Carne de tierra
No soy un ser virtual.
Soy carne de cañón, hueso de abono,
terrestremente anclada al pensamiento,
a la razón, al hecho, al pragmatismo.
No soy un ser virtual
sino yo misma,
mi condición humana y trascendente,
mi poquito de Dios en la conciencia,
mi arte, mis rituales redivivos,
mi vocación de prójimo.
Yo soy un ser real,
sin Facebook, sin Instagram, sin Twitter,
por eso me conecto poco y nada
a las venas radiantes de un sol frío,
espejismo y cristal, ilusionante.
No soy un ser virtual
ni soy una paloma
que guste disfrazarse para Ícaro
por parecer nacida de un milagro.
Soy mineral. Es parte de mis formas.
No es mi juego de alquimia ilusionista
sacar del plomo el oro
porque me guste el fuego que me unge.
Y soy una animal, ruda y terrestre
como el olor a lluvia sobre el barro,
o el cielo en que los pájaros dispersan
bandadas migratorias y alegría.
No soy un ser virtual,
nunca lo he sido.
Y no me creo nada que no pueda romper
con mi silencio.
Abrazo con mi abrazo y vivo «a vivo».