No me quedan más pájaros en la imaginación, huyeron de la quema en este Agosto ardido. Se han llevado mi rostro, mi nombre, mi apellido, las ganas de latir del corazón.
Ya no reparto pájaros para la rebelión de todas las razones que matan el olvido. Se me resiste el aire al vuelo desabrido y el alma se resiste a la emoción.
Estoy pagando caro el íntimo arrebato por no leer la letra pequeña del contrato que firmé este verano cuando me volví loca.
Jamás decir te amo, en serio, al contrincante, no te hará más feliz, pero es más elegante que amanecer sin pájaros que beban de tu boca.
José Luis Villena
Plenilunio
Tan callada la hora, tan dormida, tan ayer el olvido y el recuerdo, casi tibia la albura en la que pierdo el escaso relieve de mi vida.
Soy la sombra que encuentra la salida por el lado contrario, por lo izquierdo, y en la noche que vuelve loco al cuerdo busco la magia negra, la prohibida.
El aire lleva tinta y me supura el aliento de voces nocturnales, que silabeo con mi lengua oscura.
La luna con sus nombres desiguales me murmura en la boca y la blancura se ahonda en mis penumbras abisales.
Manuel Martínez Barcia
Negro e impar
También a ti tendrá que sucederte lo que nos precipita contra el muro anunciando el latir de lo inseguro con manso corazón sobreviviente
y esa lidia constante de la suerte, enigma en la ruleta del venturo, su interminable azar, y de lo oscuro, mañana en la intención con rumbo inerte.
Y también te dirán que es utopía hollar el porvenir con tirafuera por ver si la fortuna es doblegable.
Las puertas del destino, llave un día, cerrarán para siempre su frontera contigo al contraluz más insalvable.
Jordana Amorós
Extenuación
Esta gravosa cruz que llevo a cuestas es a ojos de todos invisible y el que no tenga el cuerpo para fiestas a muchos les resulta incomprensible.
No debo sucumbir bajo su peso, lo sé , ni analizar si en el camino agreste que recorro, cada beso de sus piedras resulta más mezquino.
¿Pero quién no cuestiona a cada paso si no es mejor que acabe la agonía cuando el dolor rebosa de su vaso?
Yo agoté ya ese cupo de energía que te exige el vivir viendo tu ocaso y seguir siendo fiel a la alegría.
Ser, en jaurías de gritos, casi a solas, en la sombra de nadie.
El vacío en oleadas sin límite.
Frío, otra vez, otoño en la nada.
El exilio del fuego
Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino sin nadie a quien ahogar, sin abismos de sed que me silencien…
Pero no, sus corrientes, apenas la existencia de otro clima, la sanación errónea de mi piel,
instantes de quietud, algo de libertad,
pulsiones de esplendor que justifican el exilio del fuego.
Fábulas de nieve
Mantengo en cuarentena mi amor por Blancanieves y a todos los enanos,
excepto al gruñón,
por su eterno reproche, porque le dan lo mismo las mujeres los príncipes y espejos y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)
saber si la más bella se ha teñido de rubio o es esa morena del peine envenenado que dio a un pretendiente corazón a destiempo. Y para su extravío también una manzana y zapatos de hierro que luego fue cristal recalentado.
Ya sé que mi versión no corresponde al cuento (fielmente).
En ciertas ocasiones disfrazan a los niños de dóciles enanos y los juntan de a siete, un coro entre paréntesis cantando diálogos de falsa realidad azotada por esbirros del silencio.
Tan sólo aquel gruñón es un rojo desorden, el grito de un esclavo que no acepta la cruel tiranía de un reino rebosante de plebeyos
que roban y proclaman con fábulas de nieve sus mentiras
… o una prima de riesgo?
José Luis Villena
De rodillas
Mientras me inclino calla en mí la ira, se amansa el griterío y la desesperanza y no me queda más lugar que el recogimiento, más medida que este cuenco de carne, ni estar que no sea mi propia vida postrada bajo el haz de la vidriera que me brinda el amparo de su espejismo.
Sólo al rendirme al miedo inevitable se sosiega la furia como algo ajeno y el esperpento transforma la gramática de todo lo que temo en todo lo que digo, mientras mascullo el puro disparate y los nombres del pánico en un murmullo impensable y subyugado.
Arde la hez del silencio en los cirios, arde como un tiempo de cera y humo imposible de entender si no es ardiendo como una vela dúctil, como una llama desprovista entre las sombras.
La vida aquí no es eterna, pero es de piedra fría y susurrada, de piedra esculpida por el vaho de las oraciones nacidas de la fe de un sindiós que pende de la angustia de estar vivo,
mientras alza sus rezos sin consuelo, mientras vacía la boca de temores, mientras llora su muerte de rodillas.
Message in the bottle
De la muerte de hace un rato vengo, improbable y redivivo, de la mirada sin párpado que todo lo sabe y que todo lo ignora; vengo del don del azar, y de mi propia costilla, de la apuesta al sin par mecanismo que sostiene mi luz y mi historia, toda ella, en el aire.
Lo más exquisito, la voz más lejana, en el aire, como si del humo fuera cuanto digo y se me escurriera el tiempo en mantenerme sobre un equilibrio que no existe.
Aun así, hoy es veintitrés de Abril en este lado del mundo y es el año dos mil cinco. Para quien lo lea. Queda escrito.
El azar reparte inicios
Si estalla la exactitud de la sabiduría y el fiel de la justeza es como un traspiés en el abismo,
si amanece poco sol y es de piedra, bajo, mineral,
si el tiempo reza el viejo artificio de los segundos y la noche aún no viene,
si jura en vano significados la palabra y el silencio llega a las puertas de la nada y es nada su pálpito y es nada su sombra y nadie de nadie es,
entonces el azar reparte inicios y lo muerto muere de nuevo y en el vientre del mar estalla el agua.
Así el azar, así el milagro, así el orden sucesivo del misterio.
A veces el pasado es el destino del humo de la vida, de la farsa del amor que, sin serlo, nunca fragua, como nunca es el agua un espejismo.
Dejaré en la tristeza un verso escrito, desamor, esperanza huera o vana e igual que su sentencia el reo acata yo quiero que después cunda el olvido.
Huya el tiempo también y su premura por caminos o vientos muy lejanos, que yo quiero de nuevo la dulzura
de tener el amor entre mis labios como el sediento que abre dulces frutas y se come la pulpa muy despacio.
El espejo
Tras el frío bruñido del espejo de alinde en que te miro, en el eco del silencio estás llorando y lloras lágrimas de cristal molido y lloras penas que son de hielo seco y lloras como un desterrado en el espejismo de tu dolor secreto.
Vives en una ciudad de vidrio y viento que tintinea en mi cabeza, casi rompiéndose cada día, pero yo no sé quién eres tú y tú no sabes por qué lloras.
Y yo que venía desarrimado a averiguarte la esencia del alma, héroe efímero de los escaparates… y yo que deseaba beber el aliento de cristal envenenado de tus labios, amor cercano e intocable…
y yo que quería preguntarte mi nombre…
La mujer del secreto
La mujer que me lleva a la otra orilla es un puente de sombras deshiladas, un atajo a la gloria o al infierno de un querer que me quiere a vida o muerte.
La mujer que me mata y me desea es la maga que embruja mis sentidos, la razón que se pierde con ungüentos aplicados de noche y a escondidas.
La mujer que me guarda y que me aleja trae un río de ayeres altaneros, desaguando en las dudas del ahora lo cierto y lo seguido de su estirpe, y es un brote de piedra en el futuro.
La mujer del secreto que ella sabe, lo desvela en las noches del instinto y fía ciegamente a mi vigilia su vida, que hace tiempo que es la mía.
Hay dos firmas de amor al pie de un trato avalando la sangre y su bullicio en los frágiles días que nos sueñan.
Nocturno
La noche se abre en una flor de brea que naciera del tallo de lo oscuro y derrama su efluvio misterioso bajo una lluvia de marfil eléctrico, de una luz que quizás sea de luna.
Camino en la quietud de las aceras buscando una guarida que me ampare y un bar es un lugar donde esconderse para encontrar sosiego en una copa y suponer tu cara entre las caras que me miran mirando lo que miro.
No sabe nadie que te busco a tientas, que me parece verte en algún rostro o en el cristal narcótico de un beso que me devuelve a ti, a la derrota absurda de quererte en unos labios de carmín postizo.
No estás y a la intemperie, cuando las putas vuelven del infierno, en esa hora turbia en que el delirio tiene un aroma de flor del trasmundo, sin aliento ni ruido vuela un ángel que desangra en palabras su agonía y un poeta se bebe los silencios del amargo licor de los crepúsculos.
Nunca hubo un amor tan imposible.
In the road
Dejé que el coche fuera despacio y sin destino hacia la noche albada del neón y el desvelo, igual que un ángel roto volando al ras del suelo la gloria me pillaba muy lejos del camino.
Por las calles oscuras, por las sombras opacas, la gente de la noche peleaba su esquina con la sed insaciable del vicio y la ruina que, al hervir de la niebla, bullía en las cloacas.
Yo, que buscaba el rastro y el perdón del olvido, devoraba kilómetros huyendo de lo inmundo y drogado de pánico, conduciendo errabundo, maldecía la suerte que tiene el forajido.
Repartía el semáforo en tres luces el mundo y en la duda del ámbar me quedé detenido.
¿Ves, te lo dije! Aquí, tras el invierno, tras este invierno tan herido y tan hermoso, otra vez reviven los colores, la mar se hace un sínodo de carnes a la intemperie, un reducto suntuoso de lascivia, un canto universal a la belleza.
Sí, te lo dije, tras un invierno de pálidos helores, tras nacernos oscuras las palabras, revivirán las luces y los festejos exigirán su sitio en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas y las gentes afectas de fábricas y de asfaltos, de cinc y de cristal y de cementos, de grises paisajes indestructibles, regresaremos, te lo dije, al aire bruñido y a los azules, al cántico-alborozo de las olas, al olvido transitorio de sus males, a vivir como único remedio, a imbuirse de tus versos y a recordarte, en este caso.
Jota Azimut
Llevo el peso de mi tigre abrochado a la noche matarife inocente recortándome el vino que amable me devora amadas luminarias poblándome en sus dientes nacarados el oscuro. Es su calma, digo, el tigre todo el barro violento de la paz nueva que clama en advertencia, sangre sobre la nieve, luz gacha.
Así, en la noche, me siento de sus fauces inmersas de animal y baldeo mi pánico con cantos melodiosos quedando, de esa burla, contándome la boca, borracho de su número, agitado, tranquilo. Con ello, confío haber logrado en aquellos momentos robados a la piel anaquelar el brillo, capturar los afeites, los giros de justicia de los que el caos se nutre.
Miradlo. Ya me ruge. Hoy toca hacer llanura de nuevo está esa boca en boca de mis faldas nacarando la senda que trazan sus colmillos.
El tigre tiene la noche hoy lejos por poner mi boca en cruz el alba en amenaza.
Doblo mi cordobán, y espero al cazador, al vino violento de la noche, a la música opaca de mis balas.
Esta noche ha de llover a filo.
Federico Ruibal
Sé que estás… aquí en tus palabras, en tus poemas y sus finuras y en la mano tendida a compartir tus sabidurías, por eso sólo puedo agradecer a Dios tu presencia y el regalo de tus versos.
Con pesar, por saberte ya del otro lado, tan lejos nuestro, pero con la fe de que vives y viven tus poemas, un abrazo, señor, caballero de las letras.
Solange Schiaffino
como un andén a medianoche que se vacía mientras los viajes continúan y los amantes miran las rutas de los mapas tomados de la mano y los que aún no tienen casa duermen sobre un bongó envuelto en nylon pasa este día sin haberte alcanzado
sintiendo que llegué tarde de nuevo (y que sabías bien de mis defectos) me queda la sensación de amor de hermano que se posó en mis poemas cabizbajos con la ternura de quien todo lo comprende
esos instantes en que tu voz llegaba al cuenco y se volvía de vino o de agua eran un día de campo
eran de noche con luz de pueblo nuevo probablemente a donde te diriges
no te alcancé –ni con esta alma que suspira— mas dejaste en nuestra banca tus dorados tu letra en los umbrales hacia el triunfo tu piel entretejida en las palabras tu libertad tu vuelo
a lo lejos se escucha un aleluya mientras abrazo un hasta pronto en tus cuadernos
Sabeli Ceballos Franco
Y aire y tiempo cubren lo espantable, para que ni uno demasiado lo ame con oraciones o el alma. Hölderlin -Grecia
Llenas de cosas confiadas, alegremente extendidas las manos hacia el caos en que eres memoria de fuego, traen, desde una imposible primavera, a este vuelo de aves tu asombro monosílabo: ah no a esta hora, no esta tarde de grullas y heliotropos, cordilleras divinamente verticales oh Dios, el pan recién tostado en la mesa y mira: tronco adusto de acebos y riachuelos de dulce resina.
Amable fue, tal vez, el silencio al empuñar su cuchillada de negruras: no viven ya, en tu corazón, los dioses de este mundo. Panderos y címbalos de una canción poderosa maduran el arroz y doblan las montañas, mas tú, en la inocente paradoja de su ritmo, traes los sones del amanecer y un regio olor a madera florecida.
Antonio Rojas
salí con la mente hirviendo de promesas y el corazón atado con tres nudos
cercano el río despeñaba ausencias y el aire respiraba masculino sobre mi boca su hálito desnudo
salí de mí rompiendo las paredes y su cerco de trémulas visiones crucé el umbral del rostro de Caronte y desbrocé la hierba que gritaba bajo mis pies todos tus nombres
cómo no amar el pulso de la vida si late en la corriente de la muerte
tú eres Octubre Rojo y estás vivo yo sigo muerta
indefinidamente
Morgana de Palacios
Has galopado, amigo, por la intemperie inmensa de los versos sangrándote las manos, sangrando la palabra que penetró tu carne y te erigió poeta.
Al vuelo despeñado de tu pluma me acostumbré callada, bebiendo de tu verbo imaginario a la sombra morena de tus dedos, de tus lunas deslenguadas, de tu mundo de cristal y soledades.
Por delante te has ido, compañero, para sembrar de versos el futuro y no sabes, Villena, que me dejas el sello de tu mito en las retinas y un poema perdido en el papel llorando tu vacío.
Luvia Kremel
Hay un hombre sepia acurrucado en la esquina de su dolor desnudo. Es un ser sin rostro tallado por Miguel Ángel en el diván de la ceguera. Séneca caligrafió su corazón para la vida breve, para el camino del sabio que vence al tiempo porque conoce el pasado y responde al futuro.
Hay un hombre sepia que sabe todo lo que no sabe y que disimula el ingenium tras un malabar de mariposas azules.
Este hombre serigrafiado me enseñó los aquafortes del silencio y se hizo pasar por rico cuando mendigué una palabra.
Está en la memoria del agua que viaja al mar, se evapora y retorna a la montaña… es un ser cíclico que se conduce entre hados para llegar con un acento de rocío al recuerdo de las horas de poesía.
Este hombre, amigos, dejó en la mesa de todos nosotros una taza de café que jamás se enfría.
Ricardo Sayalero García
Justo. Llegó Octubre con su actitud de escudo, noble como un caballo con crines de tormenta, manos gigantes de coloso roto y reciedumbre verde de acorazados tilos a colgar su precisa lágrima de víctima.
No quiso ser el mes, le fue impuesto.
Llegó desprotegido, con la angustia creciendo como crecen las sombras en la tarde y el polvo en el camino. Y así, triste, inmensamente triste, abrió su puerta grande, porque grande es el alma en el umbral y grande su equipaje de poemas.
¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta. ¿Puedes darnos, Octubre, los versos que viven como alondras tiritando en el asombro? ¿Los versos con sabor del hombre parco de alma buena? ¡Ay! ¡Triste Octubre! Desgraciada tarea te fue impuesta.
Enrico Espino
La luna se deshoja plateada sobre el luto mortal del cementerio; los cipreses murmuran un misterio que se extiende en el mármol de la nada.
La noche no es tan noche, ni es callada, ni sirve de mortaja al cautiverio de esos huesos que yacen sin criterio sobre el lecho ancestral de su morada.
Noche y luna se funden en quimera. El hombre se estremece, siente pánico, cuando del alma el miedo se apodera;
es un miedo feroz, casi volcánico, plasmado en pesadilla, larga espera, con un poder fatal, casi tiránico.
Vicente Mayoralas
No hay lágrimas que inunden tu latido no hay voz, ni amor, ni besos en tu esquela, no hay nada, nada -amigo, centinela- ni un solo verso más ¿Por qué te has ido dejándonos el cielo sin tu estela? ¿Por qué razón? ¿Acaso no he sabido rezarle a Dios? ¿Por qué lo ha consentido? Y ahora te vas, y sé que, aunque me duela, aunque sufra en mi ser tu desventura jamás podré encontrarte nuevamente llenándonos el alma con tus gozos. No hay lágrimas que apaguen mis sollozos ni hay nadie que te alcance en estatura. Lo sabemos los dos, perfectamente.
Vicente Vives
En cada madrugada, en cada ausencia, se queda el corazón desangelado y siente que por mucho que ha llorado el llanto no ha borrado la impotencia.
El tiempo nos castiga sin clemencia, el que pronto llegó ya ha descansado pero el de aquí espera anonadado mascullando su pena, su dolencia.
Y en cada atardecer vuela en el rojo ennubecido cielo el corazón que busca sin creer que te hayas ido
y se vuelve, y se afana y de reojo, sin querer molestar, con aflicción, ve tus letras y llora compungido.
Idella Esteve
Tanta belleza para vivir sólo una vez compatriotas de la muerte; cuán certero aquel hombre que desgasta segundo tras segundo lo que tiene de arena en la clepsidra del futuro. El amor que se va será una uva que el gusto del recuerdo catará cuando afloren nostalgias del vivir. El llanto es la gimnasia del dolor, así como el paisaje, de los ojos. Los momentos grandiosos de la vida se convierten en sombras que refulgen necias ante el acoso de los años.
Aquí nadie nos salva, sólo queda aferrarse a la tabla del naufragio y aguardar que aparezca tierra firme:
Leer la poesía de J. L. Jiménez Villena es viajar de las luces del norte a la claridad del sur, su lugar de nacimiento.
Poeta y maestro. Una armonía sutilmente clásica, bañada cada día en el presente al que Villena fue fiel y además le divertía: sonrió sin rupturas ante la mujer, el amor y el deseo.
Sus poemas llevan implícitos tintes filosóficos y sutiles con un léxico extremadamente refinado, que se muestra en todo tipo de composiciones poéticas. Un profundo desasosiego metafísico enmarca su obra y todo ello definido por un acendrado sentimiento humanístico de su tiempo.
Tuvo una idea clara acerca del rumbo de su andadura literaria. Fue el Albert Camus de su primera etapa de felicidad terrena, el invencible dichoso. Pero también mostró una claridad humana fuera de lo común cuando vio acercarse el final de su vida. Sus atardeceres no fueron finales; es más, su poesía transcurrió en un constante amanecer tomando la mayor cantidad de alegría y hermandad que este mundo agrio le permitió.
Huya el tiempo
A veces el pasado es el destino del humo de la vida, de la farsa del amor que, sin serlo, nunca fragua, como nunca es el agua un espejismo.
Dejaré en la tristeza un verso escrito, desamor, esperanza huera o vana e igual que su sentencia el reo acata yo quiero que después cunda el olvido.
Huya el tiempo también y su premura por caminos o vientos muy lejanos, que yo quiero de nuevo la dulzura
de tener el amor entre mis labios como el sediento que abre dulces frutas y se come la pulpa muy despacio.
El espejo
Tras el frío bruñido del espejo de alinde en que te miro, en el eco del silencio estás llorando y lloras lágrimas de cristal molido y lloras penas que son de hielo seco y lloras como un desterrado en el espejismo de tu dolor secreto.
Vives en una ciudad de vidrio y viento que tintinea en mi cabeza, casi rompiéndose cada día, pero yo no sé quién eres tú y tú no sabes por qué lloras.
Y yo que venía desarrimado a averiguarte la esencia del alma, héroe efímero de los escaparates… y yo que deseaba beber el aliento de cristal envenenado de tus labios, amor cercano e intocable…
y yo que quería preguntarte mi nombre…
La mujer del secreto
La mujer que me lleva a la otra orilla es un puente de sombras deshiladas, un atajo a la gloria o al infierno de un querer que me quiere a vida o muerte. La mujer que me mata y me desea es la maga que embruja mis sentidos, la razón que se pierde con ungüentos aplicados de noche y a escondidas. La mujer que me guarda y que me aleja trae un río de ayeres altaneros, desaguando en las dudas del ahora lo cierto y lo seguido de su estirpe, y es un brote de piedra en el futuro. La mujer del secreto que ella sabe, lo desvela en las noches del instinto y fía ciegamente a mi vigilia su vida, que hace tiempo que es la mía. Hay dos firmas de amor al pie de un trato avalando la sangre y su bullicio en los frágiles días que nos sueñan.
Nocturno
La noche se abre en una flor de brea que naciera del tallo de lo oscuro y derrama su efluvio misterioso bajo una lluvia de marfil eléctrico, de una luz que quizás sea de luna. Camino en la quietud de las aceras buscando una guarida que me ampare y un bar es un lugar donde esconderse para encontrar sosiego en una copa y suponer tu cara entre las caras que me miran mirando lo que miro. No sabe nadie que te busco a tientas, que me parece verte en algún rostro o en el cristal narcótico de un beso que me devuelve a ti, a la derrota absurda de quererte en unos labios de carmín postizo. No estás y a la intemperie, cuando las putas vuelven del infierno, en esa hora turbia en que el delirio tiene un aroma de flor del trasmundo, sin aliento ni ruido vuela un ángel que desangra en palabras su agonía y un poeta se bebe los silencios del amargo licor de los crepúsculos. Nunca hubo un amor tan imposible.
In the road
Dejé que el coche fuera despacio y sin destino hacia la noche albada del neón y el desvelo, igual que un ángel roto volando al ras del suelo la gloria me pillaba muy lejos del camino.
Por las calles oscuras, por las sombras opacas, la gente de la noche peleaba su esquina con la sed insaciable del vicio y la ruina que, al hervir de la niebla, bullía en las cloacas.
Yo, que buscaba el rastro y el perdón del olvido, devoraba kilómetros huyendo de lo inmundo y drogado de pánico, conduciendo errabundo, maldecía la suerte que tiene el forajido.
Repartía el semáforo en tres luces el mundo y en la duda del ámbar me quedé detenido.
21 gramos
El alma huele al humo y la ceniza de los hombres, que inmolan su conciencia para hacer de la pura inconsistencia algo eterno sin linde fronteriza.
Un alma es como un arma arrojadiza contra el miedo, pirueta de la urgencia, un mecanismo astral de nuestra esencia para fijar la vida, tan huidiza.
Espíritu de seda incorruptible, parece lo divino en cautiverio, la materia en la luz de lo invisible.
Veintiuno son los gramos del misterio fluyendo de un ahora imprevisible que anhela de lo eterno magisterio,
un mágico criterio que hiciera del soñar algo preciso para trocar la nada en paraíso.
Noviembre
La tarde, una más, se diluye en lo ausente, y esa vieja friolera está bordando un tul parecido a la noche. Un rescoldo de luz, de lumbre rubia, huye como huye el oeste.
Y parece que el aire, furioso, mal esconda la mórbida soberbia de un relámpago oculto, por las venas de luz de azafrán, el crepúsculo, sutil, se desvanece en un pozo de sombra.
Agua turbia de viento, la humedad de las nubes desemboca en la lenta serenidad del valle, llueve sobre los casi desnudos abedules,
y lloverá esta noche de aguacero y derrame, y caerá la lluvia con peso transparente, cuando, cerca del fuego, yo mire cómo llueve.
Adiós
Vengo a decirte adiós con un idioma de epitafio y mármol con el mal del silencio alambrando de miedo mis palabras y de ácido la boca y la saliva.
La ley inexorable de los nómadas sin compasión me rige y me sentencia a la innoble condena del traidor, a los fieros destierros del apátrida que conducen al sur de ningún sitio.
Me voy con lo mejor de tus secretos, desparejo me voy, fugaz y múltiple, por la mansa costumbre de la ausencia, y te diré adiós mientras la culpa arde en los carbones y se deshila en humo.
Contigo lloraré los funerales junto al tierno cadáver de nosotros expuesto a la oración y a la piedad de los desconocidos.
Ni el dolor ni el consuelo son de aquí, aquí no queda nada, aquí no queda nadie que nos sepa, sólo yo que he robado lo que había y he enterrado el botín tras la derrota.
Las esperas de Bukowski
los tratos que hemos cerrado
los hemos
mantenido…
Charles Bukowski
eres un mamón, Chinaski, te guardaste las palabras de amor para hacerte viejo, para morir apostado en todas las carreras y con el sabor de lo bueno en los labios.
alguien me dijo de ti que escondías el orden de la soledad debajo de la cama, al lado de las zapatillas y las revistas guarras: te felicito, tío, no es mal sitio para estuchar el botín de lo inesperado.
y más si eres escritor y poeta de puros huevos hasta el trago aquel de romperse el páncreas: eso es talento. lo tuyo es talento.
talento, man: has ganado.
has podido esperar, a la muerte sin que nadie, nadie, te reviente los cojones.
eso querías: esperarla vivo mientras te follabas a bebedoras de vino barato tan desesperadamente vivas como tú, tan ávidamente lúcidas del resplandor como tú.
sí, amigo, te las tiraste a todas, y fuiste un cabrón con ellas, cuando el infierno era un apartamento para dos.
en la radio suena Mahler a tu manera y he bebido por ti mientras leía “victoria”, un poema de gente con palabra.
a tu salud, socio, aquí ando: cumpliendo con lo mío. aunque sé que nada de esta mierda te interesa.
a mí también me da igual, pero bebo por ti, Hank, por lo bello, por lo suciamente bello, por lo ciertamente bello que ha sido leerte: