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Este caracol ebrio que besó tu mano, y que la maldijo de amaneceres epilépticos nos dice al oído cada día: escribeescribeescribe escribeescribe escribe, hasta vaciarnos por completo.
Conviértete en las palabras que nos mantendrán a salvo, aferrados al símbolo que simplifica todo y que nos libera. Porque desaparecer por completo resultó casi un regalo, un obsequio a punto de estallarnos en la cara.
Y aunque ya no estés aquí y te pasees por los jardines de la mano del mismo caracol, y te sumerjas en la herrumbre, y te hayas desecho en otras cosas, húmedo en el asco y sonriente, y no estés aquí y no seas más y no nos acompañes, y te difumines junto a otra sombra menos asesina, será igual este túnel en la cabeza hasta tus dedos, con los que tocarás por nosotros la poesía.