Tres sonetos
Silencio
Sé que existe un silencio tan sedoso
que te devuelve al útero materno,
el cálido nidal maravilloso,
donde te envuelve el halo de lo eterno.
Otros son el aliento de un invierno
que te roe los huesos sin reposo,
como aquel que adivino en el infierno,
viva mudez de un dios poco piadoso.
Y luego está este tuyo, tan candente
y tan frío a la vez que me condena
a atisbar febrilmente en el vacío.
Por si surge el rumor, por si clemente
tu corazón se duele de mi pena
y su latir escucho junto al mío.
La cadencia perfecta
Lo siento, hoy no me inspira la musicología
preciosista, aspirante a lo imperecedero,
de esa que se obtiene tallando con esmero
la palabra vacía.
¿De qué me serviría
gastar treinta segundos buscando en el tintero
los melismas que aúpen mi nombre al candelero
cuando ya no me queda ni media avemaría?
Ahora lo que urge
es disfrutar absorta la cadencia que surge
desde la sangre adentro y te endulza el latido.
La que te va evocando
los rostros familiares de los que has ido amando,
cuyas sonrisas dieron a tu vida un sentido.
Argucia
No podemos cambiar lo ya vivido.
Grabada va quedando en la memoria,
con lujo de detalles , nuestra historia
como un álbum de fotos colorido.
Que duela recordar lo ya sufrido
tanto como evocar la antigua gloria
desvanecida, vuelve obligatoria
la argucia compasiva del olvido.
Gota a gota , hace el tiempo lo que debe,
va horadando a conciencia y con constancia,
hasta que nos devuelve a nuestra esencia
Seres saboreando la inocencia
ignorante y gozosa de la infancia
antes de que la muerte se nos lleve.