Una historia
Todos somos un producto de algo y ese algo es lo que nos proveyeron las circunstancias para ser lo que somos. Qué hacemos con nuestras experiencias, con nuestros errores y nuestros aciertos y cómo vemos y procesamos hacia nosotros los de los demás.
Somos lo que vivimos (además de lo que comemos y de lo que escribimos, en nuestro caso particular de escritores). Somos lo que vivimos pero fundamentalmente, creo yo, somos la forma en la que vivimos lo que vivimos. Qué hacemos con eso.
Sinceramente, no tengo miedo, porque ya pasé varias veces por el cuello de la botella y sé que pasás o te atascás. No hay muchas variables.
La vida, en eso, es inexorable. No pasás a medias ni te atascás a medias. Las leyes son iguales para todos, porque la vida no hace distingos entre unos y otros cuando le cede el paso a la muerte.
El enemigo no se ve porque los verdaderos enemigos no se ven. Solamente se ven las consecuencias que producen. En general, son sustantivos que no tienen forma, solamente consecuencia.
¿Qué forma tiene el hambre como tal? Ninguna. Vemos sus resultados, sus manifestaciones.
¿Qué forma tiene la muerte? Ese cuerpo que queda ahí y al que velamos.
¿Qué forma tiene la guerra? La de los hombres que la hacen posible.
¿Y la peste? Hoy por hoy, la fibrosis pulmonar. Antes las variolas, las cavernas tuberculosas, las bubas que explotaban dentro de los pulmones en la Edad Media. La peste tiene todas las formas y por eso, no tiene ninguna.
Digo esto por Los cuatro jinetes. Desde qué tiempo se nombra a esas cuatro entidades como lo aterrador.
Y aquí estamos, con los cuatro presentes, galopando cada uno por donde el hombre le ha permitido hacerlo, pero presentes, como en todas las épocas en que el hombre se ha negado a escuchar lo único que debe escuchar: «ama a tu prójimo como a ti mismo».
Dice mi nuera más joven, la que ve gente muerta (porque nosotros pertenecemos a una familia tan extraterrestre que le daríamos envidia a Alf), que somos demasiado antiguos, que somos «los antiguos», almas que ya han aprendido la mayoría de las cosas que la Humanidad se niega a aprender y eso que ha probado por las buenas y por las malas para hacerlo y que por eso, ninguno tiene miedo. No es porque vivimos en Argentina, porque hay pocos casos, porque cumplimos la cuarentena. Es porque ya sabemos que lo que deba ser, será, haga el hombre lo que haga, porque las leyes que no son las del hombre, funcionan de esa manera.
(No se rían que el tumor temporal ya me lo sacaron, pero yo sigo igual que antes, o sea que no era el tumor. Soy yo así).
Nos reunimos sobre el final o sobre algún final de los tantos que jalonan las historias del hombre.
Siempre me pregunté por qué, después de varias experiencias fallidas, ahora tengo estas tres nueras tan pero tan afines a mí que parecemos cuatro hermanas (prometo foto) que tenemos discursos comunes, ideas comunes, cosas tan en común que algo así no puede jamás ser azaroso sino una reunión de causalidades.
También me pregunté muchas veces por qué estamos en Ultra personas tan afines más allá de la mera escritura. Por qué personas tan pero tan afines que hasta podrían ser la misma, son los administradores de este lugar. Morgana, Aira, Ángel, es como si fueran yo.
No existen las casualidades en el universo. Existe la causalidad. Todo sucede «por algo» y siempre está en el hombre entender el porqué. Pero el hombre no se esmera. Prefiere inventar patrañas conspiranoicas, echarle la culpa a oscuros laboratorios bajo tierra, a los Iluminati o al pangolín. No se hace cargo de su inquebrantable torpeza.
Pude morir muchas veces hasta hoy y de muchas maneras diferentes, así que esta es una más. Nunca tuve miedo.
Vi morir todo lo que amaba y acá estoy. Lo acepté porque a la muerte no se le opone resistencia. Se asimila al aprendizaje de la soledad y del tener que resolver ese «de ahora en más» que se une de pronto a nuestra vida. Y hacer algo con ese «de ahora en más». Compensación: mi nieto. La vida es equilibrio.
¿Estoy en riesgo? No más que los demás que también lo están. Soy una del montón. Una más del montón.
En resumen, no me gustaría morirme en esta época porque quisiera saber que el hombre, al final de esta pandemia aprendió alguna cosa, pero estoy segura de que eso no lo verán mis ojos tampoco esta vez y que la vida, como siempre, sigue y se renueva todas las veces que sea necesario porque es algo que no se detiene.
Los hombres se detienen. La vida, no.