«A Carlín», «Pacto un pulso», dos poemas de Orlando Estrella

Imagen by Janet Domínguez

A Carlín

Cuando la sombra se desplaza rauda
a través del pasillo
evocando memorias de la sangre vertida
aparecen las lágrimas todavía inocentes
de ese muchacho pleno de vigor
buscando sus sandalias.

Tanto que mencionaba al R. Douglas
famoso francotirador, el gringo,
el mismo que cayó al llegar a Vietnam.

«Le tira hasta a los gatos y a los perros» -¡es un bárbaro!-
decía el joven que vivia un sueño
con su mauser al hombro.

Dieciséis años y al oír disparos
se sonreía como si viviera una comedia.

—¿Por qué no hablas ? -siempre me decía-
—No sabría decirte, es que soy medio alzao -le contestaba-.

Una tarde de lluvias, un disparo, y Carlín
se fue con su sonrisa en busca de otros sueños.

Un dieciséis de junio.


Pacto un pulso

Pacto un pulso de fuerza para ver quién derrota
a mi silencio activo o al vozarrón sin alma.
En mi esquina callada solo se oye el crujir
de mis huesos sin fans, aunque firmes y alertas,
sin embargo al contrario le sobra algarabía.

El ruido enajenado no me llega a los huevos,
tengo filtros antiguos que me hacen sordo al trompo.
A esa bulla apagada, callo con mi mudez
y será con los truenos que ensordecen la carne
que callarán mi voz, esa que no se escucha
cuando resuena recia en oídos malandros.

El barullo barato se desgrana en los aires,
solo inquieta la paz y molesta el sosiego
pero el sigilo pleno, pensado y concienzudo
es letal y procura dominar la algazara.

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