El conocimiento conduce al Amor, y el Amor conduce al conocimiento, son inseparables.
Smarc.
A Morgana y a Gavrí.
La palabra correcta en su metro y su rima
se convierte en peligro, en el arma terrible
que sonriente utiliza el poeta de altura
sin mostrar las costuras, los cortes horribles,
el envés de sus versos precisos y bellos.
Exorcista inefable, alfarero de estirpe
el orfebre de letras consigue sus alas
acechando la zarpa dorada del tigre,
releyendo la sombra de todas las nubes
en el antes de Adám y los frutos del crimen.
Transcurridas las horas, los años, los versos,
se conoce el amor, la unidad, los jardines
que florecen azules –hebreos o hispanos–,
los colores, las luces –entonces decibles–,
el valor de las pausas en todos los ríos.
Lo viví, de primera escritura, sin rifles
apuntando mi sien, con ejemplos enormes
presionándome a ser en mi letra sin límites.