Fotografía de Michel Comte |
Me recuerdas a Sabina
Siempre supiste huir
con la fugacidad de tus silencios
y la tenacidad de tus antojos
por no saber
que en el amor apenas empieza a germinar
—igual que una punción para dejarse el alma—
muy pocos son los que le huyen:
solo el cobarde
o el mentiroso.
Por eso
hoy puedo descifrar tu pacto con Cupido
en la necesidad de la oquedad
que te llevó a cazarme
cuando la claridad del corazón
te lo decía con franqueza
“no es amor lo que buscas”
y el juego terminó
cuando ganaste el desafío,
cuando te decidiste a botar el disfraz
porque tu meta siempre fue muy clara:
satisfacer tu ego
de niña competente
y colocar tu nuevo trofeo en la vitrina.
Mariana
Ya no eres esa niña que dormía
sobre mis piernas, de regreso a casa
del viejo sabio. Ya no eres bahía
donde encallar mi mano, torpe y rasa.
Ya no gozo tu Luz de hechicería
porque hace rato eres tú la brasa
de tu aroma en tu nuevo hogar, el día,
empeño del futuro, cal y asa.
Hoy que te sé y te encuentro más mujer
—mi hermana, mi flaquita recia y chula—,
me enorgulleces corazón de tul.
Soy feliz de mirar como tu ser
ha cruzado la línea que triangula
la concreción de tu desvelo azul.
Preso de tu ausencia
Vivo preso de tus ojos
de gata juntando lunas
trepada por el tejado
de mis tontas desventuras.
Vivo preso de tu imagen
atrapada en una blusa,
en un sueño complaciente
que se ha vuelto una locura.
Vivo preso y condenado
a tu cama, mi cicuta,
a tus reflejos de añil
que retozan y hasta curan.
Vivo preso en tus recuerdos
viejas flores de mi tumba;
de tu alma que se esconde
en la sombra de las dunas
porque te tornaste prófuga
de mis brazos y mis dudas.
Desde entonces vivo preso
debatiéndome en preguntas,
escribiéndote estos versos
porque te has vuelto una musa
y en el alma lloro tinta
por no asir tu piel desnuda.
Aquí sigo y sigo preso
siempre en la constante lucha
que termina en las mañanas
y acomete en cada luna
cuando llega la nostalgia
del contorno que transmuta.