—Quesquecé?—Celagom’e. La pregunta un poco, y sobre todo la respuesta, nos sintetizan y compendian esta metafísica lengua. Aquí se junta
la ciencia con el arte, que barrunta el lacanismo zen en unas fiestas de máscaras, de sumas y de restas de gran madeja y de ninguna punta.
Con el telón monumental de Chartres, la crema intelectual de nuestros númenes pergeñará novísimos resúmenes
de los Lyotard, Foucault y Jean-Paul Sartre. Y mientras los sajones son los malos… ¡escriben y declaman nuestros galos!
(De su libro: Flatus vocis)
Vicente Mayoralas – España
Perdido
Hoy llevo tanta prisa, que adelanto el paso para ver si me reencuentro con ese otro yo que fue a mi encuentro y juntos nos perdimos entretanto.
Cuánto paso mortal, cuánto quebranto en ese caminar de fuera adentro, en una regresión al mismo centro donde yacen las huellas del espanto.
Buscar y rebuscar y no encontrarme. Seguir y perseguir tan sólo sombras. Caer y recaer conmigo mismo.
Esta es la cruz de mi tragedia: fiarme de tu voz, compañero, si me nombras, sabiendo que procedes de mi abismo.
Alejandro Salvador Sahoud – Argentina
Luz y maleficio
Una mujer de luz decapitada avanza prodigiosa hecha de alteridad como una cosa prudencialmente efímera si alada es sonoro animal. Crece su rosa de páginas de sal. Despetalada, su boca tormentosa hace nacer un dios por madrugada.
Una mujer de luz cumple el oficio de la sabiduría. Ciñe su amor a mí como un cilicio que la vuelve sangradamente mía. Yo soy el maleficio. Suya la hechicería.
Manuel Martínez Barcia – España
La patria insalvable
Siempre quiso tu vida saberte ingobernable -con vocación de luz sembrada en la utopía- buscándote de frente, por si hubiese algún día turbado por dolor entre lo deseable.
Corazón de mujer por arma incontestable enarbolaste tú la gran melancolía y lo enjuto del ser por toda compañía, igual que la bandera de una patria insalvable.
El viento de la noche gira sus remolinos, desordena los pasos que ahondan los caminos con las huellas del sur tan sólo por herencia.
Eres símbolo ahora, raíz entre los pinos que señalan la ruta de antiguos peregrinos a templos del placer, o acaso coincidencia.
Hoy que vuelvo a Madrid, dime quién me conoce cuando bajo hacia el metro de Diego de León y alguien lee junto a mí tu libro de murallas, mientras subo los ríos del recuerdo
El rostro de mis hijas es de color de fruta. Ellas sí que están vivas, lloran, juegan, se suben encima de la mesa. Tú me observas besándolas con tus labios distantes. Yo no soy la que era, me has divinizado, me he vuelto transparente, como cruza en los ojos un aroma inconsciente, un gesto que trasluce geografías voladas.
Los días se me escurren, son lo mismo que el agua y mi voz es reguero que se borra en el viento.
Todo ocurrió deprisa, un sueño inverosímil, como si mis poemas desnortaran relojes. ¿Adónde fue mi corazón, sus árboles?
El amor cuando nace tensa el aire y la lluvia, surgiste de ti mismo y cambiaste mis normas, me conociste frágil, hoy soy eternidad.
Pero me estoy muriendo cada vez que te nombro.
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de verso alejandrino & heptasílabo).
Alejandro Sahoud
Menos tu nombre
cuando soy triste yo me voy al viento porque la sombra se vuelve inhabitable inhallable el camino y cuadrada la esfera
todo está de revés menos tu nombre que hace señas de niño en un andén sin trenes pero con tanto papel despedazado y tanto polvo largo que a veces es sólo un buen fantasma diletante
tu nombre sin zapatos que pisa minucioso el agua turbia me exime en la navaja y en las cruces del no miedo a sufrir mas sí a que sufras como la rozadura larga de una herida que me sangra en la frente
triste que soy a veces desleído acuarela de nieblas y lloviznas y babas que devoran eso pétreo de mí como un unto pulsátil largo musgo y ausencia inhóspita guarida de éste mi último aliento con que a veces escribo o me mojo en verde oliva rozo el viento en tu nombre con el cansancio trágico en el ala y la certeza de que el sol existe sobre lo más oscuro de su vientre
¿quién llagará tu espalda una vez que mi látigo se hiele? ¿quién llagará mi sed si se muere despacio en tu diluvio?
los dioses no se ocupan de esta tarde en que el viento y el polvo comulgan imprudentes en una niebla espesa de pañuelos
si no te importa me llevaré tu nombre en algún lado
(Poema blanco polimétrico: combinatoria de versos en ritmo endecasilábico).
Silvio Rodríguez Carrillo
Lacondición
De pronto las calles asfaltan la noche, cantando silentes el paso tranquilo que ofrezco a la nada, callando el latido que sienten apenas oculto del odio feroz anidado en los ojos del pobre que tiende su mano y descubre el vacío en el otro.
Sospecho la llama, el sabor a madera quemada arriba, en el cuarto que fue de los niños que nunca supieron de qué se compone lo lleno, que acaso temprano aprendieron a hacerse maduros y fieros, igual que los libros que escriben los altos suicidas.
Detrás de las cámaras, siempre detrás de las cámaras, me miro las manos, reviso medidas y pesas, el paso del tiempo en mi vientre, los duelos que ocultan mi risa irredenta y que juzgo imperiosos, o justos, no sé… Las canciones esperan si digo que vienes.
(Poema blanco en verso pentadecasílabo)
Jordana Amorós
Abrazo extenuante
Me fatigas, lo sabes.
Es cansado tener que perseguirte por todos los rincones de mí misma con el afán voraz de conseguir exprimir, uno a uno, todos mis sentimientos.
En cada uno vives, en cada uno estallas, en cada uno entregas, sin pudor, Poesía, la palabra desnuda la que mejor define lo que soy.
Lo que sueño.
Me consumes, quisiera poderme liberar de la querencia innata de tu abrazo extenuante, al menos mientras duermo.
Pero es que eres tú o tener que enfrentar a solas mis temores.
Eres tú o mis angustias.
Eres tú o la verdad de mi fracaso.
Eres tú o mi desdicha.
Eres tú o aprender a tragarme mis gritos.
Eres tú o existir sin que el aire se entere.
Y morir poco a poco como mueren los tristes.
Sin haberle encontrado un sentido a la vida y rumiando amargores.
Eres tú o aceptarme, derrotada anticipadamente.
Sucumbiendo, sin dar una batalla, al sepulcral abrazo del silencio.
(Poema de verso blanco polimétrico : combinatoria de versos de arte menor y arte mayor en ritmo endecasilábico).
Sentada frente al mar bajo la calma de las olas rompiendo, con sus voces de piedra es muy fácil pensar que el mundo es bello.
Mientras mis hijas juegan en la playa la espuma de algún dios de pacotilla posa suave en mis ojos el extraño sabor de la armonía.
Aquel barco pesquero que regresa perseguido por miles de gaviotas Esta brisa, esta luz, este poema…
Sentada frente al mar sería fácil volar también con ellas y subirse al alto del paisaje, pensar a voz en grito que la paz es posible.
El mundo se desangra en mi mirada por un cuerpo de niña de Kabul y es difícil sentarse frente al mar sin separar el agua de las lágrimas.
Puedo oír las sirenas convertidas de pronto en ambulancias aparcando el horror frente a la entrada de una escuela hospital, aquí tan cerca.
Ese cuerpo me sigue a todas lados cojea en mi retina, en mi cabeza en la terca cojera de mis manos arrastrando palabras, sin saber bien del todo, si este frío en la punta de los labios es la pierna amputada de una niña o la sangre de alguna de mis hijas alcanzadas de pronto por las balas.
(Esta vieja obsesión que me persigue de sufrir por los hijos que no sufren, de llorar de repente en cualquier parte…)
Pero el mar sigue ahí, y ellas persisten levantando castillos en la arena y es difícil negarles si me miran la sonrisa más cálida y más tierna.
Esta brisa, esta luz, este poema aquel barco pesquero regresando perseguido por miles de gaviotas…
Esta mujer que ríe amargamente porque el mar sigue ahí… también sus olas.
Morgana de Palacios
Peligrosa
Pervivo en una especie de desierto en que los hombres son un campo abierto a las contradicciones y soy como una oscura profetisa que a la hora de amar siempre divisa sus circunvalaciones.
Voy más allá de mí cuando adivino quién dejará su instinto en mi camino de malherida rosa por decir una flor que hermosa rime con una realidad que legitime ser peligrosa.
Porque lo soy, sin darme apenas cuenta. Lo soy porque mi letra es una afrenta cuando un hombre me miente, y me han mentido siempre, tanto y tanto, que voy curada de cualquier espanto, creciéndome en el diente.
No me escondo ante ti. No soy perfecta ni sublime mujer ni loba abyecta. Sé objetivo conmigo. Necesito creer que hay algo cierto y me escribes a pecho descubierto. El mundo por testigo.
Alejandro Sahoud
Pájaro félido
¿Quién gritará tu nombre con la tarde en la boca?
Desde tu pelo sube un pájaro a mi pecho vegetal y brumático. Sube un pájaro terso con frente de pantera y aletear de mar calmo encima de mis vientos.
Cierra la puerta al aire que te roba esos besos celestes . Enciéndeme con ellos tus inciensos de angustia. Vuélvete barcarola en éstas las manos de mi sangre. Vuélvete unicidad sedosamente pausa de lo eterno e invulnerable al día de los vivos.
Y que nadie te llame. Vuélvete a su palabra un espejismo cuando habitas mis cosas.
Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión de retrato: «Has visto a La Mujer».
Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: «La Mujer».
Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.
«Esa Mujer no existe», se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.
Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.
—Esa busco.
—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo…papeles con palabras.
cuando soy triste yo me voy al viento porque la sombra se vuelve inhabitable inhallable el camino y cuadrada la esfera
todo está de revés menos tu nombre que hace señas de niño en un andén sin trenes pero con tanto papel despedazado y tanto polvo largo que a veces es sólo un buen fantasma diletante
tu nombre sin zapatos que pisa minucioso el agua turbia me exime en la navaja y en las cruces del no miedo a sufrir mas sí a que sufras como la rozadura larga de una herida que me sangra en la frente
triste que soy a veces desleído acuarela de nieblas y lloviznas y babas que devoran eso pétreo de mí como un unto pulsátil largo musgo y ausencia inhóspita guarida de éste mi último aliento con que a veces escribo o me mojo en verde oliva rozo el viento en tu nombre con el cansancio trágico en el ala y la certeza de que el sol existe sobre lo más oscuro de su vientre
¿quién llagará tu espalda una vez que mi látigo se hiele? ¿quién llagará mi sed si se muere despacio en tu diluvio?
los dioses no se ocupan de esta tarde en que el viento y el polvo comulgan imprudentes en una niebla espesa de pañuelos
si no te importa me llevaré tu nombre en algún lado
Cuando yo me haya ido
Cuando yo me haya ido, quizás de madrugada sabrás que se habrá muerto lo mejor de ti misma porque los sueños caben, porque viene la albada y habrás de descubrirte desnuda y encendida. Cuando yo me haya muerto porque tu me has matado habrá un silencio oculto, en tu mirar de ausencia habrá de desarmarse el río de tu mundo, musitarás mi nombre…como en la adolescencia porque el amor abarca también lo inabarcable porque el sueño fulgura el revés de las rosas porque todo es presente, desigual e involable porque tu amor es mio…porque estoy en tus cosas porque me tienes siempre y no te tengo nunca como nunca he tenido aquello que he amado pero saberte apenas, un sitio, una penumbra me habita todo aquello que está deshabitado.
Como una voz ausente
Matar el alma a veces es como matar pájaros que habitan en las islas donde nace lo verde de las resurrecciones y de las madrugadas donde no llega nunca el dolor que nos muerde.
El alma muere sola de propia cuchillada sequita, otoñecida, de tanto perder tiempo detenida mirando larguísimos ponientes como un recuerdo de esos que van a contratiempo
Luego el amor se filtra como una escaramuza de guerrillero torpe. Como una voz ausente se camufla de escarcha, de tomillo y espliego haciéndose pequeño en un cajón que miente el sueño de Pandora.
La esperanza de otoño, tus ojos en los míos son luz de una candela oculta, intermitente.
El vocablo “praxis” se utiliza para describir un saber hacer no ligado a la ciencia, distinto del conocimiento. Un saber que se sabe sin saberse. Más allá de lo simbólico, un hombre que sabe hacer es un artista.
Poesía viene del griego “poiesis” que significa tanto acción, creación, fabricación, confección, como poesía, poema. Y, esta, del verbo poieo, que significa hacer, fabricar, ejecutar, engendrar, dar a luz, obtener, sacar, causar, obrar, ser eficaz.
La poesía es un hacer con las palabras.
El acto de la palabra poética es un acto creativo. Es una palabra particular, fuera del circuito de la comunicación, que, tomada en su materialidad deja de ser un medio para ser un fin en sí misma. Así, Sartre dirá que el poeta “no se sirve de las palabras, sino que las sirve.” y Bachellard dirá, en el mismo sentido: la palabra poética debe “crear su propio lector y de ninguna manera expresar ideas comunes.”
Entonces, más allá del discurso cotidiano la palabra pierde su atadura con los sentidos prefijados para abrirse a la diversidad de otros sentidos. Para ello, se produce una reedificación de los sintagmas y su semántica, convirtiéndose, éstos mismos sintagmas, en ladrillos con otros nombres : metáfora, hipálage, oxímoron.
Dice Lacán : “En cuanto al límite inefable de la palabra, éste radica en el hecho de que la palabra crea la resonancia de todos sus sentidos. A fin de cuentas, somos remitidos al acto mismo de la palabra. Es el valor de este acto el que hace que la palabra sea vacía o plena.”
Lo primero a destacar en esta cita es “el límite inefable de la palabra”. Inefable, es decir in-affabilis. Lo que no puede ser descripto. Esto sucede cuando la palabra crea “la resonancia de todos sus sentidos”, cuando abre tantas posibilidades, que al ampliar sentidos roza lo indecible o indefinible.
Las raíces de la poesía son orales ya que la poesía, originalmente, fue un canto. Canto, en latín, se dice carmen. Y significa: canto, música, poema, composición en verso, fórmula mágica, sortilegio hechizo, respuesta de un oráculo, predicción. La figura del poeta, se asocia, entonces, a la del chamán, del profeta o del vate. En el siglo VIII en Europa sólo se llamaba poetas a quienes escribían en Latín.
Aquí, quizás cabría hacer un comentario sobre “mimesis” (palabra aportada por Platón y Aristóteles) que los griegos aplicaban al arte en general, cuando la estética griega arcaica se dividía en dos ramas bien definidas : las artes expresivas, que incluían poesía, música, danza, representaban sentimientos y eran rituales y las artes constructivas, unificadas en la arquitectura (que incluía pintura y escultura) que luego se separan en el período clásico.
El origen de la palabra “mimesis”, a pesar de que se pierde en los anales del tiempo y cualquier interpretación de la misma implicaría un empobrecimiento semántico, aparece en las artes expresivas. Platón introduce un cambio semántico, para darle un sentido representacional y puede haber cambiado “mimesis” por “metexis”.
En las artes expresivas griegas aparece en el siglo VII vinculada a “mimos” (singular) y “mimoi” (plural) que eran artistas ambulantes o comediantes.
Probablemente de allí, se deriva el concepto de “el gay saber”de la tradición trovadoresca. Eran llamados trovadores y no poetas porque, como antes referí, el término poetas se reservaba para aquellos que escribian en latín y los trovadores cantaban en su lengua vernácula y no en latín.
Siglos después en Tolosa, Ramón Vidal, 1323, funda el “Consistorio de la gaya ciencia” dónde siete jueces mantenedores del gay saber ponderaban los méritos de las composiciones presentadas. La gaya ciencia es la “ciencia de la poesía, o sea el conjunto doctrinal de reglas y preceptos para trovar o componer poesías”. Se utiliza cómo sinónimo del gay saber que es la ciencia de lo bello representado por la forma poética. A su vez este se vincula al joi amor (el amor alegre). Y la exaltación del amor cortés. La poesía de estos trovadores era poesía lírica. La poesía lírica, es la poesía hecha para el canto. En la antigüedad se acompañaba con la lira, y canta los sentimientos o ideas del poeta. El verbo trovar significa tanto componer versos como hallar, encontrar y tiene un parentesco semántico con el verbo latino invenio que significa tanto encontrar, descubrir como inventar. Invenio es en latín, como poiesis en griego el verbo destinado a la creación poética.
Es la música, el sonido, el tono, la seducción de la voz, lo que fija el sentido a la palabra otorgándole su fascinante poder.
Lejos de desconocer ese poder, la antigüedad lo tuvo muy en cuenta: “No basta con que una obra sea bella; ha de ser enternecedora y ha de poder llevar a dónde quiera el ánimo del oyente” dice Horacio en su Poética.
Aristóteles definirá a la tragedia como mimesis, como la representación grave de una acción memorable y perfecta, acción para ser recitada cuyos protagonistas son los dioses y los héroes
La tragedia perseguía un fin distinto al de provocar placer estético. Provocaba placer estético por ser una imitación de los hechos que producen miedo o compasión. Pero a través de eso tenía un fin moral, la purificación de las pasiones (catarsis) por la identificación con el héroe. En la tragedia, la poesía hace mover a compasión y temor. La compasión y el temor conmueven el tedium vitae y, justamente, para Aristóteles, el tedio es el justo medio. La tragedia para realizar la catarsis, necesita conmover el justo medio.
Lo que caracteriza a la mimesis aristotélica es un proceso de construcción. No es la definción mimesis = copia, sino que al vincularle a la mimesis la poiesis, con el caracter dinámico que este término implica, sitúa a la mimesis en el ámbito de la praxis. Diría Ricoeur: no hay mimesis sin hacer.
“La realidad contemporánea, el presente inestable y efímero, la vida sin comienzo ni fin, sólo era objeto de representación de los géneros inferiores.” (Bajtin)
Es, en la comedia, en la parodia, donde se cuestiona eso absoluto y sublime que nos presentan la tragedia y la épica, porque todos los personajes aparecen representados con sus debilidades, sus yerros y sus torpezas.
No toda poesía sostiene necesariamente lo bello.
Rimbaud escribió: “senté a la belleza sobre mis rodillas, y la encontré amarga, y la injurié”. Injuriar, mal-decir, en latín: maledicere, ultrajar, denigrar. Serán Baudelaire, Rimbaud, Artaud y otros, los que deciden desgarrar la belleza para construir otro mito, el del poeta maldito. Cristina Piña afirma que estos poetas “concibieron a la poesía como un acto trascendente y absoluto que implicaba una verdadera ética… ” luego agrega que el “mito del poeta maldito culmina con la muerte —real o metafórica, accidental o voluntaria— como gesto extremo ante la imposibilidad de conjugar la exigencia de absoluto que se le atribuye a la tarea poética con las limitaciones de la experiencia vital…”
A partir de Baudelaire, los poetas fueron los primeros en captar el desencanto por la vida en el mundo moderno que, al estar cada vez más signado por la utilidad inmediata, ahuyentaba a la poesía.
Luego, en la praxis poética, no sólo interviene el artista o artesano.
Para aplicarle el concepto de mimesis, diría-mos que en la poesía, lo observado se modifica en el observador. Y es en éste, donde vacilan las premisas ya que no importa el principio que formula el autor, sino lo verdaderamente importante es el instante de reunión entre el “yo poético” y su asombro y la emoción del lector frente a esto.
Todo lector vuelve a rescribir lo que el autor ha dicho, como un objeto en cuya construcción puede participar también él, ya que en la praxis poética, se rechaza lo representado por lo real a través de una búsqueda cada vez más profunda en, volviendo al principio, “la resonancia de todos los sentidos” a través de la palabra.
La diferencia subyace entre pensar y percibir. La percepción de la palabra, es lo que permite que todos los sentidos busquen una pluralidad de imágenes que conformen, al fin, el acto creativo. ◣
El día que me sangre la boca por tu nombre llegará el fin del mundo llegará como llegan las cosas presentidas con una carta, un rito, un último hundimiento.
Se hará, quizás, de sangre mi saliva y sangre correrá despacio hecha sudor o lágrima o esperma quizás también insulto por todo lo sangrado anteriormente.
Pero no importa el borde de las cosas. Solamente ese fondo a corazón abierto es capaz de cavar la tumba con sus uñas y liberar un pájaro que no quiere vivir en este mundo absoluto y ridículo.
Que me lleguen las venas a la boca el día que me corte los labios con tu nombre y la lengua y el alma y los testículos. Y me castre por fin las ganas de estar vivo donde no sirvo a nadie.
Si me muero en tu sangre algún crepúsculo … odio los crisantemos.
Gavrí Akhenazi
Y ahora ¿qué me queda? Vagar entre tus cosas como un fantasma blando que arrastra su sollozo entre tus versos tus libros, tus canciones, tus nostalgias y la mía, de vos, eternamente.
Qué me queda del día de las risas más que este gesto amargo pintado con cenizas y con niebla de pájaros que huyen hacia nadie.
Otra vez amputada luciendo este muñón de carne viva que espera en un alarde de estoicismo por otra cicatriz que no se forma.
Al final, soy toda cicatrices. ¿No te das cuenta que es terriblemente idiota morirse sin cumplir cincuenta años? Pa…maldita tu ocurrencia.
Eva Lucía Armas
Quién hará del desierto un vergel de vocablos ahora que negándote a tí mismo me adelantas un mar de soledades. Quién, que no seas tú, mi Señor de los Tristes, me gritará en los ojos, mientras calla la eternidad entera.
Me vas a seguir dando aunque sea un suspiro, una arcada, un ahogo, la apertura del ojo a la mañana herida, un pensamiento lúcido, un instante de rebeldía endógena que entronque con la médula del aire que te une a nosotros en la ausencia final.
Ya lo ves, porque sé que lo ves, me guardo las promesas, las lealtades todas, tu boca de cristal que lleva tantos días jugando al escondite con la muerte con tal de seducirla, como a mí, como a tantas, que cruzaron tu vida hipnotizadas por esa voz caliente de tragedia.
(Pobre muerte, ma vie, no sabe con quién juega).
Yo sigo en Vendavalia y no tuerzas el gesto que no pienso ejercer de plañidera
(siempre te dieron asco las lloronas que no ponen remedio a sus desdichas).
Hoy no ha salido el sol y se me agrisa el alma pero oyendo tus pájaros, te siento, así que ya lo sabes, queridísimo loco —esta vez no te sales con la tuya— para mí no te has muerto.
Morgana de Palacios
Eterno Requiem.
Ahora mismo quisiera recitarte poemas como entonces. Ver caer sobre el mar aquella lluvia que calaba tan hondo en nuestros cuerpos. Poder tomar tu nombre entre mis manos y grabarlo sin prisas en mi piel cuando duele el poniente de febrero.
Ahora mismo que pronuncio tu nombre como un salmo la creación entera se pone de rodillas para abrirte el hueco que merece tu universo.
Mis manos balbucean y siento que el amigo es un requiem eterno que me llora por dentro. Y me quedo callada mientras sigo buscando los porqués a esta nueva manera de perderme contigo en el recuerdo.
Pero sigo buscando el rayito de sol —como decías— con palabras que nacen de lo hondo y edifican por dentro el corazón.
Vivirás siempre en mí por llevarme la mano en el camino. Jamás estarás muerto.
Firmado y rubricado por tuamigadelalma de los ojos azules
Isabel Reyes
Horacio, Salvador, dos veces Alejandro, y Aragón, y Sahoud, y Ángel de la Niebla, y Zugzwang, cuántos nombres, cuántas formas distintas de nombrar al amigo, de llamar al poeta.
La tinta gris del chat, la tinta azul del foro, el avatar heráldico que le regaló ella; el escueto discurso de las charlas nocturnas y la prodigación en sus mejores letras.
Registros, los registros en tus discos a salvo, registros en la Red -al pulsar de una tecla- de la alta poesía, de la prosa sangrada, de la flagrante crítica que derriba y enseña.
Me llevo otro registro (y yo soy el soporte), el registro más hondo y el que más me consuela: la huella memoriosa que al pasar por la vida algunos pocos hombres en el alma nos dejan.
Gerardo Campani
Muerdo túnicas en el silencio al extirpar una palabra de todas tus sombras, bajo pliegos de auras sobre lunas y soledades. Enlazo en las estrellas su letargo a tu ausencia, para colgar al hombro esa luz sin tus ojos, esas semillas de alientos y esas raíces de tus dedos. Ahora con lágrimas de ríos, abro los caminos del alma entre el lodo y las huellas, quizás pintando un embrión de tus versos en un poema, quizás para llegar a mis labios y dejarme mudo de asombros.
Leo Fabián Zambrano
Comienza aquí tu luz. Aquí comienza el eco de tu voz en los paisajes como un grito sin fin en el recuerdo.
Comienza aquí la historia no contada, el final nunca escrito en los andenes donde alzaron sus vuelos los pañuelos.
Tuvo que ser así, con tanta magia demoledoramente redimida labrando sin cesar en las llanuras los últimos ocasos de febrero.
Tuvo que ser así, como fue siempre que inventaste en un verso las estampas que se quiebran al bies de los cristales, mientras pasan los trenes del invierno.
Enrico Espino
Es duro ser escéptico cantas tu dolor en un violín que sangra de las cuerdas
que lo engrandecen.
Héctor Michivalka
A golpes de badajo que al luto nos congrega va la tarde morada y las palabras secas y los ojos mojados mas el alma serena y el corazón alegre porque te siente cerca, que no nos has dejado que eres polvo de estrellas que se posa en nosotros y en nosotros se queda. Yo no quiero llorarte, hacer de plañidera; trascendiendo la vida vuelves tu vida eterna y poco a poco, amigo —será corta tu espera—, a golpes de campana con las puertas abiertas nos irás recibiendo cuando llegue la fecha que habrá de reunirnos para escribir poemas o todas esa prosas que nuestras vidas cuentan. ¿Qué más puedo decir para burlar mi pena, para que no se note que todo esto es tristeza?
Idella Estevez
A retazos. Sólo con la palabra. Con un nombre quizá envolviendo la música. Con un cuchillo hondo, plenamente clavado más allá de la sangre. Con los ojos del hijo que le arañan donde crece la vida, camina en el perfil de las horas. No hay tiempo cuando Alejandro viene y va y aún vuelve y gira entre verbos y espacios consagrados y entre amaneceres totalmente dispersos como su voz ahora, como su mano ahora; al igual que sus labios, que ya son nuestro enigma y son nuestro silencio y nuestro son y el canto que nos mostró en la sombra. Y con él nuestros pies, dibujando su arena, y nuestro lloro, un río, donde se lava entero de esa muerte maldita que le muerde; y así, con nuestras flores, se dibuja parterres en la carne y le brotan olivas de los ojos y un madrigal de pájaros le anida entre las cejas.
A retazos, partiéndose, donándose de nuevo como hizo en la vida, y siendo nuestro amigo hasta el fin de los mapas y las leyes.
Dolors Alberola
Contemplo las espigas del alba: el viento las mece sin ti, ágil canto ido en la prisa de las horas; haces que germinen lirios en mis ojos, me vistes de madreselvas y corales, me alistas de armaduras y de guerra.
De espaldas al cielo que me ignora siembro flores en tu lecho, mis brazos buscan tu soledad inagotable. Te faltaban por contar tantas estrellas…
Pesadas piedras de mi mente: molino que rueda en un ayer de memorias circulares. Busco, en su doliente girasol, el dulce timbre de tu voz de bronce, la liviana herramienta de tu abrazo.
Bello ingenio —antifaz del tiempo—, mueres, y aún así vence tu ausencia.
Humedad terrosa y fértil, guardiana de sueños duraderos, muéstrame hacia dónde se marchó en silencio.
Ando tras la huella de sus pasos mortales.
Antonio Rojas
Dónde estarás ahora? Cómo encontrarte si la luz que iluminó esa ruta siempre fue tu mano extendida? Nos ha embargado tu frío al reunir tus recuerdos. Dónde estará tu voz? El silencio, que reclama tu nombre, al acercarse a nosotros se nos ha ahojado en la mirada. Es irreal la noche, pero parece buscarte. Hacia atrás hemos mirado. Es que tal vez, tan sólo, te has detenido un momento viendo sonriente cómo nosotros verificábamos si nuestros pasos, alguna vez, serían tan grandes como tus huellas. Ven, amigo, ha de quedarte algún poco de tiempo sobre los hombros. Continuemos juntos el viaje.
Edwin Solano Reyes
Escribo poquito a poco cuando la risa se espera cuando se aleja la pena cuando del alma las voces hacen nacer el poema.
Escribo desde la sombra de un álamo en la pradera de una nostalgia en la hierba de alguna una luz temblorosa si las lágrimas se espesan.
Si muere la primavera si el amor ya no está cerca si mirando hacia mi izquierda el tuntún de unas esquinas vienen y me traen fuerza.
Más quisiera morirme escribiendo un poema como escriben los buenos, los valientes, los poetas.
Como Alejandro y Villena yo quisiera morirme… como muere un poeta.
Gloria Forasté Giravent
Ojalá (Silvio Rodríguez)
Ojalá que las hojas resbalen por tu cuerpo cuando caigan para que así las puedas convertir en cristal. Ojalá que la lluvia regrese a ser milagro que baja por tu cuerpo. Ojalá que la luna vaya pronto a por ti. Ojalá que la tierra te devuelva los pasos.
Ojalá que retorne tu mirada constante, tu palabra precisa, tu sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te traiga de pronto: una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre en todos los segundos, en todas las visiones: ojalá si pudieran tocarte mis canciones
Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre no la olvide mi voz Ojalá las paredes retengan tu sonido de camino cansado. Ojalá mi deseo se vaya tras de ti, a tu nuevo gobierno de difuntos y flores.
Teresa Vento
No sé por qué te cuento si tú lo sabes todo sobre estas cosas, pero de vez en vez, de tarde en tarde, me dan ganas de venir pausadamente —como una insidia— para dejarte un fárrago que ya conoces. Quizás, te contaría, que aquí vuelven las voces extranjeras para llenar mis playas de bellas sombrillas de colores, de pieles blancas en los bares, de expuestas damas entre las dunas o te diría, aunque lo sabes, que alguna vez [subrepticiamente] regreso a tus lugares y sin pensarlo te escribo en los cristales algunos fárragos por si fuera que fuese que no estés haciendo nada y te distraes.
J. Azimut
Torrenteras sin cauce bañan hoy los cristales más profundos, los espejos que aún traduce el alma porque la pena rueda más allá del hueco de tu ausencia, cuando paseo por tus versos y, sin alzar la vista, me muerde la impotencia del tiempo adormilado, punzante sentimiento que buscando las huellas del silencio te nombra y al hacerlo me dice:
no esperes más palabras, están todas aquí.
Leo, leo y te leo…
Y al levantar la vista, presiento la gran fiesta que han de tener ahí,
al otro lado.
Alcya Miguele
Ahora me pasa que no hallo palabras que no estén significadas en algún extremo loco de geografía literaria que contenga tus pasos y los de esta música.
Va dejando una estela en tu perfume —adviertes— como encargándote de que no exista el nunca en que te olvide.
¿Acaso puede un corazón desoír ese pálpito de folcklore, sonata o jazz que le ha respirado más allá del infinito nombre en que te quedas amigo, hermano, padre, poeta amado? porque para mí no habrá suficiente música con que interpretarme en un ¡Gracias! y ser tu farfallina sul fiore di sangue.
Solange Schiaffino
Llora el bandoneón y llega un rumor de tango dulce y lastimero como un poema de amor inmortal, hermoso y frágil como un recipiente de alargado cuello celeste… Infinitas cosas lo evocan y él evoca infinitas cosas. Y llora el bandoneón por el guerrero que duerme. Y era de barro y era de viento y la palabra sangraba belleza en su pluma eterna. Sacó oro del estiércol, amor del odio y nobleza de la inquina. Era sobre todo, un levantador de almas. Se han quedado solos todos los pájaros. Se han quedado más solos Los Solos.
La estructura del verso español se inserta dentro del ámbito mayor de la métrica románica (en especial provenzal y francesa), aunque con rasgos distintivos. Los elementos más importantes son el acento de intensidad, la pausa métrica (final de verso o de hemistiquio), la cesura y, en última instancia, el número de sílabas. Existen procedimientos variables, aunque no imprescindibles, como la rima, las figuras de repetición fónica o sintáctica o la disposición en estrofas.
El ritmo del verso reside en la sucesión de sílabas acentuadas y no acentuadas. Según el filólogo español Tomás Navarro Tomás, “la línea que separa el campo del verso del de la prosa se funda en la mayor o menor regularidad de los apoyos acentuales”. Los acentos rítmicos pueden caer en el acento propio de la palabra aislada, pero también en sílabas cuyo acento original es débil. Cada grupo de dos, tres o cuatro sílabas, una de ellas tónica, recibe el nombre de pie de verso o cláusula rítmica. El primer nombre proviene de la analogía que suele hacerse con la métrica clásica y sus pies fundamentales:
Troqueo: formado por sílaba larga y sílaba breve (—È) o sílaba tónica y sílaba átona (óo).
Dáctilo: larga y dos breves (—È È) o tónica y dos átonas (óoo).
Yambo: breve y larga (È—) o átona y tónica (oó).
Anfíbraco: breve, larga y breve (È — È) o átona, tónica y átona (oóo).
Estos pies están basados en una sucesión de sílabas largas y breves (sistema cuantitativo) que la métrica española ha asimilado a tónicas y átonas; en el esquema, u es una sílaba breve, – una sílaba larga, o una sílaba átona, y ó una sílaba tónica.
Pese a haberse intentado la asimilación de las versificaciones griega y latina a la española, al ser lenguas de distinta flexibilidad, no compatibilizan en la base de los pies (sílaba larga / sílaba corta) para ser nombradas. Por ende, la clasificación de Bello, mejorada por Coll y Vehí, asentada sobre sílabas métricas y acentos, es la más recomendada y de hecho, la que mejor se adecua al tipo de lengua.
Las sílabas que quedan sueltas al principio del verso, hasta el primer acento, constituyen lo que se denomina anacrusis. Las cláusulas rítmicas reunidas forman el periodo rítmico, que se extiende hasta la última sílaba átona anterior al último acento del verso, el forzoso de la penúltima sílaba. Este último, junto con las átonas que lo siguen y la pausa de final de verso, forma el periodo de enlace con el verso siguiente.
Sabemos, pues, que los versos toman su nombre de la cantidad de sílabas. La medida o metro del verso depende del número de sílabas métricas que tiene. Para contar las sílabas métricas hay que aplicar principios especiales, tales como el acento final y las licencias poéticas.
Una sílaba, en español, consiste de una vocal (a, e, i, o, u, y) o de un diptongo o triptongo y las consonantes que se agrupan alrededor de ella.
El diptongo es una combinación en una sílaba de una vocal débil (i, u) con otra vocal fuerte (a, e, o) o débil.
El triptongo es una combinación en una sílaba de tres vocales.
Si la vocal débil está acentuada cuando está precedida o seguida por otra vocal, no se forma un diptongo, y cada vocal pertenece a una sílaba diferente:
} frío: frí-o } día: dí-a } veía: ve-í-a
Lo mismo ocurre cuando la sílaba termina con una vocal y comienza con una consonante:
} casa: ca-sa } florido: flo-ri-do
Generalmente, cuando se juntan dos consonantes, son divididas; la primera pertenece a la sílaba anterior y la segunda a la siguiente:
} ascua: as-cua } voluntad: vo-lun-tad
Excepción: Las siguientes combinaciones de sílabas forman grupos que no pueden dividirse:
Una combinación de f, p, b, t, d, g, c (k, qu) con r:
A partir del último acento del verso, una sílaba y solo una debe contarse.
Si la palabra final es aguda (que recibe el acento en la última sílaba, como “domar” o “albornoz” o “sofá”), al contar las sílabas se añade una.
Cuando la palabra es esdrújula (que recibe el acento en la antepenúltima sílaba, como “libélula” o “círculo”), se descuenta una sílaba.
Licencias poéticas
Sinalefa: unión de las vocales finales e iniciales de dos o más palabras consecutivas en una sola sílaba métrica. (No se trata de una licencia o ruptura de las reglas normales de la pronunciación española; es la norma prosódica de la lengua).
Sinéresis: unión de vocales en el interior de una palabra, vocales que de ordinario no formarían diptongo, como “caos” (que en vez de dividirse en dos sílabas forma sólo una en virtud de la sinéresis). Otro ejemplo: a/é/re/o podría dividirse aé/re/o según las necesidades del poeta.
Hiato: el opuesto de la sinalefa, mucho menos frecuente. Consiste en la separación de las vocales finales e iniciales de dos palabras consecutivas. Casi siempre ocurre en la última sílaba acentuada del verso.
Diéresis: ocurre cuando se rompe un diptongo; el procedimiento se marca claramente por medio de un signo especial de puntuación, llamado diéresis o crema (¨), que se coloca sobre la vocal débil o sobre la segunda vocal cuando ambas son débiles.
Teniendo todo esto en cuenta, inferimos que una sílaba métrica no es lo mismo que una sílaba gramatical.
Acentuaciones rítmicas posibles para cada metro:
Los acentos se denominan:
Obligatorio al de penúltima sílaba
Interiores a los rítmicos.
Tetrasílabo: No necesitan acentos interiores. Se dan éstos sencillamente por las palabras que se utilizan. Pero atendiendo a la norma expresada anteriormente, se considera de acentuación obligatoria en 3ra.
Pentasílabo: Es muy poco usado y como el tetrasílabo, no necesita de acento interior, pero generalmente, además del obligatorio en 4ta, para que tenga un ritmo correcto, el acento interior debe recaer en la 1ra.
Hexasílabo: Se consideran con buen ritmo los que acentúan en:
} 3ra y 5ta } 2da y 5ta } 1ra y 5ta
Sobreacentuado:
} 1ra, 3ra y 5ta
Con semirritmo:
} sólo 5ta
Heptasílabo: Se consideran con buen ritmo los acentuados en:
} 3ra y 6ta } 4ta y 6ta } 1ra, 3ra y 6ta
Octosílabo: De todos los metros, es el que más fácilmente puede seguirse con el oído, dada su musicalidad. Se consideran con buen ritmo, los que acentúan en:
} 2da, 5ta y 7ma } 3ra, 5ta y 7ma } 3ra y 7ma } 2da y 7ma } 4ta y 7ma
Aunque éstos tres últimos podrían entrar en la clasificación de semirrítmicos.
Eneasílabo: Si bien este es un verso de compleja acentuación, se consideran con buen ritmo los acentuados en:
} 1ra, 4ta y 8va } 2da. 4ta y 8va } 3ra, 6ta y 8va } 4ta y 8va } 3ra y 8va
Se consideran de semirritmo:
} 5ta y 8va } 2da y 8va
Se consideran sobreacentuados:
} 2da, 4ta, 6ta y 8va } 1ra, 3ra, 5ta y 8va
No son recomendables los que acentúan en:
} 2da y 5ta y 8va } 6ta y 8va
Decasílabo: Se considera de acentuación clásica el que lleva los acentos en:
Endecasílabo: Presenta este metro una diversa cantidad de acentuaciones, cada una de las cuales recibe un nombre específico, que se identifica con la nomenclatura de los versos griegos.
Clásico o melódico:
} 3ra, 6ta y 10a
Dactílico o de gaita gallega:
} 1ra, 4ta, 7ma, 10a
Trocaico o heroico:
} 2da, 6ta, 10a
Dáctilo, trocaico o enfático:
} 1ra, 6ta y 10a
Sáfico:
} 4ta, 6ta y 10a
Otra forma de sáfico:
} 4ta, 8va y 10a
A la francesa: Con acento en 4ta sobre palabra aguda u otro acento en 6ta u 8va, además del obligatorio de 10a. Semirrítmico:
} 6ta y 10a
Sobreacentuado:
} 3ra, 6ta, 8va y 10a
Dodecasílabo: Se encuentra formado por dos mitades o hemistiquios y tal como sucede en el alejandrino, según algunos autores, no se produce sinalefa entre las dos mitades del verso, para las cuales rigen las reglas de silabeo correspondientes a los tipos de terminación de verso.
Entender y admitir la personalidad de un Índigo no es nada fácil, porque la mayoría de nosotros hemos perdido la pureza primigenia, el salvajismo natural, inmersos como estamos en una sociedad demoledora que nos condiciona en cuerpo y alma. Hay que abrir canales especiales y estar dispuestos a creer que existen diferentes estadios evolutivos en la especie humana.
El índigo marca siempre a fuego, tanto al amigo como al enemigo porque su luz acaba prevaleciendo sobre cualquier oscuridad. Mensajeros de luz los llaman y, antes o después, si no estamos totalmente anquilosados psíquicamente, se nos abren nuevos parámetros y formas de contemplar la vida, al sintonizar con su imparable energía mental, emocional y física.
Para un índigo que, como él, estaba lleno de dones digamos “especiales” y que recordaba todas sus vidas anteriores, perfeccionar su parte de hombre tampoco resultó fácil. Nunca terminó de cumplir con su misión de Levantador de almas, ni de batallar por cambiar lo injusto de su entorno, ni de hacerlo contra él mismo para asemejarse a su prójimo, amar a su prójimo y dolerse en su prójimo.
Como guerrero tuvo que ser soberbio, temerario, estratega, cruel y por puro equilibrio universal, compasivo, valiente, generoso, padre de cualquier huérfano que se le cruzara, entregado a la causa del más débil, y lo fue.
Tuvo que dejarse el corazón en la batalla encomendada y se lo dejó sin pestañear.
¿En qué se basaba su fortaleza? ¿En qué se apoyaba un autodidacta de su envergadura para mantener el corazón abierto, la mente alerta y la espada dispuesta, en ese mundo feudalista, primitivo y fuera de la ley ante el que tantos siguen cerrando los ojos?
Sólo leyéndole se puede llegar a apreciar la grandeza llena de humildad de un pleyadiano esforzándose porque su parte negativa de hombre (la positiva supo disfrutarla como nadie) no pudiera con el misticismo propio de su naturaleza inicial.
Llega del Universo, con mayúsculas, porque se nombra la dimensión del dios que nos habita y nos vuelve probables y posibles. Cifra del bien, ecuación de los mundos. Armonía.
Luego, porque está escrito que el equilibrio estalla entre las fuerzas, ha de llegar el Mal.
¿Y qué es el Mal?
En la tierra, es aquello sujeto al raciocinio mediocre de los hombres que descreen de la única llama que poseen.
Lo universal profesa el equilibrio, y equidista los mundos y los bienes y la felicidad de la tragedia.
Nada será en el universo sin su contrapartida, porque todo en lo eterno es la balanza.
No hay eternidad si no hay balanza.
Luego, quedan los hombres arropados en una fruta insulsa. La religión provee de dioses a los hombres que buscan conocerse y les resulta al fin, su propio desconocimiento.
Un dios es lo infinito, lo posible-imposible, lo total que todo totaliza.
¿En qué hombre habitará el derecho de fabricarse un Dios para sí mismo, excluyendo al resto de sus prójimos?
Ya falla por su base.
Dios lo es todo, inclusive, los hombres que lo habitan.
➋
Todo resulta dios.
Este barro disímil del que estamos armados y movibles y esta brisa y el hálito que nos envuelve en magia.
Todo resulta dios y su infinito.
Todo es la maravilla de tanta exactitud en que nos debatimos preguntando.
¿Y… al cabo… qué hay que preguntar?
¿Acaso la llama interna no dicta las sentencias del día?
¿Tu prójimo no es prójimo?
¿El mundo no está hecho de manos que se ayuden y rescaten la especie que fallece?
A veces no lo sé, ni sé a qué vine.
O sea, sé a qué vine, pero me cuesta tanto llevarlo a puerto siempre, que en el final del todo se me disuelve el hombre.
Apenas es un pensamiento de Dios, que no consigo rescatar de nada.
Y siempre, acabo en los demonios.
➌
Habla el silencio.
Juan me pregunta por qué yo hablo con dios o donde queda dios.
Esas cosas no las pueden preguntar los hombres de tres años. Pero él quiere saber con quién habla su padre las noches con estrellas y con sapos, de cara el infinito, con la frente en el suelo.
Jamás me pongo una camisa de seda frente a dios.
Porque delante de él, soy tan desnudo como todo el universo que me habita.
Un guerrero se quita su armadura ante su superior en la batalla.
Humilla espada y frente.
Delante de dios yo siempre estoy desnudo de corazón y cuerpo.
Igual que delante de los hombres
Porque Dios los habita, los puebla, los ordena, los ama, los predice, los dibuja.
Todo lo que se ve –le digo a Juan– está en manos de dios. No hay nada que quede por fuera de sus manos, ni usted ni yo ni el mundo.
El universo exige mi costado. Y yo lo sacrifico, como cabe, así, orgullosamente.
Es un orgullo de cualquier guerrero saberse pertenencia del universo.
➍
El día que yo muera ¿qué será de mi prole?
De esta extraña hija mía que se me parece tanto y tanto. A veces pienso por qué jodimos tanto las verdades y tuvimos que hacer tantos arrestos en la zamba del miedo.
Algún día, el dinero no pagará la verdad de lo posible y las cosas hallarán su cauce.
Todos somos distintos. Tan distintos.
Eso sucede cuando se funde una dinastía de huérfanos y náufragos.
Ay, esta hija mía que me hace de escudero, de guardaespaldas, de todo lo logístico que me ha dado de apoyo el dios de todos los universos nuestros.
Yo nunca he sido padre de mujeres.
➎
Yo quiero una mujer que me comprenda.
Es lo único que pido en este mundo al que he venido a dar tanta batalla.
Señor, te lo suplico. Quiero una compañera para el miedo.
➏
¿Y para qué carajo me diste la palabra si todo lo que escribo es arameo? Hoy regresé a mi casa.
Y sigo escribiendo en arameo y encima hablo también en arameo y los hombres me miran como a un monstruo.
Estoy un poco cansado de ser monstruo.
Me gustaría a veces, parecerme a esos tres chuzos pobres que deciden que la injusticia es justa.
Y carajo ¡no puedo!
Son mi prójimo.
➐
Sí, perdón, lo sé. No es que me haya olvidado.
Claro que sé eso.
Si no supiera eso ¿para qué serviría en la predisposición del universo?
Ya sé que yo lo sé.
Lo que se deja en dios, dios lo resuelve.
¿Acaso puedo cuestionarme esa verdad?
Jamás lo haría. Porque le pertenece a lo magnífico.
Si algo deja este guerrero en las manos de dios, ya la preocupación no existirá en su mundo, en su conciencia, ni en ningún sitio, porque, lo que se deja en dios, siempre se cumple.
Y la ley dice: Es cosa de paciencia.
➑
Ya me ves.
Me diste muchos dones, Señor, los agradezco.
Con la frente en el suelo, reconozco y honro tu grandeza.
Señor, este guerrero te pide solamente que pongas paz en su espíritu y luz en su corazón.
Siempre lo mismo.
Que soy un combatiente de tu nombre.
➒
Te pido una mujer, señor, la mía.
Alguna que me entienda y que me quiera como lo que yo soy.
No me parece para tu enormidad algo difícil.
Dame una, señor, en quien me apoye. En quién pueda vivir lo que no vivo. Estoy tan solo, al fin, y tan cansado, señor. Ya estoy tan cansado, humanamente, de ser un solo a ultranza y sólo solo.
Claro que te agradezco, señor, lo que me diste.
Pero un padre no se acuesta con sus hijas.
Yo quiero una mujer que me comprenda, toda mi absurda intimidad. La que te pertenece porque soy tu guerrero.
Quiero una mujer mía.
Porque ya no me equivoco con demonios de los que me salvó tu amor enorme.
Ya no estoy confundido, señor. No me confundo. Ni me humanizo más de lo necesario.
De rodillas señor. Te pido una mujer que me contenga.
Por favor, devuélveme señor a La Guerrera.
Los pueblos de tu nombre
Magicia
—¿Y qué ves?
Ella inclinó los ojos y le quitó una brizna de entre un pliegue de las alas de piedra.
—Allá —insistió ella, extendiendo su brazo con la misma suavidad con la que él desplegaba las alas para el vuelo.
—¿Eso en la bruma? Es una construcción sobre la bruma, sobre el agua del mar… Parece una ciudad en una isla… una ciudad que flota…
—Háblame de lo que ves —susurró ella—. ¿Qué hay en la ciudad?
—Está muy lejos… quizás haya sueños… porque una ciudad no puede flotar sobre el mar… un castillo no puede flotar sobre el mar. Y lo estoy viendo. Quizás, un espejismo.
—¿Sueños?… ¿O un espejismo?
—Sueños… los espejismos se terminan. Deben ser sueños, por eso flota sobre el agua y se alarga hacia el cielo… por los sueños. Tienen esa condición.
Aunque no la miraba, supo que ella sonreía a su lado, mientras el viento enredaba su cabellera blanca en las plumas de piedra de las alas de él.
—Eso… es Magicia —escuchó, antes de que ella se echara al mar desde la cima del acantilado.
Origamia
Llevaba un retrato en el morral y preguntaba a todos en las calles, imponiéndoles la visión del retrato: “Has visto a La Mujer”.
Los habitantes todos lo miraban, porque el retrato vacío tenía solamente escritas dos palabras: “La Mujer”.
Pero él insistía, como enfermo de algún mal incurable que debiera encontrar un mago curandero en un mundo sin magos.
“Esa Mujer no existe” se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el retrato vacío y las palabras.
Él señaló entonces todos los papeles de los que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto papel escrito de formas infinitas, sólidos como muros, voladores como pájaros, luminosos como farolitos, altos como palabras, profundos como el cielo, tristes, como él mismo.
—Esa busco.
—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma. Es lo que estás viendo… papeles con palabras.
Rumoria
Frecuentemente verde, llegaban todas las aguas hasta allí y en el aire, infinitos cerezos deshacían un plumón de flores como niebla. Una niebla rosada igual que el horizonte del acantilado, que se perdía en el mar de su memoria cuando él decidió cruzar el otro mar.
Todo era un susurro de palomas y hierba, alrededor del viento.
Todo era viento. Imágenes de viento. Movibles. Transparentes. Cambiantes. Habladoras. Cercadas por los verdes y las cortinas de flores de cerezo.
Pero él podía oír a un mismo tiempo, la fuerza de lo fuerte, como un don natural igual que el viento, el árbol y las aguas.
Decidió dejarse guiar por el oído. Atender a las voces de las cosas como si fueran espíritus cautivos en una sola voz.
A veces era sabio.
Supo que ella le hablaba desde el mundo infinito del silencio.
Grutelia
La suave oscuridad de los fantasmas dejaba evaporar el resplandor antiguo de la antorcha.
Y llegaban las sombras a suavizar el fuego y luego el fuego regresaba para quemar las sombras.
Las grutas en la piedra tenían símbolos en todas sus paredes.
Y él seguía con el tacto ese idioma que contaba la historia de los hombres con un buril de espanto y una espina de tronco de naranjo.
Cantaba, para no tener miedo, las cosas que leía. Las cantaba en voz alta y a través de la piedra le regresaba el canto en otro idioma, como un eco que llega de otro mundo.
Las grutas lo guiaban al interior del hambre, al fondo del amor, a las largas estancias de la muerte y a veces, hacia el cielo, hacia el sol, hacia las luces.
Las grutas lo guiaban por sus propios caminos en otra voz distinta.
Hizo noche en Grutelia, igual que en un vientre de mujer.
Almaria
La de las catedrales y las bóvedas, la de los cementerios y los jaspes, la del sol sobre el agua.
Estuvo un rato mirando a la pastora, que llevaba con cayado de nácar y látigo de púas, un rebaño de luces y de sombras hacia los territorios prohibidos.
Sobre el peñasco gris estuvo fundiéndose entre la piedra, los árboles hirsutos y el llamador de viento, casi sin darse cuenta, porque sus ojos estaban en el valle.
Ella andaba desnuda apacentando el aire y los espejos, con la naturalidad en la indecencia que tiene una leyenda.
Nutricia
—¿Y qué comen las gárgolas? ¿Humanos imprudentes? ¿Malas aves? ¿Heladas y frambuesas?
¿Vientos y almas? ¿Corazones oscuros?
—No creo que haya comido antes de ahora. No sé qué cosa como… pero sí sé qué cosa me alimenta.
Ella extendió los dedos y enjugó una gota de sangre en el ala de piedra.
—Pensé que no… pero llegaste… Nadie encuentra el camino —murmuró, con asombrado alivio.
Él le enredó una flor de papel y palabra en el cabello.
—¿Y qué come una gárgola? —insistió ella, tomándole la garra para dejarle sobre ella el corazón.
Avalon
—Ahora sabes… —le dijo ella y señaló la ciudad que flotaba sobre el mar en la niebla—. Nadie sabe llegar… o nadie puede ¿Sabes cómo se llama la ciudad?
—Magicia —respondió él.
Ella bajó los ojos y curvó la boca de la sonrisa trágica, con un mohín de niña.
Este libro es un perfecto ejemplo de cómo autores de diferentes etnias, nacionalidades, costumbres, educación y condiciones sociales pueden llegar, a través de un mismo idioma, a congeniar poética y humanamente desde su particular idiosincrasia. Está dirigido tanto a los lectores amantes de la poesía de nuestro tiempo como a los que se inician en cualquier camino literario, y también a los interesados en la riqueza léxica del español, a los traductores y a todos aquellos que deseen ampliar sus conocimientos sobre la enorme diversidad idiomática de los países hispanoparlantes.
Es una brillante alianza intercultural a través de la palabra como nexo artístico. Un libro de identificación y búsqueda, escrito para abrir puertas y ventanas emocionales de vital sugerencia en las paredes de cada intimidad.
Prólogo
Me han elegido, o debería mejor decir, he sido honrado con la misión de prologar este libro. Prologar, escribir el prólogo, comúnmente se entiende como escribir un discurso que precede a la obra, en el que el prologuista intenta presentar o explicar al público lector los contenidos de la misma. Explicar una obra conlleva el riesgo de que quien la prologa trabaje en función de su propia subjetividad frente a ella, de sus emociones y de sus símbolos, por lo cual, explicar algo querido, algo que se ha amasado con las manos y en lo que se ha invertido toda la potencia creativa de la que se es capaz, es como hablar de un hijo. Entonces, no explicaré. Presentaré, con aquello que posee el hecho de presentar: gesto y voluntad de acercamiento.
Provocación. Desafío. Así podría calificarse la actitud común o estratégica que define a una vanguardia. Hablo de vanguardia como desafío a lo canónico estableciendo parámetros que no desarticulen las formas expresivas pero que al mismo tiempo irrumpan expandiendo los límites materiales y simbólicos de lo clásico hacia el tratamiento innovador en el lenguaje, como una rehechura de la realidad de la palabra.
Acercarse al autor con códigos alejados de lo preconcebido para un espacio literario virtual, constituyó en Morgana de Palacios lo fundacional de esta esfera diferente.
Ultraversal es, entonces, un espacio creado por una escritora para escritores, donde el autor se reconozca, además, como lector, en un plano de igualdad jerárquica y este hecho le motive en ambas direcciones: la emoción creadora la emoción participativa.
En Ultraversal, como entidad literaria de vanguardia, la premisa básica es la calidad, calidad que se ofrece como un hito diferenciado claramente de la producción literaria inserta en la virtualidad, transformándola en un referente a la hora de medir el valor de un espacio literario. Esta calidad se obtiene a partir del conocimiento de la disciplina artística que se desarrolla, porque un poeta o escritor que no sabe ni leer ni defender correctamente una obra, suya o ajena, siempre se encuentra en desventaja. La calidad se obtiene partiendo del trabajo de conocimiento conjunto. Trabajo del taller técnico y de taller lector, para que los que integran esta corriente literaria cuenten con todos los recursos disponibles para el ejercicio cabal del arte de escribir y del complejo arte de leer y comprender a otro autor. Esto hace a la formación natural de un escritor.
Decía al comienzo: provocación, desafío, incitación. Así se define el “arrebato”.
Podríamos definir entonces “poesía del arrebato” como la expresión que nace, fundada en el otro, aún en el otro que lleva todo autor consigo y que se anima a descubrir a partir de la motivación. La necesidad de la expresión genuina, obedeciendo a la provocación del pulso general y del pulso íntimo, es una característica de los autores reunidos en esta Antología en la que se funden poetas de diferentes registros y coloraturas, de diferentes enfoques y tratamiento poéticos, de diferentes ejercicios y propuestas artísticas, pero bajo un signo común: la búsqueda de la excelencia, de la nueva semántica textual, de la innovación de lo clásico pero trasladado a la lengua, como ente vivo y en constante expansión. Porque si en algún momento la lengua, para ser poesía, deja de ser “lenguaje” abandonará su entidad de espacio donde la plenitud de todos los sentidos se revelan.
Los poetas que aquí se leen, han hecho del desafío Ultraversal la expresión de su propio arrebato, por lo cual, Ultraversal configura un registro altamente poético que se constituye en una obstinación, la de perseguir una forma que a veces anuda y a veces, sencillamente, se dispara.