Poemas escogidos
Las grietas
Si no puedo sellar mis grietas
que permiten que se inunde mi pensamiento
cuando la lluvia me atrapa
alevosa, y con el sol a la vista,
solo bastará
un ligero tremor
para disgregarme
y servir de alimento
a los poetas que solo han respirado
dentro de sus burbujas de murria.
No sé si podrán digerir
mi sangre sin tipo definido
y las arterias quemadas
por el odio humanista que me corroe,
hacia la claque de humanos sin humanidad.
Podrán nutrirse de verdades y mentiras
que enuncié para salvarme
y salvar a otros
de la soga del cadalso.
Conocerán de la tristeza de muchos
sin nombre ni apellidos
a través de mis células
que podrían horrorizar al peor de los indolentes.
Mientras sigo buscando el mortero
que se adapte a mis cicatrices,
hago el autorretrato que se niega
a plasmarse con exactitud.
Solo la imagen de un Frankenstein
moderno y pesaroso
se vislumbra en el lienzo.
Una fantasía
Pudiste ser la niña que debió estar presente
para tender tus manos cuando corrí directo
hacia ese mar de fuego donde encontré destinos
ocultos en la sombra.
Allí perdido me formé soldado
para vivir en pleitos hasta con mi conciencia.
Hoy no sé cómo abandonar las armas
y hasta mi catre, creo, es mi baluarte
frecuentado de espectros.
Avanzo con el ritmo de alguien que no pasea
sino que trota hacia un carretón
donde estoy atrapado como en las pesadillas
que tenemos de niños.
Voy y zafo las amarras del otro yo más joven
con la esperanza de que vuelva atrás
no para que claudique, sino para que busque
dónde quedó escondido
el espacio de paz que me toca por ley.
Y me declaro inútil para lograrlo hoy.
Sólo espero con calma el resultado
-toda una fantasía-
pero… quién sabe.
La madre que conspira
Miro esa madre conspirando en fugas,
que imagina trepar por las fachadas
como una Gárgola que busca cúspides
y se aleja del mundo terrenal.
Sueña con Ángeles que buscan nido
para esconder lo amargo del destierro,
como si hubiesen profanado al mundo.
Teje en su mente alas de raíces
que va escondiendo en un rincón del cuarto
donde se siente presa de mil monstruos.
Hurta maderas del galpón del fondo
y recoge los clavos que descubre
en sus paseos que mantienen vivas
sus ansias de escapar hacia los mares.
Sueña con una hermosa barca verde
que dirige la proa al infinito.
No sabe si sus fuerzas, que ya merman,
le bastarán para lograr su hazaña.
Una voz la sorprende cuando dice:
¿por qué tu hijo trae un remo aquí?