De vuelta
Creen que me olvidé de escribir poesía,
del juego deslumbrante y del placer
de la piel en el verbo
y de la muesca exacta en el renglón maldito.
Los fetiches caducan con la monotonía
y el velo de las vírgenes
ni frena la calima de la tinta en el sexo
ni cubre tempestades.
Me entretuve, sin más,
sin ninguna razón que justifique
el borrón de la pena
y el tiempo evaporado en las caricias.
Me erguí para otear lo que se palpa
y abracé los paisajes con el temblor extraño
de quien se sabe solo
en los muslos calientes del origen.
Hube de regresar al frío de mi roca,
decepcionado, falto de la verdad escrita,
el fármaco que palia los dolores agudos
del bienestar fingido.
Lágrimas frías
¿Cuántas veces, a punto de llorar,
contuviste el dolor?
No sirvió. Nunca sirve.
Las lágrimas vedadas congelan lo profundo
y su hielo carcome.
Los cuerpos piden sexo, manjares, agua y aire,
y exigen desprenderse del veneno
si quema las entrañas.
La alegría se muere cada noche
en las cárceles faltas de verdades
y en la carne vacía de deseos.
El invierno interior araña y nos descubre
en la firmeza frágiles
y en las dudas humanos
pues la sinceridad busca salidas
y la tristeza escuece si se oculta.
No se libera el miedo con el llanto
pero mata la rabia,
los impulsos suicidas y la vana indolencia.