en memoria de Gerardo Campani
Al pensar en tu estado presentí
que el tiempo de tu vida es un cobarde
que se esconde en la hora del adiós
y es incapaz mi pena de ablandarle.
Que perdido en la noche de la ciencia
lo hermoso que te aloja no le vale.
Ignora cómo dar tiempo a tu tiempo,
vida, salud y sístole a tu sangre.
El hígado prestado que portabas
no responde al deseo de arrancarte
de las oscuras garras de la muerte.
¡Qué cobarde es el tiempo que nos barre!
La cera que tu cara desdibuja,
el dolor de tu ser, inabarcable,
me dice que eres tú el elegido
y nada más me queda que llorarte.
Mirada de hombre bueno que confiaba
superar nuevamente adversidades
en idas y venidas; tu destino
me indica que te queda largo el traje.
Escrita tu conciencia ultraversal
se nos va el literato y el amante
cuando un gélido viento ya acaricia
tu bondad, tu retina y tus afanes.
Compañero del alma, compañero,
hermano del misterio del que naces,
cuando siento tu vida que se agota,
tu dolor, como leña, a mí me arde.