¿Cómo hablar del demonio, del mundo y de la carne,
obviando lo más obvio que para mí es la muerte?
¿Y cómo obviar el hecho de nombrarla
si yo constantemente estoy siempre a su lado
luchando para que me dé respuestas
sabiendo de antemano que no me las dará?
Quiero dejar constancia que no puedo
resignarme a morir si no he luchado
contra el paso del tiempo que malvado
me encamina acucioso hacia un final.
Tal vez no debería dar más pasos
si la vida tan solo significa
esta angustia que duele y mortifica,
que constata que soy un ser mortal.
Si de alguna manera yo pudiera
revertir este tiempo que la vida
me robó por perder en la partida
que jugué contra todo porvenir.
Si al menos yo pudiera responderme,
ser capaz de explicarme de algún modo,
por qué la muerte acabará con todo,
con mi voz, mi camino, mi sentir.
¿Dónde hallar el final de este martirio?
¿Es qué va a ser la muerte quien me ayude
a escapar de este angustia que sacude
mi cuerpo, mis entrañas y mi alma?
¿Es que va ser la muerte compañera
del camino de paz que necesito,
la que me salvará de estar proscrito
la que me ofrecerá reposo y calma?
Hoy puedo imaginarme mi futuro,
incluso verme inerte en una caja,
silencioso, luciendo una mortaja,
con la tranquilidad de conocer
que la muerte y la vida van unidas
como la cara y cruz de una moneda,
sin que nada ni nadie las preceda
sin un hoy, ni un mañana ni un ayer.