POESÍA PARA NIÑOS

MARÍA JOSÉ QUESADA

La abuelita duerme al gato

La abuelita duerme al gato
encima de sus rodillas,
enroscado ronronea
mientras ella lo acaricia.
De paso le cuenta un cuento
sentada en el balancín,
que es su lugar favorito
para tejer y dormir.
Dice así:

Un gato quiso ser tigre
y correr entre la selva
y soñar bajo la Luna
encima de una palmera.
Él quería ser grandote,
con el pelo todo a rayas,
como lo tienen las cebras
y los tigres de Bengala.

Era muy chiquirritujo,
con el manto color gris
y los ojos verdes verdes,
¡más que las hojas de vid!

El minino no fue tigre
ni la jungla conoció,
pero tiene una abuelita
que lo duerme con primor.



El pirata Roquefort

El pirata Roquefort
no tiene pata de palo
parche en el ojo
garfio en la mano.
Ni le ha salido la barba
ni lleva un loro en el hombro.
El pirata Roquefort…
shhh
ni está tuerto ni está cojo.

Disfruta haciendo diabluras;
en el barco donde habita
ayer mismo, al Capitán,
le dibujó en la barriga
una rana con orejas
mientras el hombre dormía.
Otras veces se hace el muerto
-respirando muy flojillo-
y al que se acerca a tocarlo
abre un ojo y le da un grito

El pirata Roquefort
tiene un cofre donde guarda
sus tesoros más queridos:
cocos, piñas, chocolate
y un diente de cocodrilo.

La tripulación discute
porque no se porta bien,
porque da muchos problemas
y no sabe obedecer.
¿Lo dejamos en la isla?
-dice serio el timonel-
¿o lo atamos en la proa
castigado hasta las diez?

Pero en el fondo lo quieren,
¡no pueden vivir sin él!
aunque se esconda y dé sustos
y aunque le huelan los pies.

LOS LIBÉRRIMOS

Antonio Rojas

La ira de las estaciones

He quedado solo con mi fe.
Incorrupta, yace en el fondo de mi corazón,
como dormida en el vientre de un pez milagroso.

Ahora que estalla de pronto la ira de las estaciones,
las cosas ya no son sino como las recuerdo
en la síntesis brumosa del paisaje infame.
No solo el amor,
también es bello el olvido.
Aunque creer nos eleve,
nunca alcanzamos la altura de los sueños:
en el espacio que respira una flor
se gesta todo un mundo de desdicha.

Alargo mis sentidos para atrapar al insecto de la tarde;
como para nacer en otra era
algunos pájaros huyen
en la escasa luz que resta al día.
Hora invidente,
cazo pedazos de cielo en la tormenta,
quizás porque amar es el último argumento,
y el último grito.



Silvia Heidel

Uno infinito

«La pregunta ética ha desaparecido del preguntadero humano». Gavri Akhen.

intersecto números en mis venas
esta noche que raspa con su alarido mis ojos
alguna chispa de verdad
relumbrará en esa crucifixión íntima

números que son Uno
multiplicado a la enésima
milésima millonésima
cifra sinfin
nos cerca con su horca de llanto

no ni nunca
ajenidad frente al Uno
de infinitesimales ojos
boca
lengua
pies
corazón
brazos
desmembrados por esta edad oscura
sobre la tierra muda y ciega

Uno hendiendo lo umbrío
sangre con alas
en un pliegue de tiempo
con nostalgia de futuro



Enrique Sanmol

La noche es sola

La noche es sola,
y crece como una infección
en el torrente sanguíneo.
La noche es sola
y yo intento escabullirme
entre calles y arpegios,
pateando un asfalto
de señales horizontales
y semáforos intermitentes,
entre perros que defecan
en las almas de las aceras.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina,
como lo hacen los nonatos
que anhelan desde el limbo
la lotería de existir,
de crecer como una infección
vertiginosa y hermosa.
La vida eterna entre perros
que defecan y defecan
en las almas de las aceras
y los semáforos.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina.
La vida eterna entre espectros
que acuden a la llamada
de una oscuridad desnuda,
la oscuridad helada
de un exoplaneta deambulando
por un universo de noche sola.



Alex Augusto Cabrera

Día sin luz ni sol

mañana lloverá y no estaremos
no seremos los mismos detrás de la ventana ni en el bar
ni en el auto
y habrá otras arañas recorriendo el vacío de la casa

lloverá y un diluvio de treinta y seis minutos
se llevará tus años y los míos
buscándote
entre cada comienzo tercamente

lloverá como nunca
y
gota a gota
se llenarán de moho nuestros nombres
las paredes de ausencia
la guitarra de voces silenciadas
toda la espera y todos los proyectos
serán tan solo esquirlas
mis mapas y los tuyos se llenarán de polvo
y sangrará la lluvia
gota a gota
hasta que se desborde
lo que ya es inútil de tan tarde

pero seguirá el bar y el auto y la ventana
y tú te irás allá
al día nuevo

día sin sol ni luz
día en pañales

el viento pasa

yo no sé a dónde iré

ni si hoy existo

MANEJO DEL ARTE

BRAHMA Y EL ALFARERO

Brahma y el alfarero

Para volar contigo quise un día
ser verso en la franquicia de tus ánforas,
hechizo a contraviento que enamora
tu pelo, tu perfume de muchacha.

Para vivir contigo canto a canto,
mi voz de hombre fractal junto a tu almohada,
vendí mi vocación de aventurero
al Brahma creador una mañana.

El creador me impuso ciertas normas:

«Todo negocio implica abonar tasas.
Alfarero te nombro, busca un reino
dimensional en otra de mis casas.
«El alfarero Juan”, ni los cometas
opondrán resistencia a tu palabra.
Las dunas se alzarán con tu prestigio,
los puertos, las marismas y alfaguaras.
Irás con tu Nereida a sembrar montes
de amor gemelar puro y nobles dádivas.
Pues solo allí podrás vivir con ella
la rueda de pasión que te arrebata».

Y el arancel pagué a las siete lunas
de Brahma por mi don y por tu alma,
por esta condición de construirte
mundos en otros mundos, novia amada.


Miserere


Después de tanta lluvia torrencial debería sentir, mi Dios, que reverdezco, que brotan de mis ojos ramales que conectan con tu infinitud universal y en el pelo una selva de ramilletes vírgenes.

Debería agradecer a ese Diluvio ser este nuevo hombre escribidor de pócimas sanadoras, agradecerte Dios cómo me enseñas a sentir este ahora en plena conjunción con el paso de los años. Pero hijo tuyo soy e igual a ti me hiciste, así que, no te extrañe si te reclamo al menos una parte de tus dones, solo para gozar del privilegio de provocar catástrofes ciclónicas que anulen la historia de su amor.

Te confieso mi Dios que muchos días quiero abrir esa caja de Pandora que todo mortal guarda en su armería y que no quede ni una sola señal sobre la tierra de ese oscuro querer que fue su amor.

En ocasiones quiero borrar mi humanidad, toda clemencia. Borrar de un solo golpe su historia de mi historia, su rastro de la sangre de nuestros hijos, sus noches de mis noches. Barrer con mi tormenta de nuevo semidios reverdecido todos sus orgasmos…

Borrar, mi Dios, del éter de tus días nuestro tiempo.


Maia


Alguna vez ayer, fui de un poblado
su guerrero mayor, guardián del templo.
Alguna vez di muerte en un combate
a un hombre y otra vez resulté yerto,
y fue mi funeral crisol de cantos
de antorchas y de ofrendas a los cielos,
mientras mi cuerpo ardía en la litúrgica
promesa de entregarme al firmamento.

Alguna vez, según me cuenta Brahma,
ayer, alguna vez fui marinero.
Fui mercader, fui paria, bailarina
en un burdel francés vendí mi cuerpo.

Hechicero, chamán y enterrador…
Alguna vez, también, hombre de versos.
Su voz me llama a ratos en la noche,
su voz nocturna y clara rompe el velo
y ya no sé en qué mundo vivo y ando,
si Maia es este cuarto en el que duermo.

Alguna vez, según la voz de Brahma,
alguna vez fui Juan, el de los versos.


Canción del enemigo

Dios, ya no cuento las veces que te invoco. Te pido no te quejes si todas las noches practico el mismo rezo:

Salud para mis enemigos, riqueza en su diario, equidad en la sed de sus venganzas. Fiereza en el combate.

Dame un púgil en igual condición sobre el terreno.

El enemigo primero, Dios, porque él es parte de mi signo, fractal inquebrantable en mis batallas.

Mi enemigo es el termómetro que indica los grados de temperatura que alcanza mi resistencia, mi enemigo me muestra mis debilidades, todas mis fortalezas.

Mi enemigo me muestra mi pasión contenida usando el arma. Esta arma nocturna hecha de huesos rotos y de muertos; esta voz de abecedarios inéditos difícil de entender, de contentar.

Te agradezco todas tus bendiciones, Dios.

Cuando mis enemigos se desbordan como un río salvaje, tú me levantas y lanzas tu manto sobre mí, me recuerdas que eres más creativo y justo condenando.

Me dices: «No te apures, Juan, deja todo en mis manos, cada Goliat que el destino te impone es la oportunidad de demostrarte quién eres realmente».

Luego ya estoy en paz como guerrero, y toca rendir culto a mi linaje.

Dios: cuida bien de mi hijo, dale luz a su espíritu.

Cuida de mi mujer.

Este hijo te pide que no se la devuelvas al Samsara. Déjala allí, ausente, tejiendo quién sabe qué nueva fechoría de maldad entre las sombras, porque sé que la luz también sabe cómo vivir oculta en las tinieblas.

Solo es cuestión de tiempo que ella la encuentre.

Dejamos muchas deudas sin saldar. Algunas ecuaciones irresueltas. Pudo más mi orgullo. No supe ser el hombre que querías, Dios.

Lo lamento.

Di más valor a mis espadas. Más valor a la carne, más valor a mis vicios, más valor a mi trono. Más valor a esa estúpida guerra de los miedos.

Lo reconozco, Dios.

Pero aún así te pido, no nos hagas pasar, una vez más, por el calvario de volver a querernos completamente a oscuras. Si algún día ella y yo volvemos a estar juntos:

Prende antes tu llama.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Agujas de San Juan (poemario)

Unnberleigh, 1794.

Este poema sigue la perspectiva de un reverendo anglicano, célebre en su entorno por su solidez teológica y científica, cuya carrera se ha encallado en la parroquia de Unnberleigh y la de la minúscula localidad vecina de Oakgrove.

La circunstancia finisecular, en el viejo reino de Mercia, es de cambios acelerados.

A lo lejos, los traumas de Francia y las perdidas colonias.

Mientras la fe cristiana está de largo establecida como única, y verdadera, la ilustración permea entre los académicos. Se está completando la red de canales para transporte comercial que se extiende desde el condado de Stafford hacia el de Dorset (poco después de acabada, esta titánica obra de ingeniería quedará desfasada por el ferrocarril). La industrialización se cierne sobre una economía y modos de vida que se tienen por perennes.

Es reciente la derogación de leyes (entre ellas, el estar condenados a muerte por el mero hecho de serlo) contra los gitanos que llegaron desde los Balcanes a comienzos del siglo anterior, pero el recelo perdura.

Una alteración genética ha empezado a caracterizar a ejemplares de la cabra local (que más tarde se denominaría “cabra primitiva unnberleighsis”, frecuente y erróneamente identificada como variante de cabra pigmea, por su escasa altura), alterando sus cuernos en una deformidad que los une en espiral uno con otro, aunque no es rara la simple yuxtaposición en longitud asimétrica, dando lugar a formas variopintas.

En la tradición cristiana, el unicornio simboliza en su recto cuerno la identidad de Dios padre y Cristo hijo, a través de la pureza de María que los ha encarnado.

“Oiga la tierra y lo que la fecunda, el mundo y lo que produce… los muertos serán exhumados… todo el ejército de los cielos se corromperá… y con ellos descenderán unicornios”.

Isaías, 34 (de la traducción de Casiodoro Reina –“Biblia del oso”–, Basilea, 1569).

I

Los dedos de su hijo
ya no dibujan sueños en su cara.
Son su recuerdo vivo:
el niño ahora pasa
la noche solo bajo aquella lápida.

Sus fechas y su cruz.
Su nombre como huellas en la nieve.
Perfecta pulcritud
de momento presente
que acecha tras su ausencia para siempre.

Quizás, con sus caricias,
araña ahora dentro de la tumba
la eterna pesadilla
de un padre que disputa
su fe con ese dios que no lo escucha.

No entiende aquel designio.
Él, que entendía todo el universo.
Su estirpe es puro olvido,
y aquellos dulces dedos
ya solo trazan sus peores sueños.


II

El día de los vivos continúa
y necesita mantener el culto:
ministro en dos parroquias, ni un minuto
de más le queda para su amargura.
Y truene o llueva, a lomos de su mula,
atento a cotidianos menesteres,
asiste a preocupados feligreses
(que todo transfiguran en problemas
y estúpidos litigios, que exageran),
a veces con la fuerza suficiente…

Y las más, sin embargo, solo un hilo
de inercia lo conecta a la rutina,
y, apenas percibiendo si respira,
se pierde en horas llenas de vacío.
Y hay días que el trayecto es un abismo
entre un templo y el otro, entre la iglesia
de San Juan el Bautista, con solera
en la villa notable y orgullosa,
y, en el pueblo vecino, casi homónima,
la del Evangelista, bien modesta.

Las dos se atisban y se reconocen
por sus agujas pétreas hacia el cielo,
erguidas e insolentes, como cuernos
(un símil que estremece al sacerdote).
Dos bestias erigidas por el hombre
para acercar a Dios a nuestro mundo,
dos clavos que aseguran el sepulcro
en el que celebrar el sacrificio
del Padre que mandó a morir al Hijo…
dos púas retorciéndose en el luto.



III

En su congoja,
la madre llora
hasta quedarse dormida.

Y, mientras él encara
despierto la desgracia,
el láudano piadoso la disipa

IV

Nada le queda, nada, si se aparta del día.
Él, que tuviera todo lo que siempre quisiera.
Él, que explicaba aquello que nos cuenta la Biblia.
Él, que entendía arcanos que devela la ciencia.

Él, que entonaba himnos con la voz contenida.
Él, que aspiraba al cielo y aun gozaba la tierra.
Él, con su esposa, él, con su risa,
tan erudito, joven promesa.

Padre de un muerto.
Joven y tan erudito…
pero ahora no sabe cómo medir su tiempo,

ni por dónde, ni cuándo puede encontrar camino
que retorne a su antes todo feliz, completo,
cuando tuvo su todo-lo-que-había-querido.


V

En ese vaivén a lomos de mula,
envuelto en sus ropas, su hábito negro
(faldón y bonete), solemne postura,
por el conocido paisaje proteico,
contempla animales y en ellos observa
la obra de Dios: natura, imperfecta.

Las bestias comunes: la oveja o el toro.
Un ave sublime, la ilustre lechuza.
Colores al vuelo: martín, petirrojo.
Bendice al halcón, que une en sus plumas
lo etéreo y lo impuro, el cielo y la tierra,
las dos dimensiones que el hombre concentra.

Oriundo de allí, de aquella comarca,
se da un animal, en cambio, que odia:
curiosa cabrilla de tez demoniaca,
de naturaleza falaz, portentosa,
que trenza sus cuernos en uno.
Un símbolo erróneo, un insulto.

No acepta que Dios creara una bestia
que forma, en sí misma, tamaña blasfemia.
Airado hasta el alma, maldice al engendro
culpable, además, del hijo en la tumba.
Que fue un accidente, o así le dijeron,
que dos cabroncillos en tonta trifulca…

No acepta que Dios así se equivoque.
Se niega a creer que ocurra, en Su nombre,
error semejante, ridículo, vano.
El Dios que mandaba morir a los hijos.
La cruz o unos cuernos, embistes o clavos.
Su niño, caduco. Jesús, infinito.

No hay oraciones, no hay evangelios
que hablen del hijo que a él se le ha muerto.


VI

En la colina, el colegio,
centro de conocimiento
de las comarcas vecinas
al que pudientes familias
fían a sus herederos.
Cuna de insólitos cambios,
desde su abstracta atalaya
oye el rumor del mañana,
huye el pasar de los años,
dota de voz a epitafios.

VII

Raros viajantes atrajo
(almas inversas y herejes)
la construcción del canal.

Vejan la tierra,
rasgan su útero
con su labor aberrante.

Habla la gente de horrores
dentro del propio colegio:
artes de largo prohibidas.

Dice y se cuenta la gente:
«juegos macabros, impíos».
Y esas cabrillas de un asta…



VIII

«Son buen reclamo para visitantes»
dice el Rector, llenándole la copa,
«aprecian su rareza como si fuese un arte».

Desdeña él: «Hablemos de otra cosa».

A pesar del sinfín de las murmuraciones,
han sido compañeros de charlas y lecturas
y quiere darle crédito a su nombre.
Están bebiendo, a solas, en horas ya de luna.

Le place hallarse allí, de nuevo huésped
en el colegio augusto y centenario.
Aunque solos los dos, la sala de banquetes,
en estos años de impacientes cambios,
lo acoge en un refugio de nostalgia.
Solía frecuentarla.
Y oficiar, en la cripta.
Mucho ha llovido desde aquellos tiempos,
cuando hubo alegría.

«Menudo fin de siglo, Reverendo:
perdidas las colonias en América;
perdida la corona de Francia, y sus cabezas.
Perdido, para ti, lo más querido,
si es cierto que lo has perdido, acaso…»
(un guiño del Rector, sonrisa, un trago),
«pues Dios también perdió, y no, a su hijo».

No entiende la razón de su insolencia.
Amigo, contertulio.
En toda la comarca, junto a él, el más culto.
Pero sabe que puede decirle, con franqueza:
«Mi hijo merecía biblia propia.»

Y el Rector lo convida a ir a más:
«Sé siempre bienvenido a blasfemar,
aquí sabemos mucho de esas cosas.»

«He escuchado rumores
de gitanos que vienen y que parten,
entre otros siniestros personajes»,
decide sincerarse el sacerdote,
«sacrilegios de magos
y tus ritos profanos».

Carraspea el Rector.
«¿Y si Dios» le pregunta,
«ha mentido?», su voz
despojada de duda,
«¿y si Dios se profana
y con ello nos burla,
y si Dios se degrada?»

Puño en la mesa,
tiemblan las velas.
«No lo tolero.
Dios es la norma,
todos sabemos:
cánones, dogmas.»

Ríe el Rector
y alza su brindis:
«Qué convicción
inverosímil».

Un movimiento de aire recorre,
brusco, la sala, cargado de encono.
Y, aunque en volumen muy flojo
(como el aliento del bosque),
oye la voz que lo llama: «Papá».
Gira en la silla y encuentra a su hijo
recto, desnudo, temblando de frío
(solo con verlo se echa a llorar).
Quiere abrazarlo,
húmedo aroma de suelo, de barro.

«Dios y sus trucos» comenta el Rector,
«Dios: excepciones a cada excepción».




IX

El día, ya, en la noche.
La noche como el día.

Radica en su desorden
la voluntad divina.

El cielo: luz y sombra.
Infierno el paraíso.

El suelo: abono y flora.
Eternos corrompidos.


X

Los dedos de su hijo, transformados,
inspiran sueños nuevos en sus sienes;
el crío, que murió con cuatro años,

se queda siendo niño para siempre:
los ojos deslucidos de un anciano,
la voz como el siseo de una sierpe.

Y el padre entiende que las dos iglesias
(San Juan Evangelista, y el Bautista),
como sarcófagos de su rutina,
son la inscripción de su futuro en piedra;

sus agujas, colmillos que desuellan
su carne para mantenerla viva;
y Dios, las ignoradas letanías
ocultas bajo el peso de la tierra.

LOS MALDITOS GUIONES NO SON EL SIGNO MENOS

La raya de diálogo, el guión intermedio y el guión corto, por Gerardo Campani (z’l)

—No quiero entrar —dijo Luisito—, no me gusta este lugar.
Berta miró al niño con resignación. Ya estaba harta de ese niño-problema. Al rato le dijo:
—Pero tenés que entrar.
Luego se quedaron ambos en silencio –un largo silencio– y Luisito se sentó en el suelo.

º º º

En la primera línea aparecen los guiones de diálogo. Siempre va uno inmediatamente antes de lo que dice el personaje. Los dos guiones siguientes van pegados a lo que indica el narrador, como aislando la voz narrativa. El personaje que habla, Luisito, está anunciado por la voz narrativa, en este caso, Luisito. Si el personaje sigue hablando después de esta “interrupción”, puede ir, si la sintaxis lo exige, el signo de puntuación correspondiente, en este caso una coma.

En la segunda línea aparece el guión corto, que es el separador de palabras compuestas, como por ejemplo “físico-matemático”. Esta línea es exclusiva del narrador, por eso aparecen, al final, los dos puntos, que indican que lo que vendrá es la voz de un personaje, en este caso, y como está anunciado, Berta.

La tercera línea es también de la voz narrativa. Los guiones que aparecen aquí son los intermedios, y cumplen la misma función que los paréntesis.

El guión largo (el de diálogo) está en el ángulo superior derecho del teclado numeral, y se consigue apretándolo al mismo tiempo que Ctrl+Alt. [—]

El guión intermedio (el que reemplaza los paréntesis) es el mismo, sólo que se consigue apretando al mismo tiempo nada más que Ctrl. [–]

El guión corto (separador de palabras) es el normal, que está en el teclado principal. [-]

Para que estas diferentes clases de guiones sean factibles, hay que escribir el texto en Word, siempre que el teclado tenga, además, teclado numeral.

Los guiones, cualesquiera sean, van pegados a las palabras, sin espacio previo o posterior.

LOS MINIMALISTAS



El recién nacido
vive por instinto y con ayuda

el joven
se cree inmortal

el viejo le teme a la muerte
cuando cada mañana
resucita

dando la espalda a la tumba

*


El pasado sobrevuela
la página en blanco
dejando sombras
de murciélagos en miniatura

Por mi ceguera
siempre creí que eran palomas

*

Voy como un perdedor
ante la luz pública

Viajo con seudónimo

Brinca y chapalea
mi niño interior
sabiéndose feliz

desnudo
bajo la lluvia
escribiendo y capitaneando

al fin
su barquito de papel





La luz pública brilla en su cúpula oscura:
eres el hacedor de rayos
y la mano farolando soles.

*
Por una tristeza que apaga tu estrella
pinta diez en el cielo de tu abismo.

*

Si supieran la verdad del abismo
bajarían con lentes de sol:
hay más luz en la caverna
que en el corazón de un lucero.

*

El ayer es una sombra rota
guardada en tu puño:
vuelve a tu magia.


*

Estrella un upper cut en el pecho del cuervo:
libera sus origamis alados
y ve en pos de la sonrisa.

*

Hay un niño llorando en el vértice de tu ojo izquierdo.
Seca sus lágrimas, abrázale
y dibuja con él un helado de pistacho.



CONSTRUCCIÓN EN HAIKU

Otoño: Variaciones sobre el mismo tema

Santiago Vázquez


Robert Haro


Solange Schiaffino


TERCETOS NO HAIKUS

Faro

En singladuras
de temporal violento
y noches duras,

de frente al viento,
perpetua vigilancia
sin un lamento,

en la distancia
ofrece rumbo el faro
con su constancia.

Antonio Alcoholado


Héctor Michivalka

VaRiOPiNTO s

Lluna Vilanova – William Vanders – Henrry di Spirito – Santiago Vázquez

Disfruta de la vida

Disfrute de la vida

Estamos en la vida, a veces
de
        golpe.
Nos devastamos,
palabras que oscurecen el futuro
y que colocan plomo
en nuestros
        pies del presente
y al pasado anestesian.

Disfruta de la vida, cómete la vida,
dale a los versos la libertad,
recolecta cada átomo
de
        felicidad.

Lluna Vilanova


Voy

La palabra es un sustantivo femenino
y
define
al hombre

ensuentraña.

Palabra es una ser

piente

porque piensa,

tiene siete cerebros

P ara escuchar,
A brir la mente,
L abrar símbolos,
A montonar incógnitas,
B eber traba-lenguas,
R omper cánones,
A brazar la paz

arabrir abrar montonar eber-omper brazar

antes

de

que

la

guerra

suceda.

William Vanders


¿Vienes?

¿Vienes? No tengo mucho, como sabes.
No tengo si no versos para dar.
Quizá una canción crepuscular
amarga de nostalgia.
         Días graves
que importan sólo a dos.
         Tal vez mis naves
de versos imprecisos. Navegar
nocturnidades claras por un mar
en luna llena.
     Poco y mucho.
            Claves
sonoras ya perdidas. Mi tesoro
lírico
  no muy rico
        -lo lamento-

Pero entiende que en bosques y riveras
brillan los pedernales más que el oro
y que puedo sembrar así en el viento.

¿Vienes?
       ¿Por qué se van las primaveras?

Henrry Di Sipirito


Esperanza

Sabemos que la vida da la espalda
a todo aquel que espera algo de ella,
disfruta medio llena la botella
y mira lo que esconde tras su falda.

Aprecia cuando el cielo es esmeralda
o cuando emite luz cualquier estrella,
olvida aquello que ha dejado mella
y apóyate en aquel que te respalda.

No todo te será color de rosa,
habrá mil experiencias detestables
que empujen a que tires la toalla.

Pero al final no busques otra cosa:
de escenas que parezcan razonables
elige la que gane la batalla.

Santiago Vázquez


CONTRATAPA

«Cuando escriban la vida los buenos/al final, vencedores…»

Silvio Rodríguez

Los diarios de la guerra

Traduttore traditore

(el 7 del 10)

Estoy en duda de cómo traducir esta palabra al español desde el hebreo. No sé si es «levemente» o «ligeramente» humano.

Para el caso, siempre se me presenta el mismo problema: la frondosidad del español.

Resulta que como soy escritor cuando no soy soldado tengo un español algo frondoso y por lo tanto se me suelen presentar estas disyuntivas y como estoy en un mal momento, digamos que no percibo realmente si como me acaba de catalogar frente a otro compañero el muchacho que ya terminó de vomitar es: levemente o ligeramente humano, refiriéndose a mí.

«El comandante parece ligeramente/levemente humano».

Por lo menos, puedo imaginar en español que empleó un adverbio (ya que en hebreo es un adjetivo) que aporta a mi conducta una breve cualidad y no me transforma, como han sabido hacer otros, en un «inhumano» a secas.

Es que a pesar de lo que pueda sentir interiormente, si me permito sentir algo, termino como el soldado: vomitando y llorando.

Uno aprende a avanzar por las películas de horror viéndolas como películas; abstrayéndose de pertenecer al fotograma y considerar al fotograma por el que camina, solo eso: un fotograma que sucede a otro fotograma y así, conforman uno detrás de otro, un movie de terror.

Perder la compostura no está en mí y siempre me han cuestionado, bien no sé por qué, esa especie de frigidez mientras a mi alrededor hay llantos, vómitos e imprecaciones y rezos de todos los tonos y colores.

Yo puedo mantenerme fuera de la película y que todo lo que veo sea una película por la que camino como algo superpuesto, pero sin tener nada que ver. Algo como cosas de otros que no me afectan o que no deben afectarme.

Sólo es estar ahí, dotado de la más absoluta impermeabilidad, protegido en una coraza de amianto, incombustible frente a lo horroroso del comportamiento humano.

Mi coraza no tiene poros. Nunca tuvo poros.

Sé qué tengo que hacer y cómo debo hacerlo y de ahí no me saca ni Dios, porque si acaso en un momento me saliera de ser una figura pegada sobre un escenario que no le pertenece, me rompería irremediablemente en no sé cuántos pedazos que ya no podría volver a reunir, como es imposible reunir los pedazos que todos estamos viendo o buscarle los ojos a los niños a los que se los arrancaron o identificar el brazo de esos mismos niños entre el resto de brazos que hay aquí.

Quizás, es como el trastero de la juguetería de un monstruo, en el que podemos encontrar trozos de pequeños muñecos mutilados, sin ojos, sin brazos, sin cabezas y aunque revolviéramos las estanterías de ese monstruoso trastero calcinado, el estado de todo es tal que pegaríamos ajenidades hasta que todos esos muñequitos se transformaran en pequeñas creaciones de un nuevo y a su vez monstruoso Dr. Frankenstein.

Mi unidad nunca toma prisioneros. Mi viejo comandante solía decir que «esta Unidad no junta basura en cajitas y se la lleva de recuerdo».

Cuando ocupé la comandancia, apliqué a rajatabla esa premisa. Sin embargo, con estos jóvenes que no pertenecen a mi Unidad y que conforman una improvisada tropa de soldados de los caminos, hemos capturado algunos infiltrados. Quizás, el propio desconcierto nos lleva a no matarlos para que, a través de ellos, podamos entender con claridad qué es lo que está pasando.

Tuve que ordenar «capturen enemigos» pese a mis propios deseos de exterminio sin indulgencia que, generalmente, es lo que practico. Sin indulgencia.
Por eso, escuchar la expresión de ese joven soldado que ha vuelto a su menester, me ha llamado la atención.

Cuando mengüe este ensordecedor ramalazo de muerte, recordaré preguntarle por qué dijo eso, mientras me miraba extrañamente fascinado.
Termino de enterrar el pajarito en un hueco que hallé entre todos los huecos. Lo cubro con restos de tierra y escombro, en un jardín destrozado por el ataque. Aún sobreviven algunas flores.

Me incorporo, recojo mi fusil y sigo caminando como si la película volviera a rodar luego de una mínima interrupción de la energía eléctrica.

De: Levemente humano (cartas y diarios de guerra)

גברי אכנזי