Selección de poemas de Rosario Vecino

Imagen by Wolfgang Hasselmann

A pesar, quizás, aún

castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto

la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose

cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia

traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón

pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago

y
resucito a otras vidas
-adiviná-

regurgitando


Duermevela

Duérmete mi niña.
Duérmete,
te dejo libre porque al fin te encontré y ya estabas curada,
yo dramatizando, siempre, con mi escasez de rosa,

quédate así, dulzona, despeinados los rulos
andrajosa y traviesa,
pobre, con cama compartida con tus hermanas duendes,

y tan bonitas
y tan felices.

Soy yo, la adulta, quien tiene que arreglar sus puteríos,
no debieron mis mentirosos traumas ponerte como excusa.

Pasó lo que pasó porque debía pasar,
todas las cosas, en todas mis edades,

vamos, duérmete niña,
que yo ya desperté.


Con otro palpitar

enviciada despersonalización
de una persecución inagotable
circular
insoslayable ya
para encontrar al que apagó la luz

una sensación de nada
pero no de una buena
absoluta
nada
nada

solo una ridícula
caricaturesca nada con palabras

las palabras son solo hologramas mentirosos
jamás llegan hasta el fondo

fondo
fondo
fondo

de alguien que detesta las alturas