Te podría decir que nada escondo
que se pueda pudrir en mis adentros
y me doy al poema en carne viva,
despojado de piel todo mi cuerpo.
Te podría contar lo que en mí mora
que enturbia mi razón, mi sentimiento,
y sale desbocado por mi pluma
volando al infinito con mis versos
en pos de la anhelada fantasía
cuando mi vida es todo desconcierto.
Te podría nombrar miles de cosas
de cruda realidad, de dulces sueños
que me anublan las luces de mi mente
y me ponen en sombra el pensamiento.
Te podría explicar que ando desnuda
para dejar los males que acarreo
prendidos a un saliente en una esquina
y abandonarlos solos a sus fueros,
sin que vuelvan a mí de ningún modo,
que no habré de acogerlos ¡no los quiero!
Escribo en carne viva, ya lo sabes,
mostrando lo que está dentro del pecho.
Muerte por aburrimiento
Lo mío ya no tiene compostura
y va pasando el tiempo sin remedio.
No sé si brilla el sol o todo es sombra,
con el desgarro se me estanca el verso
en una poza llena de cuchillos
y el poema me sangra hasta los huesos.
Porque nunca nadé las superficies
en lo profundo por asfixia muero
sin querer. En lo más hondo de mí,
de todo lo que escribo nunca encuentro
esa vena interior que me reviva
-estoy viva quizás, aún no he muerto-
y me saque del fondo de estas aguas
y me implante unas alas para el vuelo.
Quedo en mí con mi verso, anquilosados
los dos vamos muriendo en este encierro
uno al lado del otro, sumergidos
en este fuego frío, en este infierno
donde vuelan al aire las cenizas
de un ardido furor. Mi aburrimiento,
a falta de ilusiones que lo animen,
cabalga por la vida por sus fueros
y al cabo viene a ser como una muerte,
partículas de mí siempre al acecho.