CONTRATAPA

Conga, conga, conga



La sabiduría popular dice: «Por la plata baila el mono».

Observo y traspolo: «Por la promoción de su obra baila el escritor» y, lo mismo que el mono, con tal de ser promocionado –al menos en este mundo de habitantes que son solo virtuales– a demasiados no les importa dentro de qué bolsa de gatos son incluidos.

Están ahí y no precisamente para valorar su propia obra sino para proyectarse en el espacio de la inclusión, rodeados de otros que pretenden lo mismo, independientemente de las calidades de cada uno, generalmente desparejas y descuidadas si el editor lo es.

En eso, siempre he sido un exquisito.

Pese a ser yo el que selecciona el material y ser, además, un exigente obsesivo para con lo que publico, la Revista tiene un fin determinado y no es la promoción, sino que, los que participan son muestra de que puede hacerse buena literatura, aún en internet, premisa fundamental del proyecto Ultraversal al que la Revista pertenece. Como la falsa humildad no es lo mío, no soy un editor descuidado con el material que le llega. Debe reunir calidad en fondo y forma. Eso, es innegociable. O sea, no publico cualquier cosa con tal de llenar las hojas de esta Revista. No publico bultos. Publico autores que puedan llamarse tales.

Por eso, debo decir que me defrauda profundamente la forma entusiasta en que tipos que escriben muy bien se prostituyen a la caza de un poco de espacio en cualquier publicación que ni siquiera define los mínimos límites del buen hacer y donde todo se da por bueno, solamente para llenar páginas.

¿Quién puede promocionarse dentro de una bolsa de gatos o un cajón de sastre? Más aún, si los que dirigen ese lugar saben todavía menos que los que escriben dentro y por lo tanto, son incapaces de hacer las correcciones necesarias para que el material no salga cojo, mal entrazado o directamente, mal escrito.

Antes, en mis épocas épicas, hablaba de estas cosas con aquellos que las hacían. Intentaba que comprendieran que se trasciende por la calidad y no por la cantidad de publicaciones de medio pelo en las que nos incluyan.

Ahora, ni siquiera me lo planteo.

Es una época donde la calidad no importa como no importa tampoco la mezcolanza si eso sirve para que alguien nos lea, allí entremetidos entre toda clase de calidades que no respetan la nuestra y que, por bajas, terminan también por bajarnos el precio.

Lo que siento es este desengaño profundo que me producen los autores que estimo y veo que se venden por un minuto de fama, mientras promocionan con desafuero entusiasta el folletín que los ha bendecido concediéndoles una carilla a su aparición pública.

Ese sentimiento nos asalta a los que estamos de vuelta.

Es piedad. Piedad por la literatura, quiero decir. Pura y dura piedad por la literatura que se ha transformado en una bestia en vías de extinción por la que nadie hace nada para repararle las heridas exigiendo al menos un mínimo de calidad en las publicaciones.

Los desaforados de la promoción son los primeros que se prenden, aunque sea de una teta seca o, lo que es peor, de una teta atrapada en la mastitis de su propia prostitución.

Mi hija menor, mientras me ve teclear, quiere saber qué me pasa. Le digo que siempre hay un peldaño más para el desengaño. Nunca el desengaño es suficiente. Tiene la reservada capacidad de darte una sorpresa.

גברי אכנזי
Gavrí Akhenazi

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