Por Gavrí Akhenazi
El relato está presente en todos los tiempos y en todas las sociedades. No existen los pueblos sin relatos y podemos hablar de él como una «repetición» de acontecimientos o «la representación» de dichos acontecimientos (imitación a través del lenguaje –la mimesis–) amparados en el arte o talento del autor (narrador) que refiere a la capacidad de crear mensajes diferentes a partir de un mismo código.
No creo que sea posible definir la literatura fuera del marco de la situación comunicativa.
El carácter «literario» de un texto tiene, no solamente relación con el esquema discursivo, sino que la referencia insoslayable se halla en el «metatexto» que codifica al discurso en base a un determinado «código estético».
Este «código estético» debe analizarse desde el punto de vista tanto emotivo como cognoscitivo y no puede pensarse la literatura como un arte que se desinterese de su estrecha relación con el lenguaje, puesto que es este el instrumento mediante el que las ideas se expresan.
Para el análisis de un relato podrían proponerse dos instancias o niveles básicos:
–la «historia» o sea, el argumento que emana de las acciones y su lógica
–el «discurso», casado en los aspectos nodales del relato.
Por ende, el análisis o comprensión de los relatos, no se basa solamente en comprender la historia, sino determinar y visualizar los distintos encadenamientos del hilo narrativo que se desprenden de ese hilo direccionado por la anécdota de base.
No debemos olvidar que el verdadero sentido de un relato no es algo que se devele al final, sino que subyace en toda la extensión del mismo.
Todos los detalles de un relato tienen un sentido.
Todo tiene alguna significación o función, aun cuando resultara insignificante y ésto no es una referencia al mayor o menor arte del narrador sino que obedecería a una cuestión estructural.
Sin embargo, dentro de lo estructural, existen diferentes jerarquías para diferentes aspectos contenidos en la generalidad del relato, por lo cual varía la importancia de acuerdo a cómo juegue cada unidad narrativa que compone el corpus.
Básicamente podemos determinar dos grupos de unidades narrativas que funcionan integradas en la constitución del relato:
–los nudos o núcleos, que forman las claves para que el relato avance y continúe hasta acabar (secuencias elementales)
–los complementos, que abarcan el «relleno» entre dos núcleos y que no tienen la función de modificarlos sino que obran como aportes subsidiarios correlacionados con el núcleo al que se enlazan pero sin el poder de alterarlo como tal, sino que, más bien, aportan una necesaria tensión semántica entre los polos nucleares que dicho complemento relaciona en determinada secuencia narrativa.
Tenemos, entonces, que combinando las «secuencias elementales» obtenemos su complejización o sea que de su combinatoria surgen las «secuencias complejas» que son las verdaderas conformadoras del relato.
El enlace entre las elementales crea el «planteo narrativo».
Una vez establecidas las secuencias y sus complementos, el relato avanza como el narrador decida, siempre que se dirija hacia un proceso de mejoramientos del planteo desde el que parte, hasta alcanzar un punto en que la secuencia elemental inicial alcanza el equilibrio resolutivo en la secuencia elemental final.
Si el narrador, a pesar de conseguir que ambos pesos nodales entren en equilibrio resolutivo, decide continuar agregando secuencias, el relato suele entrar en un proceso de degradación conceptual por exceso de factores yuxtapuestos que requieren de aportes descontextualizados, obtenidos desde anteriores secuencias complejas ya resueltas. Esta «prolongación» por adición de factores anteriormente resueltos que aparezcan nuevamente irresueltos da idea de agregados no vinculados realmente al planteo original del corpus y da como resultado un forzamiento o una aparición de «segundo relato» con dependencias no resueltas en la resolución original que se obtuvo primariamente.
En un caso así, lo mejor es escribir otro relato «referencial» y no intentar prolongar digresionalmente el original hasta conseguir su degradación definitiva.
Yo soy de esos que escribe desde los cinco años.
Todo es cuestión de ponerte y aprender las técnicas, Elisabeth. Para ayudarte a cumplir tu deseo, está el foro. La puerta está abierta, ya sabés.
Abrazos.
Gracias Cuervo,es una maravilla leerte.Abrazos Yo suelo hacer relatos cortos y descripciones muy puntuales.Nunca se como terminaré.No planifico nada.Pero lo tengo dentro.Soy muy novata .Cuando leo que fulano ya escribía desde los 5 años me parece un hito.Yo, a esas edades tenía otras necesidades.Pregutar si me querían.Al mismo tiempo era traviesa y no me concentraba en nada.Jugaba con los perros de mi tía la alemana.Ella era dura hasta tenerla miedo.Descubrí que halagándola la tenía ganada aunque no siempre me escaqueaba de la bronca…..