¿Qué queda de ti?
I
Los paisajes redoblan sus esfuerzos;
puedo verlo, se sacrifican
en su quietud.
Siento cómo las cosas se pelean
por no querer caer en el olvido
-incluidos también
todos esos «te quiero» que creíste-.
A veces lo que uno quiere
no es lo que desea.
Te quería.
Quise que me quisieras a mi modo,
pero no fue posible.
Todavía no acepto
que el amor sea diferente
para cada persona
y prefiero pensar que muchos me mintieron,
entre ellos tú.
La vida sigue y todo lucha
por moverse
-yo me resisto, y nunca mejor dicho-;
entre ayer y mañana
sólo un pronombre
consigue su propósito,
y los demás se agitan, se preguntan
si forman parte
de ti.
II
El amor sabe a uno,
y no existen maneras de decir lo que expresa.
El silencio y el tiempo confluyen en lo diáfano
cuando sentimos, tímidos,
pudorosos.
Y nos callamos todos los colores
para poder amarlos.
Y el instante se vuelve
y nos mira,
pero no nos importa.
La vida que creímos nuestra
es de todos
y es entonces que salen las palabras.
III
Si lo que vemos es lo que observamos
descubrimos sin ánimo de lucro
la vida,
nos hacemos partícipes
a pesar de los males que nos unen.
Al fin y al cabo todo se desdice,
me cuestiono nombrando mi silencio
cuánto eco tendrá mi eternidad.
IV
Los amores,
en su fugaz simpleza
nos absorben la carne
y nos hielan los restos.
Vienen sin preguntar,
y nosotros les respondemos
abriendo nuestras puertas.
Quizá sepan lo indómito
de la memoria
y por eso conmueven haciendo los honores
de guardarse.
Son un guante de seda
para los pensamientos
y por eso resuenan,
y por eso se esconden hasta que al fin, vencidos,
recordamos.