Siempre llueve en otoño
Huele a húmedo octubre… No varía
el ritmo estacional y a mí, puntuales,
llegan hoy los aromas espectrales
a flores secas y a melancolía.
Siempre llueve en otoño y la sangría
de las líquidas venas celestiales
escribe mansamente en mis cristales
con su confidencial caligrafía.
Quisiera descifrar, tras la angostura
lacrimosa que traza en sus regueros,
a qué pesar se deben sus enojos.
Y es que me niego a oír lo que murmura
mi corazón, que tales aguaceros
perennes solo ocurren en mis ojos.
Bye, bye
Dos mil veinte maldito, hace ya doce meses
todos te recibíamos contentos y felices
pues aunque no creyéramos que trajeras perdices,
tampoco imaginábamos que tan nefasto fueses.
Te habríamos cerrado con muy malos modales
la puerta en las narices, de haberte conocido
y así nadie en el mundo hubiese padecido
tu luctuoso e infame catálogo de males.
A pesar de las lágrimas que hemos derramado
por ti, nos disponemos hoy a decirte adiós
con el ánimo firme y el gesto esperanzado.
Y alzamos nuestra copa por el que ahora a estreno
viene a sustituirte, pidiendo solo a Dios
que, queriendo imitarte, no llegue a hacerte bueno.