Gavrí Akhenazi – Israel

Sitio web: https://gavriakhenazi.wordpress.com/

Silvio Manuel Rodríguez Carrillo dice lo siguiente acerca de la narrativa de Gavriel Akhenazi (pseudónimo):


«Desde el primer reglón de sus novelas se comienza a exponer la dramática situación del autor, el difícil protagonista de toda historia, o mejor dicho, del conjunto de historias que componen esta gráfica emocional que es su escritura, lacónica en detalles y abundante en profundidades. Una situación marcada por rojos intensos que parecieran buscar dominar el destino, o por lo menos, probar hasta qué punto podrá llegar la resistencia de su inasible humanidad. Y es que va de una naturaleza íntima contrapuesta a la manifestación de un entorno sobradamente hostil, en donde ningún disparo queda sin ser respondido, en donde nada nunca se olvida porque es un autor al que le sucede casi una entera descreencia, porque casi le gana el picaporte de la puerta la sombra del cansancio, porque las tantas muertes que ejecutó o presenció casi le pesan más que las vidas que salvó, porque no le suman como quisiera.


Lo terrible, sin embargo, se da a causa de un cóctel en donde se mezclan experiencia, actitud e inteligencia. Sus calles han sido mucho tiempo cementerios (experiencia), salir de ellos para volver a la otra calle y seguir empujando a su modo implica una beligerancia vital (actitud) en la que debe recurrir a su capacidad de resolución de conflictos (inteligencia) para poder sostener su mundo, mientras una y otra vez acepta misiones que a los de a pie dejaría sin posibilidad de alivio alguno siquiera imaginarlas. Porque ahí se mueve él, donde la moral la dicta el vivir en los límites.


Lo complicado surge con la belleza. Gavrí Akhenazi mismo se proyecta, se amalgama en Jekyll y Hyde, porque así como destruye también construye. Escribe igual poemas que novelas, dispara un proyectil o una metáfora. Surge así quizás el punto más notable -para mí el mejor- de sus novelas: la dialéctica con la que el protagonista se bate a duelo contra sí mismo desde lo intelectivo hasta lo emocional. Se razona, se ataca, se desprecia, se explica y se muestra así mismo la salida, aunque esta no sea otra que la puerta que da con un nuevo laberinto.


En lo formal, es del tipo de escritura que no se rige por lo lineal, por lo estructurado de “un peldaño lleva al otro”, sino que sigue su propio impulso generando así su aliento único.
Es una lectura durísima que demuele concepciones aprendidas de memoria y que muestra la cicatriz por dentro y que habrán de disfrutar los que gustan de examinarse sin el hábito de perdonarse.»

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