Sergio Oncina

Antes de las luciérnagas

La noche que volvieron las luciérnagas
te vestías deprisa en el lagar
contra mi voluntad, insatisfecho
con tan poquito tuyo.

Antes, la oscuridad te amparaba y huías
por la hilera de vides en un juego infantil
sin ninguna inocencia.

En la persecución
tu aroma a sexo y mosto era un rastro imperdible
y tus prendas, miguitas del pan de la lujuria.

Prendías el deseo.
Con tus pasos y risas se erizaba mi piel
más allá del instinto.

No precisaba ver para seguirte.

(Nunca he necesitado ojos para encontrarte).


Efímero y sublime

Habitas en regiones escondidas,
en los pliegues del muslo, en la cintura,
en la salinidad tibia e impura,
paraíso y raíz de las heridas.

Te busco en los torrentes y crecidas,
al filo de la muerte y la locura,
desde el placer ingenuo a la tortura,
en riberas obscenas y prohibidas.

Sabiendo donde habitas más te busco
ávido del temblor fugaz y brusco
que apacigüe el ansia que me oprime.

Aún si llamo acudes al encuentro
y expones a mi yo, de fuera a dentro,
fútil, humano, efímero y sublime.

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