Selección de poemas – varios autores
Paisaje con laguna – Eva Lucía Armas – Argentina
Nada va a devolverme
ni la laguna rota por la luna de octubre
ni la pluma de cisne para escribir el agua.
Nada va a devolverme
el rizo fantasmal del espejismo
sobre un camino claroscuro y árido
como un hábil recuerdo del corazón que fue.
Le propongo distancia a los silencios.
Una distancia fuera de rituales,
lejos de los excesos de las rosas,
cercada de lavandas,
ardida de romeros.
Ahí, nada puede llegar a devolverme
las frecuencias del antes
donde el jolgorio de las mariposas
era una fe de vida
o era una fe debida.
La luz dispersa la credulidad,
ilumina con sombras repentinas y calmas
lo que se apaga del deslumbramiento
y deja apenas un claror difuso
un claror desmembrado
como algún buen recuerdo que termina
travestido de olvido.
En este panorama – Silvio Rodríguez Carrillo – Paraguay
Con el barro marcando su tibieza
de líquido brumoso, de piedra que se amolda
a cada altanería que le impone mi zurda,
avanzo con las manos desprovistas
del puño que habitaron.
El sol, abyecto hermano que tiñó en mis espaldas
el dorado inmoral de los temibles,
discute con mis ojos lo que veo
mientras mi pelo sigue su propio juego oscuro
en el que se entrelaza con los dedos de ella.
Los fracasos sensibles, los dolores grandiosos,
se me van desprendiendo como escamas
de un animal antiguo que mutando
continua siendo el mismo, que sin querer se muere
de no poder mentir-se.
Los aciertos brutales, los aplausos, las sábanas
manchadas de carmín, de azúcar bien,
igual se me derriten por el pecho,
y siguiendo su ritmo, de caracol o puta,
terminan en la tierra.
«en este panorama»… de penas y de glorias
«de» diciembre, «de» cenas con dis_cursos pro_fundos
por un rato recuerdo
como un golpe difícil de entender
la cara de los otros, el gesto de ser isla
del gregario común cuando no se le nombra.
Quizás en la otra orilla – Isabel Reyes – España
Acuden las imágenes y se acumulan aguas
en la cúpulas abiertas de mis ojos.
«Anuncias el futuro cuando mueves
el aire entre tus pies, y entre tus manos,
peregrinan metáforas que avivan
deseos de querer eternizarte
en el atardecer del arco de mi boca.
No te quedas en ti
vas más allá del sol hasta lugares
donde mora escondida la esperanza
esa escondida tierra que nos ve germinar».
Nos llevaba la tarde de verano
lo mismo que un diluvio dirigiéndose al mar
por la escalera íntima de los primeros éxtasis.
Hoy vuelvo a recordarte después de tanto tiempo
y al atraparte toco la azotea más honda
de todas las salinas de mi sed
mientras voy dando cuerda al reloj para atrás
con el vértigo agraz de la nostalgia.
Quizás en la otra orilla
pueda pisar de nuevo las huellas de tu paso.
En memoria de Elia – María José Quesada – España
Podía haberla sazonado de caricias,
trenzarle el nido con agujas de romero,
lucirla entre sus manos como un ánfora
que en tiempo de escasez contiene aceite.
Velar el fruto predilecto de esos padres
que en acto de confianza le entregaron.
Amarla con bondad bajo las cejas.
Y no hizo más que propagar golpe y disturbio
ante el terrible amerizaje de sus ojos,
descolocándole del cuerpo hasta las uñas
con un desprecio inabarcable.
El ritmo evolutivo habrá de darnos,
por pura protección de nuestra cría,
olfato preventivo,
so pena de que el tiempo nos disponga
en gen y sangre
la no continuidad de engendrar hembras.
Será el tercer arbitrio
para frenar un daño irreparable,
la invocación y grito en consecuencia:
¡María y cierra, España!