Poemas del viajero perdido
Alguien sueña con nosotros
y es soñado a su vez
por otro
que es el sueño de un sueño.
Ana Blandiana -Genealogía
Otro día
sin tu voz
entre estas voces
condenadas a una selva de hormigón y faroles heridos.
Sin ti
en la espalda desnuda
de una ciudad que late lento;
cierta
como los corazones pintados en las paredes sucias,
pulsando sus vértebras ansiosas,
apretada a su muslo caliente
repartiendo el trigo y la avena de tus ojos.
Así te conocí
en la decadencia de las horas,
en medio del olor a metales y jardines vencidos
con un golpe de soledad atrapado en la mirada,
triste anécdota del tiempo.
Ruido de trenes y anuncios luminosos
fueron el fondo del beso que me diste,
y entonces llamé amor
a la brisa hecha pájaro en mis manos.
Llamé amor a lo que no podía quedarse,
al grito del adiós en los martillos del viento.
Prisionero de relojes que ya no marcan por ti,
pareces tan distante
como una memoria que nunca fue mía.
Quizás existas más allá
de estas ventanas que parpadean lentamente
o estés cuando me cruzo
con otros cuerpos que no me tocan
y se pierden.
.
Tal vez esta ciudad
es el sueño de alguien más donde yo soy el intruso.
¿Cómo sabes que la tierra no es el infierno
de otro planeta? Aldous Huxley -Un mundo feliz
La noche lentamente se desliza hacia el alba
a través de este gran ventanal
que amas tanto
porque sus luces nocturnas ocultan la ciudad verdadera.
Cristina Peri Rossi -Asombro
La nostalgia se filtra por los sumideros
que recorren la ciudad.
Algunas palomas se refugian
en estrechos balcones
donde sueños de asfalto se lanzan al vacío.
En las aceras,
gentes que no hablan entre sí
transitan sin pena ni gloria.
Algo brusco y discorde
les muda el rostro,
las envuelve en un manto de ruido y mentira,
mientras la ambición
borra
la última huella de humanidad que llevaban puesta.
Abordo un taxi hasta el puerto.
–A veces, dicen, llegan en furgones ángeles mojados.
El chofer me mira por el retrovisor;
parece leerme antes de iniciar plática.
Confiesa que, en ocasiones,
las avenidas se abren como venas
al tráfico y al vértigo,
y maneja por horas
sin recoger un solo cliente:
no quiere oír historias ajenas,
fragmentos de vidas contadas al azar
en el asiento trasero.
Conduce sin ruta ni plan
porque perderse es un modo de buscar,
y tal vez, en una de esas calles que no toma
se encuentre el hogar que aún no conoce.
Me tranquiliza el azul nocturno
cayendo sobre el mar,
ahora que no queda nadie;
el brillo de la luz urbana en el temblor del agua.
De regreso, a través del vidrio tintado,
los semáforos titilan igual que luciérnagas ausentes.
Salgo del coche en una esquina con olor a café
y carne quemada.
Un indigente busca qué comer
en la oscuridad de los zafacones.
Tal vez no haya ruta ni hogar,
solo este viaje interminable entre sombras y luces,
estas ganas de encontrarme en el reflejo fugaz
de lo que aún no conozco.