Morgana de Palacios – Tres sonetos
Tengo mente de virgen
Tengo mente de virgen por más que me reparta
y me mastiquen ojos como manos,
por más que me desnude de luto en las aceras
y me penetren lenguas en todos los idiomas.
Puta mente de virgen, de vigilia y viacrucis,
aunque me abra de letras para el mundo
y me subasten boca, y me regale a trozos
de tripas y garganta y pieles y vocablos.
Yo nací para sola sobre un montón de sombras.
Soy la sola que sabe que todo se termina
por más que lo disfraces de principio.
No te llames a engaño. Yo no soy la que ves
expuesta en la vitrina de la sensualidad.
Soy sólo lo que callo. Mi silencio.
Terca
No soy tuya, Tristeza, no cantes tu victoria
que aún me quedan sueños y algunas realidades
para gozar despierta y guardo en la memoria
las guerras que has perdido contra mis soledades.
Sin prisa mas sin pausa, escribiré tu historia
vulgar por cotidiana en mis carnalidades
pero, nunca lo dudes, no te daré la gloria
de verme sometida a tus cautividades.
Como un junco, Tristeza, me doblego a tus vientos
para que no me arrastren mis propios sentimientos
ni me sajen el talle tus salvajes cuchillos.
Soy tan terca, Tristeza, que no me vuelves loca,
tan dura que si quiebro me rompo por la boca
y escupiendo los dientes, me crecen los colmillos.
Carnada para un silencio
Ante el murmullo obsceno de la vida
me sucede el silencio como un rito
que se opone al enjambre de la letra tendida
al sol que más calienta y su estridente grito.
Se desdice de mí mi consabida
pasión por el vocablo nunca escrito
y cronometro el caos, el vértigo, la herida,
reina de la quietud sobre la que levito.
Con la voracidad de la indigencia,
a su anorexia, lánguida, me presto
como virtual carnada silenciosa.
Y me dejo morir en su presencia.
¿Volverá la palabra en manifiesto
tras el mustio cadáver de la rosa?