
pero es de piedra fría y susurrada,
de piedra esculpida por el vaho de las oraciones
nacidas de la fe de un sindiós
que pende de la angustia de estar vivo,

mientras alza sus rezos sin consuelo,
mientras vacía la boca de temores,
mientras llora su muerte de rodillas.


Message in the bottle

De la muerte de hace un rato vengo,
improbable y redivivo,
de la mirada sin párpado
que todo lo sabe y que todo lo ignora;
vengo del don del azar,
y de mi propia costilla,
de la apuesta al sin par mecanismo
que sostiene mi luz y mi historia,
toda ella,
en el aire.

Lo más exquisito, la voz más lejana,
en el aire,
como si del humo fuera cuanto digo
y se me escurriera el tiempo en mantenerme
sobre un equilibrio que no existe.

Aun así, hoy es veintitrés de Abril
en este lado del mundo
y es el año dos mil cinco.
Para quien lo lea. Queda escrito.


El azar reparte inicios


Si estalla la exactitud de la sabiduría
y el fiel de la justeza
es como un traspiés en el abismo,

si amanece poco sol
y es de piedra, bajo, mineral,

si el tiempo reza
el viejo artificio de los segundos
y la noche aún no viene,

si jura en vano significados la palabra
y el silencio llega a las puertas de la nada
y es nada su pálpito
y es nada su sombra
y nadie de nadie es,

entonces el azar reparte inicios
y lo muerto muere de nuevo
y en el vientre del mar estalla el agua.


Así el azar,
así el milagro,
así el orden sucesivo del misterio.

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