«Tres sonetos de amor», por Sergio Oncina

Imagen by Deflyne Coppens

Amor, me vas buscando

Amor, me vas buscando y no consigo
esquivarte del todo. No desistes
de calentar el alma de los tristes
y yo no quiero brasas si es contigo.

No pienses que al final me contradigo
si débil me enamoro porque vistes
los días de color, sueños y chistes
y confundo con premios tu castigo.

Si me atrapan tus lazos sé clemente
y no dejes que sufra nuevamente
el martirio pueril de una utopía.

Déjame huir a tiempo de tu engaño,
no entierres el cuchillo en lo que extraño
ni alargues por antojo la agonía.


Resurrección


Nos damos otra vez contra el deseo,
furtivos y sedientos, sometidos
al instinto, dichosos y rendidos
al festival de carne y su apogeo.

Te enfrentas a los ojos del ateo
como diosa lasciva y escondidos
del mundo braman plenos los sentidos.
Tú me muestras la vida y yo te creo.

Renace entre las brasas lo apagado
para dejar de ser ceniza inerte
y rugir como fuego desbocado.

No es que quiera morirme o poseerte,
es que no hay más opciones: o el pecado
o resignarme al beso de la muerte.


Hablaba por hablar


Hablaba del amor como si fuera
un bache en el camino, intrascendente,
una frívola piedra que atrayente
me hiciese tropezar por vez primera.

Pero me abalancé como una fiera
salvaje, entusiasmado e inconsciente.
Lo reté, más seguro que valiente,
y sin luchar logró que me rindiera.

Dos veces me topé con su locura
como el hombre que soy, terco animal,
y dos veces amé bajo tortura.

Temo un tercer encuentro ineludible
tan turbador, magnético y brutal
que me impida abjurar de lo increíble.

Conversa con nosotros